sábado, 26 de febrero de 2022

Estemos seguros

Estemos seguros

Eduardo de la Serna



Un tema siempre presente, especialmente cuando los medios de comunicación lo agitan, pero preocupante… es el tema de la seguridad (y la inseguridad). Pero, no está de más reflexionar un poco en el tema más allá de los justos y razonables temores sobre este tema.

En realidad, la búsqueda de seguridad y estar seguros es un tema muy humano. Todos lo buscamos y necesitamos. No solamente ante un peligro cercano o urgente, sino en todos los órdenes de la vida. Buscamos tener una casa segura, un trabajo seguro, una amistad segura, y hasta podemos contratar un “seguro” de vida, de accidentes, de robo, etc. Pero todavía el tema es más amplio: si nos dirigimos a un lugar y no encontramos el camino, nos sentimos inseguros (y no necesariamente por temor a que nos ocurra algo) hasta que nos ubicamos y tenemos “paz”; si queremos darle a nuestra vida un sentido, es importante que este sea un camino firme (seguridad y firmeza son ideas semejantes). Esta es la raíz hebrea de la palabra “amén”, se trata de “estar firme”, y – por supuesto – para la Biblia es insensato buscar estar firme, buscar seguridad en algo que no es en Dios mismo. Este es el punto de partida de lo que se llama la idolatría.

Una persona, un pueblo, necesita la protección (= seguridad) de sus dioses. Ellos le garantizan paz frente a los enemigos, buena cosecha y abundancia de ganado, multiplicidad de hijos, bienestar económico, es decir, ¡bendiciones! Por supuesto que, frecuentemente, para conseguir esas bendiciones, hay que hacer una serie de cosas (ofrendas, sacrificios, etc.) con lo que se entra con las divinidades en una relación de “doy para que me des”. Por eso, frecuentemente, para tener la seguridad que los dioses nos pueden brindar, es indispensable “llevarnos bien” con ellos, para lo que el culto es un paso fundamental.

Ahora, en Israel las cosas son muy distintas. Para empezar, porque tiene un solo Dios y no más (ya no hay un dios que garantiza la lluvia, una diosa que garantiza la fertilidad, etc.). Y, “para peor”, se trata de un Dios que no acepta límites, como los que representan hacerse una imagen… Una imagen permite tener la “confianza”, la “seguridad” de que “acá está Dios”. Una imagen se puede ver, tocar, una imagen “está” aquí. Un Dios sin imagen “es un problema”. Pero la tendencia de “aferrarse” a lo más “seguro” no quedó de lado. Así empezó a haber quienes ponían su “seguridad”, por ejemplo, en el Templo, o en “ser pueblo de Dios”, o en la alianza, etc. Una muestra ocurre cuando los babilonios se acercan amenazantes. Todos saben que esa amenaza no es menor, la vida de todos está en peligro real. Pero muchos empiezan a decir “en la ciudad de Dios (= Jerusalén) estamos seguros”, “en el templo no nos va a pasar nada”, etc. Entonces, los profetas (en este caso Jeremías) van a decir “¡No!, ¡la cosa no es así!”. Poner la confianza, o la seguridad, en el templo, también es idolatría (ver Jer 7).

Poner la confianza en Dios es una cosa, pero poner la confianza en “las cosas de Dios” (como el templo, el pueblo, la ciudad), o poner la confianza en lo que decimos que es Dios, pero no lo es (por ejemplo, en las imágenes) es idolatría, no es un verdadero encuentro con Dios. Por supuesto que muchos creerán que se han encontrado con Dios (de hecho, ¿cómo saber si es o no así?), pero los profetas, de parte de Dios, les dicen ¡no! Allí (o en eso) ¡Dios no está!

Lo interesante (y que parece contradictorio) es que lo que parece más “seguro”, porque lo podemos ver, o tocar, precisamente no lo es. El encuentro con Dios es de otra manera. No es en el culto, no es en el templo, no es en la imagen. Creer o buscar seguridad, y ¡hasta creer (o sentir) estar seguros!, no es garantía de que Dios esté con nosotros. Estaremos con los ídolos, o con un Dios hecho a nuestra medida, pero no con el Dios de Israel y de la Biblia.

