martes, 28 de julio de 2020
Comentario domingo 18A
DOMINGO DECIMOCTAVO - "A"
Resumen: a un grupo del pueblo en situación de angustia y opresión por encontrarse en el exilio el profeta les anuncia la renovación de la alianza en amor y fidelidad comprometiéndose con su vida amenazada.
Resumen: con una serie de preguntas retóricas que esperan respuesta negativa, Pablo señala que nada – y lo hace presentando listas de dificultades – nos puede separar del amor que Jesús nos tiene y que es manifestación visible del amor de Dios.
3 Yo vi en mi vida la envidia y la muerte, pero no me desvié por la fidelidad del Señor.4 Mis hermanos me odiaron, pero el Señor me amó;A una cisterna me bajaron, pero el Altísimo me sacó.5 Fui vendido como esclavo, pero el Señor me liberó.Fui llevado a la cautividad, pero su mano poderosa me ayudó.Me sentí agobiado por el hambre, pero el Señor me alimentó.6 Estuve solo, pero Dios me consoló;estaba enfermo, pero el Altísimo me visitó.Yacía encarcelado, pero el Salvador se apiadó de mí.Entre grilletes estaba, pero él me desató.7 Me vi rodeado de calumnias, pero él me defendió;entre terribles palabras de los egipcios, pero él me salvó;entre las envidias de mis consiervos, pero él me exaltó (Testamento de José 1,3-7)
+ Evangelio según san Mateo 14, 13-21
Resumen: movido por su compasión por las multitudes, Jesús multiplicará para ellas los panes como un anticipo de la fracción eucarística del pan que alimenta al pueblo de Dios reunido.
domingo, 26 de julio de 2020
Santa Evita
Santa
Evita
No estoy
de acuerdo con la beatificación de Evita
Eduardo de la Serna
Antes de empezar este escrito, quiero dejar claro desde donde lo
hago. Mi objetividad en este tema es nula. Hasta hace poco yo afirmaba que
había dos personas que me conmocionaban hasta la médula. Una, negativamente:
Videla. Solo ver una foto, solo recordarlo y se me revolvían las tripas de
asco, de bronca. Revulsión total. La otra, positivamente: Evita. Solo verla,
escucharla y me conmocionaba totalmente. Las tripas, ahora, saltaban de emoción
y fiesta. Digo que “hasta hace poco” porque después hubo macrismo, y debo añadir
a unos cuantos a la lista del desagrado. Pero hoy, esto no es el caso. El tema
es Evita (+ 26 de julio 1952).
- Y lo primero que quiero señalarla es como pontífice. Pontífice es hacer puentes. Y vaya si Evita los hizo y los tendió. Un puente entre ella y el pueblo que se volvió indestructible. Y pasaron décadas y más décadas y ella sigue ahí. Viva.
- Después, ella es bandera. No sólo “bandera a la victoria”, sino bandera de rebeldía, bandera de pueblo, bandera de olor y bandera de colores. Claro que una bandera es un bando, y si algo saben los pobres de la Patria/Matria es de qué bando está Evita. “El pueblo, cariñosamente, me llama Evita”.
- También es sangre. Pero no la sangre derramada por la violencia, que esa la tiene “el otro bando”, sino la sangre que fluye, que da calor, vida, que late. La sangre es vida y ¡vaya si tenía sangre Evita! Nadie la llamaría “pecho frío”, porque el calor y la vida la constituyen.
Tan pueblo era que atrajo sobre sí todo el odio del antipueblo. Una
de las cosas que, hace ya tiempo, le cuestionaban a la “teología del pueblo”
era que en ella no había conflicto. Eso solo podía decirlo alguien que nunca
hubiera conocido a Evita. Cuando enfermó, el antipueblo pintó paredes: ¡viva el
cáncer! (esa es la vida que tienen, ese es el lenguaje que conocen…); cuando el
peronismo fue derrocado en 1955 el cuerpo de “esa mujer” fue mancillado,
ultrajado, violentado y “desaparecido”. ¿Y no había conflicto? Pero el pueblo,
por su lado, ya hacía tiempo que la tenía en sus altares.
