Jesús nos invita a un camino exigente
Domingo
13º ciclo “C”
Eduardo
de la Serna
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21
Resumen: Elías recibe un encargo de Dios y debe invitar a Eliseo a colaborar con él. En una opción “existencial”, Eliseo deja todo para acompañar a Elías y continuar su ministerio.
El llamado “ciclo de Elías” muestra una serie de
historias, quizás leyendas, e información del profeta. Presentado por momentos
con semejanzas que aluden a Moisés, despliega aspectos muy tradicionales. La
sequía, y posterior matanza de los profetas de Baal pone en riesgo la vida del
profeta: la reina Jezabel ha decidido acabar con él. Esto lo decide a “ir a las
fuentes”. Suele ser frecuente que en los momentos de crisis, el encuentro con
los orígenes aporte claridad para pensar. Elías va al Horeb (no es este el
lugar de discutir si el Horeb y el Sinaí son la misma montaña. Quizás no lo
sean, pero desde temprano se las identificó; cf. ver Ex 19,16-20 y Dt 4,10; Ex
32 y Dt 9,7-21; Sal 106,19; Sir 48,7; Mal 3,22). Allí en el Horeb, Elías se
encuentra con Dios que le confirma el envío y la misión profética. La llegada a
la montaña y entrada en la cueva (quizás la misma hendidura de Moisés, Ex
33,22) hacen que Yahvé pregunte a Elías qué hace y este responda (19,9b-10).
Dios se le manifestará en el “ruido del silencio” (vv.12-13a). Luego de esto,
Elías sale de la cueva y Dios le formula la misma pregunta, “¿qué haces?” y
Elías da la misma respuesta aludiendo al “celo” (19,13b-14), pero ahora Dios lo
envía a desandar el camino. Este envío implica una misión: ungir a dos reyes
(de Aram y de Israel) y quizás también un profeta (en realidad no se unge a los
profetas, por el paralelo con los reyes quizás indique simplemente que Eliseo
será “instituido”, o “proclamado”). Yahvé les encarga hacer con los que han
olvidado a Dios lo que ellos mismos han hecho, en una característica aplicación
de la Ley del Talión. En el camino de regreso, Elías encuentra a Eliseo y
empezará a hacer lo que Dios le ha dicho. La lectura de la liturgia presenta
solamente una pequeña parte del v.16, necesaria para comprender la escena (el
encargo de Dios a Elías de “ungir” a Eliseo) y la escena del encuentro de
ambos, el llamado y seguimiento.
Pero la semejanza con la perícopa anterior (y
necesaria para comprender el contexto del llamado a Eliseo) no se agota en lo
anecdótico:
Yahvé
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Elías
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“pasaba” (y Elías lo ve) v.11
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“pasó” Elías (y arroja el manto a Eliseo) v.19
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“anda y vuelve” (dice a Elías) v.15
|
“anda y vuelve” (dice a Eliseo) v.20
|
La referencia a doce yuntas de bueyes hace suponer
que la situación de Eliseo es acomodada (ver Lc 14,19). Elías le arroja el
manto, que es importante en el ministerio de Elías (ver 19,13: con “el manto”
se tapa el rostro en el Horeb ante Yahvé que se manifiesta en el “ruido del
silencio”, con él, divide las aguas del Jordán (2 Re 2,8), y al elevarse al
cielo su manto cae y Eliseo lo recoge (2,13) y también con él divide las aguas
del Jordán (2,14) [es interesante notar que este término (’adarat) no es
muy frecuente en el AT y fuera de aquí sólo lo encontramos x1 en Gen, x2 en
Jos, x2 en Zac y x1 en Ez y Jon, pero en Ez y x1 en Zac en el sentido de
“esplendor”]. En realidad, Elías más que “ungir” a Eliseo, le arroja el manto
que parece aquí una suerte de comunicación de “ministerio”.
Despedirse de sus padres es un signo de
disponibilidad al llamado, y Elías lo consiente sin dificultad. “¿Qué te he
hecho?” parece algo semejante a “decídete”, y Eliseo lo hace. “Ir detrás” puede
significar una opción de vida, como por ejemplo “ir detrás de los ídolos” (Dt
4,3; 6,14; 8,19; 11,28; 13,3.6.14; 28,14.36; 29,25…) o “ir detrás” de Yahvé (Dt
13,5), o del Arca (Jos 6,8.9.13). En este caso (vv.20 y 21) Eliseo “va detrás”
de Elías rumbo a la misión que Yahvé le ha encomendado.
