jueves, 29 de febrero de 2024

Salomón, el hijo de David

Salomón, el hijo de David

Eduardo de la Serna



El antiguo Israel, luego de lo que se presenta como la llegada a “la Tierra prometida” se fue dando diferentes modos de organización hasta que –pasado un tiempo- tuvo un rey. El modelo de rey, el rey ideal, para muchos fue David. Él fue el que trajo la paz, luego de mucho conflicto, fue el que expandió los territorios y empezó a organizar el “país”. Pero fue su hijo Salomón (Hch 7,44-47) el que a esa organización le dio forma, estructura y constituyó una corte, un templo y un palacio…

No nos interesa aquí hacer una historia de su reinado (tema complejo y debatido), pero sí mirar cómo ve la Biblia a este rey (ver 1 Reyes 3-11). Claro que la Biblia tiene diferentes libros que presentan diferentes miradas, algunas más favorables, otras más críticas. Veamos brevemente esto:

La organización de la Corte hizo que el nuevo Estado tuviera relaciones con los pueblos vecinos (1 Re 5,1-4). Esto abrió embajadas y buenas relaciones con ellos. Pero, a su vez, esto implicaba que los embajadores vinieran con sus dioses, y les dieran culto. Esto fue muy criticado ya que en “la Tierra prometida” no había cabida para la otros dioses ni para la idolatría. Esto se agravó cuando Salomón –que como tantos reyes antiguos- tenía un harem, sus mujeres también trajeron sus dioses (ver 1 Re 3,1; 11,1-13; Neh 13,28). Para varios libros de la Biblia, entonces, Salomón es visto como el precursor de la idolatría. Y es bueno recordar que en la Biblia no hay pecado más grave que este: se trata de atentar contra el primero y segundo mandamiento de la Ley de Dios (ver Ex 20,2-6; Dt 5,6-10).

Pero precisamente esta organización de la Corte, siguiendo probablemente el modelo egipcio, o dependiendo de él, hizo que fuera visto como un hombre sabio (1 Re 5,9-14). Seguramente muchos sabios de los pueblos vecinos participaron en la corte, y entonces Salomón fue presentado como el “padre de la Sabiduría” en Israel. Hay muchos libros sapienciales que remiten o incluso, metafóricamente, afirman haber sido escritos por él (Pr 1,1; Cantar 1,1; Sab 7,7-14; Sal 72 y 127). De él se reconoce que fue un juez sabio (de allí la frase “justicia salomónica”, habitualmente mal entendida; ver 1 Re 3,16-28) y –del mismo modo que a su padre David se le atribuyen cada vez más salmos- a Salomón se le atribuyen cada vez más proverbios.

La historia de Israel es compleja; con el tiempo los imperios vecinos (Asiria, Babilonia, Persia, Grecia) van tomando tierras, ciudades, deportando poblaciones enteras, y finalmente destruyen Jerusalén y su Templo, y la élite de la ciudad también es deportada.  Siendo que Salomón fue el responsable de la construcción del Templo –que la Biblia lo presenta como grandioso- los sectores sacerdotales de Israel lo reconocieron siempre en gran importancia. Cuando, con el paso del tiempo, esta élite ve la posibilidad de volver a la tierra desde su exilio (en una nueva llegada a “la Tierra prometida”) muchos empezaron a proponer seguir el modelo que Salomón había desplegado. Esto fue especialmente promovido por los sectores sacerdotales (que fueron muy importantes en la reconstrucción) y -por otro lado- sectores sapienciales que recordaban su sabiduría (ver 2 Mac 2,8-12); mientras tanto, otros sectores –más políticos y proféticos- miraban más bien el modelo de David, y la organización del “país”, enfrentando de raíz la idolatría a la que atribuían ser la causante de la crisis y el exilio. Eran diferentes propuestas, por cierto, una más política y otra más sacerdotal, una que añoraba un rey futuro, y otra que miraba al sumo Sacerdote.

Con el tiempo, la figura de Salomón se fue viendo con otros acentos. Por ejemplo, en tiempos de Jesús, se lo recordaba como un fenomenal exorcista. Pero eso escapa a nuestro tema. Lo cierto es que las dos veces que Jesús hace referencia a Salomón, parece hacerlo desde una perspectiva crítica, y destaca que él es “más sabio que Salomón” (Mt 12,42 / Lc 11,31) y que éste vivía con lujos y esplendor (Mt 6,29 / Lc 12,27) cosa que Jesús ciertamente no hace.

La sabiduría y el esplendor cortesano evidentemente resultan bastante atractivas, especialmente cuando se los mira desde fuera (como las luces de neón), pero la fidelidad a las cosas de Dios no viene dada por el culto ni el lujo, sino por no dejarse arrastrar por todo lo que nos separe de la fidelidad a su palabra. La idolatría, que no sólo se trata de adorar “dioses”, sino muchas veces de “endiosar” cosas (el dinero, el poder, por ejemplo) es la gran adversaria de Dios. Y no se trata –muchas veces- de hacerse imágenes o no, sino de reconocer en las hermanas y los hermanos que nos rodean, que ellos son “imagen y semejanza de Dios” (Gen 1,26.27; 9,6) y estamos invitados a reconocerlo en todo lo que hagamos o dejemos de hacer a sus “pequeños hermanos” (Mt 25,40.45).


Antigua imagen de Salomón tomada de https://es.dreamstime.com/mural-de-un-rey-salom%C3%B3n-del-antiguo-testamento-con-cetro-dorado-y-casco-malov-dinamarca-enero-image166131196

martes, 27 de febrero de 2024

Domingo 3º de cuaresma "B"

Jesús es el nuevo Templo. La comunidad también.

DOMINGO TERCERO DE CUARESMA - "B"

                                                                                                              Eduardo de la Serna


Lectura del libro del Éxodo     20, 1-17

Resumen: el conocido texto de los “Diez Mandamientos” aparece como síntesis del obrar que Dios espera de su pueblo como respuesta a su accionar liberador.


El texto litúrgico constituye una perícopa sumamente conocida y – lamentablemente – muchas veces muy mal conocida. Cada tema merecería un comentario detenido, pero sólo haremos una referencia genérica. La estructura podría ser variada: hay una primera serie de mandamientos referidos a Dios y luego un segundo grupo referidos al prójimo (hermano, judío). Hay una serie de mandatos “positivos” (harás esto…) y otros “negativos” (no harás…). Curiosamente, no se mencionan castigos o penas para los que violen los mandatos. En realidad, hemos de señalar que muchos de estos temas se encuentran en otras unidades legislativas de la Biblia, donde sí señalan el tipo de pena que se pretende para quien los trasgreda.

