Jesús y la vida de los que le fueron confiados
DOMINGO CUARTO DE PASCUA - "A"
Eduardo de la Serna
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14a. 36-41
Resumen: La conclusión del primer discurso de Pedro y los Once a la multitud se sintetiza en la novedad pascual y en su repercusión para los oyentes: conversión y bautismo para recibir el Espíritu Santo.
El texto litúrgico está conformado por una breve presentación literaria para comprender el momento y quién habla (v.14a), luego la conclusión de su discurso (v.36) que finaliza con una síntesis de que Dios ha resucitado al crucificado, y la consecuencia que provoca en los destinatarios ese discurso pronunciado por Pedro: pregunta (¿qué debemos hacer?, v.37), respuesta (invitación a los destinatarios de que se conviertan y hagan bautizar, vv.38-39) un sumario (“con palabras como estas…”, v.40) y una conclusión narrativa (“los que acogieron… unas tres mil almas (= vidas, psyjaì)”, v.41).
El discurso que hoy concluye fue comentado la semana pasada (Hch 2,22-36); como se dijo, Hechos suele presentar en sus muchos discursos, una síntesis de la predicación destacando la muerte de Jesús (muerte causada por “ustedes”, es decir, los oyentes del discurso) y su resurrección (“Dios lo resucitó"); con lo que contrasta dos actitudes.
La reacción del auditorio tiene que ver, precisamente, con este contraste: si Dios lo resucitó (y Pedro y los Once son testigos de ello) algo “hemos de hacer” frente a esto. Cambiar de mentalidad (“convertirse”, metanoéô; algo frecuente en los discursos: 3,19; 8,22; 17,30; 26,20) y hacerse bautizar “en el nombre de Jesucristo”.
Una nota sobre el “bautismo en el nombre”. La referencia se encuentra en el nuevo Testamento una vez en Mateo (28,19) aludiendo al nombre de la Trinidad, dos veces en Pablo (1 Cor 1,13.15) ironizando que no fueron bautizados “en el nombre de Pablo” suponiendo que se trata del “nombre de Cristo”. Las restantes cuatro veces se encuentran en Hechos (2,38; 8,16; 10,48; 19,5) y se trata de bautismo “en el nombre de (Jesús)Cristo”. Como se ve, sólo el texto tardío de Mateo conoce el bautismo “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, que más tarde se impuso en la Iglesia. El bautismo “en nombre de Cristo” sumerge a los discípulos, los une íntegramente a Cristo, y es parte importante de la predicación de los primeros tiempos (no es improbable que esta centralidad cristológica haya sido la razón por la que los discípulos reciben más tarde el nombre de “cristianos”). Es probable que en las comunidades paulinas y de los seguidores de la tradición paulina (como parece ser "Lucas" en Lucas y Hechos) conozca el bautismo en nombre de Cristo, pero con el tiempo –y a medida que se profundiza la confesión trinitaria- la tradición de Mateo haya sido la recibida por las comunidades.
Este bautismo lleva al “perdón” (áfesin; también puede verse como sinónimo de “liberación”, cf. Lc 4,18) de los pecados. Es algo que ya había sido destacado como lo que se espera de la Iglesia naciente (Lc 24,47); es algo que Jesús alcanza a Israel (Hch 5,31; 10,43; 13,38) y también alcanzan los paganos por la fe (26,18). Como se ve, es Jesús el que consigue el “perdón”; el bautismo se obtiene porque es en su nombre. El don del Espíritu, que los apóstoles y los que estaban con ellos han recibido, también se dará a los que reciban por el bautismo el perdón ya que es una “Promesa” (Lc 24,49; Hch 1,4; 2,33.39) como fue “Promesa” en los tiempos antiguos el “Salvador” (Hch 7,17; 13,23.32; 26,6). Los que están “lejos” se refiere a los paganos (cf. Is 57,19) y a los “llamados” (que en contexto teológico supone una invitación a participar de los beneficios de la salvación de Dios).
