Reflexionando sobre la “PAZ”
Eduardo de la Serna
Lo que nosotros llamamos
sencillamente paz, es un término que tiene acepciones y variantes interesantes…
Hasta el punto que términos despectivos como “pazguato” o “pacato” se originan
en él.
No es menos evidente que en ocasiones
se asocia a la mismísima muerte: “jardín de paz”, “descansa en paz” (RIP), o,
sencillamente “la paz de los cementerios”.
En tiempos bélicos o parabélicos
también se asocia a la ausencia de conflictos, como es el clásico uso de la “pax
romana”, lo cual implica, ciertamente, un sometimiento a la potencia
imperial. El conocido “si vis pacem para bellum” (si quieres la paz,
prepárate para la guerra) es una indicación de la quietud de quien tiene la
bota imperial sobre su cuello. Y no es algo aplicable solamente a Roma, por
cierto… Basta con mirar hoy hacia el Norte.
En el Evangelio de Juan, Jesús
dice que “les dejo la paz, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No
se turbe su corazón ni se acobarde” (Jn 14,27) de allí que añada: “les he dicho
estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero
¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). El contraste está dado entre “en el
mundo” y “en mí”. En Juan, “el mundo” es la sociedad que es adversa al proyecto
de Jesús (en la cual el Imperio Romano, obviamente, ocupa un espacio principalísimo)
y “en mí” implica a todos y todas quienes hacen suyo el mandamiento del amor.
En Juan, los capítulos 14-17 son un largo discurso de despedida en el que Jesús
encarga a los suyos una vida con la que se constituirán en sus herederos en la historia
(de allí que este género literario sea conocido como Testamento); es interesante que en Juan, la
palabra paz solamente se encuentra en la parte final de su Evangelio o también
como donación del Resucitado. “En el mundo”, los discípulos de Jesús están
convocados a mostrar que otro “mundo” es posible, y ese amor vivido “hasta el
extremo” es inevitablemente un mundo de “paz”.
En el ambiente judío (hasta el
día de hoy) el término “shalom” es desde un saludo hasta el sueño de un
futuro ideal. Y, es sabido, shalom es mucho más que lo que expresamos con
el término “paz”. El ‘termino es muy antiguo y frecuente en las lenguas del
entorno y continúa hasta hoy, por ejemplo, en árabe (salam), incluso
usado, en ocasiones como nombre divino. San Pablo, por ejemplo, habla de “el
Dios de la paz” (Fil 4,9; Rom 15,33). Shalom es prosperidad, plenitud, un estado
integral, de felicidad (con lo que se asemeja a las bienaventuranzas) …
Valga todo esto – y muchísimo más
que se podría decir – para destacar el cruel contraste, por un lado del uso del
término por parte de un Estado genocida, y también, por la cruel ironía de que
sea reconocida como Nobel de la Paz una turbia protagonista que nada dice de
los bombardeos a lanchas de pescadores en el Caribe y, todavía más, por la
patética (en el sentido más preciso del término) actitud de un presidente que
dice que vetustos y casi inservibles aviones de guerra son “ángeles guardianes”
(sic), y que hace de la “no paz” un modo de gobierno y su modo de ser. Que el gobierno
que más gastos militares haya tenido desde la Guerra de Malvinas al presente
hable de paz, abrace a Corina Machado, se alíe con Trump y con Netanyahu algo
dice sobre el sentido que dan a las palabras.
Pero si la FIFA da un premio de
paz a Donald Trump (¿?) eso indica que la palabra se ha vaciado totalmente de
contenido y que – una vez más – cualquier cosa vale. Pero, tristemente, ya nos
vamos habituando a este vaciamiento lingüístico. Ya lo sabíamos puesto que,
para estos sujetos, a esto que están imponiendo lo llaman “libertad”.
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