Es evidente que el texto tiene un paralelo en la historia deuteronomista (cf. Dt 5,6-21) y parece haber paralelos o referencias en otras partes, cf. Os 4,2). Es muy probable que remita a un catálogo muy antiguo, y hasta quizás fundacional (remitiendo a las tradiciones del norte). En este caso, el texto – al menos en su forma actual – pertenece a la tradición llamada “Sacerdotal”. La referencia a Egipto debe entenderse en este sentido. El “yo soy” de Yahvé tiene una doble dimensión, una auto-presentación de Dios por su accionar en la historia (= Egipto) y también una revelación del nombre (= yo soy). Sin embargo, es muy posible que ambas estén unidas: Dios es (y así se revela) el que está en medio de su pueblo en el devenir histórico, el que camina en medio de los suyos, el Dios liberador (“yo soy el que estoy”). Es precisamente por su presencia y obrar liberador que Yahvé puede exigir a Israel un obrar coherente (mandamientos).

Los primeros textos pretenden prohibir la idolatría: no tener otros dioses, no hacerse imágenes, no dar culto y quizás también no pronunciar en falso el nombre de Dios. La razón principal es que Dios se presenta como “celoso”. El amor esponsal de Dios y su novia, Israel, no debe ser “compartido” (como se ve, no implica necesariamente que los otros dioses “no existen” sino que no deben ser “amados”, lo que es un indicio de su antigüedad). El anuncio del castigo (en los hijos hasta la tercera y cuarta generación) es también indicio de su antigüedad: la retribución personal es algo más tardío en el ambiente bíblico. El contraste entre la respuesta al amor y a la iniquidad (cuarta generación para esta, y “mil generaciones” para aquella) destaca, sin embargo, que este Dios, aunque celoso, es “rico en amor y fidelidad”. La prohibición de imágenes es un tema importante en el ambiente bíblico, se trata de otro aspecto de la idolatría relacionado a la manipulación de la divinidad. “Este” (o “esto”) no es Dios, Dios es siempre más que todo ello. Manipular a Dios (aunque se trate del Dios bíblico) es un riesgo frecuente y es algo vedado por Dios que quiere ser “el que es / está”. Tomar en falso el nombre de Dios es “manipular” su nombre. 

El sábado (aquí, por ser relato “sacerdotal”, está relacionado a la creación) debe ser tenido por día santo. Es el día el que es santo, no el que lo respeta; es decir, no basta decir “yo lo respeto” pero hago trabajar a mis animales o mis esclavos. El sábado es “señal” de la alianza entre Yahvé y su pueblo (31,16). 

Los mandamientos que dicen relación a los demás se encuentran en otras partes, como se ha dicho, y las penas suelen ser graves:

  • Quien maldice o golpee a sus padres es condenado a muerte (Ex 21,15.17); se añade aquí un anuncio de larga vida a quien los “honre”;
  • Quién mate a otro debe ser a su vez matado (“ojo por ojo”, cf. Ex 21,12; Lev 24,17);
  • Quien adultere (se refiere a quien se acueste con la mujer que es “propiedad” de otro) también es penado con la muerte (Dt 22,23);
  • El “robo” parece referir aquí al secuestro, o la venta de personas como esclavos (Ex 21,16; Dt 24,7) y también la condena es la muerte;
  • Dar testimonio falso refiere a la condena injusta en un juicio a causa de un falso testigo (por lo cual son necesarios al menos dos testigos, Num 35,30; Dt 19,18), cf. Ex 23,1-2 y la pena es hacer lo mismo que pretendía con su acusación (Dt 19,19);
  • Finalmente la “codicia” de los bienes del hermano. No se refiere al simple deseo sino al deseo que conduce a apropiarse de lo que pertenece al otro, a su “casa” (sus “propiedades”: mujer, siervos, ganado, o “cualquier cosa”); el árbol del medio del jardín de Edén era "codiciable" (Gn 3,6).

Breves notas sobre el “Decálogo”. El texto es sobradamente conocido, pero en una lectura muy distorsionada: el acento en más de un caso está puesto en lo sexual, cosa ausente en el texto. Como es evidente, éste es preocupantemente machista. La mujer es una “propiedad” del varón, que no ha de ser “codiciada”, y el adulterio refiere precisamente a eso (el varón tiene derecho de buscar y tener otras mujeres siempre que no pertenezcan a alguien: solteras, viudas, divorciadas, prostitutas…); un varón es penado si anda con mujer propiedad “de otro”. En el esquema original el acento del decálogo – y ésta es la novedad y lo desafiante del texto – refiere al modo de relación con los demás como hermanos, lo cual resulta un contundente desafío, por su contraste, con el medio ambiente. La relación con los miembros del pueblo es una relación de fraternidad (todavía, como insinuamos, no se plantea la "sororidad"), y no de algunos que se presentan como superiores a otros. Sólo Dios, “el que es”, puede estar por encima…



Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     1, 22-25

Resumen: Pablo presenta un contraste de sabidurías. La humana, que busca auto-sustentarse, y la divina, que se manifiesta en la cruz.


El texto paulino es un fragmento – algo mutilado – de una unidad mucho mayor que se encuentra en los caps. 1-4 y está centrada en la “sabiduría cristiana”. Esta se presenta en contraste con “otra sabiduría”, “de los sabios” (1,19), “del mundo” (1,20.21), de “judíos” o de “griegos” (v.22), palabra con “prestigio” (2,1), “persuasiva” (2,4), “sabiduría de humanos” (2,5), de los “jefes de este mundo” (2,6), “humana” (2,13), “carnal” (3,2). Por el contrario, hay otra – que es la que Pablo ha predicado – que es “divina” (1,21), “demostración de espíritu y poder” (2,4), “entre perfectos” (2,6), “de Dios, en misterio, escondida” (2,7), “enseñada por el espíritu” (2,13) … en síntesis, “una sabiduría de la cruz” (1,17.23; 2,2.8). Este contraste de sabidurías se manifiesta – en la lectura de hoy – entre lo que un grupo pretende (judíos y griegos) y lo que pretende otro (formado también por judíos y griegos, pero que son “llamados”, 1,24). 

