martes, 30 de enero de 2024

Comentario domingo 5º "B"

Para anunciar el Reino y hacerlo llegar a todos ha venido Jesús

DOMINGO QUINTO - TIEMPO DURANTE EL AÑO - "B"


Eduardo de la Serna



Lectura del libro de Job     7, 1-4. 6-7

Resumen: Job se dirige a Dios destacando el sinsentido de su vida ya que no tiene momentos de alivio y parece una muerte anticipada.

Luego de una introducción narrativa, el libro de Job presenta, poéticamente, un extenso diálogo entre Job y sus amigos alternando la intervención de uno y la respuesta de Job en (aparentemente) tres ciclos de intervenciones. Como se sabe, Job ha padecido el despojo de sus bienes, la muerte de sus seres queridos y padece, además, una enfermedad insoportable. Todo parece indicar, para la teología tradicional (representada por los amigos) que Dios castiga a Job por sus pecados cometidos. El lector sabe bien que eso no es así. El primero de los amigos (Elifaz, de Temán, caps. 4-5) interviene según su teología y Job responde (caps. 6-7). Es a esta respuesta que pertenece la sección litúrgica. 

A modo de lamentación Job describe la situación humana mirada sin esperanza, dirigido hacia el Sheol en un texto que tiene a Dios por destinatario (la expectativa o confianza en una vida después de la muerte, la resurrección, no está presente en este libro; es más tardía en la teología judía).

El texto remarca una serie de oficios duros que tienen remansos de descanso o placer: la milicia, el esclavo, el jornalero. Job, en cambio, en su terrible situación no tiene siquiera ese momento. ¿Qué estímulo puede esperar el sufrimiento constante y sin sentido? Lo que Job puede dejar en herencia es una vida vacía y sin sentido.

El v.4 – que por su semejanza con el Evangelio parece ser la razón de su incorporación en la liturgia (acostarse, levantarse)), es bastante semejante al Salmo

Job 7,4
Sal 77,3-5
Al acostarme, digo: «¿Cuándo llegará el día?» Al levantarme: «¿Cuándo será de noche?», y hasta el crepúsculo cansado estoy de sobresaltos.
En el día de mi angustia voy buscando al Señor, por la noche tiendo mi mano sin descanso, mi alma el consuelo rehúsa. 4 De Dios me acuerdo y gimo, medito, y mi espíritu desmaya. 5 Los párpados de mis ojos tú retienes, turbado estoy, no puedo hablar 

El v.5, que se asemeja bastante a una situación de sepultura es omitido por el texto litúrgico. La situación de Job es una “muerte anticipada”. La vida Job la vislumbra como un telar (v.6) al que se añaden líneas constantemente, pero que no verá su final porque la trama será truncada. Ante esta situación, como ocurre en muchos Salmos se dirige a Dios diciéndole: “recuerda” (Sal 125,6-7; 74,2.18; 89,51; 119,49; 132,1; 137,7) pero la vida es mirada como un “soplo” (cf. Is 41,29; 44,22; Sab 2,4), Job es “mirado”, pero casi es inexistente o invisible (vv.8-9).


Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     9, 16-19. 22-23

Resumen: en un mundo que se guía por la retribución y la paga, Pablo voluntariamente elige predicar gratuitamente y sin paga el Evangelio, aunque lo critiquen por ello. Su paga es la misma participación de su vida en el Evangelio.


El capítulo 9 de la Primera carta a los Corintios parece romper el hilo conductor que encontramos en 8 y 10 sobre la comida ofrecida a los ídolos. Es posible que Pablo mismo lo haya añadido en un segundo momento ya que el tema parece ser la libertad y el ejercicio del apostolado: ¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? (9,1). Algunos parecen cuestionar a Pablo negando que sea verdadero apóstol (v.2: “si para otros yo no soy apóstol…”). ¿Cuál es el motivo de semejante negativa? El hecho de que Pablo predique gratuitamente el Evangelio sin pedir nada a la comunidad; por el contrario, aunque tiene derecho a ser mantenido por la comunidad (derecho a “comer y beber”), tanto él como una mujer como llevan los demás misioneros (vv.4.5) él ha escogido trabajar para mantenerse y no pedir nada a cambio. El problema, para los adversarios, es que Jesús había dicho que “a donde vayan… Coman y beban lo que tengan, porque el obrero merece su salario” (Lc 10,7; un texto Q). Si Pablo no hace lo que Jesús dijo, es porque no es verdadero apóstol, evidentemente. Pablo en cambio se guía por otro criterio: en primer lugar, que no se trata de un deber del apóstol, sino de un derecho. Derecho al cual él voluntariamente renuncia. 

Una nota sobre Pablo y el trabajo: Como es sabido, Pablo trabaja expresamente en las regiones donde predica. Su trabajo, fabricar y restaurar carpas, le permite predicar mientras lo desempeña. No es casualidad, seguramente, que Pablo escoja puertos o cruces de vías romanas para detenerse, lugares donde las carpas pueden repararse. Basta pensar que un camello recorre unos 30 kms diarios. Los mercaderes deben, entonces armar y desarmar decenas de veces las carpas en el trayecto hacia los puertos donde descargan su mercadería. Esto no se hace tan rápidamente como en nuestros días. Y luego se ha de cargar nuevamente la caravana para emprender el regreso. Es el momento oportuno para reparar carpas. Como vemos, Pablo predica mientras lo hace con lo que nuevos convertidos se dirigen con destino desconocido donde irán propagando el Evangelio. Por otra parte, es probable que la predicación en el mundo urbano, a diferencia de la predicación en ambientes campesinos que Jesús realiza, también lleve a Pablo a ver que el trabajo y no la búsqueda de ser mantenidos es más eficaz para la evangelización. Finalmente hay un elemento “sospechoso”: Pablo no manifiesta problemas en recibir dinero de otras comunidades, pero no quiere saber nada de hacerlo de los corintios. Parece que a “otras iglesias” si les aceptó dinero (2 Cor 12,13), es más, los macedonios – que son notablemente pobres, cf. 2 Cor 8,2 – lo han ayudado (2 Cor 11,9) cosa que también hicieron en la misión a Tesalónica (Fil 4,16); en cambio, Corinto (que además tiene gente de dinero en el seno de la comunidad, cf. 1 Cor 1,26; 11,21; Rom 16,24) parece ser diferente y Pablo pareciera no querer recibir dinero de ellos (la importancia del tema del dinero en 2 Corintios parece importante para comprender el tema).  Su propio trabajo manual pareciera para Pablo una suerte de “sacramento” de la gratuidad de la predicación y la gracia.

La necesidad imperiosa, el estar forzado quizás pueda entenderse en la misma clave de Jeremías que intenta apagar la palabra de Dios pero “había en mi corazón algo como fuego ardiente, prendido en mis huesos y aunque yo trabajaba por ahogarlo no podía” (20,9)

Evangelizar para él es una misión, una “responsabilidad”, un “deber” (vv.16.17). Y poder predicar es en sí mismo, para Pablo su “recompensa” o “pago” (misthós). El que trabaja merece su paga y esta es consecuencia del primero (cf. Rom 44; 1 Cor 3,8.14); si lo hago “voluntariamente” (hekôn) tengo derecho al pago (misthós), si lo hago “involuntariamente” (ákôn) es una administración (oikonomía) que me fue confiada (v.17). ¿Cuál es entonces mi pago (misthós; al que no tiene derecho)? Evangelizar gratuitamente (adápanos, única vez en la Biblia) poniendo el evangelio sin hacer uso del derecho mío en el evangelio (traducción literal que permite notar la centralidad del Evangelio para Pablo y mostrando que predicar es la recompensa-pago que él recibe por hacerlo gratuitamente. Un esclavo, por ejemplo, recibe un encargo administrativo de su patrón, y no puede esperar ninguna paga por haberlo realizado. Pablo pasa imperceptiblemente de la jactancia (kaujaomai) a la paga. Y su paga es no recibir paga. En un mundo de patronazgo, y de importancia dada a la retribución, no aceptar paga o renunciar al derecho de ser mantenido, por otra parte da a Pablo una enorme libertad en el seno de la comunidad. Y eso él mismo quiere destacarlo.