Mientras de ella decían cosas, de su pasado y su presente (cosas
que no resultan creativas, y están casi todas en el “Manual del perfecto
Machirulo”) el pueblo la lloraba, y la amaba. ¡Y la ama!
En su ardor y fuego, supo criticar – con profética certeza – a las
jerarquías eclesiásticas. Decía que habían olvidado a Cristo, que debían “convertirse
al cristianismo”, que habían “olvidado a los pobres”, que a Jesús lo tenían
escondido “detrás del humo con que lo inciensan”. Ese Jesús que prefiere
alojarse en una custodia de oro antes que en un rancho de barro y lata, poco se
parece “al que anduvo en la mar”. Lamentablemente, en la iglesia, “domesticar”
a los que están en los altares, es casi un hábito. Hemos domesticado a Jesús, a
la Virgen María, a los santos, santas, beatos y beatas. Por eso no quisiera que
Evita sea beatificada. Porque el pueblo ya la tiene en su “gloria de Bernini”,
porque el pueblo ya la tiene en sus altares domésticos, porque el pueblo la
custodia. Y el pueblo sabe cuál es, donde está la Evita que tendió un puente
con su corazón, que plantó bandera de rebelión en la historia y que es un
corazón que sigue latiendo la sangre que es vida. De la muerte, las banderas
arriadas y de las grietas, se ocupan los otros… los de la lista del desagrado.
El pueblo la sigue llamando “Evita”.
Foto tomada de https://elciervoherido.wordpress.com/2017/05/08/jirones-de-mi-vida-discurso-de-despedida-de-eva-peron-1951/
sábado, 25 de julio de 2020
Una primavera desteñida
Una primavera
desteñida
Eduardo de la
Serna
Hace ya casi
una eternidad, el papa Benito XVI nos hizo el mejor de los regalos: ¡su renuncia!
Dejando así claro que ser – o haber sido – un teólogo excelente no lo
transformaba en un buen pastor, y menos aún un buen obispo de Roma. ¡No lo fue!
En realidad, había sido una de las dos manos derechas del Papa eterno, Juan
Pablo II. Si Benito había sido débil, dulce, temeroso y de escucha, Juan Pablo
había mostrado todo lo contrario. Autoridad y rigor… o autoritarismo. Pero, y
acá lo grave, ambos abrieron las puertas (o mejor, cerraron) a todos los
conservadurismos. Tanto que muchos creyeron, ¡y siguen creyendo! que tal es la
Iglesia, ¡la verdadera! ¡La única! y – por tanto – toda otra mirada, perspectiva
o disidencia debía ser sancionada. ¡Y vaya que hubo sanciones! Pero al abrir
las puertas a los conservadurismos, que idolatran el rigor, la firmeza y el
poder, abrieron las puertas a muchos demonios que empequeñecen a Pandora:
amantes del poder, y dispuestos a ejercerlo, se hicieron patentes los abusos.
Abusos en su mayor parte callados o disimulados por los papados idos: Legionarios
de Cristo, Verbo Encarnado, Karadima, Toca de Asís, Sodalicios, Miles Christi…
y siguen. Y, entre tanto, los poderes se anquilosaron en la curia. Mafia, lo
llaman algunos. Renunciado Benito, ¡“habemus Papam!”, Francisco. Hace ya
más de 7 años tenemos nuevo Papa. Era difícil que fuera peor, así que había
motivos para tener esperanza. Un Papa con experiencia pastoral (algo de lo que
Benito carecía absolutamente), que conocía el mundo de los pobres, era motivo
de confianza.