Es muy posible que el motivo de la incorporación de este tema en la carta se deba a que algún grupo – de los que se han conformado en la comunidad dividiéndola – se jacte de la calidad de la predicación de su “héroe” en contraste con otros (especialmente contra Pablo que – todo parece indicarlo, no era un buen predicador, cf. 2,3-4; 2 Cor 10,10). Lo que Pablo quiere resaltar es que poner el acento en la calidad de la predicación antes que en el contenido es absurdo. Y – más todavía – si el contenido es “la cruz” es razonable que la predicación, ¡y el predicador!, sea a su vez “crucificado”. 

Que los griegos son amantes de sabiduría es algo conocido, e incluso es posible que en ellos se jactaran. Que los judíos piden signos es algo conocido, por ejemplo, en los evangelios (con frecuencia le piden signos a Jesús, cf. Mc 8,11; Lc 11,29) que muestra todo lo contrario: “locura” y “escándalo”. Con la sabiduría aportada por la cruz, los que son llamados, los espirituales, saben reconocer allí “fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (v.24).

Este contraste infinito lo lleva a plantear la paradoja de la “locura” de Dios y la “necedad” de Dios en contraste con la búsqueda de “sabiduría” y “signos” de los “seres humanos”. El contraste entre Dios y los humanos es – evidentemente – lo que da sentido. Esta “debilidad” y “locura” de Dios es evidentemente más fuerte y sabia que lo humano. La cruz es la clave de interpretación del texto. La sabiduría de la cruz, algo ciertamente incomprensible para quien no pueda mirarla con los ojos de Dios guiado por el espíritu.

Una nota sobre la “confianza”. Confiar en la calidad de la predicación del héroe es errar el punto de miras, que ha de ser la cruz. Y confiar en ello se introduce imperceptiblemente en el terreno de la idolatría. Confiar en la “calidad” antes que en la “debilidad” es afirmarse en terreno resbaladizo. Es correr el riesgo de confiar antes en Pablo, Apolo, Cefas… que en la cruz, por más escandalosa o débil que esta sea. Allí empieza la idolatría.


Evangelio según san Juan     2, 13-25

Resumen: Jesús, que, en Juan, reemplaza las instituciones judías en la misma persona de Jesús, manifiesta que el Templo no tiene ya sentido porque es en Él mismo que la humanidad puede encontrarse con Dios.  R
elacionando a este con el templo que es reemplazado tanto por su cuerpo como por su comunidad. Al realizar el signo surge el debate donde Jesús manifiesta la decisión de reemplazar en sí mismo todas las instituciones “de los judíos”.

En Juan el verbo “se acercaba” (6,4; 7,2; 11,55) siempre refiere a una fiesta litúrgica, mencionada como “de los judíos”, se repite en 6,4 y 11,55 de la “Pascua” y en 7,2 de los “Tabernáculos” posiblemente para señalar una distancia con ellas ya que estas festividades están destinadas a ser reemplazadas por Jesús.

Es la primera de las tres pascuas que Juan menciona. ¿Se trata de un dato cronológico o es simbólico? Aunque sea una trasposición de un texto sinóptico puede reflejar la memoria de un viaje original. “Subió” es el verbo que se utiliza normalmente para indicar un viaje de peregrinación a Jerusalén (5,1; 7,10; 11,55; 12,20).

El Templo (hieros) alude al llamado atrio de los gentiles, al “área del templo”; el templo propiamente dicho, el edificio (naos) es mencionado en vv.19-21. Los animales se venden para ser sacrificados; pero ya no serán necesarios. Se destaca especialmente el trato a los vendedores de palomas, la ofrenda del pobre (Lev 5,7). La insistencia en la descripción de los animales y los cambistas, mencionados dos veces, parece resaltar el gesto de Jesús, que implica la abolición de todo el sistema sacrificial del Antiguo Testamento. Lo que se encuentra es ganado y ovejas (o cabras) y cambistas (el término kermatistês no vuelve a encontrarse en toda la Biblia).

Puesto que no se puede entrar en el Templo llevando armas o palos es probable que Jesús hiciera el azote con las sogas que se usaban para atar a los animales.

La casa no es “de Dios” (AT, cf. Mc 2,26), sino “de mi Padre” (como en Lc 2,49; primera vez que usa “mi Padre” en Jn) y aquí está en juego de palabras con “casa de mercado”. Jesús se presenta como “el Hijo”, como quien tiene autoridad sobre el templo; el que inicia el “verdadero culto” (4,21).

Tres veces repite Juan “recordaron” (siempre en aoristo: 2,17.22; 12,16) y siempre los discípulos son el sujeto. La referencia al celo puede anticipar el celo por la casa de Dios que le cuesta la vida; siendo que el Salmo es citado en Hch 1,20; Rom 11,9-10; 15,3 y quizá en Jn 15,25; 19,28 el contexto del sufrimiento de Jesús es posible. 

Fiel a su estilo, allí donde los sinópticos hablaban de sumos sacerdotes, escribas y ancianos, Jn prefiere decir “los judíos”.

El imperativo “destruyan” puede ser un condicional (“si destruyen”; “supongan que ustedes destruyen”) o un imperativo irónico, como el de los profetas (Am 4,4; Is 8,9) (“sigan así y ya verán...”).

La frase “este santuario”, ¿refiere aquí al cuerpo de Jesús o al Templo judío? Mt y Mc destacan que Jesús lo edificará, Jn que lo levantará. Pero ¿es posible leerlo en este sentido? “Tres días” quizás deba entenderse como “en un breve lapso de tiempo”, no en 72 horas (cf. Os 6,2; Lc 13,32).

“Levantar” es despertar (Mt 8,25; Hch 12,7) y de aquí “despertar del sueño de la muerte” (12,1.9.17); es frecuentemente usado para referir a la resurrección de Jesús. Pero también se puede usar de “levantar un edificio” (1 Esd 5,43; Sir 49,13; y sobre el Templo [naos] Josefo, AJ XV 391; XX 228).

La referencia a los 46 años: Josefo señala que el templo se inició el año 18 de Herodes (Ant XV,380), así llegamos a la Pascua del 28. Y concluyó bajo Albino en el 63 d.C. (Ant XX,219). El aoristo no indica necesariamente que el templo estuviera concluido (cf. Esd 5,16). 

“Resucitó” puede ser pasivo o intransitivo. En los textos más antiguos, - leídos en pasivo - se dice (19x) que Dios resucitó a Jesús (Rom 4,25; 6,4.9; 1 Cor 15); pero Jn destaca que el poder del Padre es también el de Jesús (10,17-18; cf. 2,17).