A continuación Pablo destaca esquemáticamente su ministerio con una serie de contrastes estructurados de modo concéntrico:

a.- libre de todos… esclavo de todos… para ganar a los que más pueda
b.- con los judíos, judío para ganar a los judíos
c.- con los que están bajo la ley, como quien está bajo la ley – aun sin estarlo – para ganar
c’.- con los que están sin ley, como quien está sin ley  para ganar – no estando yo sin ley
b’.- débil con los débiles para ganar a los débiles
a’.- me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos

La importancia de la dedicación de Pablo al anuncio del Evangelio a todos y su libertad, el objetivo de “ganar”, que en la última frase se resume como “salvar”. Con cierta frecuencia, además de “ganar”, lo contrapuesto de “perder” no es “buscar” sino “salvar” (“quien pierda su vida la salvará”, Mc 8,35; cf. Lc 6,9; 1 Cor 1,18; 2 Cor 2,15; Sgo 4,12). El objetivo de la evangelización para Pablo son los destinatarios de la predicación, su meta es que se salven – ganar a los más posibles. Y de ese modo Pablo es “partícipe” del Evangelio, buena noticia, y puede “ganar a Cristo” (Fil 3,8).


Evangelio según san Marcos     1, 29-39

Resumen: Marcos nos presenta un día en el ministerio de Jesús lleno de pequeñas imágenes que muestran como a “todos” llegan los beneficios de su predicación y la vida que trae.


Después de la presentación general del Evangelio y el llamado de los primeros discípulos, Marcos presenta a sus lectores “un día en la vida de Jesús”. Un sábado. Como hemos visto la semana pasada, este comienza con la expulsión de un demonio en la sinagoga. El día continúa en la lectura de hoy donde se destacan los momentos del día: “cuando sale de la sinagoga” (v.29), “al atardecer” (v.32), “de madrugada” (v.35) finalizando con un sumario: “y recorrió toda Galilea” (v.39). Como hechos concretos sólo tenemos la curación de la suegra de Simón (vv.29-31) ya que el resto son más bien generalidades (algo muy frecuente en Marcos), e incluso sumarios (v.34.39).

La curación de la suegra de Simón tiene algunas características interesantes. Se trata de un milagro que podemos calificar de “particular” (otro, la resurrección de la hija de Jairo, si bien ocurre en el interior de la casa, luego se manifiesta a todos (5,39-43). Los cuatro discípulos recién llamados al seguimiento son mencionados: la casa es de Simón y Andrés, y se dirige a ella, a la salida de la sinagoga, con Juan y Santiago. Lo que nos dice el texto de la suegra de Simón es que “yacía afiebrada”. La imagen de una persona acostada (el verbo “yacer”, katákeimai, se utiliza en varios sentidos, desde estar “recostado en la mesa” cf. 2,15; 14,3, hasta un paralítico en su camilla, cf. 2,4) por estar “afiebrada” y que es curada volvemos a encontrarla en Hch 28,8, pero aquí Pablo “impone las manos” para lograr la curación. Jesús levanta (êgeiren) a la mujer yaciente “tomándola de la mano” (kratêsas tês jeirós). Esta imagen volvemos a encontrarla en Marcos en 5,41: Jesús toma de la mano a la hija de Jairo, y le dice que se “levante” (égeire) y en 9,27 ante el endemoniado que deja al niño duro “hasta el punto que muchos decían que había muerto” (v.26) que Jesús lo “levanta” (êgeiren) tomándolo de la mano. En Marcos, entonces, ambas elementos se reúnen: Jesús toma de la mano a alguien que está “como muerto” (o muerto) y lo “levanta”. 

El verbo levantarse (egeirô) es un verbo muy frecuente en los Evangelios, y se aplica incluso para levantarse de la cama (4,27) o de haber dormido (4,38), pero también se habla del paralitico yaciente (2,9.11), del mendigo sentado (10,49), de “levantarse (en armas)” (13,22) y de la resurrección (6,14.16; 12,26; 14,28; 16,6). El contexto de la enferma acostada puede decir simplemente que se levantó por haber sido sanada, pero el uso de “tomar de la mano” y “levantar” a quienes están en relación a la muerte (muertos, tenidos por muertos o “yacientes”) puede también destacar que Jesús “levanta” a la humanidad moribunda, que la resucita. En “un día en la vida de Jesús”, presentarlo como aquel que “nos resucita” bien puede ser parte del mensaje central del Evangelio y le da un “plus de sentido” a un milagro realizado “en privado”.

El hecho de que, levantada, la mujer se pone a servirlos puede querer indicar simplemente que la curación es real (como cuando Jesús pide que den de comer a la niña muerta, 5,43) y no una ilusión (cf. Lc 23,43). 

Así presentado el texto nos señala que Jesús solía curar enfermos, expulsar demonios (vv.32.34.39), hacía oración (v.35) y predicaba (v.38). Ya que “su fama se extendió por todas partes en la región de Galilea” (v.28) le llevaban “todos los enfermos y endemoniados” (v.32) y la “ciudad entera estaba agolpada a la puerta” (v.33), cuando se retira “todos lo buscan” (v.37) y Jesús se dirige también “a los pueblos vecinos” (v.38) y recorre “toda Galilea” (v.39); es interesante notar la frecuencia de la totalidad en el texto. El que toma la iniciativa de “perseguir” (katadiôkô, única vez en el NT) a Jesús es “Simón y los que estaban con él”, que por el contexto parecieran Andrés, Santiago y Juan, los únicos discípulos que hasta ahora conocemos.



foto personal

lunes, 29 de enero de 2024

viernes, 26 de enero de 2024

Negociar y falsear la palabra

Negociar y falsear la palabra

Eduardo de la Serna



Hace muchos años (2003) me pidieron, para un comentario bíblico latinoamericano que hiciera un aporte analizando la 2ª carta de Pablo a los Corintios.

En esta carta, es llamativo el enfrentamiento que Pablo manifiesta con otro(s) grupo(s); pero no se trata de judíos ni de paganos, sino de “cristianos” (el título no aparece, porque es posterior, pero se trata de seguidores de Jesús). Lo que se ve es que estos cuestionan vehementemente a Pablo (algo que ya se insinúa en la primera carta que les dirige). No se trata, como en otras cartas, como Gálatas, de que niegan el apostolado de Pablo (aunque cf. 1 Cor 9,1-2) sino que destacan que estos son mucho más apóstoles que Pablo, son “apóstoles excelsos” (2 Cor 11,15; 12,11). Ellos han llegado con “cartas de recomendación” (3,1). Pablo, entonces, entra en conflicto con estos “superapóstoles” y, contra su voluntad, se ve en la necesidad de contrastar ambos ministerios, como se ve en todo el capítulo 11. Si Pablo fuera un buen apóstol, parecen decir ellos, cobraría (¡y bien caro!) sus servicios, como corresponde; pero él, en uno de los ejemplos más eminentes de ironía, les responde: “¿qué tuvieron ustedes de menos con las otras iglesias, salvo que no les cobré? ¡Perdónenme esta ofensa!” (12,13). El aspecto económico, entonces, como se ve, se encuentra muy presente en la carta (11,9.20; 12,13.14.16.17; etc.).

