Otra comparación.
Eduardo
de la Serna
Este breve texto pretende
ser “paralelo” al que escribí recientemente a raíz del “caso López” (http://blogeduopp1.blogspot.com.ar/2016/06/unacomparacion-para-no-embarrar-la.html);
allí intenté hacer una “comparación” y aquí pretendo algo semejante.
Los medios de comunicación,
entre tantos triunfos que pueden ostentar, han vencido la batalla de los
sentidos, y por “inseguridad” han logrado que se entienda una cosa y no otras.
Inseguridad es – se dice – que a uno le roben, lo asalten o hasta lo maten. Y
¿qué duda cabe que lo es? Pero quedaban fuera del horizonte de la inseguridad
la violencia doméstica, el bulling, la inseguridad vial, por ejemplo a pesar
del elevadísimo número de muertos que esto provoca; o el hambre, la desocupación,
la desatención en la salud... Y también la posibilidad de comparación con otras
regiones donde a todo lo dicho se suman las desapariciones, los paramilitares y
guerrillas, las maras para seguir simplemente en algunos pocos ejemplos que se
podrían ampliar muy extensamente. Lo que quiero señalar es que la inseguridad,
que es ciertamente un problema, fue puesta en el podio de los problemas por una
prensa interesada (la misma que lo ha sacado simplemente por ocultarlos) pero
limitando el sentido a unos pocos de los muchos que debieran señalarse si
realmente interesara analizar el tema para encontrar soluciones.
En un mismo sentido, y acá
la comparación, vale para el tema de la “corrupción”. Corrupción es el
funcionario (del anterior gobierno, que no de este, por cierto) que se llena
los bolsillos de plata ilegal. Ahora bien, el presidente es millonario y no pareciera
que a fuerza de trabajo, sino de negocios turbios de la empresa familiar ya
desde tiempos de la dictadura, y luego en democracia. El contrabando por el que
fue procesado y las cuentas en el exterior además de las empresas off shore,
tanto de él como de una inmensa cantidad de funcionarios del actual gobierno
pareciera que no son corrupción. En una muestra más del interminable cinismo al
que nos acostumbran día a día, el presidente afirmó que es el político “más
transparente”. Pero sigamos: es sabido que el oficialismo es minoría en Diputados
y tiene escasos votos en Senadores, y no es menos sabido que ha conseguido
importantes triunfos en ambas cámaras a costa de presionar a gobernadores con
el recorte presupuestario (o incluso con alguna amenaza velada, porque ninguno querría
ver su foto en los diarios saludando a López, por ejemplo, aunque el
transparente Mauricio pueda hacerlo y nadie sospecharía del émulo de Mandela).
Tales cosas no parecen figurar en la lista de corrupciones, como tampoco
impedir que se junten firmas contra el tarifazo, presionar a intendentes,
callar voces opositoras en los Medios de Comunicación, y siguen las firmas… La
corrupción sólo es “una”. Y todo esto para no mirar hacia afuera y preguntarnos
si no es corrupción que Volkswagen haga
autos con las computadoras truchadas para gastar menos, que se inventen guerras
para vender armas o tener petróleo… Nada de eso, y nada de las cientos de cosas
que podríamos decir o pensar ampliando el horizonte parecen entrar en el
terreno de la “corrupción”. Y, evidentemente, si sólo es corrupción el
coimeado, y no el coimeador, y sólo lo es el del gobierno anterior, pues la
conclusión es obvia: sólo el gobierno anterior fue corrupto. Claro que resulta
bastante extraño así planteado.
Y a todo esto se ha de sumar
que, ya que Macri es rico y no precisa robar (que es como decir que sólo es
ladrón el “pibe chorro” y no un usurero o el contrabandista, por ejemplo, en
otra cooptación de los sentidos) y ya que “la política es corrupta” lo ideal es
que cada uno haga su vida, sea feliz en su casa, haga méritos para ascender, y
deje “a los que saben” (sic) manejar la cosa pública. Al fin y al cabo, como
saben moverse entre millones no cometerán la torpeza de esconderla en valijas
en un convento por la madrugada. Cualquiera sabe, teológicamente, que mucho
mejor que un convento es un “paraíso”. Y si es “fiscal” ¡no te cuento!
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