Eliseo mata los bueyes con los que araba y da de
comer a los suyos. Esto se lo ha interpretado como un “sacrificio” religioso
(el verbo es los libros de los Reyes siempre indica “sacrificios y holocaustos”
y no una comida común) pero no hay una liturgia, quizás se trate de un
“sacrificio de comunión” (1 Re 8,63). Luego de ofrecer una comida a todos “fue
detrás” de Elías y se puso a su servicio. Se afirma que Josué era “servidor” de
Moisés (Ex 24,13; Jos 1,1); Aarón está al “servicio” de Dios (28,35.43) como lo
está la tribu de Leví (Dt 10,8) y Samuel (1 Sam 2,11) como lo son todos los que
“hacen su voluntad” (Sal 103,21). Se afirma, por otra parte de las personas que
están al servicio o empleadas de otra, pero nunca se dice de alguien en cuanto
discípulo.
Nos encontramos con un llamado como los de Saúl y
Amós (1 Sam 11,5-6; Am 7,14-15). Eliseo deja posesiones, trabajo, deja todo y
lo sigue. Pero Elías no lo unge, sino que al haberte tirado el manto, Eliseo lo
sigue.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Galacia 5,
1. 13-18
Resumen: Pablo propone dos miradas contrastantes: libertad y esclavitud, carne y espíritu. Y exhorta a los gálatas a dejarse conducir por el amor que nos hace tender hacia los demás para edificarlos, y esto lleva a tener la fuerza interior que viene de Dios (= espíritu) para dar frutos en la comunidad.
Como muchas cartas de Pablo, la carta a los Gálatas tiene una parte que
podemos llamar “teórica”, o “doctrinal”, y una parte “práctica”, o
“exhortativa”. Como es razonable, en esta última parte predominan los verbos en
imperativo (además de la frecuencia del verbo “exhortar”, obviamente). En este
caso, en 5,1 parece comenzar esta parte que abarca todo el capítulo 5 y el 6.
Parece tener 3 grandes partes, la primera en la que se repite 2 veces la idea
de “libertad” (5,1 y 13), la segunda donde también 2 veces se repite
“mutuamente” (5,15 y 26) y además se repite de modo inverso “las apetencias de
la carne” (vv.16b y 24) y la “vida según el espíritu” (vv. 16a y 25).
Finalmente todo el capítulo 6 se dirige a los “hermanos” (vv.1 y 18).
En este caso, la liturgia nos presenta el principio
y final de la primera parte (vv.1 y 13-14), y la introducción a la segunda (vv.15-18).
Luego de esta introducción Pablo introducirá un catálogo de vicios (vv.19-21,
“las obras de la carne”) y un catálogo de virtudes (vv.22-23, los “frutos del
espíritu”).
Ser “libres de” no implica ser “libres para”. Era
habitual que un esclavo fuera vendido por su dueño por diversas razones, con lo
que este era “libre de” su amo anterior, pero no era “libre” ya que tenía nuevo
amo. La dedicación a ser libre (“para la libertad nos liberó”) es tema central
en la carta a los Gálatas. Ya en 2,4 habló de “los falsos hermanos” que “se
infiltran solapadamente (en la comunidad) para espiar” [notar la cantidad de
connotaciones negativas de la frase: falsos, infiltrar, solapadamente, espiar…]
nuestra libertad que tenemos “en Cristo”. Nuevamente en Rom 8,21 contrasta la
“esclavitud de la corrupción” con la “libertad de los hijos de Dios”, en 1 Cor
10,29 se refiere a la “libertad para evaluar / juzgar” en conciencia. El verbo
“liberar” –como “libertad” no son muy frecuentes en la Biblia y son
especialmente paulinos: En un contraste (que también notaremos a continuación)
Pablo contrasta a los Romanos entre ser “libres del pecado” y ser
“esclavizados” de Dios (6,18.22), y ser “liberados de la corrupción” (8,2.21).
