Pequeños aportes paulinos para la actualidad
Eduardo de la Serna
Es
habitual al leer textos antiguos que nos encontremos con una serie de elementos
que pueden entenderse en una clave, la cual, con frecuencia no es la adecuada.
Acá pretendo, sencillamente, y sin entrar en el debate académico (que cada vez
me interesa menos) mostrar dos aspectos, usados en Pablo, los cuales, en una
lectura “griega” (aunque Pablo escriba griego, por cierto) reciben una
perspectiva ajena al pensamiento y la intención de Pablo.
Los
cielos en Pablo
Siendo
que en la Biblia griega, el término “Cielo/s” (ouranós) se encuentra 955
veces (en los Evangelios 82/18/35/18
además, Hch 26x, Ef 4x, Col 5x, Heb 10x, Ap 52x), es
llamativo que en los escritos de Pablo solo se encuentre 11 veces. Veamos:
- la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia;
(Rom. 1:18)
- No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? –es
decir, con la idea de hacer bajar a Cristo– (Rom. 10:6)
- Aunque existiesen en el cielo o en la tierra los llamados
dioses, y hay muchos dioses y señores de ésos, (1 Cor. 8:5)
- El primer hombre, salido de la tierra, es terrestre; el
segundo, viene del cielo. (1 Cor. 15:47)
- Sabemos que, si esta tienda de campaña, nuestra
morada terrenal, es destruida, tenemos una vivienda eterna en los cielos, no
construida por manos humanas, sino por Dios. (2 Cor. 5:1)
- Y así suspiramos en este estado, deseando ardientemente
ser revestidos de nuestra habitación del cielo, (2 Cor. 5:2)
- Sé de una persona en Cristo que hace catorce años –no sé si con el
cuerpo o sin el cuerpo, Dios lo sabe–fue arrebatado hasta el tercer cielo; (2
Cor. 12:2)
- Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo les
anunciara un evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡sea anatema!
(Gal. 1:8)
- Pero nosotros somos ciudadanos de los cielos, de donde
esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, (Fil. 3:20)
- esperar la venida desde los cielos
de su Hijo, al que resucitó de la muerte: Jesús, que nos libra de la condena
futura. (1 Tes. 1:10)
- porque el Señor mismo, al sonar una
orden, a la voz del arcángel y al toque de la trompeta divina, bajará del
cielo; entonces resucitarán primero los que murieron en Cristo; (1 Tes. 4:16)
Estas son todas las veces que
encontramos el término. En 1 Tes 1,10; 2 Cor 5,1 y Fil 3,20 se encuentra en
plural (como es habitual en hebreo, shamaîm, 425 veces), mientras que las
restantes están en singular. Como puede verse en los textos citados (los
menciono por el número de orden), parece tratarse de un “lugar superior”, allí
donde Dios “está” [cf. 3], y – con Él – sus ángeles [8] o Cristo [2.4.9.10.11]
o una palabra o mensaje [1] que provienen de Dios y donde los seres humanos se
encontrarán con el glorificado y con Dios [5.6] y donde “místicamente” Pablo
“fue arrebatado” [7], lo que se dice del “tercer
cielo”, o del
“paraíso” [2 Cor 12,4; única vez en Pablo] y donde muertos y vivos se
encontrarán “con el Señor en los aires” (1 Tes 4,17).
Precisamente por ser la “morada de
Dios”, es, con frecuencia un modo de aludir a Dios mismo sin llamarlo por su
nombre [2.4.5.7.8.10.11], como es evidente, en el Evangelio de Mateo, al hablar
de “reino de los cielos”. La pregunta que me surge, entonces, es si al decir
que somos “ciudadanos de los cielos”, Pablo no está aludiendo a Dios (y no al
lugar donde se espera que lleguemos o que “tendamos”). No se trata de tener una
tensión escatológica, entonces, tener la mirada puesta en “el cielo”, sino de
un modo de vida (cf. Fil 1,27: “ser ciudadanos del Evangelio”). El referente de
esta ciudadanía, entonces, no es el César, sino Dios mismo, no es al Emperador
a quién se debe fidelidad (fides) sino a Dios (fe), no es a sus decretos
sino al Evangelio.
