sábado, 3 de agosto de 2024

Una cueva

Una cueva 

Eduardo de la Serna



Con su característica actitud patoteril, pendenciera, provocadora, perversa y muchas otras palabras que comienzan con “p”, José Luis Espert acaba de decir que «Si Argentina no pone un límite a la natalidad de los hogares pobres, la Argentina va a ser una gigantesca villa miseria».

Según se autopercibe, Espert es economista, y parece que su única tarea sería ocuparse de que las riquezas vayan a los que más tienen. Eso de generar riquezas, producir y demás cosas, pareciera que es “zurdo” o algo por el estilo.

Pensar que esa natalidad entre los pobres implicaría llenar el país de escuelas, de campos de deportes, de bibliotecas populares, etc. no figura en su micro-horizonte.

Pensar en aumentar las fuentes de trabajo ya es sabido que no es algo que pareciera que se puede, y mucho menos aún, que se debe.

El tradicional dicho popular de que “un hijo viene con un pan bajo el brazo” se ha deteriorado gracias a aquellos que les roban el pan a los pobres.

Pero siguiendo su provocadora lógica, habría que imaginar que «si la Argentina no pone un límite a la natalidad de hogares perversos, la Argentina va a ser un gigantesco penal carcelario», o un enorme “manicomio” (porque estos son manicomializadores, recordémoslo), o, sencillamente, una gigantesca banda de delincuentes.

Criticando lo que los responsables habían hecho con el Templo de Jerusalén, Jesús les dice “han hecho de la casa de mi Padre una cueva de ladrones”. No hace falta demasiada relectura para entender que la política, algo que debiera ser bueno, que debiera ser edificador, constructor de vida y soluciones, es una cueva de bandidos, y muchos de ellos se ocupan de “contar plata delante de los pobres”, y, para peor, plata ajena. Han hecho de la casa del pueblo, una cueva de ladrones.

 

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