Contraste semejante se encuentra en ser “libre” (término más frecuente en la
Biblia (x53, x14 en Pablo de las que x6 lo encontramos en Gálatas). Obviamente
ser “libre” está en contraste con ser “esclavo” (ver Rom 6,20; 1 Cor 7,21.22;
pero también lo utiliza Pablo al referir a una mujer “libre” de su marido (Rom
7,3; 1 Cor 7,39; 9,19; 12,13; Gal 3,28; 4,22.23.26.30.31) cuando este muere. La
libertad –en estos casos (incluso el de la viuda)- dice relación a la “ley”;
esto es, la persona está obligada a una ley que no depende de sí mismo sino de
un “amo”; el libre, en cambio, puede disponer voluntariamente de su accionar.
Por eso es interesante que el capítulo dedicado a la libertad personal que
Pablo expresa en 1 Corintios comienza con la idea de libertad, pero finaliza
con “esclavizar” (1 Cor 9,1.27); algo semejante encontramos en este capítulo 5
de Gálatas que repite –como hemos dicho- la idea de libertad, pero Pablo
“exhorta” a “hacerse esclavos mutuamente por el amor” (v.13). Luego de esta
conclusión paradójica Pablo termina la primera parte remarcando que toda la
ley (nomos) es plena (pleroô: plenitud, completa, culminada) en
una palabra (logos): “amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(v.14).
Una breve nota sobre esta imagen (que tiene
connotaciones importantes, pero a su vez graves): ciertamente una cosa muy
diferente es “esclavizar al otro” y otra “hacerse esclavo” voluntariamente. El
tema debe verse en toda la gravedad que implica la sociedad esclavista donde
los derechos humanos no eran tenidos en cuenta. Un padre podía vender como
esclava a su hija, por ejemplo; o también era posible adquirir esclavos por
deudas o por derrotas militares. En esos casos, el esclavo perdía todos sus
derechos (aunque la esclavitud en tiempos del s.Iº era bien diferente a la que
conocemos de la venta y tráfico de esclavos africanos en la que países que se
jactan de “defensores de la libertad” fueron abanderados en el comercio
humano). El tema en tiempos del N.T. era bien distinto y no deberíamos
proyectar o confundir ambos tipos. Un esclavo podía manejar la hacienda de su
amo y moverse por el mundo con una cierta “libertad”. Esto no implica que fuera
considerado una “herramienta que habla” (Aristóteles). Además debe
tenerse en cuenta que en el interno de Israel la situación era más aliviada aún
(aunque no era vigente en tiempos del NT) hasta tal punto que Ex 21,5 considera
la posibilidad que el esclavo elija libremente renunciar a la libertad y querer
seguir con su amo. Aclarada la gravedad de la esclavitud, hay que notar que el
término es usado con frecuencia en el NT en sentido metafórico. Ser “esclavo
de Dios” (Rom 6,22; LC 1,38) o “de Cristo” es decir: que cumplen
de corazón la voluntad de Dios (Ef 6,6). Es decir, esto supone hacerlo “en
psyjê”, con “el alma”, voluntariamente. De allí la nota de “hacerse esclavo”
(lit. “esclavizarse”) por amor. Esto está en las antípodas del esclavizar con
violencia, sin respeto a la libertad. Algo semejante se ha vivido con el (mal)
uso del “anonadamiento”, hacerse nada (kénosis) que se ha (mal)
utilizado para victimizar. Con justicia el tema ha sido trabajado por la
teología feminista.
Después de esta introducción y conclusión a la
libertad (y al esclavizarse), Pablo pasa a otro tema. Tenemos aquí la
introducción, aunque seguimos en el interno de la vida comunitaria. La
edificación mutua, o mejor: “no devorarse, “no destruirse”, “no provocarnos”,
“no envidiarnos”. El amor provoca en los otros todo lo contrario (“el amor
edifica”, 1 Cor 8,1).