Pero los “papólatras”
empezaron a hablar de “primavera de la Iglesia”. ¡Como si un Papa fuera la
Iglesia! Seguía toda la estructura creada por el papado interminable y continuada
por el papado débil… ¿Seguía? ¡Perdón! … ¡Sigue! Podríamos preguntarnos ¿qué
cambió en la iglesia con el nuevo Papa? Cambió un tono, no hay teólogas ni teólogos
señalados, hay un lenguaje más amable, se puede hablar de los pobres sin ser
señalados… Pero ¿qué cambió? La curia (= mafia), allí sigue; las mujeres, allí (no)
siguen; los cardenales y nuncios allí siguen; los sínodos no escuchados allí
siguen… El reciente documento de la Congregación para el Clero, la presencia de
Sarah… ¿Qué cambió? Lindos gestos, buenas palabras, nada de fondo. ¡Y van más
de 7 años! Pero, eso sí, el papa “creó una comisión”.
Foto tomada de http://www.platensesigloxxi.com/institucional/130-un-campeonato-de-entresemana-y-a-puertas-cerradas
miércoles, 22 de julio de 2020
La Magdalena y su (no) pecado
La Magdalena y su (no) pecado
Eduardo de la Serna
No pretendo ser ni creativo ni novedoso al escribir sobre María
Magdalena en esta nota, menos después de que Carmen Bernabé escribiera su libro
¿Qué se sabe de…? María Magdalena (Verbo Divino 2020). Pero sí quiero tratar de
aclarar algunas cosas…
Era frecuente ver que se ponía en paralelo como ejemplo de grandes
pecadorxs y grandes arrepentimientos a san Agustín y santa María Magdalena. Y –
como era de esperar por cierta perversión – sus pecados habían sido sexuales.
Por ejemplo, la conversión de Francisco de Asís, que va a la guerra (con lo que
esa palabra significa) y llega a ser el hermano universal no es tan importante
como la conversión de Agustín que tuvo sexo (sic). Pareciera que las negaciones
de Pedro y la huida de los demás amigos dejándolo sólo al Maestro no es tan
grave como una supuesta e inexistente prostitución
No es la ocasión de ser detallado, pero, en el caso de la
Magdalena, la falta de datos históricos de los Evangelios (que no están
interesados en brindarlos, porque no son para eso los Evangelios), llevó a que
con el tiempo se integraran en uno a dos o más personajes. La idea era “rellenar
los huecos”. Así se unió a Judas con Tadeo, a Bartolomé con Natanael,
por ejemplo. Y el caso emblemático fue María Magdalena, es decir, de Magdala.
En los Evangelios encontramos una mujer anónima, en Betania, casa de Simón, que
unge la cabeza de Jesús (Marcos 14,3), pero Juan nos dirá que esa fue María, de
Betania, la que ungió los pies (Juan 12,3) y los secó con los cabellos. Ahora
bien, Lucas nos narra, en otra casa, de otro fariseo, también Simón, que una "pecadora en la ciudad" ungió los pies de Jesús y llorando los secó con los cabellos. Es decir, sin
duda, un hecho de la vida de Jesús es interpretado por los distintos
evangelistas de distinta manera (anticipo de la sepultura, en Marcos y Juan,
arrepentimiento de los pecados, en Lucas), y atribuido a diferentes personas:
una "pecadora en la ciudad", en Lucas, María de Betania en Juan, una mujer anónima, en
Marcos. ¿Cómo terminamos en María Magdalena? Difícil saberlo.