Pablo sabe que su misión, su “para qué”, es anunciar el Evangelio: “¡ay de mí si no predicara el Evangelio!”, (1 Cor 9,16), y – expresa y voluntariamente – para que este llegue sin duda ni sospecha, Pablo no solamente no les cobra, sino que tampoco acepta ningún tipo de dinero de los corintios, y – lo repite expresamente – trabaja manualmente para mantenerse y no serles una carga. Pero los otros, en cambio, “negocian” con la palabra de Dios (2,17), la “falsean” (4,2). La característica que voluntariamente quiere mostrar Pablo a los corintios, y vuelve a la ironía: “¿Tendré la culpa de que me abajé a mí mismo para elevarlos a ustedes anunciándoles gratuitamente el Evangelio de Dios?” (11,7).

Del mismo modo, como curas, no tenemos otra responsabilidad sino “evangelizar”; la Iglesia existe para evangelizar” (Pablo VI), es su “para qué”. Y, acá me surge un planteo:

Con mucha frecuencia en las parroquias recibimos de los distintos gobiernos (desde hace décadas, lo aclaro) elementos, fundamentalmente alimentos, para la gente. Seguramente saben que eso llegará a la gente y no “caerá un vuelto” para ningún lado. Pero, ¿qué pasa si para darnos alimentos, o subsidios, o lo que fuera, debemos callar? Es decir: si hablamos no podremos ayudar a la gente necesitada. Se corre el riesgo de que terminemos hablando de generalidades para no incomodar. ¿Qué hacer? En lo personal creo, y repito, que nuestra responsabilidad es anunciar buenas noticias; y “noticias” que sean reales, no “opio del pueblo”. ¿Cómo podría anunciar con libertad si debo hablar o callar según convenga, no a los pobres sino a los poderosos? Un discípulo de Pablo dice, muchos años después, en nombre de su maestro: “por el Evangelio estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor, pero la palabra de Dios no está encadenada” (2 Tim 2,9).

Si callamos lo que debiéramos hablar, ¿no estaríamos negociando, falseando, encadenando la palabra de Dios? En todo caso, no seré yo responsable de que no llegue a la gente lo que es su derecho recibir, sino de chantajistas que se apropian de ello. Pero, al menos yo, ¡no habré callado la palabra que Dios me ha encomendado decir!

Y, de paso, esto que vale para nuestro compromiso con el Evangelio, ¿no vale también para otros estamentos de las relaciones humanas? Falsear la palabra o negociar con ella, no la palabra de Dios, en este caso, pero sí la palabra que se ha comprometido (y que Dios se lo demande) ¿no vale también para los compromisos asumidos con un pueblo? Es decir, y para decirlo más claramente, ¿lo entenderán los diputados tucumanos?


Foto tomada de https://www.alamy.es/el-silencio-de-un-hombre-trabajador-fue-comprado-por-dinero-un-hombre-mira-en-el-vacio-image363828364.html

jueves, 25 de enero de 2024

Santos Tito y Timoteo, misioneros

Santos Tito y Timoteo, misioneros

Eduardo de la Serna

 


Si queremos hablar con precisión y no recurrir a leyendas o anécdotas que no tienen garantía de seriedad, no es mucho lo que podemos decir de Timoteo y Tito. Tenemos en el Nuevo Testamento cartas escritas a ellos, pero que no nos permiten saber demasiado acerca de sus vidas, especialmente porque parecen bastante tardías. Para continuar notemos que de Tito no se habla jamás en los Hechos de los Apóstoles, con lo que sólo podemos recurrir a las cartas de Pablo para conocerlo, mientras que de Timoteo tenemos un poco más de información, tanto en las cartas de Pablo como en Hechos. Ambos nombres son característicos del ambiente romano y se encuentran en otras partes (en 2 Macabeos, por ejemplo, se habla de personas con estos nombres), pero intentemos ver un poco más sobre estos personajes, ambos compañeros estrechos de la misión de san Pablo.

De Tito, como decimos, no se habla mucho, pero lo encontramos en momentos importantes: cuando Pablo y Bernabé se dirigen Jerusalén, y aprovechan para realizar allí una Asamblea, llevan con ellos a Tito (Gal 2,1), y se nos dice que era “griego” (no necesariamente oriundo de Grecia; quizás simplemente no judío de habla griega), y que se incorpora al grupo de discípulos sin ser circuncidado (Gal 2,3). Que acompañe a estos apóstoles revela su importancia dentro del grupo. Cuando Pablo empieza a juntar dinero para la muy importante colecta en favor de los pobres de Jerusalén (algo que le fue recomendado precisamente en dicha “Asamblea”, ver Gal 2,10), Tito -con alguien más cuyo nombre desconocemos- es encargado de organizar y preparar todo (2 Cor 8,6); nuevamente se supone a alguien de extrema confianza ya que la tarea era delicada. Finalmente, cuando algunos en Corinto han criticado fuertemente a Pablo o a alguno de sus colaboradores (¿a Timoteo?, 2 Cor 2,5) Pablo decide no ir él en persona para no provocar una ruptura (2 Cor 2,1), y envía a Tito a intentar la reconciliación. Como Tito se demora (2,13), Pablo se preocupa a causa de la suerte de la tarea, pero finalmente cuando se encuentra con él, viene con “buenas noticias” (7,6). Sin duda supo desempeñar hábilmente la tarea de mediador. Ahora Pablo sí puede ir a Corinto (y terminar su encargo de la colecta).

Timoteo -se nos dice- era hijo de una mujer judía creyente (Eunice, según 2 Tim 1,5, aunque este nombre es greco-romano) y un padre pagano (Hch 16,1). No sabemos quién lo incorporó al movimiento de Jesús pero enseguida Pablo lo toma consigo (16,3). Con frecuencia es enviado por Pablo para reemplazarlo allí donde por diferentes motivos él no puede hacerse presente (1 Tes 3,2; 1 Cor 4,17), o planea enviarlo (Fil 2,19). Más de una vez lo encontramos como “co-remitente” de cartas de Pablo, tanta es su autoridad (1 Tes 1,1; 2 Cor 1,1; Fil 1,1; Flm 1). Sin embargo (¿por sospechas de algunos en relación a lo económico?) a veces es despreciado (1 Cor 16,10-11).

Con el tiempo y en la tradición figuraron como “obispos”, como responsables pastorales de comunidades (según 1 Tim 1,3, Timoteo en Efeso y según Tit 1,5, Tito en Creta). Más allá de los datos inseguros, lo cierto es que esto revela una continuidad en el servicio, una suerte de “herederos” del ministerio y pensamiento de Pablo.