Con palabras, testimonios y exhortaciones los invitaba a “salvarse”, en este caso de “esta generación (geneâs) perversa (skoliâs)” (cf. Dt 32,5; Sal 77,8). La referencia a “esta generación” es habitual en el escrito Q (7,31; 11,29.30.31.32.50.51; 17,25; 21,32; aunque también la utilice Marcos con menos frecuencia: 8,12.38; 13,30) y seguramente en ese sentido la repite Lucas aquí.
Hechos concluye con un breve sumario destacando que unas tres mil personas recibieron el bautismo luego de haber “acogido su palabra” (cf. 4,4; es bueno recordar que “palabra” en Hechos alude frecuentemente a la predicación del Evangelio; cf. 1,1; 2,22; 4,29.31…).
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 20b-25
Resumen: La/s comunidad/es a la/s que se dirige el autor padecen sufrimientos por parte de la sociedad en la que se encuentran. Mirando los sufrimientos de Cristo, leídos a la luz del siervo Sufriente de Isaías encontrarán sentido a su resistencia ante la injusticia. Jesús, como Pastor cuida a los suyos.
La llamada “carta de Pedro”, como también Colosenses y Efesios presenta lo que se ha llamado un “código doméstico”. Es decir, una suerte de codificación de lo que se espera que haga cada miembro de la casa: padres e hijos, esposos y esposas, amos y esclavos. Esto era frecuente en el mundo greco romano donde estaban claramente establecidos estos roles que podríamos resumir en destacar que el “fuerte” (esposo, padre, amo) debe “someter” al débil, mientras que el débil (esposa, hijos, esclavos) deben “obedecer”. Esto es indicio de que hay orden en esa casa, que funciona como está establecido. El uso de un “código doméstico” en esta carta juega un rol central: la comunidad es presentada como “casa de Dios”, y el código pretende servir como modelo de identificación de los miembros de la comunidad ubicados de un modo crítico en una sociedad hostil.
El texto litúrgico de hoy corresponde (con la exclusión de la presentación del destinatario, vv.18-20a) a lo que se dice a los “esclavos”, aunque aquí no se use el habitual “doulos” sino que se dirija a los “domésticos” (oikétai). Es claro que al omitirse esta referencia parece dirigirse a “todos los cristianos”. El sufrimiento al que se alude se refiere (v.18b) al provocado injustamente por los amos severos. El texto –dirigido a cristianos en situación de desprecio, rechazo (“extranjeros”) compara la situación que viven en las ciudades del Imperio con lo que padeció Cristo [el texto afirma que “Cristo sufrió” (épathen), aunque algunos manuscritos afirman que “Cristo murió” (apethanen) seguramente por asonancia y por uso frecuente de la idea]. Todo el sufrimiento de Cristo, puesto en paralelo al sufrimiento de los domésticos, es leído especialmente a la luz del cuarto canto del Siervo Sufriente de Is 53. El uso del término doméstico (oikétai, donde hay alusión a la domus, la casa: oikía), la ubicación al principio de la unidad, la falta de referencia al comportamiento que deben tener los amos invita a pensar que en esta unidad, la referencia a los “domésticos” puede entenderse como referida a todos los cristianos, que son –de hecho- maltratados, tenidos como extranjeros, por los habitantes de las ciudades a las que se dirige la carta. Ese maltrato está en el trasfondo de la unidad, y el autor presenta en la lectura cristológica, un sentido a la vida que llevan.
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21 Pues para esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan sus huellas.
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22 El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño;
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y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca. (Is 53,9)
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23 el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía (paradidômi) en manos de Aquel que juzga con justicia;
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Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. (Is 53,7); cf. “paradidômi” en 53,6.12 y 50,8.
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24 el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas han sido curados.
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Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes. (Is 53:12)
Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.
Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. (Is 53,5-6) (cf. también 54,4.11 “por ustedes”; combinado con Dt 21,22-23)
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25 Eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus almas.
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Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; (Ez 34,16a)
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Ser capaces de devolver bien al mal recibido, como Cristo (2,23) así los cristianos (3,9). Él sufrió (v.21) sin haber hecho mal alguno (v.22), sin devolver mal por mal (v.23), llevando a los malos, del mal al bien (v.24) como un buen pastor (v.25).
