lunes, 2 de octubre de 2017

¿Dónde está tu Dios?

¿Dónde está tu Dios?
Eduardo de la Serna



Sin duda que el fenómeno del ateísmo era algo impensado en el mundo antiguo, pero – y muchos estudiosos lo han señalado – sí existe un “ateísmo práctico”, es decir una actitud que en la práctica niega a Dios, reduciendo a la nada su accionar en la historia o la vida de los seres humanos.

Podríamos hacer una serie de distinciones, interesantes y académicas, entre el politeísmo y el monoteísmo ya que la diferencia entre ambos es notable a la hora de pensar la intervención de Dios (que de eso se trata). O también, la evolución en la misma Biblia entre lo que se ha llamado un primer tiempo de “monolatría” (puede haber otros dioses, pero sólo se ha de adorar a Yahvé) y una – más tardía – convicción de que los otros dioses definitivamente no existen. Incluso, en esta última etapa también hay diferentes momentos ya que una es la convicción de la inutilidad, inacción e ineficacia de los “dioses”, “ídolos”, “nadas”, “abominaciones”, “imágenes” o – simplemente – “hechura de manos”, como se los llama a estos que “no pueden salvar” o directamente negar su existencia. Es interesante, por ejemplo, que, en la traducción griega de la Biblia, hay ocasiones que allí donde había “ídolos” se traduce por “demonios” (por ejemplo Sal 95,5). Pero señalado esto, detengámonos en este ateísmo “práctico”.

El dios de Israel es un Dios presente en la historia, desde el éxodo en adelante, y también un Dios que bendice o castiga a las personas según su fidelidad o no a la alianza de amor que hizo con su pueblo. Ciertamente las crisis teológicas (como la que se refleja en el libro de Job) ponen en cuestión muchos de estos elementos, pero que serán utilizados por muchos en Israel para un mayor conocimiento de Dios y su presencia. Señalemos, entonces, que muchas de las crisis frente a Dios son, en realidad, crisis de cierta “teo-logía”. Las preguntas, por ejemplo, de ¿por qué vamos a ayunar si no lo ves? (Is 58,3) o “¿qué ganamos con guardar su mandamiento?” (Mal 3,14), responden a una imagen de Dios. En un mismo sentido hay que entender la pregunta ¿Dónde está?, que se encuentra en algunos Salmos, sea en boca de los extranjeros (razonablemente le preguntan – con ironía – a Israel por qué su Dios no los defiende) pero también del mismo pueblo (por ejemplo, los adversarios del salmista).

Un buen ejemplo de todo esto lo encontramos en el libro del Deuteronomio:

Le dieron celos con (dioses) extraños, lo irritaron con sus abominaciones, ofrecieron víctimas a demonios que no son dios, a dioses desconocidos, nuevos, importados de cerca, a los que no veneraban sus padres. ¡Despreciaste a la Roca que te engendró, y olvidaste al Dios que te dio a luz! Lo vio el Señor, e irritado rechazó a sus hijos e hijas, pensando: Les esconderé mi rostro, y veré en qué acaban, porque son una generación depravada, unos hijos desleales; ellos me han dado celos con un dios ilusorio, me han irritado con ídolos vacíos; yo les daré celos con un pueblo ilusorio, los irritaré con una nación insensata (Dt 32:16-21).

Una breve nota: como se dijo más arriba, los términos que aluden a lo que suelen llamarse “ídolos” son – en la Biblia – muy numerosos. Aquí, en v.17 utiliza šed, que sólo vuelve a encontrarse en el Sal 106,37. En el primero se refiere, claramente (y como es frecuente en Deuteronomio) a los adversarios de Dios, mientras en el Salmo es paralelo de ‘atsabîm, que bien puede traducirse por “hechuras”; en este caso, su característica es la sed de sangre, reclaman: “sacrificio de hijos e hijas”.

Ante esta actitud de Israel, Dios ha decidido “esconder su rostro”, lo cual refuerza la pregunta por dónde está. Esa actitud divina, en los salmos, es casi sinónimo de muerte (Sal 104,29 y 143,7); en Isaías es lo que hace Dios para no ver más los pecados (59,2) o es propio de Dios ante la actitud del pueblo infiel (Mi 3,4). En cierto sentido, entonces, para estos escritos no es que Dios no está y por eso el pueblo es infiel, sino que, por el contrario, ante la infidelidad de su pueblo, Dios decide retirarse. Una actitud semejante se encuentra en el período entre las dos alianzas para los que Dios se ha retirado y “encerrado” en un séptimo cielo, por lo que ya no hay espíritu ni profetas hasta la llegada del “día” de Dios, como se ve en ciertos apócrifos.

Todavía podríamos señalar que – paradójicamente – cuando Dios decide “rasgar” el cielo para comunicarse nuevamente con la humanidad lo hace de un modo tal que la mayoría se pregunta “¿de dónde le viene?” si a este lo conocemos de pequeño, como a toda su familia… refiriéndose a Jesús de Nazaret (Mc 6,1-6a).

Este Dios que se identifica con la humanidad cuando está atenta a los dolores y necesidades del que tiene hambre, dándole de comer, o del desplazado, solidarizándose con su causa; este Dios que rechaza los ídolos del dinero y el lucro a los cuales se ha reconocido como “señores” sedientos de sangre de los “hijos e hijas” esconde su rostro, y no puede ser encontrado más que en la fidelidad a su proyecto.

En estos tiempos de mentira posverdadera y de hambre, de injusticia e insolidaridad individualista, en estos tiempos de desesperanza y autoritarismo podemos seguir preguntándonos ¿dónde está Dios? ¿por qué no se manifiesta? Como dijimos, se trata de “teo-logías”, de saber dónde y cómo lo buscamos. Y muchos creemos que a ese Dios ausente, de rostro escondido, seguramente podamos encontrarlo en los miles de carteles que llenan plazas y calles; a este Dios escondido podemos encontrarlo hoy por todas partes en el rostro omnipresente de Santiago Maldonado.



Foto tomada de https://i.pinimg.com/736x/fc/a1/ee/fca1ee08f3613f66a4f940878ae93657--winter-storm-ocean-waves.jpg

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