Sin duda que, para realmente relacionarnos con el Dios de la Biblia, el de Jesús, se trata de estar donde él está (y no donde nosotros decimos que “debe” estar, donde creemos que “estará”) ¿Qué otra cosa es, si no, un encuentro? Caso contrario, aunque creamos estar con Dios, sencillamente no lo estaremos; nos habremos encontrado con lo que creemos que es Dios, pero se parece más a ídolos. Hemos buscado seguridad, bendiciones, confianza, y creemos tenerlas, pero “por allí, Dios no pasó”. ¿Cómo sabemos si estamos o no con Dios? Creerlo o sentirlo no es suficiente (¡tantas veces hemos sentido lo que después vemos no era como creíamos!) … sin duda, la Biblia y la comunidad eclesial nos dan un buen anclaje para ir descubriendo a un Dios que se hace cercano/a, hermano/a y amigo/a. Es el desafío constante del encuentro con un Dios que no acepta ser “imaginado”, “aferrado”, y controlado (ni siquiera con el culto).

Estar con Dios no significa que estaremos seguros y no nos ocurrirá nada. Creer que porque estamos con Dios no enfermaremos, o no seremos víctimas, es precisamente algo más cercano a la idolatría. Ese no es Dios. “Manipular a Dios”, creer (o hacer creer) que seremos sanados al paso de la Eucaristía, o ir a la búsqueda de un milagro, no es encontrarnos con Dios (aunque la sanación ocurriera). A Dios, el papá de Jesús, lo encontraremos cuando nosotros nos ocupemos de la salud de las/los hermanos, cuando busquemos su paz, cuando seamos nosotros manos de Dios, voz de Dios para que todas y todos nos encontremos, en comunidad de hermanas y hermanos. Cuando la gente, al ver a los “cristianos” pueda decir “allí está Dios” (Zac 8,23; 1 Cor 14,25), o “miren cómo se aman” (Tertuliano).

 

Foto tomada de https://activated.org/es/fe/en-accion/fe/confianza/

viernes, 25 de febrero de 2022

La vida en cubos

La vida en cubos

Eduardo de la Serna



Con el tiempo fuimos aprendiendo que las cosas más fáciles son las ideales. Entonces, el viejo caldo de la abuela, que picaba verduras, hervía trozos durante horas y tenía una capa de grasa encima dejó paso a un cubito pequeño, “re-fácil”. En 5 minutos tenemos el mismo resultado (o casi). Lo instantáneo nos alivió la vida. O eso creemos. Y no es que, a partir de ahora tuviéramos más tiempo para leer, jugar, pensar, aburrirnos (que es la antesala de la creación), ¡no! Otro cubo nos llenó las horas, y la telenovela, la “peli”, la serie del momento cubrió los espacios vacíos. Y, así - ¡oh alivio! – otros pensaron por nosotros. E ingenuamente (= sin pensar) nos creímos una vida de buenos y malos más o menos compleja, más o menos superproducida. Miles de veces vimos un héroe solitario (¡tantas, pero tantas veces lo son! El héroe colectivo se lo dejo a Héctor Oesterheld) que se infiltra en espacio enemigo para liberar cautivos, o detectar espías malvados en el propio territorio que quieren dominar el mundo o volar por los aires una ciudad entera. Lo cierto es que en este mundo de buenos y malos los viejos malos eran los “indios”, luego fueron los “alemanes”, luego los rusos, luego los colombianos, los árabes y ahora, nuevamente, los rusos… Los malos cambian, según los momentos históricos, los buenos no. Siempre son los mismos; ellos siempre están. Por eso resulta impensable ver una película “al revés”, donde los indios / alemanes / colombianos… etc. sean las víctimas de la perversión yanqui. Resulta un grotesco, algo exagerado [recuerdo haber escuchado muchos comentarios sobre lo desmedido que resultó a muchos la maravillosa serie Los Simuladores, cuando deben rescatar a sus compañeros del FBI… Es decir, “ellos” nos trataron de ingenuos toda la vida, pero no es sensato tratarlos así a ellos]. Si hasta es sensato creer que una Virgen se aparece para pedir (llorando) por la conversión de Rusia, pero es absurdo creer que una Virgen pueda pedir por la conversión de los EEUU. Así de formateada tenemos la mente. Además de sometida, claro. Porque terminamos creyendo que los buenos, los que nos subyugan, oprimen, explotan y esclavizan, siempre buscan nuestro bien, y somos nosotros los que no entendemos las cosas como son. Es decir, como “ellos” pretenden.