La conclusión viene dada por la vuelta al pastor y guardián (epíscopon). El marco es profético (el pastor que reúne a las ovejas descarriadas) expresado como antes y ahora. En la tradición profética el pastor de su pueblo es Dios (Is 40,11; Jer 3,14-15; 23,3-4; 31,10-11; Ez 34,11-16. 23-24; 37,24; Miq 2,12; 4,6-7; Zac 11,4-7), de allí que la voz pasiva “han sido regresados al pastor” ha de entenderse como un obrar divino. Lo que se afirma es que –en este caso- se ha vuelto a Cristo de quién se dice que es “pastor” y “epíscopo” de sus “almas” (= vidas, psyjôn). Jesús tiene un cuidado pastoral por sus “ovejas”.
Una nota sobre la resignación: la relación entre el sufrimiento del cristiano, particularmente el sufrimiento injusto, y su relación con el sufrimiento padecido por Cristo, puede leerse –y durante muchos tiempos así se ha leído- como una invitación a la resignación, una suerte de “lógica amo-esclavo”. El tema es muy complejo y serio; demasiado como para desarrollarlo aquí, pero destaquemos que una cosa muy distinta es la resistencia activa, como enfrentamiento al mal y la mentira. Como se ha destacado también en otros temas en los que la relación víctima y victimario se deja ver (amo-esclavo; sociedad patriarcal [o kyriarcal, de “señorío”, lo que no siempre implica un varón]-mujer; opresor-oprimido…) sin duda toda actitud de dominio, de injusticia, de opresión se ha de detestar y confrontar sin duda alguna y sin encontrar en la argumentación teológica más una excusa que un sentido. Sin embargo –como es el caso de los mártires- muy diferente es la actitud con la que libre y voluntariamente alguien decide enfrentar la situación. Es perverso matar, pero es diferente la actitud de aquel que voluntariamente es capaz de dar la vida para que otros vivan. Es perversa la actitud “machista” que pretende tener a la mujer a su servicio; es diferente la actitud de aquella que voluntariamente elige ponerse al servicio de sus hermanos. Es grave la actitud de aquel que hace sufrir a los demás; es diferente la actitud resistente de aquel/la que confronta con esa violencia buscando vida para otros. Pero nada de esto es semejante a la resignación, sino que ha de ubicarse en el “aguante” (hypomonê, v.20).
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 1-10
Resumen: Luego de una presentación con forma de parábola destacando el contraste entre quienes buscan el bien de las ovejas y quienes buscan su destrucción, Jesús se compara a sí mismo con los dos elementos que han servido para destacar el provecho de las ovejas: la puerta y el pastor. La puerta, resaltada en el evangelio del día, sirve para destacar la vida (de las ovejas) que Jesús trae.
El llamado “discurso del Buen Pastor” es muy extenso en Juan, y se lo ha “fragmentado” para que sea leído en los tres ciclos litúrgicos del 4º Domingo de Pascua. Este domingo de Pascua es conocido como el domingo del “buen pastor”, y la liturgia destaca ese aspecto de Jesús.
Miremos brevemente el texto en su contexto: si prestamos atención a los personajes, o el desarrollo del tiempo, la unidad literaria parece venir desde muy atrás. En 8,12 se habla de “otra vez” y los que le responden (v.13) son los fariseos. Luego de esto no tenemos cambios de escena. Por tanto no parece que haya que separarla demasiado de la anterior, es decir, el relato de la curación del ciego (Jn 9). Si se ve 10,1 el texto no tiene inicio ni introducción, por lo que debe verse como continuación de lo antecedente. Es importante que no hay ningún corte entre el capítulo 9 y el 10, por lo cual podemos suponer que el contexto es el mismo. Es decir, Jesús desarrolla su discurso del pastor en el mismo contexto del relato del ciego. Y decir en el mismo contexto es decir ante el mismo auditorio. En este caso, en el que ya está presentado, en Jn 8, 41, donde dice: "ellos le dijeron..." y se refiere – como decimos – a los fariseos. Por otro lado, en Jn 10,21, vuelve a hacerse referencia a la curación del ciego: "¿acaso un endemoniado puede abrir los ojos a un ciego de nacimiento?"