Sobre el tema, así dice Filón de
Alejandría:
- «Pero esas palabras encierran además una doctrina
sapientísima que enseña que en rigor de verdad solamente Dios es ciudadano,
siendo todo ser creado, extranjero y forastero; y que los llamados ciudadanos
reciben ese título más por abuso de término que por que lo sean realmente. Mas
para los hombres sabios es don suficiente el ser contados como extranjeros,
forasteros junto a Dios, el único ciudadano, ya que en ningún caso un necio
llega a ser extranjero y forastero en la ciudad de Dios, siendo, evidentemente
un desterrado y nada más. (De Cherub. 34.121)
- «Y
los hombres de Dios son sacerdotes y profetas que no han aceptado tener parte
en la comunidad del mundo y ser ciudadanos de él; y, remontándose más allá del
ámbito de lo sensible, se han trasladado hacia el mundo perceptible por la
inteligencia, y allí residen incorporados a la comunidad de las incorruptibles
e incorpóreas formas ejemplares» (De Gigantibus 13.61).
- «De
ese modo, una vez que, situadas temporariamente en cuerpos, han contemplado a
través de ellos bascosas sensibles y mortales, elévanse nuevamente hacia el
lugar del que primeramente habían salido, entendiendo que su patria es la
región celestial, de la que son ciudadanos; y que la terrestre, donde
residieron de paso, es tierra extranjera» (De Conf.Ling.16.78)
- «Todas
estas cosas se refieren a los terapeutas, es decir, a aquellos que han abrazado
con amor la contemplación de la naturaleza y de cuanto ella contiene; que viven
solo para el alma, como ciudadanos del cielo y del mundo, unidos legítimamente
al Padre y Hacedor del universo por obra de la virtud, la que les ha procurado
la más apropiada de las prerrogativas, la amistad de Dios, don superior a toda
prosperidad y que alcanza la cumbre misma de la felicidad» (De Vita Contemp.
11.90)
Como se ve, Filón, como platónico que es, entiende
un mundo superior y otro “de abajo”, la sabiduría, la contemplación pertenecen
a un estado “del cielo”. Un sabio debe saber “salir de sí” (= éxtasis) para
entrar en “otro mundo”, un mundo que se ha separado de la historia.
Para Pablo, concretamente, ser “ciudadanos de los
cielos” no se trata de “salir del mundo” para ir “al cielo” sino de encontrar a
Dios (= el cielo) en este mundo.
Militar en la vida
En castellano, el término “militar” puede ser un
sustantivo, adjetivo o verbo. En todos los casos, su origen es bélico, pero el
verbo asume, rápidamente, también un sentido metafórico. La RAE reconoce la acepción
“Haber o
concurrir en una cosa
alguna razón o circunstancia
particular que favorece o
apoya cierta
pretensión o
determinado proyecto”.
Pablo, por ejemplo, recurre al verbo a modo de ejemplo, entre otros (1 Cor 9,7) para
señalar a alguien que sirve a un ejército y es mantenido económicamente por
este. En cambio, en 2 Cor 10,3 el sentido es metafórico ya que habla de un “combate
según la carne”. Aquí se refiere al enfrentamiento con algunos de la comunidad
que lo han enfrentado y afirman, según Pablo, que proceden “según la carne”, de
allí que afirma que sus “armas” no son “carnales” sino que son capaces de “arrasar
fortalezas” porque son “para la causa de Dios”. Y lo aclara: deshacemos (el
verbo puede implicar exterminio, pero también arrasar, o tirar/llevar abajo algo) “razonamientos” y “altanería”
que se subleva contra el “conocimiento de Dios”, “aprisionando” (se refiere al que es
derrotado en la lucha militar, cf. Rom 7,23) toda mentalidad para la “obediencia
de Dios”. El contexto y el lenguaje, como se ve, es claramente militar, aunque
evidentemente en un sentido metafórico.
El término
“lucha” (y sus variantes) es usado como enfrentamiento a la oposición que Pablo
tiene en la predicación del Evangelio (1 Tes 2,2). En su referencia a la
prisión escribiendo a los Filipenses, habla de la “lucha en que me encuentro”
(1,30). No se trata, obviamente, de una “lucha” literalmente, pero sí de una
actitud muy conflictiva incluso físicamente. En 1 Cor 9,25 se refiere a los
combates atléticos. Y, en este sentido, es frecuente la referencia a la “corona”.
Pablo entiende que haber “conquistado” a los miembros de Tesalónica y de
Filipos son para él una “corona” (1 Tes 2,19; Fil 4,1).
