Los “extranjeros” en la Biblia
Eduardo de la Serna
Para empezar, señalemos que “extranjero”, del mismo
modo que “extraño”, es algo que viene de “afuera” (en latín, extra), y – por lo
tanto – cualquier grupo humano reconocerá cosas como propias, y otras cosas como extrañas /
extranjeras / como provenientes de fuera. Por supuesto que de ningún modo esto
debe entenderse de un modo necesariamente negativo, sino simplemente descriptivo.
También es importante señalar que en todo grupo
religioso es frecuente que haya cosas que son para Dios o para los dioses y otras
que son para el uso común, y que no es bueno mezclarlas; por ejemplo, hay
vestimentas para el uso religioso y otras para el uso cotidiano, hay
utensilios, vasos, por ejemplo, para el uso religioso y otros para el uso
común. Entonces, una cosa de un ambiente será “extraña” en otro.
Aclarado esto, es bueno recordar que Israel sabe que
tiene una alianza con Dios: “yo seré su Dios, ustedes serán mi pueblo”. Y
entonces, muchas cosas que hacen otros pueblos no deben hacerse en Israel ya que son “extrañas”.
No se dice – por lo menos, no siempre – que se trate de cosas malas, sino de
cosas que son “extrañas” (esto es de acá, esto es de allá, y no deben
mezclarse). Cuando se destaca, con frecuencia, que “no se debe” hacer ciertas
cosas (incluso a veces se usa el término “abominable”, que sería como nuestro “asco”,
como cuando afirmamos que determinada comida nos da asco, a pesar de saber que
es muy apreciada “fuera” de nuestro ambiente), no deben hacerse tatuajes
(que eran marcas en el cuerpo que identificaban a algunas tribus, por ejemplo; Lev 19,28),
no se deben usar “ropas extranjeras” (Sof 1,8), etc. Es decir, para una mentalidad
litúrgica, cada cosa debe estar en “su lugar” y no se deben mezclar, son “extrañas”,
del mismo modo que cuando Israel pide un rey “como el que tienen los demás
pueblos” olvidando que Israel “no es como los demás pueblos” … Israel, entonces
se ve como un pueblo “santo” (es decir “de Dios”) y ve a los demás pueblos como
“extraños”, y “no deben mezclarse”.
Ahora bien, esta actitud frente a lo
extraño / extranjero llevó en muchas ocasiones a una actitud de desprecio y
rechazo de todo eso. Es decir, lo extranjero ya no era visto como algo
meramente extraño sino como algo malo, algo negativo. Y en la Biblia
encontraremos muchos textos en este sentido.
Precisamente por eso, también, hay textos donde se
enseña a mirar a lo extranjero y los extranjeros con otra mirada diferente. Encontraremos,
por ejemplo, en el libro de Rut, una extranjera, de Moab, una mujer que es
modelo de fidelidad a la alianza y a las leyes de Dios que muchos de Israel,
que debieran respetarlas, no lo hacen. Encontraremos en la historia de Jonás un
pueblo enorme y adversario emblemático, Nínive, que se convierte en su totalidad (hasta los animales)
con solo empezar a escuchar la predicación del profeta. Y encontraremos textos
donde se señala que llegarán días en que los pueblos vecinos reconocerán al
Dios de Israel y Jerusalén será una ciudad de puertas abiertas.
Entrando en el Nuevo Testamento, es interesante que,
en un primer momento, Jesús destaca que él no viene para los extranjeros, sino
para “las ovejas perdidas del pueblo de Israel” (Mt 15,24), pero empiezan a surgir una
serie de elementos (una mujer sirofenicia amplía la mirada de Jesús; un
centurión romano revela mucha fe, unos magos de oriente adoran al niño…) que
llevan a las primeras comunidades, especialmente después de la resurrección, a
descubrir los nuevos caminos por los que Dios los conduce, y ampliar la
predicación a todos los pueblos para que se incorporen al “Israel de Dios”,
como se autopercibe la primitiva Iglesia (Gal 6,16).
Con dificultades al comienzo, con más entusiasmo después
(y a veces también con perspectivas negativas, como la posición anti-judía que
llevó a algunos en la Iglesia a una mirada donde ahora los judíos eran tenidos
por “extraños / extranjeros”) las comunidades cristianas, con Pablo como ejemplo
significativo, se dirigen a todos invitándolos a ser parte de un pueblo de
Dios, que renueva su alianza y nos abre a todos las puertas, un pueblo donde “nadie
se sienta extranjero”, sino hermano y hermana, como la “nueva Jerusalén” del Apocalipsis donde
ya no hay lámparas, porque siempre es de día, ya no hay Templo, ya no hay
puertas cerradas porque todos son parte del pueblo de Dios.
Imagen tomada de https://www.alamy.es/figura-roja-de-un-hombre-en-una-multitud-de-personas-extrano-llamativo-diferente-especial-infectado-con-la-amenaza-de-propagacion-de-una-pandemia-colectivo-i-image388040396.html
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