Para nuestra mentalidad pareciera que el cambio entre el ciego y el pastor es demasiado abrupto y debemos pensar en otro contexto. Sin embargo, que cambie la imagen no quiere decir que cambie de tema. Veamos, por ejemplo dos textos. Uno muy antiguo, de la Mesopotamia. Es un himno al dios sol, Shamash donde dice:
"Oh! Iluminador de la tierra. Oh! Juez de los cielos, que iluminas las tinieblas. Pastor de lo alto y lo bajo, tú apacientas a todos los seres dotados de aliento. Tú eres su pastor en lo alto y lo bajo. Pastor del mundo de abajo. Pastor allá en lo alto. Director y luz del universo. Tú sólo, oh! Shamash."
Como se ve, en este himno a Shamash, están unidas la imagen de la luz y la imagen del pastor en un mismo texto. Otro texto, ya más cercano y judío, es del apócrifo de Henoc, donde en varias partes aparecen unidas las imágenes; veamos una de ellas:
"Pero las ovejas cruzaron el agua y salieron al desierto, donde no hay agua ni hierba, y empezaron a abrir los ojos y ver. Vi que el dueño de las ovejas las apacentaba, y daba agua y hierbas y aquella oveja iba guiándolas".
Nuevamente se unen las dos imágenes en un mismo contexto. La imagen de la luz, de los ojos, y la imagen del pastor.
Si miramos más en detalle ahora, el capítulo 10 notaremos en los versículos 1 al 5, una o dos “parábolas” con una explicación, una conclusión en el versículo 6; y después de 7 a 10 retoma la imagen de la puerta; de 11 a 18 la imagen del pastor; y de 19 a 21 una conclusión. Es decir, tenemos dos parábolas (10,1-6) una al principio, acentuando el tema de la puerta; la segunda, el tema del pastor; y después la explicación de esas dos parábolas (vv. 7-10 + 11-18). Por otro lado, toda la primera parte, las aparentes parábolas, están en un tono impersonal: "El pastor" “hace esto”, por ejemplo; la puerta del redil; el ladrón; el salteador; se le abre la puerta; saca las ovejas; las ovejas le siguen; etc. Todo es impersonal. Recién a partir del versículo 7, Jesús empieza a hablar de "Yo". "Yo soy la puerta", "Yo soy el pastor". Así podemos notar la unidad literaria para la que 10,1-6 es una introducción con dos imágenes y 10,7-10 y 10,11-18 el desarrollo de cada una de ellas aplicado a la persona de Jesús. El esquema de la unidad puede visualizarse de este modo
Presentación (vv.1-6) de la paroimía (símbolos)
1. “yo soy la puerta” (vv.7-10)
2. “yo soy el buen pastor” (vv.11-18)
Por eso lo ideal es – más que “parábola” – llamarlo "marco simbólico" del discurso que va a venir después. En este caso, la palabra paroimía (v.6) convendría traducirla entonces no por “parábola” sino por marco simbólico. Este marco simbólico tiene un detalle particular. Empieza y termina con una referencia a adversarios. Empieza con: "El que no entra por la puerta es un ladrón y un salteador" (v.1), y termina diciendo: "No conocen la voz de los extraños" (v.5). Es decir, hay una referencia a unos personajes negativos de los cuales tendremos que intentar decir algo más adelante. En el centro está la imagen del pastor, que es la clave de la revelación, por su relación con las ovejas. No es una referencia al pastor solo, sino al pastor con las ovejas.
En la primera parte del capítulo (10,1-3), tenemos la "parábola" de la puerta. Hay una referencia al portero, pero la clave no es el portero, sino la puerta en sí, y la puerta que no utilizan los que son ladrones y bandidos. El tema es que, el término bandidos se había aplicado a los sacerdotes en algunos textos del evangelio: "Han hecho de la Casa de mi Padre una cueva de bandidos", dice Jesús en la purificación del templo en Mc 11,17. Quizás esa doble referencia, ladrones y bandidos, recuerde a fariseos y sacerdotes. El contexto de la fiesta de la Dedicación (Jn 10,22), donde Judas Macabeo, dedica el templo ante los sacerdotes que habían sido traidores del pueblo, invita a sospechar que puede haber una referencia anti-sacerdotal.
