Pensar brevemente la Memoria, la Verdad y la Justicia
Eduardo de
la Serna
Siempre – o
casi siempre – una buena manera de entender y profundizar un tema, suele ser
comenzar por los opuestos. Ayudar a vislumbrar, entre otras cosas, su
importancia por la negativa.
En
ocasiones, basta con el prefijo “in” o “des” para comenzar a presentarlas, en
cuyo caso, desmemoria o injusticia parecerían suficientes, pero – al menos en
ocasiones – parecería que se hace necesario algo más, y, evidentemente, en el
caso de la verdad, se debería recurrir a la mentira ya que nos prefijos no
acompañan. Pero, insisto, no parece que alcance. La desmemoria, por ejemplo,
puede encontrar espacios donde no se alcanza a comprender su gravedad. Quizás
el olvido puede ser visto como más abarcador. Del mismo modo, si bien la
injusticia aparece como algo grave, no alcanza – o no siempre abarca –
elementos como pueden ser la impunidad, por caso. El caso de la verdad, en
nuestro tiempo, es mucho más complejo aún ya que en determinados ambientes esta
parece tan relativa que hay (habría) tantas verdades como sujetos, en cuyo caso
la verdad no existe.
El olvido,
por ejemplo, puede ser, en ocasiones, un escudo del inconsciente para evitar la
recurrencia de un dolor insoportable; pero – en ese caso – el dolor
permanecería imperceptible, oculto, pero no se ahondaría en la causa del mismo,
ni en la búsqueda de soluciones. Incluso, el olvido puede ser indicio de una
ateroesclerosis o de Alzheimer que, también parece haberlos sociales. Una
sociedad sana, o que pretende serlo, no puede darse el lujo de esa desmemoria.
Se dice que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la
misma piedra (y hasta cuatro, como vendría a ser nuestro caso).
Pero, en
realidad, para complejizar aun más la cosa, los tres elementos pareciera que
deben ir juntos… la memoria ayuda a que se vislumbre la verdad y esta conduce a
que haya justicia. Obviamente, sin verdad no habría justicia, sino “in”, y no
habría memoria sino ocultamiento, sin justicia no habría verdad ya que esta sería
impotente ni habría memoria sino anécdotas; y sin memoria no habría verdad sino
teoría, y sin memoria no habría justicia sino manuales.
Ya he
señalado, además, en otra ocasión que no se trata de la mera memoria, verdad o
justicia, sino de que estas deben militarse, la memoria, la verdad y la
justicia deben construirse (o disolverse en la nada, como ocurre en ocasiones);
son acciones políticas, ciertamente.
Para
complicar aún más la situación, veamos un elemento central. El terrorismo de
estado, para supuestamente combatir las guerrillas, utilizó la desaparición
forzada de las personas como arma principal de guerra (acompañada de todos los
elementos que la crueldad humana pudo imaginar). Como es sabido, la
desaparición ejerce un poder enorme: nadie puede elaborar el duelo, inconscientemente
en muchos queda además la duda, y las tinieblas rondan todos los ambientes. No
hay cuerpos, con todo lo que esto significa en todas las culturas. Obviamente,
alguien (“álguienes”) fueron responsables de esto, en algún lado está
registrada la memoria de dónde están los cuerpos, o dónde fueron incinerados,
arrojados, ocultados. Y, para añadir crueldad (que los caracteriza) ellos
mismos son los que ahora dicen “no fueron 30.000”, “en las listas oficiales el
número es mucho menor”, “díganme la lista” y demás sadismos. Es decir, los que
deberían informar piden informes a las víctimas…
Es cierto
que hay datos que aportan a la verdad, y, por tanto, a la memoria y, luego, a
la justicia, como por ejemplo los registros de ADN. Pero, para sumar crueldad a
la crueldad, hay un poder per-judicial que no investiga (no busca la verdad)
con lo que se quiebra el círculo virtuoso. Otro de los sádicos argumentos que
utilizan los perpetradores es que muchos están detenidos sin causa. Causa que
el poder judicial, cómplice como es evidente, se niega a avanzar. Así, desde el
negacionismo vigente, se niegan a la verdad, reclamándosela a las víctimas, se niegan
a la justicia demorando, y demorando los procesos judiciales esperando que la “cronoterapia”
siga sus tiempos naturales y se niegan a la memoria pretendiendo un Alzheimer
social o un barrer bajo la alfombra. Nada más sano, aunque doloroso, porque la
realidad lo es, que mirar la historia a los ojos, para entenderla, y buscar no
tropezar una 5ta vez con la piedra. Nada más sano que estar vivo. Nada más sano
que la verdad… ¡Y son 30.000!
Imagen tomada de https://almomento.net/la-basura-debajo-de-la-alfombra-opinion/
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