A María de Magdala sólo la encontramos en los relatos de la Pasión, Sepultura y Resurrección salvo una vez (Lucas 8,1-3), en donde Lucas adelanta lo ya anunciado (que un grupo de mujeres acompañó a Jesús desde Galilea a Jerusalén; cf. Marcos 15,40-41). Lo que nos había dicho Lucas es que de María Jesús había “expulsado siete demonios” (Lucas 8,2, lo que repetirá un añadido a Marcos en 16,9). Es sabido que el número siete es indicativo de plenitud, y que los demonios suelen referir a enfermedades o situaciones de alienación. Es decir, María había estado muy enferma y Jesús la había sanado, a partir de lo cual ella lo “siguió” (verbo que sin duda, indica discipulado). Quizás aquí radica la confusión… La obsesión con lo sexual (a partir del rechazo helenista del cuerpo, seguramente) llevó a entender los siete demonios como un gravísimo pecado sexual. Como en Lucas el relato de la "pecadora en la ciudad" y la referencia a María están cerca, “el plato estaba servido” (porque para la mentalidad patriarcal "pecadora en la ciudad" debía ser pecado sexual): María Magdalena había sido prostituta. Quedaba otro elemento, si María (nombre notablemente común en el judaísmo, ya que había sido la hermana de Moisés), era de Magdala, ¿cómo decir que era de Betania? Lo cierto es que, en la liturgia, hoy tenemos fiesta de María Magdalena, de santa Marta, de Betania, pero no de María, de Betania (a pesar que, si se trata de la misma persona, parece ser que eligió mejor que Marta, Lucas 10,42).
Queda, todavía,
un elemento más… el gnosticismo de los siglos II y III intentó confrontar con
la Institución (Pedro), en nombre de la sabiduría, sofía. La Magdalena, discípula
central, servía claramente para contrastarlos, y entonces la puso tan a la par
que, en momentos, aparece como pareja de Jesús. Un tema teológico e ideológico
se transformó en sexual. Y entonces, para muchos (todavía hoy) Magdalena fue
compañera de Jesús. Es interesante notar que o era prostituta o era la pareja…
Magdalena no importaba. Importaba su cuerpo.
Los evangelios la
presentan como discípula (“seguía”, “servía” a Jesús). Y de tanta importancia
como para que, salvo en la escena de la Madre de Jesús al pie de la cruz, la
Magdalena siempre es mencionada en primer lugar. Incluso es llamativa la
diferencia de los nombres de las otras mujeres que la acompañan en la escena de
la ida al sepulcro en los cuatro evangelios: María de Santiago y Salomé (Marcos), la otra
María (Mateo), María de Santiago y Juana (Lucas), solo ella (Juan), lo cierto
es que los cuatro evangelios afirman la presencia de la Magdalena, y
mencionándola siempre en primer lugar. Por eso es coherente que sea ella (haya
sido como fuere su encuentro con el Resucitado; quizás en los momentos de duelo
y visita a la tumba, frecuente en las mujeres de su tiempo) la que es enviada (apostelô,
en griego) a avisar a los compañeros de Jesús sobre lo que acaba de ver. De
allí que sea llamada “apóstola de los apóstoles”. ¡Nada menos!
Imagen tomada
de http://sersaldelatierra.blogspot.com/2014/07/santa-maria-magdalena-apostol-de-los.html
martes, 21 de julio de 2020
Video domingo 17 "A"
Comentario domingo 17A
DOMINGO DECIMOSÉPTIMO - "A"
Resumen: El nuevo rey, Salomón, reconoce su impotencia para gobernar sucediendo nada menos que a David y – en sueños – pide a Dios sabiduría para gobernar.
Resumen: Encadenando una serie de verbos, Pablo destaca la plenitud de salvación que ya tienen los que Dios ha elegido por la posesión del espíritu que han recibido.
- “conoció de antemano” (proginôskô) puede aludir a un conocimiento que ya lleva tiempo (Sab 18,6; Hch 26,5; Rom 11,2), a estar prevenidos (2 Pe 3,17) o al conocimiento por parte de Dios (que puede ser anterior al tiempo; 1 Pe 1,20).
- “predestinó” (proorizô) es un verbo ligado a la “elección” (cf. Ef 1,5.11) y a la gloria futura (1 Cor 2,7); dice relación al plan de Dios de salvación (Hch 4,28). En este caso, antes del siguiente verbo hará explícita esta predestinación de los que conoce: “reproducir la imagen” del hijo. Con el objetivo de que no sea “hijo único” sino “primogénito” de “muchos hermanos”.