Es interesante mirar algunos de los términos que se aplican a ambos: de Timoteo se dice que es colaborador (Rom 16,21), hermano (2 Cor 1,1), hijo y creíble (1 Cor 4,17), trabajador en la obra del Señor (1 Cor 16,10), siervo de Cristo Jesús (Fil 1,1), “de iguales sentimientos (que Pablo) y que se preocupa por los intereses” de los filipenses (Fil 2,19-20); de Tito, que es hermano (2 Cor 2,13), “que tiene el mismo interés (que Pablo) por ustedes” (los corintios; 2 Cor 8,16), compañero y colaborador (2 Cor 8,23). Como se ve, estos términos rebozan afecto, pero además revelan una profunda cercanía misionera con Pablo y un ardiente e intenso trabajo apostólico. Este “trabajo” apostólico es lo que caracteriza a Pablo (por ejemplo 1 Cor 15,10.58; 16,10; 2 Cor 6,5; 11,23.27; Gal 4,11; Fil 2,16; 1 Tes 2,9; 3,5; 5,12), con ese término se refiere a la misión, al esfuerzo, a la dedicación, al entusiasmo, por eso es importante destacar que en este caso de ambos se aplican términos semejantes: co-laboradores, trabajo, iguales sentimientos/interés... De ambos, además, se dice que fueron “enviados” por Pablo (Timoteo: 1 Cor 4,17; Fil 2,19; 1 Tes 3,2; Tito: 2 Cor 12,18; ver 8,6). Podemos verlos enviados a tareas difíciles como profundizar la fe de los tesalonicenses o apaciguar rechazos de algunos corintos, recolectar los fondos de una colecta importante o enseñar el camino de Cristo, y en todos los casos el anuncio de “buenas noticias” (Fil 2,19; 2 Cor 7,6).

La misión es, sobre todo, obra del Espíritu Santo, pero Dios cuenta para ello con colaboradores, con personas preocupadas por las comunidades. Dios quiere enviar mensajeros, para anunciar buenas noticias a la humanidad entera. Timoteo y Tito son buen ejemplo de este trabajo.


Imagen de Timoteo y Tito tomada de https://www.vaticannews.va/es/santos/01/26/ss--timoteo-y-tito--obispos--discipulos-de-s--pablo.html

miércoles, 24 de enero de 2024

Resulta que hoy hubo una marcha

Resulta que hoy hubo una marcha

Eduardo de la Serna



Me enteré que había una marcha hoy en el centro, y como tengo el hábito de marchar, ¡fui!

También me enteré que el gobierno no quería que marcháramos, e incluso hasta se exhibió un protocolo para reprimir a los que fueran, pero como me dijeron “¡viva la libertad!, pues ¡qué carajo!, ¡fui!

Como no quiero que mamá Patricia se enoje conmigo y después “pasen cosas”, aviso que fui por la vereda. Eso sí, pisé la calle, pero por las cebras, para cruzar a la vereda de enfrente. Hice bien, ¿no? Me quedó una duda al llegar a la plaza del Congreso: no recordaba que el protocolo dijera “prohibido pisar el césped”, así que, con algo de escrúpulos, lo pisé. ¿He delinquido en ello?

La cosa es que fui. Tardé una eternidad… en llegar porque había un grupo de personas, seguramente no autorizadas, que impedían el libre paso de colectivos al cruzar el Riachuelo. Imagino que se detectará a esos que atentan contra la libertad y se los sancionará. Pero me demoré en llegar. Y, además, el trayecto hasta la plaza fue más que interminable. Es que había gente. Rebeldes que no se enteraron que a papá y a mamá no le gustaba que fuéramos.

Nunca entendí, “perdone mi ignorancia” decía Borges, pero no me animo a copiarlo, que en un país donde hemos marchado y tenido marchas de todo tipo, ahora no nos dejen hacerlo. Si lo que les molesta son los piquetes, ¿no se enteraron que lo de hoy no fue un piquete? A lo mejor muchos de los mileinaristas aplaudan el impedimento de los piquetes, porque “yo quiero pasear tranquilo con mi auto, qué me importa si hay miles con hambre… Es problema de ellos” … dirían los insensibles. Pero, aunque así fuera (y, la verdad, creo que no es así), lo de hoy no fue un piquete. Entre paréntesis… menos mal que estaba Alberto, porque no me imagino la cantidad de presos por cortar una calle que habría habido, gracias a Patricia, cuando ganamos el mundial. Y, de paso, el 24 de marzo vamos a volver a marchar, ¿tampoco nos van a dejar? Y el 7 de agosto habrá miles de personas en la calle en San Cayetano… ¿Tampoco podremos?

De paso… los que solemos ir a marchas, sabemos que habitualmente la gente va, está y se vuelve, y, entre tanto, otros llegan. Fue siempre notable ver pasar y pasar gente… por lo que, obviamente cualquier foto (y no película) será limitada, porque en la foto están los que están, pero faltan los que ya se fueron y los que llegarán.

De paso, otra vez… Había mucha gente. Como digo, muy difícil de calcular. Pero, imagino que un gobierno que puede hablar de 16.000% de inflación, del PBI del año cero (sic), de que éramos primera potencia, podrá “demostrar” que hoy había 4 personas y media en la plaza (sin que ningún sedicente “periodista” le pregunte cómo es posible ese medio) … Habrá, por cierto, quienes le creerán, y medios que taparán el sol con el dedo… o taparán con la tapa, como se ha dicho. Pero que sepan, al menos, que éramos muchos.

Y otro de paso… los que solemos ir a marchas siempre notamos que las marchas son encuentros, y porque son encuentro, son fiesta. Aunque lo que se conmemore no lo sea… El 24 de marzo es un ejemplo de eso. No festejamos el 24 de marzo, pero sí festejamos ser multitudes las que repetimos “¡nunca más!” y mirarnos a los ojos (eso es algo que siempre me costó en las marchas de las izquierdas… ¡siempre están enojados!). El gobierno actual, que quiere hacer lo posible para que el pueblo no sea feliz, hizo lo posible para que si vamos, vayamos y nos volvamos enojados. ¿Cómo no estarlo al ver tanta ostentación de fuerza y violencia oficial? Pero resulta que, mientras estábamos, no había enojo. “¡La patria no se vende!” fue el hit de la tarde. Es que vendidos no seríamos libres, y como me dijeron que “¡viva la libertad!” pues no quero que me vendan… O mejor, che Tu Ley… ¡No estoy en venta!


Foto tomada de https://www.infobae.com/fotos/2023/12/27/40-fotos-la-movilizacion-de-la-cgt-contra-el-dnu-de-javier-milei/

martes, 23 de enero de 2024

Comentarios a las lecturas, domingo 4º "B"

Jesús confronta con su palabra contra las fuerzas del anti-reino

DOMINGO CUARTO - DURANTE EL AÑO - "B"

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Deuteronomio     18, 15-20

Resumen: es normal pretender conocer la voluntad de Dios, pero para no buscar por caminos errados Dios se compromete a que enviará profetas, a quienes se debe escuchar y discernir su palabra para dejar que sea Dios el que hable en nuestra historia.


Los judíos dan una gran importancia a los “profetas”, hasta el punto que la parte central de su libro sagrado lo ocupan estos (la Ley – los Profetas – los Escritos). Toda la primera parte de estos lo ocupan los libros que en un tiempo se los llamó “históricos” y los llaman “profetas anteriores”. El profeta por excelencia es Moisés, como el texto litúrgico de hoy lo menciona. Precisamente este texto (y gran parte de la obra del Deuteronomio) inspirará a los “profetas anteriores” hasta el punto que los estudiosos suelen llamarlos “historia deuteronomista” por la influencia que reciben de este libro. Inclusive, grupos que sólo reconocen “la Ley” como inspirada (como es el caso de los Samaritanos, por ejemplo) no esperan “mesías” alguno, pero sí esperan un “profeta” (al que los samaritanos llaman “taheb” ya que restaurará la Ley).

