El 24 de marzo no debería ser feriado
Eduardo de la
Serna
Un feriado es un
día dedicado al descanso por tratarse de una fiesta importante. Descanso es
sacar el cansancio a causa de labores. ¿Eso es el 24 de marzo? ¡No!
Sólo para los
negacionistas, para los que festejaron aquel nefasto día, para los que –
todavía hoy – conmemoran “al general” (degradado, descartado y muerto en cárcel
común a causa de sus crímenes aberrantes, condenado por una justicia imparcial),
sólo para ellos un 24 de marzo puede ser “fiesta”. Los que aquel 24 de marzo
despertamos con una puteada en los labios y vivimos con angustia, con miedo,
con pesar por tantos y tantas compañeros y compañeras que no están, nosotros,
no podemos en nada festejar. Pero, sobre todo, no podemos olvidar. Olvidar,
casi, casi, sería volver a desaparecer a las y los compañeros y compañeras. Los
que tuvimos amigos y parientes exiliados y desaparecidos, torturados y
apropiados no podemos sino gritar “¡memoria!”
Quizás tengamos
la “suerte” de estar vivos (aunque en mi caso creo que más que “suerte” fue la
complicidad del arzobispo con la dictadura, y yo estaba en “su” seminario). Y
si estamos vivos, y no nos consagramos al ónfalocentrismo (mirarnos el ombligo
una, y otra, y otra vez) sabemos que si “a mi no me pasó nada” no es para
pensar un “no me importa”, o peor, que “en algo andarían” sino que en algo
debemos andar, en sembrar, en edificar, en vivir con ellos y ellas delante. Hay
demasiadas causas por las que vivir vale la pena, y no hay demasiado tiempo
para descansar. Otra cosa es parar para mirar un mapa (o personas que lo son).
Es memoria porque
el Alzheimer político, la amnesia social o la arterioesclerosis comunitaria no
son sino enfermedades que impiden caminar. ¡No! ¡no es una fiesta! Es tiempo de
centrarnos en lo fundamental (y por eso hay que parar… no para descansar… ¡para
luchar!). No para luchar contra fulanos o menganas (aunque haya varios y varias
que obstaculizan el andar y deben ser corridos de en medio), para luchar por la
vida. ¡Y hay demasiada muerte en el olvido!, ¡y más en la injusticia!
No, no es fiesta.
No festejamos. Recordamos (pasamos por el corazón, que no es el ombligo, por
cierto), remembramos (traemos a los miembros, por los que circula sangre. Es
decir, vida), que es algo muy distinto. Y si recordamos juntos, si nos miramos
a los ojos, si vemos miles de rostros conocidos o no, que recordamos lo mismo,
que luchamos por lo mismo, si nos damos la mano “¡y vamos ya!” porque “ánimo
nos daremos a cada paso”, entonces celebramos. Y nos alegramos juntos y juntas
por saber que adelante hay vida posible. La misma vida que les negaron a 30.000
y obstaculizaron a todos. Por eso es memoria. Por eso es verdad. Por eso es justicia.
Y cierro porque me voy a la Plaza.
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