De aquí
que el “esfuerzo” evangelizador es visto como combate para le que ha de
utilizar “armas”, enfrentando las “armas de injusticia” (Rom 6,13) o de “tinieblas”
(Rom 13,12) con las armas de la justicia y la luz. Pablo ha enfrentado numerosas
dificultades a las que califica de:
tribulaciones, necesidades,
angustias; en azotes, cárceles, sediciones; en fatigas, desvelos, ayunos; en
pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera,
en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la
justicia: las de la derecha y las de la izquierda; en gloria e ignominia, en
calumnia y en buena fama; tenidos por impostores, siendo veraces; como
desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la muerte, pero
vivos; como castigados, aunque no condenados a muerte; como tristes, pero
siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada
tienen, aunque todo lo poseemos (2 Cor. 6:4-10).
Los conflictos
evidentes (y físicos) que Pablo padece los enfrenta con armas ofensivas
(derecha) y defensivas (izquierda), como quien tiene una espada y un escudo. Y,
de hecho, a compañeros del “esfuerzo” evangelizador, los llama “compañero de
armas” (Fil 2,25; Flm 2; ambos escritos en un contexto de opresión, puesto que
Pablo está preso).
Las imágenes militares, entonces (que en ocasiones se confunden con las de los juegos gimnásticos, que también denotan esfuerzo, preparación, “sacrificios”, entrenamiento y competición, o “lucha” y “carrera” [Rom 9,16; 1 Cor 9,24.26; Ga 2,2; 5,7; Fil 2,16]) son muy frecuentes en Pablo para aludir a las frecuentes dificultades (en ocasiones graves, e incluso en las que su vida está en riesgo) que la predicación del Evangelio implican. Se trata de una causa, la causa de Dios, “continuamente entregados a la muerte por Jesús” (2 Cor 4,11) las que lo han llevado a los padecimientos descriptos (cf. 2 Cor 11,23-30) en las que Pablo – sin decirlo explícitamente – se muestra como “crucificado” (cf. 2 Cor 11,30; 12,9-10; 13,4; Ga 2,19; Fil 3,10).
Es muy importante no leer esta “milicia” de Pablo en la clave estoica, con la que en ocasiones se lee. Para estos, la vida es una “militia spiritualis”, refiriéndose a las virtudes; así algunos han leído 1 Tes 5,8 («permanezcamos sobrios, revestidos con la coraza de la fe y el amor, y con el casco de la esperanza de salvación»). Un autor recientemente lo afirmó así:
Su
mensaje era evangelio, “un anuncio gozoso centrado no en esfuerzos humanos de
ningún tipo, sino más bien en un acto de Dios que acababa de ocurrir, que aún
estaba ocurriendo, que ocurriría de manera culminante en el futuro cercano”.
Específicamente, con el euangelion se
refirió y amplió lo que identificó en primera instancia como el nuevo acto
militante de Dios en el envío invasivo de su Hijo Jesucristo (J. L. Martyn).
Como
en tantas ocasiones, no es infrecuente el uso del lenguaje popular, lo que, no
significa una utilización filosófica, ciertamente. Como en tantas ocasiones, el
trasfondo del lenguaje y teología paulinas deben entenderse en clave bíblica,
aunque el uso cotidiano recurra a terminologías del ambiente.
Breve conclusión
Las
imágenes de la militancia y la ciudadanía de los cielos han sido, con
frecuencia, interpretadas en “clave griega”, con lo que la “encarnación
histórica” han desaparecido de la vida de las comunidades: debemos salir de
nosotros mismos por ser ciudadanos del cielo, debemos entrar en nosotros mismos
para “militar” las virtudes. En cambio, la concentración y esfuerzo conflictivo
(= militancia) que busca proponer a todos y todas conocer y seguir el Evangelio, confrontar con quienes se le
oponen, soportar las dificultades (e incluso martirios, acotemos) son propias
de quienes intentan vivir el Evangelio en la historia (= ciudadanos)
confrontando con otros modelos, sabiendo que otro mundo (= reinado de Dios) es
posible. La causa de Jesús (= ciudadanía) invita a esa dedicación (=
militancia). De eso se trata la “fe”. De eso se trata “ser cristianos y
cristianas”.
Foto
tomada de https://cvraulisea.wordpress.com/2018/10/30/mi-cruz-tu-cruz-nuestra-cruz/
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