El pueblo está llegando a la Tierra Prometida, y el texto alerta sobre algo grave que los israelitas deben evitar: pretender conocer la voluntad de Dios por medios “mágicos”. Así el texto menciona una serie de ocho personajes que no han de ser escuchados, “nadie que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos” (vv.10-11). La tentación de escuchar la voluntad de Dios por estos medios es grande, y la ley pretende impedirla claramente: “por causa de estas abominaciones desaloja Yahvé a esas naciones”. Es decir: esto hacen los cananeos y por ello Dios los desaloja permitiendo la llegada de Israel, por lo que no deberán estos repetir esas “abominaciones”. Si Israel pretende escuchar la voz de Dios, su voluntad, es para eso que existen los profetas. Dios no se desentiende de su pueblo y envía y enviará profetas para que conozcan su voluntad. Aunque “no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés a quien Yahvé trataba cara a cara…” (Dt 34,10).

Ahora bien, queda un problema (que para ser precisos resulta insoluble en la historia de Israel) y es cómo discernir si un profeta habla de parte de Dios o habla por su cuenta. Porque es obvio que si alguien habla en nombre de otros dioses Israel debe rechazar esa palabra, pero como reconocer si lo que una persona dice (“esto dice Yahvé”) es realmente una palabra de parte de Dios. En la biblia hay diferentes criterios para esto, pero nunca son plenamente satisfactorios y el problema de los “falsos profetas” perdurará, también en tiempos del Nuevo Testamento. El criterio dado por este fragmento es “si la palabra se cumple” (v.22), lo cual es interesante, aunque no es aplicable a todos los casos y en algunos podemos afirmar que “no sirve”. Por ejemplo, cuando se trata de consultar a un profeta si Dios quiere o no que enfrentemos una batalla. Si el profeta dice “Dios dice, ¡ataquen!” pero realmente no es Dios quien lo dice, la consecuencia es la muerte, con lo que el criterio es válido, pero no podremos reconocerlo. La derrota militar y la muerte revelan que los profetas eran falsos, pero quien consultó no pudo saberlo (es el caso planteado en 1 Re 22,1-38). 

Reconocer a los verdaderos o falsos profetas es una cuestión de discernimiento: ¿habla o no Dios en esta persona? El texto brinda un criterio, y hay otros, como se dijo. Sin duda, y es lo principal en esta unidad, lo fundamental es buscar la palabra de Dios, no otras palabras; no consultar por los medios que Dios ha rechazado sino dejar hablar a los profetas, pero a su vez someter a los profetas a la crítica para estar lo más seguros posibles que Dios ha hablado. El criterio de discernimiento será un criterio que se despliega en nuestra historia.


Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     7, 32-35

Resumen: la dedicación por entero a Cristo es el centro del texto paulino; hacerlo permite que el Evangelio de expanda. Dedicarse a otras cosas, por maravillosas que estas sean, le quita fuerzas a aquello que para Pablo es el único absoluto.



El texto de Pablo es la continuación del elegido la semana pasada sobre vivir “como sí” no se tuviera lo que se tiene (referido particularmente a la vida de casados). En este caso especifica claramente la motivación del “como sí”, dada por la mayor o menor disponibilidad para ocuparse de las cosas del Señor que tienen los casados y los que no lo están. Como es frecuente en el capítulo 7 (y en otras partes de la carta) Pablo hace referencia en paralelo a los varones y a las mujeres sin destacar a unos sobre otras. Obviamente los casados también deben dedicar atención a sus parejas, algo que no precisan hacer los no casados pudiendo dedicarse por enteros/as a las cosas de Dios. 

Pablo ha mostrado frecuentemente en esta unidad aquello que es su parecer (vv.1.8.12.25.29.36). En este caso parece dirigirse a todos (es decir, no solo a solteros, por ejemplo). ¿A qué se refiere con “preocupaciones” (merimnaô; x4 en vv.32-34)? Puede ser “estar ansiosos” (cf. Mt 6,25) o “preocuparse por”, con lo que el sentido – obviamente – viene dado por aquello que ocupa la atención. Pablo usa el verbo tanto negativa (Fil 4,6) como positivamente (1 Cor 12,25; Fil 2,20) por lo que no es fácil saber si ha de entenderse en uno u otro sentido. Lo cierto es que no parece sensato que se entienda positivamente al referir al “Señor” y negativamente al referir al “esposo” o “esposa”, el sentido ha de ser uniforme. Probablemente el acento deba ponerse en la “división” (v.34): la preocupación es positiva, pero el soltero puede dedicarse por entero al Señor y el casado (la casada) al Señor y al cónyuge. Dos enfoques positivos pero que “dividen”, “distraen” (v.35). Y lo que Pablo pretende es el provecho (symforon) de todos (cf. 10,33).

El objetivo, entonces, viene dado por la relación entre Cristo y la comunidad. Que ésta sea capaz de agradar al Señor (= Cristo) lo cual, sin duda, es algo más probable de vivir plenamente siendo o permaneciendo solteros.   

La atención puesta en Cristo es lo que cuenta, no una “distracción”. No se trata, por ejemplo, de que una mujer distraiga de Cristo, como parece ser el tema semejante que se encuentra en los estoicos.

Excursus: Algo semejante, con la diferencia cristológica señalada, podemos encontrar en los filósofos estoicos; así afirma Epicteto:

«-Si me das -respondió- una ciudad de sabios, podría ser que nadie se metiera fácilmente a cínico. ¿Por qué razones iba uno a admitir esa forma de vida? Supongámoslo de todas maneras; nada le impedirá ni casarse ni tener hijos. Pues también su mujer seria otra igual y su suegro sería otro igual y sus hijos serian criados de esa manera. Pero en tal situación revuelta como la presente, como en orden de batalla, ¿no es preciso que esté el cínico libre de distracciones, todo el al servicio de la divinidad, capaz de frecuentar el trato de los hombres, no atado a deberes particulares ni implicado en relaciones que, al transgredirlas, ya no pueda preservar su papel de bueno y honrado y, por el contrario, manteniéndolas, eche a perder al mensajero y espía y heraldo de los dioses? Mira que tiene que cumplir en ciertas cosas con el suegro, corresponder con los otros parientes de su mujer, con su propia mujer; por lo demás, se ve impedido por el cuidado de los enfermos, por la búsqueda de recursos. Dejemos lo demás de lado: necesita una marmita en donde calentar agua para el niño, para bañarlo en un barreño; hilas de lana para la mujer recién parida, aceite, cama, vaso (ya van siendo más los cacharros). Y las demás ocupaciones, la distracción. ¿En dónde se me quedo ahora aquel rey, el que se entregaba a la comunidad, ‘a cuyo cargo están los pueblos y que de tantas cosas se ocupa’ (Homero)el que debe vigilar a los otros, a los casados, a los que tienen hijos: quien trata bien a su mujer, quien mal; quien tiene disensiones, que casa está en orden, cual no, como un médico yendo de un lado a otro tomando los pulsos: ‘tú tienes fiebre, tú dolores de cabeza, tú la gota; tú ayuna, tú come, tú no te bañes, a ti hay que hacerte una amputación, a ti una cauterización? ¿Dónde está el ocio para quien está atado a los deberes particulares? ¿No habrá este de conseguir vestiditos para los niños? ¡Venga! iY enviarlos al maestro con cuadernillos, punzones, tablillas, y prepararles una camita! Porque no pueden ser cínicos ya al salir del vientre materno (si no, mas valía despeñarlos al nacer que no matarlos así). Mira a lo que reducimos al cínico, como le arrebatamos la realeza.
-Sí, pero Crates se casó.
-Me hablas de una situación nacida del amor, y pones una mujer que era otro Crates. Pero nosotros buscamos en los matrimonios comunes y convencionales y buscando en ellos no hallamos en esta situación revuelta que sea asunto de interés para el cínico.
¿Cómo, entonces, seguirá manteniendo a salvo la sociabilidad?
-¡Dios te ayude! ¿Benefician más a los hombres los que traen en lugar suyo dos o tres críos malencarados que los que atienden según sus fuerzas a todos los hombres, mirando que hacen, como viven, de que se ocupan, que descuidan contra lo conveniente? ¿También a los tebanos les ayudaron más cuantos les dejaron hijos que Epaminondas, que murió sin ellos? ¿Y aportó a la comunidad más que Homero Priamo, el que engendró cincuenta despojos, o Danao o Eolo? Y además la milicia o un tratado impedirán a alguien el matrimonio o tener hijos y a ese no le parecerá haber trocado de balde la falta de hijos; ¿y la realeza del cínico no será digna de lo mismo? ¿Nunca nos daremos cuenta de la grandeza ni nos representaremos en su justo valor el carácter de Diógenes, sino que nos fijaremos en los de ahora, en esos gorrones guardapuertas que no imitan a aquellos en nada, sino, en todo caso, en tirarse pedos y nada más? Que en tal caso no nos conmovería ni nos maravillaríamos de que no se casara o no tuviera hijos. Hombre, él ha engendrado a todos los seres humanos, tiene por hijos a los hombres; por hijas a las mujeres. Así se acerca a todos, así se ocupa de todos. ¿O a ti te parece que insulta a los que se encuentra por entrometimiento? Lo hace como padre, como hermano y como servidor del padre común, Zeus». (Disertaciones 3,22.69-82)