- “llamó” (ekálesen) es un verbo obviamente “vocacional” y alude con frecuencia a Israel (9,7.12.24.25.26) pero también al llamado a la fe, a la comunidad cristiana (cf. 1 Cor 1,9; 7,15.17.18.20.21…; Gal 1,6.15; 5,8.13).
- “justificó” (dikaióô) es un verbo clave de toda la carta a los romanos (15x). Dios reconoce como justos a aquellos que creen (= fe) en Cristo. Aquellos que porque son conocidos por Dios, él los prepara para repetir la “imagen” de su Hijo, de allí que los llame para que creyendo sean justos ante Dios.
- “glorificó” (doxazô) es dar gloria. Lo frecuente es “dar gloria a Dios” (1,21; 15,6.9) pero puede significar que alguien (incluso uno mismo) “hable bien” (u otros lo hagan) de una persona (11,13; 1 Cor 12,26) con lo que se asemeja a “bendición”.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 44-52
Resumen: con elementos propios de Mateo el evangelista concluye el capítulo de las parábolas; presentando un par que señalan el valor del reino que algunos no saben reconocer, la de una red que invita a la paciencia hasta el tiempo de la recolección y concluyendo con la referencia a un escriba discípulo.
El tesoro escondido | La perla valiosa |
El Reino de los Cielos es semejante a | |
un tesoro escondido en un campo que un hombre | un hombre comerciante que anda buscando perlas finas, y que |
al encontrarlo | |
vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, | al encontrar una perla de gran valor, va |
vende todo lo que tiene y compra | |
el campo aquel | aquella |
- En 8,12 quedan fuera de la mesa del reino
- En 13,42 son arrojados al horno de fuego los hacedores del mal
- En 22,13 es arrojado fuera de la fiesta quien no tiene vestido de bodas
- En 24,51 un mal siervo es “cortado” y echado fuera de la hacienda
- En 25,30 el siervo que no dio intereses de los talentos encargados es echado
- Se recoge la cizaña (v.40) / los peces (v.48)
- La buena semilla (v.37) / los buenos peces (v.48)
- Los arrojan al horno (v.42) / fuera de la canasta (al mar) (v.48)
- El fin del mundo (vv.39.49)
- Los ángeles (vv.41.49)
- La oposición justos / malos (vv.41.43) y los “peces” malos y justos (v.49)
- El horno encendido (vv.42.50)
- Los llantos y rechinar de dientes (vv. 42.50)
- Jesús habla en parábolas porque oyendo no oyen ni entienden (v.13)
- Se cumple la profecía, “oír, oirán pero no comprenderán” (v.14)
- No "sea que con su corazón entiendan…” (v.15).
- El que oye la palabra del reino y no la comprende (v.19)
- En cambio otro oye la palabra y la comprende (v.23)
sábado, 18 de julio de 2020
Escondiendo la Apóstola
Escondiendo la apóstola
La cosa es
que molestaba
así, siendo
lo que era…
¡Mejor se la
invisibilizaba
para sacarla
de escena!
¿Y cómo se
la tapaba,
si ella
estaba en el camino,
era mujer, y
primereaba
comió el
pan, tomó del vino?
Pero el
cuerpo revelaba
y rebelaba
(es otra cosa),
y por ese lado
se ensuciaba:
si es mujer…
o bien es mala
y si no es
mala es que es su esposa
¡la
discípula... de Magdala!
Un sanador que no sana?
¿Un sanador que no sana?
Eduardo de la Serna
En un reciente e impresentable mensaje, el Cardenal primado, Mario
Poli, con otros líderes religiosos, afirmó que “El mismo Dios que ordena ir
al médico es el Dios que cura”. En un más impresentable mensaje, si esto
fuera posible, una exdiputada, ex-sensata, ex todo, o casi todo, quizás
aprovechando “el pie” que el cardenal le diera, afirmó que “Jesús es el que
sana y cura”.