Si en la unidad anterior el contraste venía dado
por las antítesis esclavitud – libertad, aquí el contraste es entre “carne” y
“espíritu”. Pero es importante tratar de entender qué dice Pablo con estos
términos y evitar una lectura helenista que deformaría su pensamiento. La
“carne” (sarx) es lo contrario de “espíritu” (pneuma), pero no en
el sentido del dualismo helénico, sino en sentido bíblico. Como el semita no
“divide” la persona humana, no piensa en la carne como una suerte de “envase”
del alma, sino en la totalidad de la persona bajo una perspectiva, en este
caso, la debilidad. La “”carne” es la persona débil, la que necesita elementos
internos y/o externos que la sostengan. Por ejemplo, ante la debilidad que el
pueblo tiene de ser fiel a la voluntad de Dios, Él le envía la ley como sostén
para poder cumplirla; hay una relación entre ley y carne. En concreto, en la
Biblia hebrea es frecuente que ante un encargo de Dios a una persona (por
ejemplo los profetas, los reyes…) Dios envíe su aliento, su fuerza, su ruah (=
espíritu) para que puedan desempeñar rectamente la misión (de allí la crítica
profética: no pueden decir “no pude” ya que Dios mismo garantizó con su
espíritu el cumplimiento del encargo). Sin embargo, en muchos escritos judíos
de los últimos siglos antes de la era cristiana encontramos la idea de que Dios
retiró su espíritu (irritado con su pueblo por la infidelidad); llegarán los
días (“el día”) en que Dios volverá a enviar el espíritu [lo ponemos siempre
con minúscula porque no conviene caer en el anacronismo de creer que se está
pensando en una “persona”; se piensa en “el don de Dios” por
excelencia]. Entonces podemos pensar que el contraste “carne” – “espíritu”
viene dado por la conciencia de que Dios ha enviado ese don, estamos en el
tiempo del espíritu, y podemos dejar los caminos de la debilidad, de “la
carne”. A eso llama Pablo “vivir (lit. “caminar”) según el espíritu”;
esos tales no desearán, buscarán, tendrán la voluntad de los “deseos” (epithymía,
ansias, deseos). Como se ve por el contraste, “deseos” está en paralelo
antitético con “caminos” (del espíritu). La lista que se puede ver en el
“catálogo de vicios” de vv.19-21 muestra a dónde se “llegaba” –para la cultura
judeo-helenista, en la que estos catálogos eran habituales- cuando se caminaba
por los caminos “de la carne”. Por eso destacará que los “deseos” de ambos (epithymía)
son contrarios, llevan a distinto fin
A modo de conclusión antes de poner los catálogos
inversos como confirmación de lo que dice, remarca que el que está conducido
por el espíritu ya no está bajo la ley (ley y espíritu son tan contrastantes
–como dijimos- como espíritu y carne). Para Pablo el que ha recibido el
espíritu ya no precisa la ley (que era el sostén de la debilidad) como repetirá
al fin de los “frutos del espíritu”: “contra tales cosas no hay ley” (v.23).
Luego de desplegar teológicamente la importancia de
no dejarse conducir por la ley sino por la fe (Gal 2,15-21; 3,1-31) Pablo saca
las conclusiones prácticas que eso implica: y la principal de ellas es la
libertad, para no ser ya esclavos de la ley; y la segunda es la conducción del
espíritu”, la fuerza que Dios da para ser fieles a sus designios. De allí que
insista en que el amor hace plena y cumplida toda la ley, y que el que se deja
conducir por el espíritu ya no está sometido a la ley. El tiempo de la ley ya
ha pasado.
+ Evangelio según san Lucas
9, 51-62
Resumen: Solemnemente Lucas nos muestra a Jesús que empieza un largo camino a Jerusalén donde toda la Pascua alcanzará su plenitud. En ese camino –camino con discípulos- Jesús se muestra superior al mismo Elías y exigente en extremo para quienes desean seguirlo.
El comienzo solemne de esta parte del Evangelio de
Lucas nos indica que algo importante va a señalar: “Sucedió que como se iban
cumpliendo los días de su ascensión fijó firmemente el rostro dirigido hacia
Jerusalén”. De hecho, con esta frase Lucas comienza la segunda gran parte
del ministerio de Jesús, que la desplegará en un largo y extenso camino hacia Jerusalén
que concluirá en 19,40 (en 19,41 se acerca y ve la ciudad y llora). En toda la
unidad Lucas destacará esta imagen de “estar en camino” (9,51.53.57; 10,1.38;
11,1; 13,10.22.33.34; 14,25; 17,11; 18,31.35; 19,1.11.28.29.41).
“Cumplir los días” (Dios es quien los “llena”) es
completar el designio de salvación. El término “ascensión” (análempsis)
ocurre sólo aquí en la Biblia, es la elevación; el verbo “elevar”, (analambanô);
aparece en Hch 1,2.11.22 (cf. Mc 16,19; 1 Tim 3,16). En el AT se dice de Elías
“elevado” al cielo (2 Re 2,9-11; cf Sir 48,9). Esta “elevación” de Jesús a los
cielos ocurrirá en Jerusalén (Lucas también usa otros verbos: “llevado” [anaférô],
24,51 y “levantado” [epairô], Hch 1,9), y refiere a la totalidad de la
Pascua (muerte, sepultura, resurrección, envío del Espíritu). “Endureció el
rostro hacia Jerusalén” es total disposición a la voluntad de Dios a pesar de
las oposiciones.
