miércoles, 11 de septiembre de 2019

El 11 de la memoria


El 11 de la memoria

Eduardo de la Serna



El 11 de septiembre es día de memoria en muchas partes. Y muchas de ellas, trascendiendo las fronteras locales, sean por el hecho en sí o por sus consecuencias.

Un 11 de septiembre de 1888 murió en Paraguay Faustino Valentín Quiroga Sarmiento, al que luego le añadieron el nombre “Domingo”, quizás por la devoción de su madre por el santo de Guzmán. Persona controvertida, sin duda alguna, pero un verdadero “apóstol” de la educación, hasta el punto de ser llamado “padre del aula”. Todos los 11 de septiembre, entonces, en Argentina se rememora “el día del maestro”. Algo especialmente denso cuando cantidades de docentes han de ser además de maestros, todo un “paquete” de contención, que incluye desde el cuidado de la salud, la alimentación, la prevención ante violencias familiares, y demás. Hoy, más que centros educativos, miles de escuelas se han transformado en espacios de alimentación (y la memoria de Sandra y Rubén, muertos cuando explotó un artefacto de gas, un jueves en la cocina donde iban a preparar el mate cocido para los niños, sirve de ejemplo y testimonio). Miles y miles de chicos y chicas van hoy a las escuelas simplemente a comer, algo que -¿curiosamente?- el ministro de educación (y el de Cultura haciéndole eco) parece desconocer, o manifestar ostensiblemente la insensibilidad gubernamental. Algo que no pueden lograr en sus casas por la debacle económica, social, laboral, etc sin que los “defensores de la familia” tradicional digan una palabra. Vaya un abrazo a lxs miles y miles de maestrxs, rurales y urbanxs que día a día siembran vida en millones de chicxs.

Un 11 de septiembre de 1973 murió la democracia en Chile, y a partir de allí se expandió la peste dictatorial por varios países de Sudamérica. Escuchar al presidente de Brasil vomitar su neurona anasináptica y referirse a Pinochet y al padre de la ex presidenta Michelle Bachelet, revela que todavía hoy no son temas terminados, asumidos e incorporados. Es cierto que, por ejemplo, las simpatías por Pinochet en Chile son mucho mayores que las que hubiere por Videla en Argentina, como no es lo mismo los resabios de banzerismo en Bolivia que los de Alvarez en Uruguay. Cada país tuvo – luego de ese 11 de septiembre – sus “procesos”, y la resolución de sus conflictos. Pero aquel año empezó una larga noche oscura en nuestros países, muchas de cuyas consecuencias todavía hoy padecemos. El neoliberalismo, sin duda alguna, es una de ellas, quizás la más grave (aunque todavía permanezcamos sin saber y sin alcanzar justicia por lxs desaparecidxs, lxs niñxs apropiadxs, y la verdad de los centros clandestinos de detención y sus “patas” civiles).

El 11 de septiembre de 2001 dos aviones comerciales se estrellaron contra las torres gemelas. EEUU sintió en su propia casa lo que miles de veces ellos provocaron y siguen provocando en otros. Y entró en pánico. Casi 3.000 muertos revelaron al mundo el rostro de la crueldad, o de lo que para unos es “venganza” y para otros “terrorismo”. O ambas. Desde ese entonces, occidente fue, para todos mucho más inseguro. Viajar por el mundo resultó “eterno” (en especial entrar en los EEUU), todos éramos (y somos) espiados, todos los derechos quedaban en un segundo (o tercer) lugar frente a la seguridad (una vez más) divinizada. Nuevas historias de “buenos y malos” proliferaron las pantallas y la información. Y el mundo musulmán pasó a ser el gran sospechado de todos los males que pudieran desencadenarse sobre “el mundo”. Ciertamente este rio revuelto resultó un evidente espacio de ganancia para los pescadores en medio del dolor, la violencia o la muerte. El espionaje y los servicios y una nueva omnipresencia imperial en el “patio trasero” fue una consecuencia de la que no son ajenos muchos triunfos electorales en América Latina, desde Guatemala a la Argentina, pasando por Perú, Chile, Colombia, Ecuador, y – por supuesto – Brasil. Sin olvidar la presencia entre trágica y cómica de Juan Guaidó por las pantallas.

Parece que es bueno, hoy 11 de septiembre, hacer memoria. Pero no para cantar un himno a Sarmiento, u ostentar luto por los muertos, sino para tener bien presente (de eso se trata la historia, de presente, no de pasado) las consecuencias de lo vivido, y las huellas que todos y cada uno de nosotros podemos marcar en nuestra tierra para los que mañana empezarán a caminar. Olvidar sería, simplemente, dejar el campo preparado para nuevas atrocidades.

1 comentario:

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