Creyeron en la escritura ¿se refiere a un pasaje concreto (¿Sal 16,10; 69,9?) o a toda la escritura en general (= en la verdad de la escritura)? (cf. 2,22; 7,38.42; 10,35; 35,18; 17,12; 19,24.28.36.37; 20,9) pero siempre, salvo aquí, y en 17,12 y 20,9 se refiere a un texto citado (aunque en 17,12 cf. 13,18 y 20,9 cf. Hch 2,27; 13,35 [Sal 16,10]; con lo que sólo 2,22 sería referencia a todo el AT). La “palabra” se refiere a la revelación que Jesús trae sobre Dios.

¿Por qué la ubica aquí Jn y no al final del ministerio, como los Sinópticos? Si tenemos en cuenta la probabilidad de una segunda redacción del Evangelio, y la inserción tardía del relato de Lázaro, es probable que ésta causara el desplazamiento del relato del templo. Por otro lado, si Jn divide en tres pascuas el ministerio de Jesús, es interesante notar, como dijimos, que ubica en cada una de ellas diferentes escenas que en los sinópticos se encuentran en la única pascua: en la primera, la escena del templo, en la segunda la escena eucarística y en la tercera, la pasión. Probablemente Jn tuvo que recurrir a los pocos datos con que contaba y dividirlos en tres, a partir del momento en que estructuró el ministerio en tres pascuas (sea o no esto más verosímil históricamente).

Hay rasgos que son propios de Jn como la presencia de bueyes y ovejas, el látigo, o las palabras de Jesús.

La cita del Sal 69,9 en v.17: es importante tener en cuenta que es uno de los Salmos más usados en favor de Jesús, y Jn pudo aducir esta referencia para interpretar la escena. La sentencia de v.16 es una alusión implícita a Zac 14,21, como la de los sinópticos alude a Isaías y a Jeremías. Por otra parte, hay muchos elementos comunes: localización en el templo, los vendedores de palomas, las mesas de los cambistas, el templo visto como “casa”. Hay muchos términos griegos idénticos como para suponer una semejanza accidental. En ese caso, sería razonable pensar en una fuente común a ambas tradiciones, que luego fueron ampliadas y adaptadas.

La actitud de “los judíos” contrasta claramente con la de “la madre” de Jesús de la unidad anterior que así se encuentran en un cierto paralelismo antitético. Ambos episodios anticipan “la hora” (2,4.21):

En Caná de Galilea
En Jerusalén
Intercambio verbal (incomprensión confiada)
Intercambio verbal (incomprensión escéptica)
los discípulos y la madre  
los “judíos”
reemplazo de las tinajas de piedra
reemplazo del Templo
Jesús hace un signo y creyeron
¿qué signo haces para que creamos?
La madre y discípulos creen en la palabra
¿tú [acentuado] en tres días lo levantarás?
interpretación del redactor. Transición.
interpretación del redactor.
Transición.

Obviamente, Jn elige “levantaré” (y no edificar, como los sinópticos) por su intencionalidad teológica. El imperativo que usa: “destruyan” carga la responsabilidad en las autoridades judías (¿es ironía de Juan que sabe que el templo ya fue destruido cuando se compone el Evangelio?). 

Juan lo reinterpreta para que se entienda a la luz de la muerte y resurrección de Jesús. Pero mientras Mc parece aludir a dos templos diferentes (hecho / no hecho por manos), en Juan se alude al mismo templo (= Jesús).

Como en 2,11, el narrador se retira de la escena para ofrecer la interpretación de los hechos. El evangelista deja claro (v.22 y quizá también v.17) que su interpretación de la escena va más allá de lo que entendieron los testigos; el texto representa un gesto programático para Jn; más que una “purificación” (¿Sinópticos?), se trata de una “sustitución”. Los “discípulos no se comprometen con la principal reivindicación de Jesús, a saber, que el hieron (Templo) de ‘los judíos’ es, de hecho, el oikos (casa) del Padre de Jesús”.

Ya en Caná había comenzado a presentarse la sustitución de las instituciones judías y la abundancia de vino que anuncia los tiempos mesiánicos. El rechazo de Israel viene anunciado; ahora, ¿cómo interpretaron el hecho los asistentes? Si se trata de una “purificación” es fácil ubicarlo en el contexto profético. Los animales fueron introducidos por Caifás, los cambistas no son extraños ya que no consta que cobraran tasas usurarias o sobornaran a los sacerdotes. Los textos dan a entender que hubo razones para este obrar, pero estas no son explicitadas.

La tradición sinóptica parece ubicarlo en el marco de Jeremías (cf. Mt 16,14). 
  • En Jn, al Dt-Zac (14,21) “ningún mercader se verá en el templo santo” (a este texto parece aludir 2,16). 
  • Mal 3,1 (que también pudo tenerse en cuenta) menciona la intervención de Dios sigue a un cuestionamiento al sacerdocio levítico. 
  • Is 56,7 proclama el ideal profético del templo purificado. 
Siendo Jesús un profeta, era absolutamente comprensible entenderlo en ese sentido. Cf también Ag 2,7-9; Mi 3,12; Sir 36,13-14. Según el Talmud (Gitt 56ª; Midr Rabba sobre Lam 1,5,31) Rabí Sadok empezó a ayunar en el año 30 para prevenir la destrucción de Jerusalén, lo que indica que ya era algo previsible:

R. Sadok observó los ayunos durante cuarenta años para que Jerusalén no pudiera ser destruida, [y él se volvió tan delgado que] cuando comió algo la comida podría verse [como atravesaba su garganta.] Cuando quiso restaurarse, ellos le traían un higo, y él chupaba el jugo y tiraba el resto”.