En cierta manera es semejante al “éxodo” que
ocurrirá en Jerusalén (9,31, término que tampoco encontramos en los
Evangelios). Para Lucas, Jerusalén no sólo es el lugar de la pasión y muerte,
sino también el de la partida, la elevación (y luego, el del comienzo de la
misión por el envío del espíritu). De hecho, con mucha frecuencia Lucas
repetirá en toda esta unidad que “se dirigen a Jerusalén”, y la razón tiene que
ver con la muerte inminente de Jesús, muerte de profeta. Jerusalén es un tema
teológico para el evangelista (como se ve en la insistencia en el “caminar”).
Al empezar el camino, envía (apesteilein)
mensajeros (angelous) “delante de su rostro” para prepararlo. “Preparar”
(epoimázô) es disponer de lo necesario, estar atento. Por ejemplo, Pedro
y Juan deben “preparar” la (última) Pascua de Jesús (22,8-13), el Bautista
“prepara” los caminos del pueblo ante la intervención próxima de Dios
(1,17.76), las mujeres discípulas “preparan” aromas para ungir a Jesús muerto
(23,56; 24,1). Ellos, entrando fueron a un pueblo de samaritanos que –debido a
la tensión y conflicto entre ambos pueblos- no lo reciben “porque tenía el
rostro en dirección de Jerusalén”. En Mateo Jesús dice “no entren en
ciudades de samaritanos” (Mt 10,5), las dificultades que los samaritanos
ofrecen a los peregrinos son evidentes por las malas relaciones entre ambos.
Sin embargo, dentro del mismo viaje a Jerusalén, Lucas mostrará a los
samaritanos como ejemplo de discípulos (10,30-35; 17,11-19) y en Hch 8,4-25 es
gente que aceptará el mensaje de Jesús. Esto muestra un paralelo con la primera
parte (4,14-9,50), en la que Jesús empieza una etapa y Lucas muestra la
oposición de los galileos (4,16-30). También en la tercera parte (19,41-24,53),
luego de haber purificado el templo para allí enseñar (19,45-47a) Jesús se
enfrenta con la oposición de los sacerdotes, escribas y notables del pueblo
(47b-48). Es interesante –por otra parte- notar la semejanza con lo que se ha
dicho en la primera parte acerca de Juan el Bautista: “envío (apostéllô)
mi mensajero” (angelón) antes de su rostro para preparar un camino
delante de él (7,27).
7,27
|
9,52
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“envío” (verbo apostellô)
|
“envió” (verbo apostellô)
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mensajero (angellón)
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mensajeros (angellous)
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“delante de mi” (pro prosôpou sou)
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“delante de sí” (pro prosôpou autou)
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para preparar (verbo kataskeuazô)
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para preparar (verbo etoimazô)
|
Los discípulos Santiago y Juan, quieren remedar a
Elías y hacer bajar fuego del cielo que consuma a los samaritanos, como había
hecho el profeta con los enviados del rey Ocozías (2 Re 1,10-16). Santiago y
Juan son hermanos, hijos de Zebedeo, y no se encuentran con frecuencia en los
Evangelios, seguramente por la pronta muerte del primero en manos de Herodes
(Hch 12,2; aproximadamente en el año 42; por tanto ya no tenía importancia
cuando se componen los Evangelios). Por tanto los encontramos tanto en los relatos
de “lista de Doce” (6,14; Hch 1,13), o en los que se encuentran junto a
Pedro/Simón –de quien eran “socios”, 5,10- en momentos especiales junto a Jesús
(transfiguración, revivificación de la hija de Jairo, etc., 8,51; 9,28). Marcos
acota que ambos recibieron por sobrenombre “Boanerges, es decir hijos
del trueno” (3,17). Aunque nada invita a suponer que Marcos conozca esta escena
propia de Lucas, podemos decir que al menos es coherente con la imagen de ambos
(aunque hay que destacar que la imagen del “trueno”, que sólo se encuentra
además x2 en Ap 6,1 y 14,2 alude más bien a un ruido fuerte). Santiago y Juan
no comprenden la predicación del reino de compasión y misericordia y a dónde se
dirigen con Jesús (cf. 6,27-29.35). Jesús, que se muestra misericordioso a lo
largo del Evangelio los “reprende” (el verbo, salvo x2 sólo se encuentra
en los sinópticos [ver 2 Tim 4,2; Jds 9, en ambos como amenaza, o castigo]). Es
un verbo que se dirige particularmente contra los demonios, y que al ser
“reprendidos” son expulsados, pero también se entiende como reproche, o
crítica: «Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente,
perdónale» (Lc 17,3).
