sábado, 18 de julio de 2020

Un sanador que no sana?

¿Un sanador que no sana?

Eduardo de la Serna


En un reciente e impresentable mensaje, el Cardenal primado, Mario Poli, con otros líderes religiosos, afirmó que “El mismo Dios que ordena ir al médico es el Dios que cura”. En un más impresentable mensaje, si esto fuera posible, una exdiputada, ex-sensata, ex todo, o casi todo, quizás aprovechando “el pie” que el cardenal le diera, afirmó que “Jesús es el que sana y cura”.

Y como yo estoy de acuerdo con lo dicho, pero a su vez no lo estoy, quisiera ponerme de acuerdo conmigo mismo y decir algo. “Sanar” y “curar” parecen las palabras clave.

“Curar” (de donde viene “cura”) es tener cuidado. Pero no en el sentido de tener miedo, de temer, sino en el sentido de proteger, defender. Lo que antiguamente se llamaba “cura de almas” (cura de Ars, cura Brochero…, que originalmente se decía del párroco) es el que se preocupa por ellas. Antes de seguir, una palabra sobre el “alma”. Si bien es cierto que muchas veces el dualismo griego impregnó la Iglesia (cuerpo y alma), en la Biblia, tanto el hebreo (nefesh) como el griego (psyjé) la palabra designa también la “vida”, tanto que en numerosas ocasiones son sinónimos. El alma, entonces, es lo vital, lo que vivifica, no una parte etérea del ser humano. El cura de almas, entonces, es el que cuida la vida. Porque la vida es lo más divino que tenemos (y espero que no me lea Amalia, que todo lo interpreta mal). Por eso es también parte de lo que hace un cura educar (escuelas) o alimentar (comedores), por ejemplo; no es solo lo mal-entendidamente “espiritual”, sino todo lo “vital”. En ese sentido, entonces, Dios cura, es decir, cuida.

“Sanar” es salvar. “Tu fe te ha salvado”, frase que dirige Jesús a marginados, refiere a sanar o también perdonar. Decir que Jesús es “sanador” quiere decir, especialmente, Salvador. ¿O, acaso, cuando Francisco de Asís abrazó a una persona con lepra, despreciada, excluida, descartada, no lo estaba sanando?

Ahora bien, ¿de qué cura?, ¿de qué salva Jesús? Ante todo, de lo que deshumaniza a los humanos. Porque, convengamos, el ser humano, es la única especie capaz de hacer algo que la niegue (in-humano). Y el ser que es imagen y semejanza de Dios, nunca es más divino que cuando es verdaderamente humano. Porque, aceptémoslo, la injusticia, la violencia, la mentira, el desinterés frente al dolor, y tantas cosas del estilo, des-humanizan, tanto a las víctimas, como a los victimarios. Sólo cuando somos verdaderamente hermanas y hermanos Dios se alegra de ser Padre. Y de eso precisamos ser salvados y tener cuidado.

Corremos el riesgo de entender “sanar” y “curar” de un modo infantil o simple, como que – en este caso – Dios nos curará y sanará del coronavirus. Y entonces, surge la pregunta evidente ¿y por qué no lo hace?, ¿por qué se demora?, ¿por qué tantos muertos? Y, si lo llevamos a su máxima lógica, ¿por qué el hambre?, ¿por qué sequías, maremotos o terremotos? (y dejemos de lado las guerras, torturas, tráficos ilegales que son más fácilmente atribuidos a los humanos y no a Dios).

Antes de seguir, una nota sencilla sobre los “milagros”. En los Evangelios se narran varios hechos milagrosos de Jesús, y es difícil dudar que el Jesús de la historia haya hecho algunos. Una pregunta sensata es ¿por qué los narran los Evangelios? Precisamente, porque quieren ser buenas noticias para los lectores, lo que quieren decir (más allá de los hechos históricos pasados) es que Jesús nos quiere poner de pie, llenar de vida, hacer ver el camino… Eso es para nosotros “Buena Noticia” (eu-angelio).

Entonces vamos a la pregunta que me parece fundamental. ¿Cómo es Dios?, ¿cómo es Jesús? Porque de lo que hace (o deja de hacer, como, por ejemplo, dejar morir inocentes) estamos diciendo algo de Dios (teo-logía). Y yo no creo en un Dios que pudiendo sanar y curar no lo hace. Y no lo hizo en la historia, ¡que de plagas y pandemias estamos hechos! Y algo más, antes de ir terminando. “Hágase tu voluntad” repetimos en el padrenuestro. Voluntad que habitualmente no se hace. “Ámense los unos a los otros”, repite Jesús, ¡tantas veces en vano! Eso es lo que Dios quiere: que vivamos el amor verdadero y militante en favor del otro, empezando por los pobres. ¿Qué no lo hacemos? ¡Vaya novedad! Por ahí va el cuidado y la salvación: por el amor; no el amor light, o de mero sentimiento, sino el compromiso por el cuidado de los otros, de su salvación. Dios no quiere pandemias, enfermedades ni muertes provocadas o desentendidas. Pero Dios no es un titiritero que maneja los hilos de la historia, es un Padre que se desvive por seducir a sus hijos para que se cuiden, para que se salven los unos a los otros. Y eso es la oración: un entrar en sintonía (en “sym-pathía”, decía el gran teólogo judío Abraham Herschel) con Dios y hacer su voluntad. Claro que Dios sana y cura, y cuando nos ocupamos de las hermanas y de los hermanos, Dios está curando, cuando abrazamos a los desheredados de la historia, Dios está sanando. Toda otra manipulación de las palabras se parece más a una manipulación de los malos momentos que estamos viviendo, a infantilizar la fe que queremos vivir, cuando no a “tomar el Santo Nombre de Dios en vano”. Eso de “santificado sea tu nombre” … ¡esa te la debo!

 

Foto tomada de https://cooperacioambalegria.co/2014/08/31/abrazando-a-las-personas-con-lepra/


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