Otro Jesús lo advertiría:

“...Un cierto Jesús hijo de Anán, hombre plebeyo y rústico, cuatro años antes de la guerra, estando la ciudad en paz y con gran abundancia de todo, fue a la fiesta de los Tabernáculos, en la cual es costumbre levantar tiendas en honor de Dios, y súbitamente se puso a gritar dentro del Templo: "¡Voz del oriente, voz del occidente, voz de los cuatro vientos, voz contra Jerusalén y el Templo, voz contra los recién casados y las recién casadas, voz contra todo el pueblo!" (...) Desollado hasta los huesos a latigazos, no rogó ni derramó una lágrima; a cada golpe respondía, con la voz más lastimera que podía: - ¡Ay, ay de Jerusalén! (...) Pero diariamente, como si repitiera una oración aprendida, decía - ¡Ay, ay de Jerusalén!
(...) Su clamor era mayor durante las festividades. Así continuó, con su frase, durante siete años y cinco meses, sin enronquecer ni cansarse, hasta que en la época del asedio, al confirmarse sus augurios, calló. Pues mientras recorría las murallas, gritaba con voz aguda: - ¡Ay, ay otra vez de la ciudad, ay del pueblo, ay del Templo! (...) (Josefo, Guerra VI,300)

La pregunta es si Jesús pretende purificarlo o suprimirlo. La expulsión de los animales parece sugerir esta última posibilidad (particularmente en el relato joánico, como se ha dicho). Mt 9,13; 12,17 parece reflejar una actitud cristiana posterior, ya que los cristianos primitivos participaban del templo. Es perfectamente posible que Jn – que muestra una profunda distancia del templo – haya ahondado la oposición.

La segunda parte (vv.18-22) sobre la destrucción y reedificación es posible que se haya entendido como la reedificación mesiánica del templo. Hemos visto que podían haber estado separadas por lo que “purificación” y “reconstrucción” pueden ser simplemente yuxtapuestos aquí. Ellos están destruyendo el templo (recordar la posible lectura irónica: “sigan así...”), Jesús afirma que reconstruirá el templo mesiánico. Si hay trasfondo en el AT para la purificación, también lo hay para la reedificación: Ez 40-46 lo describe detalladamente. Tob 13,10; 14,5 habla de la reconstrucción. Lo mismo en Qumrán: 5Q15 (“la nueva Jerusalén”) describe el templo ideal. El templo herodiano fue destruido, pero la esperanza en su reconstrucción perduró, como se ve en la 14ª de las 18 Bendiciones:

Apiádate, Yahvé, nuestro Dios, (en tu grande, grande compasión de Israel, tu pueblo y...) de Jerusalén, tu ciudad, y de Sión, la morada de tu gloria, (y de tu templo y tu morada) [y del reino de la casa de David, el Mesías de tu justicia]. Bendito seas, Yahvé, Dios de David, que edificas Jerusalén

Probablemente, v.19 haya sido originalmente una proclamación mesiánica referida al templo, y comprensible para quienes conocen el AT. Luego de la resurrección se interpretó en clave “cuerpo de Jesús”.

Los “tres días” son ciertamente añadidos por el evangelista para facilitar la interpretación post-pascual. Pero las otras referencias a los “tres días”, sin intención pascual parecen preferir – como hemos señalado – una interpretación de los “tres días” como en “un breve tiempo” (así Ex 19,11; Os 6,2; Lc 13,32) insinuando un carácter milagroso. La respuesta de los judíos deja entender claramente que lo entendieron como referido al templo de Jerusalén. Los sinópticos parecen entenderlo como referido a la reedificación mesiánica: a continuación de esta referencia viene la pregunta: “¿eres el mesías?” (Mc 14,61). Con esto podemos suponer que a nivel histórico el tema es comprensible a la luz de las ideas que prevalecían en el tiempo.

Pero se debe tener en cuenta la referencia a los signos:

El término hebreo signo (’ot) lo encontramos 79 veces en el AT de las que 75 veces LXX lo traduce por sêmeion (el término usado por Juan). Las veces que lo encontramos en la Tora (39x) y los profetas “mayores” (19x) en todos los casos alude a algo visible por todos que – en todos los casos – alude a una verdad sobre Dios.  Hay un mensaje para quienes ven el signo, una ‘palabra de Dios’. Del mismo modo, en Jn alude a algo que tiene que ver con la naturaleza o el status de Jesús. El hecho puede ser visto por miles de personas, pero no todos perciben el signo que encierra (6,26.30.36; 9,16; 11,47; 12,37), por eso provoca reacciones de conflicto (7,40-44; 9,16; 10,19-21; 11,45-46). Es el punto de partida de la aceptación, del reconocimiento de que algo no observable “naturalmente” está ocurriendo.

¿En qué medida es un signo el cuerpo de Jesús como Templo?

Se debe recordar que en la tradición paulina la comunidad cristiana es vista como Templo del Espíritu Santo (Rom 12,4-5; 1 Cor 12,12-30; Ef 1,23, cf. 4,12-13.15-16; 5,23; Col 1,18.24) por lo que no debe sorprender que pudiera comprenderse que levantar en tres días su cuerpo se entendiera como levantar su Iglesia (así Bernabé, Ireneo, Clemente de Alejandría, Orígenes, Agustín). El evangelista le da a Jesús la ocasión de dar un signo. Si, como consecuencia de sus acciones, el templo es destruido, un nuevo templo se levantará rápidamente, lo que es evidencia de su poder. La Iglesia es un signo para los judíos; el evangelista los invita a leer la historia: la misma construcción del templo no fue universalmente aceptada (2 Sam 7,5-7; 1 Re 8,27), y eso no cesó (Jer 35,1-11; Is 66,1). Lo mismo ocurrió en las comunidades cristianas como es el caso de Esteban (Hch 7,48-49), o el caso de la comunidad de Qumrán (1QM 2,1-6) aunque estos eran una minoría; para la mayoría de los judíos el culto del templo era central para su fe. Después de la destrucción de Jerusalén y el Templo, los judíos (2 Bar 31,4-5; 32,2-4 y 4 Esd 10,21-23.44-59) esperaban una pronta reconstrucción. El Templo es el espacio entre el cielo y la tierra.

El Evangelio de Juan es compuesto cuando la ciudad y el templo están en ruinas. Como judío, se pregunta por el plan de Dios, como seguidor de Jesús, ejemplo de judío (3,2), lleno de “gracia y verdad” (1,14.18) ve la Iglesia cristiana como la que lleva la fe de Abraham a un nuevo mundo; ¿esto no es un signo (cf. Is 45)?, ¿un dato de la historia para interpretar?, ¿un acontecimiento a la vista de todos, pero no naturalmente observable, como punto de partida para la reflexión creyente?

Las palabras de la Escritura (v.17) explican la purificación del templo; probablemente dando a entender que fue comprendido a la luz del Sal 69,9. Es probable que Jesús mismo interpretara acciones suyas como “cumplimiento”, pero Jn insiste que recién fue comprendido después de la resurrección. El AT da la clave de interpretación.