Jesús sigue “de camino”; aquí es donde ocurre el
discipulado que es “seguimiento”. Es en este “camino” que Lucas nos presenta
tres breves escenas. Las dos primeras son tomadas del llamado “documento Q”
ya que se encuentran también en Mateo (8,18-22), la tercera es propia de Lucas.
Los 3 personajes anónimos [en Mateo el primero es
“un escriba” (8,19) y el segundo un “discípulo” (8,21)] se caracterizan por su
disponibilidad (aunque esta no sea total). Lucas manifiesta el sentido del
discipulado con 3 proverbios. En este caso son exageraciones (hipérbole) con el
objetivo de romper esquemas, Jesús quiere que aprendan a mirar desde otra
óptica (la del reino); interpretar los dichos literalmente les haría perder su
sentido. Sobresale en ellos la ruptura con el grupo biológico, con las redes
sociales, “dejar la familia” implica una decisión vital y gravísima, porque
rompe con todas las redes sociales para entrar en una “familia sustituta”
sin raíces (por ejemplo esto ayuda a entender la importancia enorme que tenía
la hospitalidad en el mundo antiguo y en el cristianismo primitivo).
Las tres escenas (vv.57-58 / vv.59-60 / vv.61-62)
son presentadas como diálogo entre Jesús y un sujeto en relación al
“seguimiento” (vv.57.59.61); el verbo que se repite constantemente es “dijo”.
El primero y el tercero le dicen a Jesús “te
seguiré”, mientras que el segundo escucha que Jesús lo invita (“sígueme”).
El segundo y el tercero ponen condiciones y piden un (breve) tiempo, lo que
motiva el diálogo; al primero Jesús lo invita a sacar las consecuencias del
seguimiento.
En realidad, la tercera escena parece una
construcción lucana en base a la primera y la segunda a la luz del texto de la
vocación de Eliseo (primera lectura litúrgica). Veamos brevemente:
Uno “le dijo” (eipen), te seguiré (akolouthêsô)
allí donde vayas (apérjomai). En el contexto de Lucas, sabemos que Jesús
“va” a Jerusalén para ser allí asesinado, lo cual da gran dramaticidad a
este seguimiento. Jesús le “dice” (eipen) un proverbio; la referencia a
las zorras y las aves con nidos y guaridas (cf. Sal 104,12.17-18) contrasta con
la incertidumbre de la vida del “hijo del hombre” [es decir “yo”; en este caso
“el hijo del hombre” parece sinónimo de “este hombre” (que ustedes
ven)]. El término “reclinar” (klínô) sólo se encuentra en el paralelo de
Mateo y x1 en Jn y Heb fuera de Lucas (x4): x2 se afirma que “el día declina”
en textos paralelos con sentido eucarístico (9,12 y 24,29) y las mujeres
“reclinan” / inclinan el rostro hacia el suelo de la tumba de Jesús. Este texto
se ha leído –de manera quizás fundamentalista- en el sentido de que Jesús no
tenía casa (y vivía en casa de Pedro, sic), pero esta imagen debe entenderse
–especialmente en Lucas- en “clave pasión” (Juan 19,30 dice que Jesús
“reclinó la cabeza y entregó su espíritu”). Es decir, mientras uno dice que
está dispuesto a seguirlo, Jesús le recuerda a dónde se dirige y lo que le
aguarda.
Al segundo, “otro” (eteron) Jesús le dice (eipen)
sígueme (akolouthei) y él le dice (eipen) que “primero” (prôton)
lo deje “ir a enterrar a su padre”. No parece razonable que anduviera caminando
uno que su padre había muerto. El velorio era sumamente importante en su
tiempo. No es evidente, tampoco, que su padre estuviera gravemente enfermo.
