La clase de los desclasados
Eduardo de la Serna
Hace muchos años, un profeta, que además era cura, Rafael Tello,
propuso “un seminario para vagos”. Sostenía que un seminario, como lugar para
la formación de los que iban a ser curas, no era para los pobres. Y que, si
alguno entraba y “sobrevivía”, quedaba totalmente “desclasado”; es decir,
tendría introyectada una mentalidad, un modo de hablar (y vestir, y sentir) que
no era el propio. Esto le motivó durísimas sanciones del entonces arzobispo que
entendía que “el Viejo” (como siempre fue llamado Tello) estaba haciendo una
iglesia paralela. Dejo de lado, ahora, el tema, pero creo que el hecho, en sí,
no sólo no ha cambiado, sino que se ha reforzado, aunque haya excepciones que
justifiquen la regla, como fue, por ejemplo, el caso de San Miguel de Sucumbíos
(Ecuador). Me consta de seminarios que prohíben el uso de jeans y zapatillas (o
alpargatas, por ejemplo). Eso termina en el hecho de que hay lugares, ¡y también
me consta!, donde ser cura es una clase social. Es un ascenso. Y me consta,
también, de curas que provienen de ambientes populares y tienen actitudes que
contrastan notablemente con su origen en su vestimenta, su lenguaje, sus gestos
y su mirar al mundo “por encima de su hombro”; aunque hay excepciones, por
cierto.
Y quiero detenerme en un caso fuera de lo clerical, totalmente actual,
¡y nacional. Es sabido, en Argentina, el origen muy humilde de Carlos Tévez. Su
origen se remonta al mal llamado “Fuerte Apache” (de ahí el sobrenombre ‘Apache’
que algunos le han dado a Carlos). Su increíble talento futbolístico hizo que
alguien lo viera desde chico y pusiera en él los ojos. Y fichó para Boca. Y es
siempre sabido que, en muchos barrios populares, que un hijo sea futbolista profesional
es literalmente “la salvación”. El entonces presidente de Boca se ocupó que
cambiara de domicilio, que mejorara su aspecto y que firmara contratos
suculentos. Tevez (y familia) “se salvó”. Para más, siendo un jugador excelso,
y bien comprometido con el juego, eso lo llevó a ventas en el exterior, lo que
aumentó notablemente su cuenta bancaria, siendo la última un breve paso por
China donde, sin duda, “el colchón” se engrosó bastante. Pero…
Pero quizás por ser persona “de pueblo” (otro apodo: “el jugador
del pueblo”) es agradecido con quienes lo ayudaron (sic). Fue notable, por
ejemplo, que invitara a Mauricio Macri a la fiesta de bodas (se casó en San
Isidro, y la fiesta fue en Carmelo, Uruguay), o que, siguiendo su consejo, se
asociara con él al dudosísimo negocio de los parques eólicos. Lo que quizás no
haya asumido, es que, si él pudo jugar y obtener jugosos contratos
futbolísticos, fue gracias a su formidable talento, y que el entonces
presidente del club se benefició mucho de ello (como, en realidad, se benefició
de todo lo que tocaba, y no por ser Midas, precisamente, sino por la enorme
capacidad de negocios dudosos que lo ha caracterizado siempre). Si Tévez “triunfó”
en el fútbol, fue por ser el jugador que es, no por el “padrino” que tuvo.
Y acá el desclasamiento. No sería extraño que, siguiendo el consejo
de su mentor, pero ya con toda la responsabilidad personal, Carlos Tévez, el ex
jugador del pueblo, acaba de presentar un amparo judicial para no pagar el
aporte a las “grandes fortunas” (es decir, a quienes tienen más de $ 200.000.000,
algo que solamente 13.000 personas en todo el país pueden ostentar). Al mismo
tiempo, el mismo amparo fue presentado, por ejemplo, por los máximos
accionistas del Grupo Clarín. Es a esto a lo que se suele llamar desclasamiento.
Pero no deja de ser notable la comparación entre Carlos Tévez y
Diego Maradona, uno que nunca olvidó ni renegó de su pasado en Villa Fiorito,
que siempre hizo suya la causa de los negados y rechazados, de las víctimas de
la historia. Y aunque nadie diría que Maradona era pobre (y los buitres que lo
rodearon lo confirman) es indiscutible que siempre estuvo del lado de los que
beneficiaban a los pobres. Y precisamente por eso Diego era aborrecido por
tantos… porque estaba donde tantos añoraban llegar, pero nunca olvidó sus
raíces. Es triste notar, desclasamiento mediante, que alguien crea ahora pertenecer
a otra clase, a la que no pertenece, que es un par de aquellas y aquellos que
jamás lo invitarían a su casa, y que, por tener dinero, se desentiende
insolidariamente, de los que – como él hace muchos años – no saben cómo enfrentar
ya no el futuro, sino el mismo presente. A lo mejor, las marcas que le dejó la
infancia, no sean nada en comparación con las que le deja en el corazón y el
cerebro la amnesia de su pasado, lo efímero de su presente y el probable olvido
en su futuro. Por eso Diego era un grande, y quizás no sea tarde para
aprenderlo.
Imagen tomada de http://ochental.blogspot.com/2013/04/desclasados.html
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