Veamos los dos vv. del Sal (LXX):

Me he convertido en extraño para mis hermanos, y en extranjero para los hijos de mi madre. Porque el celo por tu casa me ha consumido, y las afrentas de los que te afrentan han caído sobre mí.”

Lo habitual es que los lectores entiendan todo el contexto del Salmo; el alejamiento con respecto a los hermanos puede ser significativo en relación a Jn 2,12: se irán distanciando cada vez más a causa de su incredulidad.

Al pasar a futuro el v.9 Jn lo transforma en profecía; “consumir” - especialmente en el contexto muerte-resurrección - interpreta la acción como aquella que conducirá a Jesús a la muerte, con lo que, aunque el desplazamiento lo presente al comienzo del ministerio, la alusión a que este acontecimiento tiene que ver con la muerte de Jesús prepara la sentencia de la resurrección.

La lectura es diferente de la de Mc: “no hecho por manos” ciertamente lo ubica (cf. Heb 9,11) en un marco espiritual (e idolátrico). En el cristianismo primitivo tenemos tres referencias al templo espiritual:

a. la Iglesia: cf. Ef 2,19-21; 1 Pe 2,5; 4,17 (cf. 1QS 5,5-6: 8,7-10; 1QH 6,25-28);

b. cada cristiano: cf. 1 Cor 3,16; 6,19; IgnFilad 7,2; 2 Clem 9,3 (2 Cor 6,16 enlaza ambas ideas)

Pero el Espíritu me hizo un anuncio, diciendo lo que sigue: no hagan nada sin el obispo; guarden sus cuerpos como los templos de Dios; la unidad de amor; eviten las divisiones; sean seguidores de Pablo, y así como del resto de los apóstoles, que ellos lo eran también de Cristo. (IgnFilad 7,2);

c. está en los cielos: tradición apocalíptica: 2 Bar 4,5; cf. Ap 9,19; Heb 9,11-12.

El texto de Heb es importante para entender a Mc:

Heb 9:11-12: “Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna.

Pero el tabernáculo no es en este caso la humanidad de Cristo (Agustín, Calvino) ya que está en el cielo.

En Jn es clara la insistencia en Jesús resucitado como templo (cf. Ap 21,22; Jn 1,14). La interpretación de Jesús como templo no parece extraña (cf. Mt 12,6: “Pues les digo que algo mayor que el templo está aquí”); Jesús es la realidad profunda de todos los importantes signos religiosos de Israel. Es la adoración nueva y distinta; una señal que apela al futuro, la comunidad escatológica, una “casa de oración”.

Finalmente, es interesante el paralelo con Mt 12,38-40: en ambos casos las autoridades piden un signo; en Mt la referencia es a Jonás, en Jn a la destrucción-reedificación del templo, pero en cada caso se alude a la resurrección al tercer día (Mt 12,40 [con 16,4] y Lc 11,29-30).

Los vv.23-25 pertenecen a una suerte de conclusión. En ella se retoma el lugar y tiempo (Jerusalén, Pascua) para sintetizar aludiendo a los “signos” que Jesús realizaba. El contexto es diametralmente opuesto al tema de los signos al que hace referencia Pablo en la segunda lectura. Aquí se trata de los “signos” que Jesús elige dar para auto-manifestarse a los suyos. Son signos de revelación, sean estos “milagrosos” o no. Por el contexto, pareciera que aquí se refiere a la expulsión de los vendedores y el consiguiente discurso de Jesús entendido como “signo”. Los signos son como semillas de revelación que “esconden” algo que debe entenderse en el mismo sentido de lo manifestado (el pan es alimento, el agua sacia, la luz ilumina…). En este sentido, los signos conducen a la fe, llevan a los testigos a creer (en la medida en que vean esto como “signos” y no como simples “hechos benéficos”) y aquí acota: “en el nombre”. Por eso el redactor señala que “creyeron” (pisteuô) al ver los “signos”. Pero – y continua acotando – Jesús no “confiaba” (pisteuô) porque los “conocía” (ginôskô), sabía (ginôskô) – como Dios sabe – lo que hay “en el ser humano” (ver 16,30). Esta fe es – por ahora – relativa.


Foto tomada de gracethrufaith.com

lunes, 26 de febrero de 2024

sábado, 24 de febrero de 2024

Una breve nota sobre la verdad

Una breve nota sobre la verdad

Eduardo de la Serna



Pocos temas más debatidos en ambientes intelectuales como tratar de entender (y acordar) qué es “la verdad”.

Sin duda, nos referimos a algo que está “fuera” de nosotros, y que al “decirlo”, muchos / algunos / todos reconocemos como “verdadero”. Pero ya empezamos con un problema cuando en el lenguaje popular se escucha decir “tu verdad”, “mi verdad”. Y entonces, podemos enfrentarnos con verdades contrapuestas ya que algo que es verdad para uno, puede no serlo para otro. En realidad, la referencia no es exactamente a “la verdad” sino a una “opinión” (mi opinión, tu opinión), lo cual es distinto; debemos respetar las opiniones ajenas, lo cual no quiere decir “acordar con ellas”. Y, en ocasiones (tal el rol, por ejemplo, de la docencia) ayudar a adecuar las opiniones diversas con algo que podemos calificar de “verdad”. Si cada quien tuviera “su verdad” no sería necesaria ni la docencia, ni la filosofía, ni el diálogo; lo cual no quita, insisto, que se deba partir y respetar las opiniones ajenas para ir “descubriendo” la verdad (la verdad estaría, así, cubierta y se debería ir develando). Más complejo aún es la actitud de creer como “verdadero” aquello que coincide con lo que pienso, más allá de cualquier otro tema, a eso se lo ha llamado "pos-verdad”, está más allá de la verdad… está en uno mismo.

Con las diferencias de las escuelas, el mundo griego entiende que “la verdad” está en “la cosa” y, por lo tanto, se debe ir adaptando la opinión a lo que ella “es” (se debe ir sacando el velo, por eso la partícula privativa “a”, de aletheia); la frase que “la única verdad es la realidad” es coherente con esta imagen.

En el mundo bíblico, en cambio, la verdad es la fidelidad de lo dicho con el objeto, de allí la semejanza con el término “creer” (emet – amen), ambas remitiendo a lo que es firme. Por eso, por ejemplo, la frase “la verdad nos hará libres” quiere señalar que la fidelidad al proyecto de Dios nos hace hijos (lo contrario de esclavos). Poner la confianza en algo que no es firme, obviamente es una insensatez.