Y como yo estoy de acuerdo con lo dicho, pero a su vez no lo estoy,
quisiera ponerme de acuerdo conmigo mismo y decir algo. “Sanar” y “curar”
parecen las palabras clave.
“Curar” (de donde viene “cura”) es tener cuidado. Pero no en el
sentido de tener miedo, de temer, sino en el sentido de proteger, defender. Lo
que antiguamente se llamaba “cura de almas” (cura de Ars, cura Brochero…, que
originalmente se decía del párroco) es el que se preocupa por ellas. Antes de
seguir, una palabra sobre el “alma”. Si bien es cierto que muchas veces el
dualismo griego impregnó la Iglesia (cuerpo y alma), en la Biblia, tanto el
hebreo (nefesh) como el griego (psyjé) la palabra designa también
la “vida”, tanto que en numerosas ocasiones son sinónimos. El alma, entonces,
es lo vital, lo que vivifica, no una parte etérea del ser humano. El cura de
almas, entonces, es el que cuida la vida. Porque la vida es lo más divino que
tenemos (y espero que no me lea Amalia, que todo lo interpreta mal). Por eso es
también parte de lo que hace un cura educar (escuelas) o alimentar (comedores),
por ejemplo; no es solo lo mal-entendidamente “espiritual”, sino todo lo “vital”.
En ese sentido, entonces, Dios cura, es decir, cuida.
“Sanar” es salvar. “Tu fe te ha salvado”, frase que dirige Jesús a
marginados, refiere a sanar o también perdonar. Decir que Jesús es “sanador” quiere
decir, especialmente, Salvador. ¿O, acaso, cuando Francisco de Asís abrazó a
una persona con lepra, despreciada, excluida, descartada, no lo estaba sanando?
Ahora bien, ¿de qué cura?, ¿de qué salva Jesús? Ante todo, de lo
que deshumaniza a los humanos. Porque, convengamos, el ser humano, es la única
especie capaz de hacer algo que la niegue (in-humano). Y el ser que es imagen y
semejanza de Dios, nunca es más divino que cuando es verdaderamente humano.
Porque, aceptémoslo, la injusticia, la violencia, la mentira, el desinterés
frente al dolor, y tantas cosas del estilo, des-humanizan, tanto a las víctimas,
como a los victimarios. Sólo cuando somos verdaderamente hermanas y hermanos
Dios se alegra de ser Padre. Y de eso precisamos ser salvados y tener cuidado.
Corremos el riesgo de entender “sanar” y “curar” de un modo
infantil o simple, como que – en este caso – Dios nos curará y sanará del
coronavirus. Y entonces, surge la pregunta evidente ¿y por qué no lo hace?,
¿por qué se demora?, ¿por qué tantos muertos? Y, si lo llevamos a su máxima
lógica, ¿por qué el hambre?, ¿por qué sequías, maremotos o terremotos? (y
dejemos de lado las guerras, torturas, tráficos ilegales que son más fácilmente
atribuidos a los humanos y no a Dios).
Antes de seguir, una nota sencilla sobre los “milagros”. En los
Evangelios se narran varios hechos milagrosos de Jesús, y es difícil dudar que
el Jesús de la historia haya hecho algunos. Una pregunta sensata es ¿por qué
los narran los Evangelios? Precisamente, porque quieren ser buenas noticias
para los lectores, lo que quieren decir (más allá de los hechos históricos
pasados) es que Jesús nos quiere poner de pie, llenar de vida, hacer ver el
camino… Eso es para nosotros “Buena Noticia” (eu-angelio).
