Apolo, un intelectual al servicio de la Palabra
Eduardo de la Serna
Mirando atentamente el itinerario
misionero de San Pablo, encontramos un personaje medio disimulado que sin duda
debió de jugar un rol importante en la primera evangelización en la zona del
mar Egeo. Se trata de Apolo.
En realidad Apolo es mencionado
muy escasamente en el Nuevo Testamento (sólo 10 veces en total) y casi siempre
en un contexto semejante. Cuando Pablo escribe a los corintios lo da por muy
conocido y –por lo tanto- no lo presenta. Debemos recurrir al libro de los
Hechos de los Apóstoles para conocerlo un poco mejor. Luego volveremos a los
corintios.
Hechos 18,24-28 nos afirma que
era originario de Alejandría, que era una persona “elocuente” y que dominaba las Escrituras. Alejandría era la segunda ciudad en importancia en todo el Imperio
Romano, capital de Egipto; en este entonces, famosa por su cultura y también por
su monumental biblioteca. Allí hubo importantes personajes judíos, como Filón,
y más tardíamente una importantísima escuela bíblica cristiana. Más tarde
también, fue cuna de diversos grupos cristianos, muchos de ellos cercanos a la “herejía gnóstica”. Había allí una
importantísima comunidad judía que representaba un significativo porcentaje de
toda la ciudad. Sin duda a este grupo pertenece Apolo. Luego se nos afirma que
fue a Éfeso y en algún momento fue “instruido
en el camino del Señor”. Puesto que no nos consta la existencia de
cristianos en Alejandría en este tiempo (quizás los hubiera, pero no lo sabemos con certeza), es probable que esta instrucción la
haya recibido en Éfeso, sin que sepamos quién fue su instructor o instructora.
Como buen judío habla en la sinagoga y allí lo escuchan dos viejos compañeros
de Pablo, Áquila y Priscila –llegados a Éfeso después de su paso con Corinto,
quizás con Pablo-, lo instruyen más
intensamente en “el Camino” y “lo reciben” (v.26) es decir en su
comunidad (recordar que las comunidades se reunían en “casas” y las Iglesias eran “domésticas”). Un dato interesante que nos cuenta Hechos es
que sólo había recibido el bautismo de Juan el Bautista (18,25) cosa que parece
era algo común en Éfeso (cf. Hch 19,1-7) por lo que la catequesis de Áquila y
Priscila profundiza esto, como luego lo hará Pablo con otros. Es posible que en
Éfeso hubiera un grupo cristiano heredero de cierta catequesis de Juan el Bautista
y estos hayan sido los que en un primer momento lo “instruyeron en el camino”. Recibir la catequesis más amplia le
despierta el fervor misionero y entonces pide pasar a Acaya, la provincia
romana del sur de Grecia cuya capital era Corinto. Allí Apolo discutió mucho
con los judíos (afirma Hechos) refutando sus teorías y mostrando que el Cristo
que esperaban era Jesús (18,28).
Sin embargo, la buena predicación
–elocuente, sabia- de Apolo contrastaba con la de Pablo que parece que era más
sencilla (ver 2 Cor 10,10 y 1 Cor 1,17; 2,1.4). Y esto provocó, por parte de algunos, divisiones en el
seno de la comunidad de Corinto (1 Cor 1,12). Pablo alerta a los corintios
contra esta división señalando que tanto él como Apolo eran servidores de Dios
(1 Cor 3,5), cada uno con un rol diferente, pero todos haciendo lo que Dios les
hace obrar (3,6). Y que no tiene sentido que nadie se jacte de uno contra otro
(1 Cor 4,6).
Cuando Pablo está en Éfeso (1 Cor
16,8) recibe una carta de los corintios (1 Cor 7,1) con una serie de consultas,
y parece que una de ellas era cuándo iba a ir Apolo a visitarlos nuevamente (1
Cor 16,12). Pero Apolo se niega taxativamente a ir. Es muy posible que si se ha
enterado de la existencia de estas divisiones no quiera alentarlas con su
presencia. “Irá cuando tenga la ocasión”
(16,12).
Es interesante notar que un
intelectual fue capaz de dejarse enseñar en más de una ocasión para conocer
mejor los caminos de Dios, y que una vez que comenzó a conocerlos no pudo
guardárselos para él mismo, y decidió dejar su lugar para ir a misionar a otras
tierras. Así cruzó a Corinto para anunciar allí a todos. Pero él no pudo
impedir que algunos quedaran fascinados con su predicación y entonces formaran
una especie de “partido de Apolo”,
seguramente formado por los más intelectuales de la ciudad. Pero Apolo no pudo
tolerar esta insensatez, “engreírse uno
contra otro” (1 Cor 4,6) es algo sin sentido, es algo necio (Pablo lo llama
“obrar al modo humano”, ver 1 Cor
3,4) y para no alentar esa división decidió no visitar a su “club de fans”. El tema es Jesús, no sus predicadores.
Imagen de Apolo (en el centro) con compañeros tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Apolos
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