Evangelio según san Marcos     1, 21-28

Resumen: Jesús, predicador del Reino de Dios empieza, desde el inicio de su ministerio, confrontando con las fuerzas del anti-reino, y lo hace no con rituales o encantamientos sino por intermedio de su palabra autorizada.


Hay varios elementos a tener en cuenta para una mejor comprensión del texto litúrgico del día. ¡El primer milagro de Jesús!

La “autoridad” (exousía) que tiene la “doctrina” (didajê) de Jesús es el punto de partida, y a modo de inclusión enmarca el relato:

  • Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. (v.22)
  • ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!  (v.27)

Sin embargo, lo que encierra el texto no se trata de una “enseñanza” de Jesús sino de un hecho. Lo que solemos llamar un “exorcismo”. Esto está enmarcado con una nueva inclusión: un “espíritu inmundo” (pneúma akáthartos, vv.23.27). De este modo el texto queda conformado de esta manera:

a.- doctrina (v.22)
b.- autoridad (v.22)
c.- espíritu inmundo (v.23)

a’.- doctrina (v.27)
b’.- autoridad (v.27)
c’.- espíritus inmundos’ (v.27)

En medio de esto se ubica el relato del llamado “exorcismo”. Es interesante señalar que la idea “espíritu inmundo” se encuentra casi exclusivamente en los evangelios, y nunca en el Antiguo Testamento (aunque hay una referencia a los ídolos en Zacarías que podría tenerse en cuenta (notar que refiere a “aquel día”, algo importante en la relectura de los profetas por el nuevo Testamento): 

Aquel día –oráculo de Yahveh Sebaot– extirparé yo de esta tierra los nombres de los ídolos y no se volverá a mentarlos; igualmente a los profetas y el espíritu de impureza los quitaré de esta tierra. (Zac 13:2)

Pero notemos un elemento que nos servirá para dar un paso más: en el NT los “espíritus inmundos” los encontramos 2x en Mt, 6x en Lc, 2x en Hch, 2x en Apoc y ¡11x en Marcos! Este simple dato sirve para ser conscientes de la importancia del tema en Marcos (¡y también por qué es este el primer milagro en su Evangelio!). Podemos señalar que lo contrario de los “espíritus inmundos” son los “espíritus santos” si tenemos en cuenta que en un primer momento, al hablar de “espíritu/s” se refiere a figuras o persona(je)s del ambiente “espiritual” y no a una “persona divina” (= el Espíritu Santo). Estos “espíritus” se asemejan a los “demonios” [19x en Mt, 17x en Mc, 24x en Mc, 7x en Ln, 1x en Hch, 4x en Pablo (en la misma unidad: 1 Cor 10,20-21), 3x en Apoc y 2x en Sgo y 1x en 1 Tim]. Por ejemplo, en 3,15 afirma que a los Doce les dio poder “para expulsar los demonios” y en 6,8 les dio “poder sobre los espíritus inmundos”; en 3,22 los escribas dicen que Jesús está “poseído por Beelzebul, príncipe de los demonios” y en v.30 que está “poseído por un espíritu inmundo”; en 5,2 un poseído por un “espíritu inmundo” se acerca a Jesús en Gerasa, y en v.15 ven “al endemoniado”.

Un “espíritu” se refiere a una “fuerza espiritual” externa que puede actuar sobre las personas de modo benéfico o maléfico y dominarla por encima de las propias fuerzas para su bien o su mal. Los primeros son “espíritus santos”, o ángeles, los segundos “espíritus inmundos” o “demonios”.

Unas notas breves:

  • Es importante quitar de nuestra mente toda la imaginería hollywoodense sobre los “exorcismos”. Nada de eso tiene su correlato bíblico;
  • Cuando se hace referencia a alguien “poseído”, en general se usa el verbo “tener” (éjô) o la preposición “en” (én), a veces se trata de que por momentos el demonio “atrapa” (9,18) a la persona. Cuando el demonio atrapa o tiene a alguien lo hace hacer algo involuntario (en el ambiente psicológico se habla de estados alterados de conciencia), como gritar, o arrojarse al suelo, o incluso “echar espuma, rechinar los dientes y lo deja duro” (9,18 lo que parece un estado epiléptico). Lo cierto es que en ningún momento se hace alusión a escenas como “pactos con el diablo”, o cosas semejantes. En los textos, la apariencia es la de alguna situación incontrolable atribuida a fuerzas externas.
  • Otro elemento a tener en cuenta es que nunca se habla de “diablo”. En general se puede decir que “el diablo” y “los demonios” no son lo mismo (sin decir que se trate de universos distintos). Del diablo siempre se habla en singular, como si fuera una sola entidad personal, mientras que se habla de “los demonios”. La imagen que parece subyacer es que el diablo es “el príncipe” de los demonios, que estos son como una suerte de ejército de aquel. El diablo es el gestor del mal, e incluso es “el mal personificado”, mientras que los demonios son los que con su fuerza hacen mal a las personas.