Entonces vamos a la pregunta que me parece fundamental. ¿Cómo es
Dios?, ¿cómo es Jesús? Porque de lo que hace (o deja de hacer, como, por
ejemplo, dejar morir inocentes) estamos diciendo algo de Dios (teo-logía).
Y yo no creo en un Dios que pudiendo sanar y curar no lo hace. Y no lo hizo en
la historia, ¡que de plagas y pandemias estamos hechos! Y algo más, antes de ir
terminando. “Hágase tu voluntad” repetimos en el padrenuestro. Voluntad que
habitualmente no se hace. “Ámense los unos a los otros”, repite Jesús, ¡tantas
veces en vano! Eso es lo que Dios quiere: que vivamos el amor verdadero y militante
en favor del otro, empezando por los pobres. ¿Qué no lo hacemos? ¡Vaya novedad!
Por ahí va el cuidado y la salvación: por el amor; no el amor light, o de mero
sentimiento, sino el compromiso por el cuidado de los otros, de su salvación. Dios
no quiere pandemias, enfermedades ni muertes provocadas o desentendidas. Pero Dios
no es un titiritero que maneja los hilos de la historia, es un Padre que se
desvive por seducir a sus hijos para que se cuiden, para que se salven los unos
a los otros. Y eso es la oración: un entrar en sintonía (en “sym-pathía”,
decía el gran teólogo judío Abraham Herschel) con Dios y hacer su voluntad.
Claro que Dios sana y cura, y cuando nos ocupamos de las hermanas y de los
hermanos, Dios está curando, cuando abrazamos a los desheredados de la
historia, Dios está sanando. Toda otra manipulación de las palabras se parece
más a una manipulación de los malos momentos que estamos viviendo, a
infantilizar la fe que queremos vivir, cuando no a “tomar el Santo Nombre de
Dios en vano”. Eso de “santificado sea tu nombre” … ¡esa te la debo!
Foto tomada de https://cooperacioambalegria.co/2014/08/31/abrazando-a-las-personas-con-lepra/
viernes, 17 de julio de 2020
Las praxis frente a los pobres en los primeros siglos del cristianismo
Las praxis frente a los pobres
en los primeros siglos del cristianismo
Eduardo de la
Serna
En un planteo
quizás teológico, es pertinente saber qué decía tal o cual autor acerca de los
pobres. Podemos ver qué decían los profetas bíblicos, por ejemplo, o Jesús y
los primeros cristianos, o incluso los grande Padres de la Iglesia. Eso nos permite
pensar con seriedad acerca de cómo se ve la vida (o la muerte) de los pobres.
Por ejemplo, los pobres como “sacramento de Cristo”, o “vicarios de Cristo”,
por decir lo más común. Pero, por aquello de la “recepción”, de la vida y tradición,
por la presencia del Espíritu Santo, parece oportuno pensar, no sólo la teoría
sino también la praxis eclesial frente a los pobres, de leer la vida de los
cristianos se trata. Y me permito comentar tres elementos de diferentes tiempos
y lugares de la Iglesia de los primeros siglos.
I.- El testimonio
(o no) frente a los pobres. Es conocido el texto del gran Tertuliano de Cartago
(norte de África, ca. 160-220) acerca de la reacción de la sociedad al “ver” a
los cristianos, especialmente en su actitud frente a los pobres: “¡miren cómo
se aman!” (Apología 39,7). Pero eso no significa que, en la práctica, siempre
haya sido así. Y encontramos algunos textos que lo afirman: “Los ricos, por su
parte, con dificultad se juntan con los siervos de Dios por miedo a que se les
pida algo” (Hermas [Roma, primera mitad del s. II], Similitudines IX,
20.2) y también: “Así, pues, no nos contentemos con llamarle Señor, pues esto
solo no nos salvará (…) Debemos, eso sí, compadecernos los unos de los otros y
no ser avaros. Confesémosle con estas obras y no con las contrarias” (2º Clemente [mitad del s.II, autor y región desconocida], IV.1-3). La avaricia (que el
discípulo de Pablo llama “idolatría”, Colosenses 3,5) es una de las grandes
manifestaciones de la fuerza demoníaca contra la que era necesario el exorcismo
(así Orígenes, “durante muchos años Satán nos ha tenido atados y cautivos”… “la
palabra y la predicación de Cristo liberan” [Homilía, Josué I.7] y Justino, “cuatro
demonios esclavizan en particular a la gente: libertinaje, artes mágicas, afán
de riquezas y posesiones y la violencia” [1ª Apología 14,2-3]); es de señalar
que para Orígenes, cualquiera y sin ninguna formación especial podía realizar
un exorcismo (Contra Celso VII.4).