Y hoy, nueva guerra en el horizonte, el mismo cubo nos muestra buenos y malos. Siempre los mismos. Como si en una guerra no perdieran todos (salvo los vendedores de armas, claro), como si no fuera cierto que en toda guerra la primera víctima es la verdad, como si no fuera cierto que el tema – todo tema – es lo suficientemente complejo como para no dejar que una mirada “instantánea”, pasteurizada y en cubo nos dé la respuesta rápida y sepamos (como si de un partido de fútbol se tratara) de qué lado tenemos que estar. Como si no pudiéramos ver que guerras hubo y hay siempre, pero que desde hace más de 100 años hay un actor que no cambia. “¡En todo estás vos!”

Que se me perdone, pero más allá del análisis serio, geopolítico, que es necesario (y nunca rápido, nunca fácil, y nunca como el cubo lo vende) y que trato de leer, meditar, pensar y “cocinar a fuego lento”, pero resulta que, si de quedar de un lado se trata, elijo el lado de la paz, elijo el lado de la justicia, elijo el lado de la verdad. Algo que los países vendedores de armas suelen soslayar en aras de sus intereses. Altos intereses, por cierto… millonarios intereses. Y si el mundo no piensa, o lo hace mediado por el cubo mágico, entonces, ¡todos (= ellos) tranquilos!

 

Foto tomada de https://www.psicoactiva.com/blog/mitomania-la-mentira-patologica/

miércoles, 23 de febrero de 2022

El aspecto religioso de la magia

El aspecto religioso de la magia

Eduardo de la Serna



Es interesante notar que los modernos estudios antropológicos acerca de la magia no tienen una perspectiva tan negativa como la que se exhibían en escritos de la primera parte del siglo pasado. Todo parece indicar que estos estaban movidos por una actitud o sensación de “superioridad” con la cual lo “primitivo” era comentado o entendido despectivamente. No es así como, al menos los antropólogos más serios, encaran hoy el tema. La magia era vista como una religiosidad primitiva en la cual el chamán, o mediador, lograba controlar a la divinidad en orden a evitar males, o conseguir bienes.

Pero en la Biblia, sí, hay una mirada crítica a magos y magia que debemos comentar, aunque, debemos estar atentos a las diferentes traducciones: por ejemplo, el término hebreo kashaf, el más frecuente, alude a los “magos de Egipto” (Ex 7,11; pero la Biblia de Jerusalén 2ed. traduce por “sabios”), Ex 22,17 es traducida en general por “hechicera”, la Biblia de Nuestro Pueblo, en Dt 18,10 traduce por “agoreros”, 2 Re 9,22 es traducido por “hechicerías” o por “brujerías”, etc. Un problema adicional para la traducción es que el término citado es un verbo hebreo, por lo que la palabra “magos” no es la adecuada; debiera ser, en todo caso, “practicar-la-magia”. Es interesante, que la traducción griega suele preferir farmakón, y solo una vez el semejante arameo ‘ashaf en Daniel 2 se traduce por el griego magós. En aquel caso, como es fácil vislumbrar se refiere a quienes manipulan hierbas (o incluso venenos, los alquimistas). El término hebreo parece provenir del acádico, “provocar encantamientos”. Pero la cantidad de términos, de sinónimos y de imágenes revelan que la traducción no es fácil ni, habitualmente, precisa. El uso es muy amplio, y merecería un buen análisis, como la pretensión de que los dioses egipcios alivien de los peligros, o los textos mesopotámicos en los que los exorcismos son un instrumento necesario para aliviar los encantamientos.

