Moisés, un “prócer”
Eduardo de la Serna
Para el pueblo de Israel Moisés está “en el podio” de los
grandes personajes, como Abraham, o David. Y, como suele pasar con los grandes
personajes de la historia pasada o presente, su vida está rodeada de hechos,
pero también de leyendas, exageraciones, fantasías, idealizaciones o unas tradiciones que destacan un aspecto y otras que acentúan otro…
Precisamente por esto no es sencillo presentarlo en unas
pocas líneas. Veremos, entonces, sólo algunos aspectos generales, sin intención de
ser exhaustivos. Un primer elemento que se destaca es que el nombre “Moisés”
no es judío, sino egipcio. Por lo tanto, ya se impone una primera conclusión: ¡ha
de haber sido muy importante el personaje para que a un egipcio lo reconozcan
como “el liberador”!
Según una tradición, Moisés es el conductor, el líder que se encarga de la fuga del pueblo oprimido desde Egipto a la “tierra prometida”. En Egipto - se dice - los israelitas estaban esclavizados, eran mano de obra gratuita (Ex 1,11-14). Liberarse de la opresión era un sueño, pero no siempre algo que se imagina como posible. Concretar esto no era fácil, y además siempre están los que siempre “miran para atrás” (Núm 11,5), los que “murmuran” (Ex 15,24; 16,2.7.8.9…, Núm 12,1…), los que afirman que tanto esfuerzo no vale la pena, que "no se puede". Es que la fuga no fue fácil, y aunque el pueblo sintió que Dios lo acompañaba (Ex 14,24), el camino fue duro y difícil. Para reforzar la identidad del grupo, entonces, Moisés hizo una alianza (Ex 24,7), poniendo – como era habitual en aquel tiempo – a Dios por testigo (Dt 31,26). Tampoco esto fue fácil y hubo dudas y traiciones (Ex 32,1-6), pero esta alianza ayudó al grupo en el camino (Núm 10,33). La idea era que “somos el pueblo de este Dios que nos acompaña y él nos trata como pueblo de su propiedad” (Ex 19,5; ver Ex 6,7; Lev 26,12), el "pueblo elegido", y Moisés es el representante, el mediador ante ambos de esto (Ex 18,19). Sin embargo, siempre es importante tener claro que "el liberador", el que "sacó", el que hizo esto o lo otro, ¡no fue Moisés, sino Dios! Él fue solamente un mediador, y no siempre fiel, y así como, por su infidelidad, los que salieron de Egipto no pudieron ingresar en la Tierra de la promesa, tampoco Moisés pudo ingresar en ella a causa de su pecado (Núm 27,14).
Y ya que Dios era el garante de la alianza, Moisés les indicó a "los israelitas" qué era lo que Dios quería, cuales eran “las condiciones” (Dt 26,18; 27,1; 28,9) que Dios ponía para ser “Dios de ese pueblo” (Ex 29,45). Así nace la Ley, es decir, lo que Dios quiere que “su pueblo” haga para ser él, a su vez, “su Dios”. Todo empieza con una lista que más tarde llamaremos “los Diez mandamientos” (Ex 20,1-17; Dt 5,1-22). Moisés, entonces, es presentado como el legislador de Israel (aunque en el sentido de lo ya dicho: Moisés no es el que dio la ley sino el mediador entre el que la promulgó, Dios, y su destinatario, Israel). El sentido fundamental de esa Ley es señalar que lo que Dios quiere es que “su pueblo” viva como un “pueblo de hermanos” y así y sólo así, será “pueblo de Dios”. Es decir, la infidelidad que señalamos más arriba no es "infidelidad contra Moisés" sino contra aquello que Dios quiere que su pueblo viva.
Puesto que lo que Moisés dice en realidad es Dios mismo quien lo dice, y en Israel los que hablan “en nombre de Dios” son los profetas, Moisés, a su vez, es visto como “el gran profeta” (Dt 18,15-18). Es más, cuando en algunas tradiciones se sueñe con un gran profeta futuro, éste será presentado como “un profeta como Moisés” (Dt 34,10).
Finalmente, señalemos que en la Biblia no se narra la muerte
de Moisés (por supuesto eso no significa que no haya muerto; sólo se la
alude en Dt 34,5-8). Entonces, cuando se piensan buenos momentos futuros se
piensa que él “volverá” (o volverán algunos de los otros "grandes próceres" como David, Elías, etc...). Es decir, que alguien con las características de
Moisés (como las que acá señalamos: constructor de la alianza, liberador,
legislador, profeta…) será enviado por Dios a su pueblo en el futuro para legislar, hablar en Su nombre, liberar... Así, en el Nuevo
Testamento, por ejemplo, se aluden a estas cosas mostrando en Jesús algunas
características de este tipo (algo que todo judío de ese entonces entendería
fácilmente). Jesús, en algunas cosas – como Moisés – establece una “nueva
alianza” (ver Lc 22,20), como Moisés sube a un monte para dar normas a los suyos
(Mt 5,1), es presentado como profeta a semejanza suya (Hch 3,22; 7,37), en
Jesús “se cumple la ley de Moisés” (Lc 24,44), se encuentra con Moisés y Elías
en un monte (Mc 9,4) … La figura excelsa de este gran personaje antiguo se repite y
aún se supera en Jesús ("se dijo... pero yo les digo..."). Algo nuevo comienza con Él, algo que estamos siempre
invitados a escuchar y dejarnos conducir por la novedad liberadora del Señor Jesús.
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