El testimonio,
o la falta de él, en la atención de los pobres y la solidaridad es un elemento
constitutivo fundamental de la fidelidad (o no) que la Iglesia reconoce.
II.- Los
tesoros de la Iglesia. Durante la
persecución de Valeriano (256-259) el Papa Sixto II es capturado y ejecutado. Lorenzo era su diácono y el gobernador de Roma – para financiar las guerras – le preguntó por los tesoros de la Iglesia.
Lorenzo le prometió que se los mostraría. Al día siguiente llevó a los pobres.
Interrogado dónde estaban los tesoros que había prometido, mostró a los pobres
diciendo: "Estos son los tesoros de la Iglesia” (Hi sunt thesauri
ecclesiae) (San Ambrosio [ca. 340-397], De officis ministrorum,
II,2.28; PL 16, col 141). Es de notar que, si bien en Oriente se conservaron
las “Actas de los mártires”, en Occidente no ocurrió esto [¿quemados en la
persecución de Dioclesiano (primeros años del s. IV)?], por lo que debemos
recurrir al testimonio posterior de los cristianos, como Ambrosio).
III.- El puesto de los pobres. Durante la primera mitad del s. III, en Siria un autor desconocido,
quizás judeo-cristiano, escribe una obra que se conoce como “Didascalia de los
Apóstoles”, que se conserva solamente en siríaco. En ella se narran diferentes
situaciones de la Iglesia. Los ministerios ya estaban más establecidos, y una
cierta discriminación de género y social es evidente. En la celebración eucarística
– dice – en la punta oriental se sienta el obispo rodeado de los presbíteros.
Varones y mujeres laicos están separados. Los niños en un costado. Cada quién
debe ubicarse en el lugar que le corresponde, teniendo en cuenta el honor, y quién
no tenga la debida compostura será reprendido por el “diácono interior”. El “diácono
exterior”, en la puerta, recibe a los rezagados y les franquea o impide la entrada,
según el caso. Si es una persona honorable, debe conducirla al “lugar que le
corresponde”. Si fuera un presbítero u obispo, ha de conducirlo al lugar oriental
de preeminencia. Si alguien no cediera su puesto al honorable recién llegado,
el obispo no interrumpe su predicación, pero el diácono interior debe
avergonzarlo en público. Todos deben aprender “a ceder su sitio a quienes son
más honorables”. ¿Pero qué ocurría si el recién llegado fuera un pobre? Sorprendentemente,
ahora, al obispo, que no había interrumpido en ningún momento su sermón, “Tú,
obispo (dice la Didascalia) interrumpirás tu sermón y harás un sitio para el
pobre cediéndole tu sede… deberías actuar de corazón en favor suyo, aun cuando
tú debas sentarte en el suelo” (DidAp II.58.6).
En la Iglesia primitiva, es evidente, no sólo se teologizó acerca
de los pobres, incluso con vehemencia y profetismo, sino que, también, se
pretendió militantemente, que la praxis eclesial reflejara el lugar que los
pobres han de tener, y la reacción cuando esto no ocurriera. O tempora, o
mores!
Dibujo tomado de https://www.lmcomboni.org/exe/EvangeliiGaudiumES/la_inclusin_social_de_los_pobres.html