Pero vayamos a la Biblia. Lo primero a señalar, evidentemente, es que por magos / magia se hace clara referencia a algo negativo, una “abominación” (solo en textos muy antiguos hay una mirada positiva del término, ver Gen 20,37; Num 24,1; 1 Re 20,33). Para comenzar, se trata de algo abominable por ser una práctica frecuente en los demás pueblos, una práctica religiosa, pagana. Evidentemente, Israel debe relacionarse con Dios con los criterios que Dios mismo ha establecido, no con las prácticas del lugar, ni siquiera pretendiendo “conocer”; se trata, por tanto, de algo que está ligada a la idolatría. En ocasiones, como en Egipto, o en la corte babilonia (si es que no se identifican, en los relatos) la característica de los magos es “conocer el porvenir” (“adivinar”), cosa que no logran eficazmente.

Cualquier buen judío no ha de preocuparse por lo que ocurrirá, sino que debe buscar vivir coherentemente en el aquí y ahora la voluntad de Dios. No ha de buscar que Dios haga lo que él o ella pretenden, sino él o ella pretender vivir lo que Dios desea. Sea como fuere, lo cierto es que se trata de una intermediación entre Dios y su pueblo (un acto religioso, por tanto) que no es la que Dios mismo se ha elegido, se trate de Moisés, un profeta o alguna otra persona. Una vez más, como tantas, en Israel se ha de reconocer y partir de la iniciativa de Dios. Es interesante que, en el Nuevo Testamento, tanto Pedro (Hch 8,9) como Pablo (13,6) se enfrentan con un mago, e incluso, ante la predicación de Pablo muchos, en Éfeso, queman sus libros de magia (19,19). Sin duda, además, en este sentido ha de entenderse la presencia de los magos ante el niño recién nacido: los necios lo aceptan y adoran, mientras que los que deberían reconocerlo, no lo hacen.

Sin duda, en nuestro tiempo (y dejo de lado los espectáculos teatrales de “magia”), hay actitudes que se asemejan más a la magia negativamente entendida que a la verdadera recepción de los ministros y los proyectos de Dios. Estas son bastante frecuentes, sea por los intentos de manipulación de lo religioso según nuestra propia voluntad [pretender que Dios haga lo que nosotros queremos en lugar de buscar hacer nosotros la voluntad de Dios, “hágase mi voluntad y no la tuya”], o sea por una búsqueda de ministros o ministras más acordes a nuestros deseos, o a nuestras propias estructuras mentales o culturales, que a la aceptación de las y los profetas de nuestro tiempo, a los ministros y espacios de encuentro con Dios. Y de ninguna manera estoy aludiendo a los actos aberrantes de atribuir magia y brujería a las mujeres, y – en consecuencia – su asesinato en hogueras; desde Margarita Porete a Juana de Arco, y miles y miles de mujeres quemadas en tantos lugares y tiempos merecerían un urgente arrepentimiento. Es a otra cosa muy diferente que me estoy refiriendo, evidentemente. Se trata una vez más de un obstáculo a la iniciativa de Dios que es, a su vez, obstáculo para la vida del pueblo de Dios.

 

Imagen tomada de https://antoniolasheras.com/que-es-realmente-la-alquimia/

martes, 22 de febrero de 2022

Video con comentario al evangelio del 8° domingo "C"

 Video con comentario al evangelio del 8° domingo "C"



O también puede verse en

https://youtu.be/k6Igcc5dFw4


Eduardo

Domingo 8C

 Los dirigentes de la comunidad deben pasar por el filtro de la fidelidad

Domingo 8º durante el año – ciclo “C”

Eduardo de la Serna




Lectura del libro del Eclesiástico                    27,4-7

Resumen: con imágenes de la vida cotidiana el sabio ilustra la sensatez (o no) de confiar en las personas según lo manifiesten en su palabra.

