María Magdalena (otra vez)
Eduardo de la Serna
Sobre María Magdalena hemos escrito recién, pero puesto que el Papa Francisco ha decidido que sea celebrada
litúrgicamente “como el resto de los apóstoles” (el 22 de julio), retomamos su nombre y a lo allí dicho añadimos algunas cosas centrada en su apostolado
Una mujer fascinante que nos presentan los Evangelios,
aunque con frecuencia fuera mal interpretada, es María Magdalena. Hay dos
interpretaciones que - como señalamos - no tienen asidero en los textos bíblicos y, sin embargo,
son recurrentes: que María fue prostituta y también que fue novia-pareja de
Jesús. En ninguna parte de la Biblia hay ningún indicio de la supuesta
prostitución de María: se han mezclado en su persona diversas mujeres de la
Biblia y una pecadora anónima (Lc 7,36-50) “quedó pegada” a María. Lo mismo
ocurrió con la imagen de María como pareja de Jesús. Algunos escritos muy
tardíos la propusieron como modelo para contrarrestar la figura de Pedro,
especialmente para resaltar la “sabiduría” (mujer, sofía) en una persona. Pero ¿qué
nos dice la Biblia de María, de Magdala?
Es muy llamativo que salvando un texto de Lucas (8,1-3),
María se encuentre siempre en el contexto de la Pasión – muerte – sepultura y
resurrección de Jesús. Y es también llamativo que, salvo en la escena de la
cruz en el Evangelio de Juan (19,25), María siempre sea mencionada en primer
lugar, lo que es indicio de su importancia. También es cierto que el machismo
creciente hizo que una mujer tan importante fuera desapareciendo en algunos
relatos; por ejemplo, Lucas no la menciona en las apariciones del Resucitado en
Lc 24, aunque sí recibe, con otras mujeres, la aparición angélica que les
afirma la resurrección, (24,5.10) y que ellas anuncian a los varones, que no les creen.
Era común que las mujeres frecuentaran las tumbas de sus
seres queridos sepultados para lamentarse en los primeros momentos de su desaparición
física. En este contexto, ser testigas de una aparición de Jesús sin duda las
impulsa al anuncio a los compañeros. Se transforman – todas ellas – en
mensajeras. Y, sin duda, María de Magdala fue la principal entre ellas. Es
razonable pensar que no les creyeran en un primer momento (Lc 24,11) pero es
llamativo que en una época en la cual las mujeres no podían ser tenidas como testigas
ante la sociedad hayan sido ellas las primeras en ver a Jesús.
Pero también es muy importante que en una época en la que
las mujeres no podían ser discípulas, de ellas se afirme claramente que lo son:
dos verbos fundamentales del discipulado: “servir” y “seguir” se
dicen de estas mujeres de las que María es la primera (Mc 15,40).
Lo que se afirma, además, es que de ella Jesús “expulsó
siete demonios” (Lc 8,2) lo que es indicio de que estaba muy enferma y,
seguramente, esto motivó - a consecuencia de eso - que María dejara todo para seguir a Jesús en su viaje
a Jerusalén y a su pasión.
Pero un elemento fundamental, que luego fue destacado en algunas tradiciones y recientemente resaltado por el Papa Francisco, es el “envío” (Mc 16,7 / Mt 28,7 / Jn 20,17) de María a “anunciar” (Lc 24,9) a los discípulos que Jesús no está en la tumba, que se hará presente a los suyos. Este “envío” (el verbo griego es “apostellô) ha permitido llamarla “apóstola de los apóstoles”. Si en el ministerio de Jesús, es frecuente encontrar a tres varones junto a él: Pedro, Santiago y Juan es interesante que en los evangelios se mencione a varias mujeres, pero se llame por su nombre a tres; quizás para señalar que en el momento culminante de la cruz, no estaban aquellos discípulos pero sí estaban ellas. Y que, así como de ese grupo de varones, siempre se menciona en primer lugar a Pedro, con todo lo que su nombre significa en las comunidades... del mismo modo entre ellas se menciona a María Magdalena, siempre en primer lugar.
Es cierto que con el paso del tiempo, avanzando el
patriarcalismo, se disimula el papel central de María y se refuerza el de
Pedro, como ya se ve en Lucas donde el primer beneficiario de apariciones de Jesús
es Simón (24,34) desapareciendo las mujeres, lo cual hizo también que en otros
textos críticos, aunque más tardíos (del siglo II y III) pusieran a María por
encima de Pedro y hasta la presentaran como compañera de Jesús.
Pero lo cierto es que María es presentada como modelo de
discípula capaz de “seguir” a Jesús y “servirlo”, de estar cerca de la cruz,
cuando todos lo han abandonado, de llorarlo en la tumba y ser luego, testiga del
resucitado, ser capaz de anunciar la vida nueva del Señor aunque no sea creída
y valorada. Hoy la Iglesia la celebra entre los Apóstoles, ¡más vale tarde que
nunca!
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