Pero el significado de la verdad ha seguido variando con el tiempo y los pensadores. Sería importantísimo, pero nos excede, analizarlo en detalle. Lo cierto es que al decir verdad hay elementos coincidentes: se trata de una “cosa” (un hecho, una palabra, algo) que “se dice” y a lo cual los destinatarios le dan su asentimiento (“es”); es decir, se acepta como “verdadero”.

Un elemento importante antes de dar un paso más… Que yo crea que algo es verdadero, y me afirme en ello, no necesariamente significa que lo es, y – para verlo claramente – pensemos en un billete falso (una falsificación muy bien hecha). Sólo alguien capacitado, por ejemplo, puede reconocer la falsificación o autenticidad (lo mismo vale, por ejemplo, para un cuadro muy bien falsificado) … Yo creo firmemente que ese billete es auténtico, pero no lo es, y en algún momento eso se detectará y quedará en evidencia que “no es verdadero” [en el griego, especialmente en Pablo, existe un término, dókimos, que hace referencia a esa persona, o circunstancia “probada”, que pasó el test de autenticidad, por ejemplo de una moneda]. Que yo crea firmemente que un billete es verdadero, evidentemente, no lo transforma en tal.

Ahora bien, la aceptación o no de la verdad supone un emisor: yo afirmo que este cuadro es auténtico, el profeta X afirma que Dios dice Tal cosa, etc. De allí la importancia de su “veracidad”. Tal o cual emisor o emisora es creíble, es veraz, por lo cual yo creo que lo que transmite también lo es. Y, dejando de lado la posibilidad de mala intención, puede también haber error en quien transmite un dato, por lo que otros afirmarán que tal cosa “es” lo que en realidad “no es”, apoyados en un error del transmisor. Y esto, por supuesto, se agrava en el caso de la mentira. Un testigo falso puede lograr que se condene un inocente o libere un culpable (por eso es un mandamiento en la lista de los Diez: “no prestar falso testimonio”). Y, en ese caso, ¿qué ocurre cuando, en la práctica, solo hay un emisor? Todas las voces dicen que algo “es”, y, entonces, aunque “no lo sea”, los receptores creerán que esa tal cosa es verdadera. Lo cual lleva a todo un grupo a “creer” erróneamente.

En la Biblia es el caso, muy interesante, de lo que llaman, los falsos profetas (el término es griego, la Biblia hebrea solo los llama “profetas”, nebî’îm); ¿cómo reconocerlos? En concreto, no hay modo de hacerlo. Se da el caso interesante del rey de Israel que antes de atacar a los arameos consulta a los profetas para saber si tal es o no verdaderamente la voluntad de Dios; 400 profetas le dicen que lo haga, que cuenta con la bendición de Dios, pero solo uno, Miqueas, le dice que no lo haga. Convencido por la evidente mayoría, ataca y es derrotado y muerto (1 Reyes 22). Saber cuál es o no “verdadero” profeta es algo que puede saberse cuando ya es tarde.

Que cientos de voces (que muchas veces son la misma en su origen) dicen que algo “es” no significa necesariamente que lo sea. De allí la responsabilidad, al “creer”, de analizar muy seriamente (discernir, que en griego tiene la raíz “juzgar”) los elementos, los testimonios, los pros y contras, las variables, antes de dar el asentimiento de la inteligencia y la dirección de la voluntad. Cuando los Medios de Comunicación tienen una firme intencionalidad (y más cuando la “verdad” se compra y vende como cualquier mercadería, y, peor aún, cuando esa tal mercadería somos nosotros) es muy sensato dudar persistentemente antes de creer. Porque al creer, por ejemplo, nos conducen a aceptar algo (por ejemplo, a aceptar el candidato que nos han “vendido”) y seguir viendo lo que quieren que veamos, que no veamos lo que no quieren que veamos, y, así, nunca saber “verdaderamente” dónde está la “verdad”. Dar por “veraces” a transmisores intencionales suele ser insensato, y, a veces, hasta suicida. Se trata de la verdad verdadera, no del show televisivo o del stand-up presidencial. 

jueves, 22 de febrero de 2024

Una enseñanza de los primeros cristianos

Una enseñanza de los primeros cristianos

Eduardo de la Serna



A fines del siglo I, en Roma, ante la pobreza preocupante de muchos cristianos, fue común que (“numerosos”) cristianos se vendieran a sí mismos como esclavos, para – con ese dinero – ayudar a los más pobres como lo manifiesta la llamada “carta de Clemente”. Ahora bien, es, además, evidente que quienes se autoesclavizaban no eran socialmente de la elite (un ciudadano romano no podía ser esclavo). Es cierto que esto también ocurría entre no cristianos, y los motivos eran variados (buscando un beneficio personal futuro, como la ciudadanía romana), pero nos interesa en este caso, la solidaridad (las razones), quizás “encarnando” aquello de Pablo, “considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo” (Fil 2:3); no se buscaba el propio bienestar sino el de los pobres.

En los primeros años del siglo II, Ignacio de Antioquía escribe a los romanos sobre su inminente martirio, y les pide a los cristianos que no “influyan” para impedirlo. Esto indica que él sabe que ya había, en Roma, algunos cristianos con capacidad de influir ante las autoridades, aunque no sepamos más que esto (incluso podría ser un esclavo de la “casa del César”, por lo que no es sensato sacar más consecuencias).

Ahora bien, un poco más avanzada la primera mitad del siglo II empieza a haber personas adineradas en la comunidad romana. En la obra conocida como “El Pastor”, de Hermas se describe la situación de los pobres, la debilidad de los ancianos y, por contraste, la actitud de muchos ricos de la comunidad (por ejemplo – y es bueno notar el contraste – que no compran a los cristianos esclavos para liberarlos), por el contrario aumentan sus propiedades y lujos (y menciona las trampas y la codicia como motivación) lo que los lleva a un cristianismo superficial; se enferman por comer demasiado, se debilitan los lazos en la comunidad cristiana (no participan de las reuniones para que los pobres no les pidan limosnas; aunque – para Hermas - la urgencia de sostener la vida de los pobres no debe limitarse a los pobres cristianos solamente) y muy frecuentemente abandonan la fe para poder seguir sosteniendo su modo de vida de lujo y placer. No es infrecuente que los pudientes se excusaban de no sostener a los pobres argumentando que fingían sus necesidades. Siguiendo una teología propia de la época, Hermas sabe que muchos sostienen que tales pecados son imperdonables ya que, después del bautismo, no puede haber – se decía – un nuevo arrepentimiento; Hermas dirá que ese arrepentimiento es posible, pero solamente una vez en la vida, algo que los ricos deben tener muy claro en su relación con los pobres.