Una serie de imágenes de la vida cotidiana ilustran el modo sensato de actuar, razonar o evaluar lo que ocurre. Especialmente ilustra en diferentes imágenes el actuar en el comercio. Las imágenes ayudan a evaluar por la palabra el interior de las personas.

El pecado puede ser característico del comerciante (ver 42,5), especialmente cuando el afán de lucro lo ciega (27,1; ver Lev 19,35-36; Am 8,4-5; Prov 11,1; 20,10). La falta de honestidad es posible y se afirma como una estaca. Y lo mismo puede ocurrir con el lenguaje, el medio que existe para confirmar o no las apariencias. Con imágenes de la vida cotidiana (criba, horno, cultivo) revela a las personas, con densidad, resistentes, maduras. Hasta que el lenguaje no los revele no es sensato “evaluarlos”.


Lectura de la 1ª carta de san Pablo a los Corintios           15,54-58

Resumen: llegado el momento definitivo de la resurrección, los efectos de la muerte revelan su impotencia en los seres humanos al haber sido derrotados definitivamente por la vida.

Culmina el capítulo 15 con una conclusión. Sigue el contraste entre dos tiempos marcado por el límite entre la corrupción e incorrupción y lo mortal e inmortal.

Ya sabíamos que la resurrección de Cristo es “primicia”, y al llegar el tiempo final todo lo esperado se concretará. La muerte ha perdido su poder de definitividad puesto que la vida tiene la última palabra. Esa es la “victoria” (vv.54.55.57) que ya había sido anunciada ante el enemigo final (v.26). Así estaba anunciado por “lo que está escrito”. Como se ve (y ocurre en otras ocasiones de la carta) Pablo cita libremente la Biblia.

La “transformación” (v.51) operada en la resurrección fue expresada con diferentes imágenes: siembra-cosecha (vv.36-37.42-44), primer-segundo/último Adán (vv.45.47), herencia (v.50). Ahora recurre a una imagen (que en otras ocasiones es bautismal): el revestimiento (v.53). La corrupción y la muerte se “revestirán” de sus opuestos, incorrupción e inmortalidad y llegará el momento anunciado en las escrituras.

Pero a modo de ejemplo, Pablo ilustra cuál es el aguijón: el pecado, y la “fuerza del pecado” es “la ley” (algo aquí sólo insinuado que Pablo desarrollará extensamente en Romanos 5-7). Pero por Jesús “hemos” alcanzado la victoria.

Con un “hermanos” conclusivo Pablo termina la unidad (y dará comienzo a la parte final de la carta en c.16). Al comienzo de la discusión con quienes niegan la resurrección Pablo les había dicho que “eso es lo que creyeron”, sino “habrían creído en vano” (v.2) y sin resurrección “vacía” (kenós) es nuestra predicación y nuestra fe y concluye señalando que “su trabajo no es vacío (kenós) en el Señor”.



+ Lectura del Evangelio según san Lucas    6,39-45

Resumen: tres pequeñas parábolas manifiestan sencillamente cómo se espera que se viva en el seno de la comunidad, especialmente quienes tienen responsabilidades en la misma.

Una serie de breves parábolas cierra la unidad donde Jesús habla sobre el Reino de Dios. Las parábolas también están en Mateo, pero no en este mismo orden.

Mateo
Lucas
Déjenlos: son ciegos y guían a otros ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en un pozo. (15:14)
Y añadió una comparación: –¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?
El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro.
No está el discípulo por encima del maestro ni el sirviente por encima de su señor. Al discípulo le basta ser como su maestro y al sirviente como su señor. Si al dueño de casa lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más a los miembros de su casa! (10:24-25)
¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo?
¿Cómo te atreves a decir a tu hermano: Déjame sacarte la pelusa del ojo, mientras llevas una viga en el tuyo?
¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano. (7:3-5)
¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano: hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano
Por sus frutos los reconocerán. ¿Se cosechan uvas de los espinos o higos de los cardos?
Un árbol sano da frutos buenos, un árbol enfermo da frutos  Un árbol sano no puede dar frutos malos ni un árbol enfermo puede dar frutos buenos. El árbol que no dé frutos buenos será cortado y echado al fuego. Así pues, por sus frutos los reconocerán. (7:16-20)
No hay árbol sano que dé fruto podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano.
Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos.
El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Planten un árbol bueno y tendrán un fruto bueno; planten un árbol enfermo y tendrán un fruto dañado. Pues por el fruto conocerán al árbol. (12:33)

