San Pedro y San Pablo
Eduardo de la Serna
Es sabido que san Pedro fue, entre el grupo de los
amigos de Jesús, el que ocupó el lugar principal. Por ejemplo, en las listas de
los Doce, siempre es mencionado el primero (y eso, en aquel tiempo, era muy
importante… por eso mismo, Judas siempre está al último). Es evidente que él es
muy importante, y eso se ve tanto en los cuatro Evangelios, en Hechos de los
Apóstoles, en las cartas de Pablo y en las dos cartas que las comunidades “petrinas”
escribieron en su nombre. No cabe duda su importancia, y lo encontramos como
vocero de los Doce, o como el que está el primer lugar. Cada Evangelio lo dice
a su modo, por ejemplo, y con sus propias características, pero todos lo
destacan en un lugar preponderante.
Pablo, en cambio, no
formó parte del grupo de Jesús hasta más tarde. Unos 3 o 4 años después de la
Pascua, probablemente. Pero, una vez incorporado en el movimiento de Jesús, fue
tan, ¡pero tan!, ferviente predicador, que con el tiempo terminó puesto en la
tradición de la Iglesia al mismo nivel de Pedro. Él mismo lo dice, con estas
palabras:
«yo soy el último
entre los apóstoles y no merezco el título de apóstol, porque perseguí a la
Iglesia de Dios. Gracias a Dios soy lo que soy, y su gracia en mí no ha
resultado estéril, ya que he trabajado más que todos ellos; no yo, sino la
gracia de Dios conmigo» (1Cor 15,9-10).
Tan importante llega
a ser Pablo que, el libro que llamamos Hechos de los apóstoles dedica toda la
primera parte a Pedro y la segunda a Pablo, mostrando, incluso, muchos
elementos comunes entre uno y el otro…
Por lo que sabemos no
son muchas las ocasiones en que ambos se encontraron (por lo que se desprende
de las cartas de Pablo parecen ser tres veces: dos veces en Jerusalén y una en Antioquía
donde tuvieron una discusión).
De Pedro sabemos que
en algún momento se dirigió con su mujer a Roma. Quizás pasó antes por Corinto.
Allí es asesinado en tiempos de Nerón, en julio del año 64, según se desprende
de lo dicho por un historiador romano llamado Tácito, en su obra “Anales”.
Pablo, en cambio, más
de una vez quiso ir a Roma, pero le fue imposible. Parece que, en tiempos del
emperador Claudio quiso hacerlo, pero un decreto imperial, del que habla un
historiador llamado Suetonio en su “Vida de los Doce Césares”, impidió la
llegada de judíos a la ciudad. Parece que, en un momento, Pablo es liberado de
la cárcel en Éfeso y debe abandonar la ciudad. Sus compañeros se dirigen a Roma
donde él espera ir más tarde ya que antes debe solucionar unas cuestiones con
los corintios y llevar a Jerusalén el fruto de una colecta. No es muy evidente cómo
fue allí, pero lo cierto es que finalmente llega a la gran ciudad. Ir a la capital
del Imperio, para un misionero como él, era tener la posibilidad de dirigirse desde allí a
todas partes… Si “todos los caminos conducen a Roma”, obviamente, desde Roma se
puede llegar a todas las regiones. Pablo, expresamente, dice que pretende ir a Roma
para desde allí dirigirse a España. No sabemos más, pero no es improbable que lo
haya logrado. Por lo que sabemos por escritores del s. II, como Clemente, en su
carta a los Corintios, Pablo también es asesinado en Roma. Quizás en el mismo
período del final caótico del gobierno de Nerón (entre los años 64 y 67 en que, aparentemente, se suicida).
Es interesante que,
muertos ambos, las comunidades, a pesar de la persecución y el conflicto,
guardaron la memoria de cada uno, y todo indica que en las que afirman ser sus respectivas sepulturas están
realmente sus restos.
Cuando el
cristianismo dejó de ser perseguido, las comunidades quisieron celebrar a sus muchos
mártires, pero a Pedro y Pablo los conmemoraron aparte del resto y juntos; y
con clara intencionalidad lo hicieron el 29 de junio. Tal día era la fiesta de
la inauguración del templo de Quirino (en el actual Quirinal), así lo cuenta Ovidio
en su obra “Fastos”, él era el padre de los dioses y de la fundación de Roma (=
Romulo); es decir, el cristianismo empezó a decir que Roma fue, de hecho,
fundada con la sangre de Pedro y Pablo.
La antigua
iconografía, también, los mostraba juntos y a ambos “sosteniendo” la Iglesia.
Más tarde, con el paso de los siglos, se comenzó a destacar de cada uno algún
elemento propio y empezaron a “separarse” un poco (a Pedro lo presentaban con
llaves y a Pablo con una espada, aludiendo a su supuesto modo de martirio).
Incluso, en alguna época, como la de la Reforma, se los presentó en conflicto
(la Iglesia católica romana estaba presentada por Pedro, el Papa, mientras los
protestantes, lo eran por Pablo, que habían discutido).
Lo cierto es que
ambos constituyen pilares fundamentales en el surgimiento de la Iglesia
primitiva, que desde los orígenes los quiso presentar juntos, con lo propio
de cada uno. Desde los orígenes la Iglesia quiso respetar la diversidad y la
unidad en comunión; la uniformidad, puede parecer más “fácil”, pero no por eso
es lo mejor. Pedro y Pablo, Pablo y Pedro nos muestran algo que la Iglesia
haría siempre bien en no olvidar.
Icono tomado de https://juan50300.wordpress.com/icono-santos-pedro-y-pablo/
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