La segunda parte, en cambio (10,3-5) hace referencia al pastor. Es interesante que el pastor es quien conduce a los pastos (apacienta). Acá es oportuno tener en cuenta una imagen de Josué, en Números 27,16: Dios le dice a Josué: "Designa a un hombre de la congregación – en griego dice sinagogé – que los conducirá, pues la congregación del Señor no puede ser como ovejas sin pastor". Esta imagen ha sido utilizada más de una vez, por ejemplo Mc 6,34, aplicada a Jesús (= Josué).
El acento está puesto en la relación entre Jesús y los seguidores, es decir, las ovejas. Y se destaca que el pastor a cada oveja la llama por su nombre. Otra referencia al segundo Isaías: "Te llamé por tu nombre, tú eres mío" (Is 43,1). Lo que se destaca de este pastor, en su relación con las ovejas, es que las ovejas conocen – término importantísimo, como se sabe – y conocen su voz. La voz del hijo del hombre es la voz que hace levantar a los muertos, por ejemplo a Lázaro; cf Jn 5,25: "Les aseguro en que se acerca la hora y ya ha llegado en que los muertos oirán la voz del hijo de Dios y los que oigan vivirán". “Oír” es el término phoneo; “voz” es phoné. Lo que se dice es que el pastor va delante; el término es poreuostai que es el término que se utiliza en el éxodo, por ej. Dt 1,30. Refiere al éxodo, donde Dios va delante de su pueblo; y está presentando la misión de Jesús como un nuevo Éxodo. En Juan se está haciendo referencia al caminar de Jesús hacia el Padre, con lo cual le da una perspectiva escatológica a toda esta parte. Sobre todo, porque esto está en contexto con el término salir, que también es un término frecuente en el éxodo, por ej Éx 3,10. Es un liberar de la esclavitud.
Ahora, tenemos un pequeño problema al "salir"; y se dice: salir del corral, pero el término que se utiliza para hablar del corral es el término aulé; lo interesante es que el término aulé aparece 177 veces en el Antiguo Testamento, y nunca para hablar de un corral. Pero sí aparece 115 veces para hablar del atrio del templo. Es decir, el aulé es un lugar cerrado, pero no se lo utiliza nunca para hablar de un corral, sino para hablar del atrio del templo. Es más, el mismo Juan lo utiliza para hablar del atrio del templo en 18,15, donde habla del patio del sumo sacerdote. Teniendo en cuenta que el contexto es el del pastor que reúne, etc., entonces se está insinuando la reunión de Israel en torno a Jesús. El nuevo Éxodo.
El Salmo 99 de la Biblia griega (Salmo 100 de la hebrea) dice:
"Reconozcan que el Señor es Dios. Él nos hizo. A Él pertenecemos. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Entren por sus puertas, dando gracias. Entren en sus atrios – aulé – con himnos de alabanzas". (Sal 99,3).
Un dato a tener en cuenta es que el término hacer salir, ekballein, es el mismo término que en la curación del ciego de nacimiento se había usado para decir que los fariseos excomulgaban a aquel que reconociera que Jesús era el Mesías. Ahora Jesús dice que él hace salir a las ovejas – antes los hacían salir de la sinagoga – del redil. Frente a esto lo interesante es que, como es frecuente en Juan, todo esto termina en una no-comprensión. No comprenden. Y entonces, frente a ese no-comprender empieza el discurso revelador (“yo soy…”). Otra vez con el doble "en verdad, en verdad" pero ahora en primera persona, con el "yo soy". Tenemos entonces dos "yo soy la puerta", y dos "yo soy el pastor".