Quizá lo que dice el segundo es que está dispuesto a seguirlo una vez que su
padre muera. Sepultar a alguien (particularmente a los padres) es algo
religioso, cf. Gen 35,29; Tob 4,3; 6,15; 14,10-13; para los rabinos es norma
que prevalece sobre los demás preceptos de la Torá (Berakh 3,1). Sea que el
padre esté muerto o aún vivo, lo cierto es que el proverbio destaca que el
reino no admite dilaciones. Jesús nuevamente le dice (eipen) que “los
muertos entierren a sus muertos. Tú ve a anunciar (diangelle) el Reino
de Dios”. La segunda parte de la frase es comprensible, aunque no implica
“seguimiento” necesariamente [no “sigue” a Jesús, sino que “va” a anunciar].
Anunciar el reino es seguir a Jesús. Él quería “ir” a enterrar, Jesús lo
invita a “ir” a anunciar. El verbo –además- es el mismo que ha utilizado
el primero que está dispuesto a seguirlo a donde “vayas”. El verbo
“anunciar” es un compuesto de “ángel” (dia-angelo), mensajero. Lo
volvemos a encontrar en Hch 21,26 donde Pablo “anuncia” el fin de una
purificación, y en Rom 9,17 donde Moisés dice que se debe “difundir el nombre
de Dios por toda la tierra” (otros verbos en Lc 8,1; 9,2). Pero la primera
parte de la frase es confusa: ¿quiénes son los muertos que entierran a “sus”
muertos?
Como suele ocurrir con los dichos “severos” de
Jesús (como “es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja…”)
muchos comentaristas han buscado “suavizarlo” (indicio de que la interpretación
“va por mal camino”). Los caminos del reino nos invitan a otra mirada, y no
están necesariamente de acuerdo con nuestras miradas (culturales, o
religiosas); Jesús muestra la radicalidad de su seguimiento por encima de la
familia. Se suele entender en el sentido de que el muerto “espiritual” es el
que debe enterrar al que ha muerto físicamente; o como que “eso ahora no te
importa” (oxímoron). El primer “los muertos” parece aludir a los que se
niegan al seguimiento, que están así al mismo nivel de “los muertos”, son los
que sólo cuentan con esta vida, Jesús –en cambio- viene a traer novedad. La
segunda parte es la que se debe destacar (como ocurre también en el texto “devuelvan
a Dios lo que es de Dios”, 20,25): los deberes de un hijo valen, pero mucho
más vale el reino. Por eso la conclusión: “tú vete a anunciar el reino de Dios”
(cf. 14,26).
El tercer sujeto lo llama “señor” (en Mt –que no
tiene este personaje- es el segundo el que lo llama “señor” ya que es presentado
como discípulo), por tanto se trata de un discípulo. Como el primero, le dice
“te seguiré”, como el segundo, pone condiciones familiares; esta semejanza
entre ambos refuerza –como hemos señalado- que estamos ante una creación lucana
en base a ambos y a la luz de Elías en el relato de la vocación de Eliseo (1 Re
19,19 que hemos comentado más arriba).
Una vez más Jesús rechaza asemejarse a Elías, -para
evitar que se distorsione su ministerio- pero superándolo. La dedicación al
reino supera todas las demás dedicaciones por importantes que estas sean, e
implica una dedicación sin límites o distracciones (aun las más valiosas).
Mirando hacia “lo de atrás”, como la mujer de Lot (Gn 19,26); los
vínculos familiares son “lo que queda atrás”, ese tal “no vale” para el Reino,
no es “útil” (como la sal que se ha “desvirtuado”, 14,35).
Breve nota sobre Elías en tiempos del NT y en
Lucas: La figura de Elías, que ocupa un interesante lugar en el final de 1
Reyes y comienzo de 2 Reyes despertó interés en el judaísmo posterior. Puesto
que no se hablaba de su muerte sino de su “elevación”, algunos grupos esperaban
su “retorno”, o una suerte de expectativa en alguien “como Elías”, por ejemplo,
preparando la llegada de la intervención definitiva de Dios (ver Mal 3,1-24).
Así varios escritos del NT ilustran con imágenes de Elías la figura del
Bautista (ver Mt 17,12-13). En Lucas, aunque en los primeros capítulos repite
esta comparación (ver 1,17), luego empieza a poner en comparación al mismo
Jesús con Elías (ver 4,25-26) pero resaltando –como en estos versículos- la
superioridad del camino profético de Jesús con respecto al mismísimo Elías.
Dibujo tomado de
http://www.wearemissionary.org/la-tentaci%C3%B3n-de-la-cruz-c%C3%B3moda
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