Si se van, celebro
Eduardo
de la Serna
En las últimas semanas hemos
sido testigos (los que podemos y queremos estar informados) que los dos
juristas más importantes del país (Julio Maier y Raúl Zaffaroni) hicieron
público su deseo de que este gobierno se vaya cuanto antes. A su vez, escuchamos
a uno de los más perversos, asesor del genocidio, avalar la acusación de
traición a la patria a varios miembros del gobierno anterior, algo que hasta la
cámara debió descartar por infame o absurdo, solo concebible en la alocada
mente de un juez delirante. Como era de esperar, algunos de los pocos
funcionarios del actual gobierno que permaneció en actividades en la quizás “peor
temporada veraniega de los últimos cincuenta (y dos) años”, intentó desde su
nimiedad responder a los juristas acusándolos de “anti-democráticos” como si en
el actual gobierno conocieran el sentido de dicha palabra o si, conociéndola,
intentaran desplegar sus cualidades. Que un ministro del actual gobierno acuse
a Zaffaroni o a Maier de “antidemocrático” es como si Macri acusara a alguien
(quienquiera que sea) de fuga de divisas, o como si Aranguren acusara a otro de
atentar contra la energía nacional, o si Triaca acusara a quienfuere de tener
trabajadores “en negro”, o si Dujovne tronara contra los que fugan divisas al
exterior, y podríamos seguir extensamente con casi todos los miembros del mejor
equipo de ineptos.
Debo señalar que coincido con
Zaffaroni y con Maier. Soy consciente que la así llamada “clase media” – como bien
señala Paula Canelo – en su gran mayoría prefiere perder casi todo lo
conseguido con tal de tener “a los pobres bien lejos”. Quizás hasta que
despierte pobre ella misma, aunque siga considerándose de “alta alcurnia” para
hilaridad de los egresados del Newman o la UCA, en lo que la sabiduría popular
llamaba “piojos resucitados”. Y me
remito al ejemplo de la cadena nacional, tan molesta para algunos que preferían
ver “la novela” (claro que serán turcas porque la producción nacional cae en
picada). Y los comprendo, porque escuchar a la ex presidenta hablar una hora –
por más que “el dedito” molestara – era escuchar algo con contenido y sentido;
no podría, en cambio, imaginarme una cadena del actual CEO presidencial sin
leer en su teleprompter. Pensarlo improvisando solo 15 minutos (especialmente
sin repetir los 3 tips que le permiten parecer que hila un discurso), pensar
dicha improvisación se asemejaría a una pesadilla intolerable. Pensar que han
asesinado la TV y la radio pública, los mejores canales (Paka Paka y Encuentro)
es algo comprensible dado que nada menos que Hernán Lombardi es quien está a
cargo. Sería como pensar una política de medio ambiente a cargo de un rabino
mediocre, por ejemplo.
Pero mi tema tiene que ver no
tanto en el sustento jurídico impecable de Maier y Zaffaroni, sino en ver,
acompañar, sentir, padecer la vida (y muerte) de los pobres. Muerte muchas
veces acelerada por hambre o por Bullrich. No es la caída en las encuestas lo
que me preocupa (aunque celebro) ya que la corta memoria de los votantes es
proverbial y Durán Barba ha dado cátedra al respeto. El ejemplo de la basura en
Quilmes es bastante sintomático del entente Macri + Vidal + Martiniano (el
único cocinero que conozco que pretende que las mesas estén vacías). Al fin y
al cabo, que los pobres vivan rodeados de basura es lo que entienden estos
señores/señoras que es el lugar de los pobres. Y me permito soñar para mis
hermanos y hermanas otro mundo posible. Aunque el hecho de que los pobres
puedan comer, trabajar, descansar, ver fútbol, y hasta vacacionar resulte una
peligrosa cercanía para cierta clase media. Es por ese “otro mundo posible” que
celebraría que se vayan cuanto antes.
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