Es una puerta que conduce a los pastos, y la palabra "pastos" está haciendo referencia a la vida en plenitud. Vida y vida en abundancia (10,10). Y acá empezamos a sospechar si la palabra pastos (v.9) hace referencia a la vida. En Jn 7,44, ya se nos había dicho – en el discurso dentro de la misma fiesta de los Tabernáculos – que el diablo es asesino. Es más, el ladrón viene a destruir, mientras que Jesús vino para que tengan vida (10,10). Y la palabra vida en Juan, siempre es vida eterna [para ser precisos, como veremos, en Jn hay dos términos para decir vida: “zôê” y “psyjê”, y mientras el primero es siempre vida eterna, vida divina, el segundo es vida humana, vida que se puede perder, ¡y arriesgar!]. Y acá tenemos un nuevo elemento a tener en cuenta. Jn 1-12 es llamado habitualmente el libro de los signos, la vida – vital, humana – es signo de la otra vida, divina. El signo de Lázaro es un buen ejemplo de esto (Jn 11). Lo de Lázaro es un signo de la vida plena que recibe Marta, es decir, el/la creyente... Con palabras que no son "joánicas" podríamos decir que la vida humana es "sacramento" de otra vida mayor, de otra vida abundante.
Por esto es razonable pensar que "el que viene antes que yo" (v.8), el ladrón, el asesino, en realidad es una personificación de todo adversario, las “tinieblas”. Por otra parte es bueno tener en cuenta que se dice "yo soy la puerta de las ovejas" (v.7) – algunos manuscritos dicen “el pastor de las ovejas” – es decir la puerta por donde pasan las ovejas, no por donde se va hacia las ovejas. Es bueno notarlo ya que en nuestra historia tan poco ecuménica, más de una vez hubo problemas muy serios, y peleas, contra los "herejes", porque había que hacer entrar, aunque sea por la fuerza, al rebaño donde están las ovejas. Por eso no es la puerta del corral, es la puerta de las ovejas. Para que las ovejas entren y salgan.
Ahora bien, ¿Y “ladrones”, por qué? Se comprende lo de los adversarios, ¿pero, por qué ladrones? Y si tenemos en cuenta que en el contexto del evangelio, el acento está puesto en que las ovejas son de Dios, y si Jesús puede decir "mías", es porque el Padre se las ha dado (recordar la teología tan importante en Juan de Jesús como “enviado”, por tanto “delegado” del Padre), tenemos que decir que son ladrones de Dios, porque le quieren robar las ovejas a Dios. Por eso, no pueden hacer más que hacer perder las ovejas. No vienen más que a robar, "matar" y destruir. No pueden hacer otra cosa, porque son adversarios de Dios. No pueden más que hacer perecer, que es el apóllymi, que es la muerte eterna, porque es en contraposición a la vida eterna. En Juan, esa palabra, que es perecer, es muerte eterna (ver 3,16; 6,27.39; 10,28; 12,25; 17,12; 18,9). No es la muerte "física", por llamarla de alguna manera.
Demos un paso más hacia el pastor. La palabra que aparece habitualmente en las Biblias, traducida como "matar" – "viene a robar, matar y destruir –, en realidad habría que traducirla por sacrificar (thyô; ver p.e. Hch 10,13; 11,7; 14,13.18; 1 Cor 10,20). Es otro el término que se utiliza para matar; aquí es sacrificar, es el sacrificio religioso, lo cual es coherente en los que quieren robar a Dios. Lo cual es una burla muy fuerte a los pastores de Israel, que le roban las ovejas a Dios y las sacrifican.
El término pastor, aplicado a Cristo, por otro lado, es un término que es bastante importante en los evangelios, incluso en los sinópticos. Es más, en algunos textos tiene una marca bastante anti-farisea. Acá es importante recordar el contexto en el que los fariseos le acaban de decir a Jesús: "nosotros no hemos nacido de prostitución" (Jn 8,41). Y Jesús les acaba de decir: "Como dicen, "vemos" su pecado permanece" (9,41). La gravedad está dada por el término "permanecer", porque en Juan es importante para entender nuestra relación con Jesús. El contexto es que los fariseos están ciegos, “no hay peor ciego...”
También es importante notar que cuando se habla del pastor no se usa la palabra "bueno", sino literalmente la palabra "bello" (kalós). Ya Filón de Alejandría, habla del Buen Pastor, e incluso un midrash de los rabinos, cuando habla de David, comentando Éxodo 3,1 habla de David como del hermoso pastor.