El acento en Lucas está puesto en la comunidad y sus dirigentes.

La primera parábola (vv.39-40) alude a la importancia de que el discípulo no se ponga por encima del maestro, sino que continúe su etapa formativa. Caso contrario sería como un “guía ciego” destinado a caer en un pozo. Sin duda en la comunidad de Lucas hay quienes tienen esta actitud desatinada sin haber terminado su formación (“cuando haya sido instruido”).

La segunda parábola (vv.41-42) nuevamente se expresa en el contexto de la comunidad como el término “hermano/s” (3x) lo confirma. El hermano que pretende ser “guía” deberá tener la mirada limpia.

Ambas parábolas en Lucas (a diferencia de Mateo, en contexto de debate con los fariseos) se dirigen a la comunidad.

La tercera parábola (vv.43-45) revela que las acciones de una persona revelan su interioridad. La coherencia o incoherencia entre el decir y el obrar en la comunidad revela la fidelidad al reino.


Foto tomada de http://www.akardec.com/?p=47918

sábado, 19 de febrero de 2022

«¡No matarás!»

 «No matarás»

Eduardo de la Serna



Es sabido que, en la Biblia, en los llamados “Diez mandamientos” hay uno que afirma, de modo contundente, “no matarás”. Notemos que, a diferencia de otras normas legales, ni se explica por qué no debe o sí debe hacerse lo que figura en las tablas y, además, cuál debiera ser la pena a quién violara la ley. Este Decálogo constituye, antes que un código legal, una suerte de sello identificatorio. De estas diez maneras ha de vivir un buen israelita, esto nos identifica”. Y, recalquemos, no hay aquí, a diferencia de otros códigos del medio ambiente de su tiempo, una indicación de diferentes tipos de víctimas. Así, por ejemplo, el código de Hammurapi (Babilonia, 1750 a.C.) condena con la pena de muerte a quien matare a una persona libre, pero si el muerto fuera un esclavo, sencillamente debe reponer otro. Acá, en el Decálogo, se trata de “no matar” a ninguna persona, a todos los seres humanos sin distinción.

En la vida diaria, en cambio, el tema es muy complejo y, además, muy amplio ya que hay diferentes víctimas, diferentes causas y, también, diferentes momentos históricos. Sería muy extenso detallarlos uno a uno. Pero – y esto es lo importante – no es sensato aplicar a todas las circunstancias y en todos los momentos la violación del mandato “no matarás”. En ocasiones sí lo es, aunque pudiera tener atenuantes o agravantes, pero en otras ocasiones, esto no es tenido como tal. Y veamos algunos ejemplos significativos:

En caso de derrota militar, ser capturado era ser sometidos al escarnio público (además de a una posterior muerte segura o eventual esclavitud). En una sociedad (como lo eran todas las del ambiente) para la cual el honor era un valor supremo, no se podía tolerar semejante humillación o vergüenza. Entonces, era bien visto que el derrotado se arrojara sobre su espada y muriera. Era altamente honorable actuar de ese modo. Derrotados los asesinos de Julio César, Casio y Bruto, por Octaviano y Marco Antonio, estos se arrojan sobre sus espadas y mueren; derrotado Marco Antonio por Octaviano (luego César Augusto), también se arroja sobre la espada, y Cleopatra se hace picar por una cobra; derrotadas las fuerzas conducidas por Josefo, y atrapados dentro de una cueva, deciden todos arrojarse sobre sus espadas, algo sobre lo que Josefo los disuade para conservar él la vida (cosa que consigue); derrotados por los filisteos, Saúl también lo hace y, a continuación, lo imita su escudero (1 Sam 31,4-5) y el carcelero creyendo que Pablo y sus compañeros habían escapado  toma la espada para hacerlo, pero Pablo lo detiene (Hch 16,27). Como expresión de decisión para evitar el deshonor, quitarse la vida es visto como un gesto honorable, y de ninguna manera, es visto negativamente (quizás en este sentido deba entenderse la muerte de Judas narrada por Mateo).