Un tema interesante es saber si es preciso afirmar que Jesús hacía exorcismos. El término (exorkôsis) lo encontramos una vez en Flavio Josefo:

Dios también le permitió (a Salomón) aprender la habilidad de expulsar demonios, que es una ciencia útil y saludable para los hombres. Compuso tales encantamientos también que alivian a los templados. Y dejó tras de sí la forma de utilizar los exorcismos, por el que se expulsan a los demonios, para que nunca vuelvan. (Antigüedades Judías 8:45)

Como puede verse, la actividad de Jesús es muy ajena a esto. Jesús no hace rituales, o encantamientos ni utiliza fórmulas: su palabra tiene autoridad y les da la orden (epitimaô) y los expulsa (ekballô). Podemos decir, entonces, que no es preciso hablar de Jesús como exorcista sino simplemente como alguien que “expulsa” demonios con su autoridad. No se trata del conocimiento de rituales misteriosos, de ciencias ocultas, de habilidad para encantamientos sino de “autoridad”. Es la palabra de Jesús la que se destaca en el texto como se nota claramente en la conclusión:

« ¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». (v.27)

Hay un elemento más – frecuente en la expulsión de demonios – y es el mandato de callar. Generalmente los demonios reconocen a Jesús (“el santo de Dios”, 1,24; “eres el hijo de Dios”, 3,11; “Jesús, hijo de Dios altísimo”, 5,7); Marcos dice expresamente que “no dejaba hablar a los demonios pues lo conocían” (1,34). ¿Por qué motivo Jesús manda callar cuando el reconocimiento de Jesús como “hijo de Dios” será la clave cristológica del Evangelio (cf. 1,1; 15,39)? La importancia radica, precisamente en que Jesús ha de ser reconocido como hijo pero no en los milagros, o en su poder (como sería el caso de la expulsión de demonios) sino en su debilidad y su derrota en la cruz. Mostrar a Jesús como hijo “antes de tiempo” sería hacer confundir al pueblo y presentar a Jesús como un mesías espectacular, sería desviar el mesianismo de Jesús de su eje en la cruz. Sería algo "demoníaco". Por eso Jesús manda callar, todavía no es tiempo de ese reconocimiento [recordemos que cuando la voz del cielo dice a Pedro, Santiago y Juan que Jesús es su hijo (9,7) Jesús les ordena que no lo cuenten a nadie hasta la resurrección (v.9)].

Una última referencia a la “expulsión de demonios”. Siendo que los demonios no solamente “hacen mal” a las personas deteriorando o alienando su vida, sino que buscan confundir a la multitud en su fe, es razonable entender la importancia que Marcos da a las expulsiones de demonios, vistas estas como un enfrentamiento entre el “príncipe de los demonios” (3,22) y el “reinado de Dios”. Jesús, predicador del reino enfrenta con su palabra autorizada las fuerzas del “anti-reino”.


Video con comentario al Evangelio en
https://youtu.be/GbP7GSkQpuE
o también en 
https://blogeduopp1.blogspot.com/2024/01/video-con-comentario-al-evangelio-del-4.html


Foto tomada de corinamiranda.com

lunes, 22 de enero de 2024

Video con comentario al Evangelio del 4º domingo "B"

Video con comentario al Evangelio del 4º domingo "B"


o también en

https://youtu.be/GbP7GSkQpuE

Eduardo

sábado, 20 de enero de 2024

¡Es la historia, estúpido!

¡Es la historia, estúpido!

Eduardo de la Serna


«hominem unius libri timeo» [temo a la persona de un solo libro]
(aunque atribuida a Tomás de Aquino, parece cita del obispo anglicano Jeremy Taylor)

Debo reconocer que siempre me llamó la atención, frente a ciertos grupos fundamentalistas, que saben unas 10 o 15 citas bíblicas de memoria, y totalmente descontextualizadas, escuchar a muchos que dicen “¡cómo saben!”, o, “se saben la Biblia de memoria!”, o cosas por el estilo. Se podría decir aquello que “en el país de los ciegos el tuerto es rey”, pero pretendo ir más allá.

Como se sabe, el estudio de la historia requiere (simplificando) dos pasos fundamentales sin los cuales no hay un verdadero estudio. En primer lugar, recabar la mayor cantidad de “datos” existentes. Estas son las “fuentes” principales. Pobre historia aquella que solo utiliza unas pocas fuentes, o solamente las que le gustan o las que le convienen para sus intenciones. Y, además, siempre queda la relativización, puesto que mañana pueden encontrarse nuevos datos que niegan, refuerzan o limitan los anteriores. La importancia, por ejemplo, de la arqueología muestra esto que señalo. Pero luego, viene el segundo paso que es el “análisis” de todos los datos ubicándolos en un contexto, e interpretarlos. “Hacer historia” no es “tirar” un par de datos (como saber Biblia no es tirar un par de citas). Esos datos, si son reales, porque, además, puede haberlos falsos o mal interpretados, y, por ejemplo, creer que algo pertenece a una época cuando en realidad pertenece a otra, o a otra región, etc., constituyen una mirada histórica, que es indispensable.

La historia, además, es fundamental para la humanidad (aunque debamos relativizarla, como dije; además de estar atentos a la utilización, por ejemplo, política, de las interpretaciones). Para que se entienda, lo ejemplifico con algo fácilmente comprensible, y críticamente difícil: la historia de Israel / Palestina es fundamental para la comprensión del conflicto en el actual territorio. Unos y otros muestran datos (ciertos, relativos y falsos) para presentar sus razones y la no razón de los otros. Los datos (aunque queda mucho por conocer) allí están, el problema es el análisis de los mismos. La historia “es maestra de vida”, repetimos con Cicerón. Es memoria, precisamente que sirve para ver caminos, para no repetir errores, conocer razones y causas, es decir, saber que si ocurre tal cosa es razonable que pase tal otra como consecuencia. Necesitamos la historia para vivir.

Y, en este sentido, quiero señalar la absoluta ignorancia que ostenta el presidente de la Nación, que habla sin ninguna duda, cita datos con total seguridad, y “enseña” qué ocurre y qué ocurrirá si se hace tal cosa o tal otra y todo desde una brutal ignorancia. Y lo ejemplifico:

1.- Varias veces hizo referencia a “Samuel 8” (hay dos libros de Samuel, por tanto, cuando se cita una fuente se debe ser preciso, y, en este caso, decir si se refiere al 1º o al 2º libro; en fin, se refiere al primero). Allí Dios, que se dirige al profeta, hace una crítica a las consecuencias que tendrá el pedido de tener un rey que le hace el pueblo. Para empezar, en la “historia deuteronomista”, a la que pertenece el párrafo, hay más de un texto que alude al pedido de tener un rey, y los hay con una mirada positiva, y con una mirada negativa (es decir, citar un solo texto es parcial; se debe notar “la existencia de al menos dos grupos”: Andrea Hojman, “Recuerda y vivirás”. Una introducción panorámica y temática a la historia deuteronomista”; Navarra: ed. Verbo Divino 2023, 93). Pero, además, la mirada negativa de 1 Sam 8, tiene un sentido teológico: Israel quiere un rey “como los demás pueblos”, pero Israel no es “como los demás pueblos” porque es el “pueblo de Dios”; Él es su rey, por lo que no deberían esperar tener otro. Y, en caso de tenerlo, la monarquía oriental, se caracteriza por frecuentes ocasiones en los que no se aplica la justicia, que hay explotación de los débiles y pobres, apropiación de tierras, ganados, e hijas e hijos para provecho del rey… Y eso les ocurrirá si lo piden. Es decir: en los que tienen una mirada crítica de la monarquía (y hay otras miradas, repito), la crítica no es “al Estado”, sino a la monarquía, y a la monarquía absoluta. Es algo muy diferente.