Generalmente en Juan, en los discursos que explican los signos, Jesús utiliza los términos "yo soy" con un predicado: "yo soy el pan de vida"; "yo soy el buen pastor"; "yo soy la resurrección y la vida"; "yo soy la luz", etc. (es muy probable que esa referencia "yo soy" con un predicado, esté tomada del así llamado Segundo Isaías (41,10.13; 43,3.10-13; 44,5.6.28; 45,3.5.7.8…). Hay un nuevo texto del Segundo Isaías 40, del contexto del desierto, que como se dijo tiene que ver con el contexto de la metáfora del pastor. Dice que: "Yahveh viene... como pastor apacienta su rebaño, recibe en sus brazos los corderos"... (Is 40,11). Entonces, el Dios que es pastor de su pueblo, les confía a algunos dirigentes para que conduzcan al pueblo según la voluntad de Dios. Es interesante que aunque Juan no use el término Reino de Dios, la imagen de pastor es bastante semejante a la imagen del Reino. Por eso los profetas van a cuestionar muy fuertemente a los pastores infieles, que son los pastores que no conducen al pueblo según la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es el derecho y la justicia. De ahí que la esperanza futura va a desembocar en un pastor mesiánico, un nuevo David y acá es donde empieza a surgir muy claramente como contexto del texto del Buen Pastor, el texto de Ezequiel 34, que tanto influye en el relato de Juan.
La imagen enigmática presenta la realidad pastoril tomando dos imágenes (incorpora una tercera, el “portero” pero solo por dar color a la imagen ya que no juega rol alguno en el desarrollo. La puerta es un criterio de discernimiento sobre quien entra al “corral” y su intención de hacer bien o no a las ovejas. El pastor, en cuanto conocido y escuchado por las ovejas – nuevamente en referencia contrastante con “otros” – es seguido por ellas (se supone hacia lugares de alimento y bebida). El sentido principal radica en el bien de las ovejas, por la puerta pasan los que buscan su bien, las ovejas siguen a sus pastores, en cambio los “ladrones y salteadores” no pasan por la puerta, los “extraños” no son seguidos por las ovejas. El uso o no de la puerta, el seguimiento o no de las ovejas son los aspectos contrastantes en la “parábola”.
El doble “yo soy” la puerta expresa el siguiente paso que Juan quiere destacar para “revelar” a Jesús (los “yo soy” son parte de los discursos de revelación).
El primer “yo soy” sirve para contrastar a Jesús con los que “han venido”. En el contexto se refiere a los fariseos que son los que habían estado en conflicto con él en la unidad anterior (9,40-41), aunque el marco (como las referencias al Templo y a los sacrificios) también permite suponer que se refiera a los ambientes sacerdotales, aunque estos ya no existen en tiempos de Juan.
El segundo “yo soy” contrasta el estar “a salvo” (entrando “por mi”) con “robar, sacrificar y hacer perecer (definitivamente)”. Esto se caracteriza por la “vida” (zôê, vida divina) abundante que “ha venido” a traer. Esta “entrada” nos permite recordar la imagen de Jesús revelándose como “yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mi” (14,6). Como enviado del Padre, como quien “ha venido” desde Dios se revela como dador de vida, a diferencia de “otros” que buscan la muerte definitiva de las ovejas (no hay que olvidar en este contexto a los “fariseos” intentando hacer desistir, al que había sido ciego, de reconocer a Jesús, 9,34).
Una breve nota sobre el pastor y las ovejas. La metáfora del pastor no ha de entenderse sino, precisamente, como metáfora. En el mundo antiguo (Israel y sus pueblos vecinos) suele ser imagen para caracterizar a los que tienen responsabilidades de gobierno (religioso y/o político), en cuanto “conductor/es”. La imagen negativa que tiene hoy la idea de ser tenidos como “rebaño”, de ser llevados al propio arbitrio de los poderosos o los fuertes, refleja un anacronismo importante, además de la incapacidad de comprender metafóricamente las imágenes. Ciertamente no se pretende decir que debemos ser “llevados de las narices y sin pensar” por los pastores de turno; Jesús, en este caso, se presenta como aquel que nos conduce a la vida plena en contraste –precisamente- con aquellos que se aprovecharon para beneficiarse o para saquear a los que les fueron confiados.