Me limito a este breve período (fines del siglo I y comienzos del siglo II) y a solo una comunidad (ciertamente importante), Roma. El período y la localidad escogidos no son azarosos… la vida y ministerio de los grandes apóstoles Pedro y Pablo todavía estaba vigente en la ciudad (como expresamente lo señala Clemente), pero la realidad, el medio ambiente, el crecimiento y las crisis en la comunidad invita a pensar siempre y creativamente situaciones nuevas, pero con elementos estables y firmes e inamovibles. La vida de los pobres es expresión casi sacramental de la fidelidad o no al proyecto de Jesús que estamos invitados a vivir. La vida (o la muerte) de los pobres, ayer y hoy, es manifestación evidente de nuestra lealtad, o no, al Evangelio a los pobres, la Iglesia de los pobres, del Reino que es, o no, buena noticia real y concreta, veraz y patente en la vida, o no, de los pobres.

 

Imagen tomada de https://www.museivaticani.va/content/museivaticani/en/collezioni/musei/museo-pio-cristiano/sarcofagi-_a-fregio-continuo/fronte-di-sarcofago-con-scene-bibliche.html

María Magdalena (otra vez)

María Magdalena (otra vez)

Eduardo de la Serna

 


Sobre María Magdalena hemos escrito recién, pero puesto que el Papa Francisco ha decidido que sea celebrada litúrgicamente “como el resto de los apóstoles” (el 22 de julio), retomamos su nombre y a lo allí dicho añadimos algunas cosas centrada en su apostolado

Una mujer fascinante que nos presentan los Evangelios, aunque con frecuencia fuera mal interpretada, es María Magdalena. Hay dos interpretaciones que - como señalamos - no tienen asidero en los textos bíblicos y, sin embargo, son recurrentes: que María fue prostituta y también que fue novia-pareja de Jesús. En ninguna parte de la Biblia hay ningún indicio de la supuesta prostitución de María: se han mezclado en su persona diversas mujeres de la Biblia y una pecadora anónima (Lc 7,36-50) “quedó pegada” a María. Lo mismo ocurrió con la imagen de María como pareja de Jesús. Algunos escritos muy tardíos la propusieron como modelo para contrarrestar la figura de Pedro, especialmente para resaltar la “sabiduría” (mujer, sofía) en una persona. Pero ¿qué nos dice la Biblia de María, de Magdala?

Es muy llamativo que salvando un texto de Lucas (8,1-3), María se encuentre siempre en el contexto de la Pasión – muerte – sepultura y resurrección de Jesús. Y es también llamativo que, salvo en la escena de la cruz en el Evangelio de Juan (19,25), María siempre sea mencionada en primer lugar, lo que es indicio de su importancia. También es cierto que el machismo creciente hizo que una mujer tan importante fuera desapareciendo en algunos relatos; por ejemplo, Lucas no la menciona en las apariciones del Resucitado en Lc 24, aunque sí recibe, con otras mujeres, la aparición angélica que les afirma la resurrección, (24,5.10) y que ellas anuncian a los varones, que no les creen.

Era común que las mujeres frecuentaran las tumbas de sus seres queridos sepultados para lamentarse en los primeros momentos de su desaparición física. En este contexto, ser testigas de una aparición de Jesús sin duda las impulsa al anuncio a los compañeros. Se transforman – todas ellas – en mensajeras. Y, sin duda, María de Magdala fue la principal entre ellas. Es razonable pensar que no les creyeran en un primer momento (Lc 24,11) pero es llamativo que en una época en la cual las mujeres no podían ser tenidas como testigas ante la sociedad hayan sido ellas las primeras en ver a Jesús.

Pero también es muy importante que en una época en la que las mujeres no podían ser discípulas, de ellas se afirme claramente que lo son: dos verbos fundamentales del discipulado: “servir” y “seguir” se dicen de estas mujeres de las que María es la primera (Mc 15,40).

Lo que se afirma, además, es que de ella Jesús “expulsó siete demonios” (Lc 8,2) lo que es indicio de que estaba muy enferma y, seguramente, esto motivó - a consecuencia de eso - que María dejara todo para seguir a Jesús en su viaje a Jerusalén y a su pasión.

Pero un elemento fundamental, que luego fue destacado en algunas tradiciones y recientemente resaltado por el Papa Francisco, es el “envío” (Mc 16,7 / Mt 28,7 / Jn 20,17) de María a “anunciar” (Lc 24,9) a los discípulos que Jesús no está en la tumba, que se hará presente a los suyos. Este “envío” (el verbo griego es “apostellô) ha permitido llamarla “apóstola de los apóstoles”. Si en el ministerio de Jesús, es frecuente encontrar a tres varones junto a él: Pedro, Santiago y Juan es interesante que en los evangelios se mencione a varias mujeres, pero se llame por su nombre a tres; quizás para señalar que en el momento culminante de la cruz, no estaban aquellos discípulos pero sí estaban ellas. Y que, así como de ese grupo de varones, siempre se menciona en primer lugar a Pedro, con todo lo que su nombre significa en las comunidades... del mismo modo entre ellas se menciona a María Magdalena, siempre en primer lugar.

Es cierto que con el paso del tiempo, avanzando el patriarcalismo, se disimula el papel central de María y se refuerza el de Pedro, como ya se ve en Lucas donde el primer beneficiario de apariciones de Jesús es Simón (24,34) desapareciendo las mujeres, lo cual hizo también que en otros textos críticos, aunque más tardíos (del siglo II y III) pusieran a María por encima de Pedro y hasta la presentaran como compañera de Jesús.

Pero lo cierto es que María es presentada como modelo de discípula capaz de “seguir” a Jesús y “servirlo”, de estar cerca de la cruz, cuando todos lo han abandonado, de llorarlo en la tumba y ser luego, testiga del resucitado, ser capaz de anunciar la vida nueva del Señor aunque no sea creída y valorada. Hoy la Iglesia la celebra entre los Apóstoles, ¡más vale tarde que nunca!

 

 Imagen de María Magdalena anunciando a los apóstoles tomada del libro Que sabemos de María Magdalena, de Carmen Bernabé.