2.- Otro ejemplo, también patético, es un punto de referencia de Javier Milei a otra “historia”: la obra de R. L. Schuettinger – E. F. Butler, 4000 años de controles de precios y salarios (Madrid: Unión Editorial 2020; con prólogo de Javier Milei que la califica de “monumental obra”, p. 5). La edición de editorial Atlántida y la Heritage Foundation (Buenos Aires 1987) tiene 248 páginas. Si le restamos prólogos, el texto comienza en p. 23 y finaliza en p. 219, y le siguen 5 apéndices, el 5º escrito por Álvaro Alsogaray. El libro está dedicado a Milton y Rose Friedman. Y esto ya nos debe llevar a una primera conclusión: los autores son economistas, no historiadores, no arqueólogos (pertenecientes a la tristemente célebre Universidad de Chicago): ¿se puede hacer un análisis, siquiera simple y sencillo de 4000 años de historia en 196 páginas? Ciertamente no… definitivamente no. Y, por supuesto, nadie serio calificaría esto como “monumental obra”. Y, además, nadie serio aplicaría criterios, preguntas, planteos actuales a datos de la antigüedad sin las indispensables claves hermenéuticas. Solo un fundamentalista puede aplicar datos de ayer al hoy sin ninguna mediación; o preguntas de hoy a datos de ayer. Solo un fundamentalista. Como Milei.

3.- Recientemente, el presidente recomendó el artículo “Anarquía, Dios y el Papa Francisco”, de Jesús Huerta de Soto (Madrid 17 de mayo de 2017). Allí, el autor afirma que “Dios es libertario” ya que laissez faire, laissez passer” sería su lema. Luego habla de “los zelotes de la época de Jesús” (que no existían entonces, sino varias décadas después). Luego señala que en el “discurso más famoso” de Dios Hijo Libertario “una multitud que no tiene nada que comer… se aprovecha del milagro de la multiplicación de los panes y los peces” (sic), en realidad, está mezclando dos hechos totalmente diferentes. Luego vuelve a mezclar en la referencia a “dar al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (no dice eso) y afirma que es una trampa “saducea” cuando expresamente el Evangelio dice que la pregunta la formulan fariseos (adversarios de los saduceos) y herodianos y, agrega, Jesús nunca pagó un impuesto. A continuación, habla de los Estados y recurre a “Samuel 8” (¿otra vez la misma cita y otra vez sin aclarar si es 1 Samuel o 2 Samuel? ¡Curioso!). Así aclara que el enemigo de los libertarios “es el Demonio” (sic; bíblicamente es fácil afirmar que “el” Demonio no existe). Del mismo modo que lo hizo en la televisión ante la que era entonces su jefa de campaña, Viviana Canosa, el siguiente texto que comenta es Lucas 4, y dice que Jesús es tentado con “la tercera y la más grave de las tentaciones”; en realidad, es la segunda, y lo de “más grave” corre por su cuenta. “El Estado es el verdadero Anticristo”, afirma en el colmo de su éxtasis.

Dejo de lado la cantidad de inexactitudes y datos falsos, (algunos los he señalado) y me quiero detener brevemente en el tema (libertario) de los impuestos: inspirados en los persas, los romanos colocaban en los territorios dominados por ellos, jefes, preferentemente del propio territorio. Estos podían ser reyes (vasallos de Roma, y puestos a dedo por ellos, como es el caso de Herodes), procuradores / prefectos (como es el caso de Pilato), procónsules, etnarcas, etc. Estos debían enviar anualmente a Roma los tributos impuestos (para eso eran los censos, para saber la población existente y los impuestos que se deben cobrar; y por eso los censos eran confrontados por diferentes modos de resistencia: “en los días del empadronamiento, se levantó Judas el Galileo, que arrastró a mucha gente del pueblo…” (Hechos 5:37). Los responsables del cobro de impuestos debían entregar lo estipulado. Si recaudaban de menos, debían pagarlo ellos de su peculio, mientras que, si recaudaban de más, quedaba en su provecho. Los gobernadores tenían en cada ciudad un “jefe de recaudadores” que, asimismo, debían dar una suma fija, y pagar o ganar según cobraran. Estos jefes tenían a su vez recaudadores (en algunas traducciones bíblicas se los llama “publicanos”) los que, también, cobraban a su arbitrio. Es decir, la explotación estaba “a la orden del día”, el empobrecimiento creciente, también. Pero, como no se podía dejar de pagar los impuestos, ese empobrecimiento llevó a un crecimiento notable de las deudas (es interesante notar que cuando nace el movimiento zelote, en el año 66, a fin de lograr un mayor apoyo de los pobres, una de las primeras cosas que hacen es incendiar el archivo de deudas, como lo consigna Flavio Josefo, Guerra de los Judíos II, 427). Jesús, por su parte, insta a los suyos a perdonar las deudas (y se pide a Dios “perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”). Aquellos que se proclamen seguidores de Jesús “deben” perdonar las deudas de sus hermanos. Curiosamente, Jesús, contraculturalmente, no solamente tiene “cobradores de impuestos” en su grupo (Levi o Mateo, según los evangelios), sino que no duda en “comer con ellos”, lo que es escandaloso en una sociedad para la que rige “avant la lettre” aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”, por lo que es calificado de “amigo de recaudadores” (Mateo 11,19).

Y, debemos recordar, el pueblo judío, además, tenía sus propios impuestos (lo que acrecentaba el empobrecimiento, por cierto). El más reconocido era el impuesto anual en favor del Templo, para el que se utilizaba el shekel (o maneh, o tetradracma) de Tiro (y para que pudieran adquirirlo los peregrinos, se canjeaba en el atrio del templo) y era obligatorio para todos los mayores de 20 años (Talmud, Bekhor 49). Cuando le plantean a Pedro si Jesús paga o no ese impuesto, su respuesta es teológica: como hijo de Dios que él es, no debería pagarlo (porque es un impuesto para la casa del Padre), pero decide pagarlo para no ser motivo de escándalo. Más que decir que Jesús no paga impuestos (¿cómo lo sabe, el fundamentalista?, ¿podía no pagarlos? Que no se señalen momentos en los que lo hace no significa nada); lo que sí podemos señalar es que en ningún momento Jesús tiene dinero (y tiene una mirada muy crítica de este, al que llama Mammón, es decir, se ha transformado en un ídolo), pero el grupo de Jesús tiene una bolsa común (Juan 13,29).

Queda, brevemente, algo que decir del famoso texto en que le preguntan a Jesús por el “impuesto al César”, texto habitualmente malinterpretado. Jesús, viendo que el César se ha divinizado (cosa que cualquiera sabía en el Imperio; el “culto imperial” estaba por doquier, especialmente en Oriente) responde la pregunta tramposa, y señala que el César, al tener una imagen y una inscripción que lo reconoce como “divino”, ha de “devolver a Dios lo que es de Dios”.

Cuando algo se antepone a Dios, sea el dinero, la monarquía o el Cesar, cualquier judío (y Jesús lo era) debe saber que se ha de poner a Dios por sobre todas las cosas. De otro modo, entramos en el terreno de la idolatría, que es el gran adversario de Dios, de Jesús y de su pueblo. Y a este Dios, al Dios de Israel, al Dios de Jesús se lo encuentra, se lo homenajea cuando los y las pobres son reconocidos como verdaderos hermanos y hermanas, cuando prima “el derecho y la justicia”. De otro modo, se dará un culto “vacío”, o hueco, o se reconocerán ídolos y se les dará culto, lo que implica ministros, víctimas, y lugares y tiempos sagrados. Como los cientos de miles de víctimas que el liberalismo sacrifica en el altar del dios mercado, con la bendición de los ministros del FMI, los Estados (que ahí parecen valer) Unidos… El Dios libertario se parece tanto, ¡pero tanto!, a Mammón que más que aplausos, ameritaría un exorcismo. Y esto sí que lo enseña la historia.

 

Imagen tomada de https://salvadordali.wiki/los-relojes-de-dali/