Otro ejemplo es en el caso de la violación de una norma grave. La “pena de muerte” no es vista como un “atentado a la vida”, en estos casos. Sea porque se aplica la ley del “ojo por ojo” y, entonces, “vida por vida” (esto también está tomado del código de Hammurapi, aunque allí no es lo mismo si se trata de alguien de la élite, de un “común” o de un esclavo; la medida se aplica si es alguien “de igual rango”). Para que se entiendan las diferencias con otros tiempos y mentalidades valga un ejemplo de este Código: si un barbero le cortara el cabello a un esclavo sin consentimiento del dueño, las penas pueden llegar hasta la muerte del barbero (# 226-227). Los motivos por los que el violador de una norma merece la muerte pueden ser muy variados, evidentemente: los blasfemos, por ejemplo, han de morir; el arrogante que no acepte la sentencia del sacerdote, debe morir; el que hable en nombre de otros dioses, también; el violador, el secuestrador, el que no respete el sábado, etc.; no es el caso indicar la gran cantidad de normas que, al violarlas, la sentencia que corresponde es la muerte. Pero, evidentemente, quienes la ejecutaran, no violan la norma “¡no matarás!” E, incluso, en caso de que la suerte de alguien se definiera por testigos, el texto indica que son ellos quienes han de arrojar las primeras piedras (Dt 17,5-7); ellos serían responsables de esa muerte ante Dios en caso que hubieran prestado falso testimonio (como el caso de los ancianos y Susana lo manifiesta en Dn 13).

Sin duda, además, hemos de tener en cuenta la novedad que Jesús incorpora sobre esto, tanto sobre el “ojo por ojo”, sobre los enemigos, etc. Sabemos que Mateo, en la antítesis: “han oído que se dijo” va más allá del “no matar” incluyendo el enojo o el insulto (5,22) y Pablo aclara que “todos los mandamientos” se resumen en el mandamiento del amor al prójimo (Rom 13,9).

Finalmente, una nota sobre un tema actual, el aborto. Es notable que, mientras en el ya citado código de Hammurapi se condena expresamente el aborto (aunque, como se dijo, se distinguen las clases sociales), en la Biblia (ni el AT ni el NT) no hay ninguna referencia al tema. Sólo un texto (Ex 21,22-25) puede entenderse en este sentido, pero el término clave, “dañar”, “desgracia” no es entendido habitualmente en ese sentido por la mayor parte de los estudiosos (parece tratarse de algo no procurado ni querido). Del mismo modo, el tema se encuentra en los escritores griegos, pero no en el Nuevo Testamento, y sí en los escritores cristianos del s. II (la llamada Didajé, y la “carta de Bernabé”). Que el tema no se encuentre, a pesar de ser un tema recurrente en el tiempo y ambiente invita a pensar que no era tenido como tema importante por los autores bíblicos.

Algo semejante parece que ha de anotarse para quienes reclaman “pena de muerte” para determinados delitos, cosa que suele acentuarse cuando hay hechos dramáticos que cobran estado público.

Quizás haya que resumir señalando que el Dios de la vida, ama la vida y nos invita también a nosotros a obrar en consecuencia. Amar la vida es amar la vida digna para todos y todas (resulta curioso, por ejemplo, notar que muchos críticos feroces del aborto sean a su vez ardientes reclamadores de pena de muerte para los ladronzuelos). Amar la vida es desear y procurar la vida, la salud, la justicia, la felicidad, los derechos humanos de todas y todos; es oponerse al hambre, la tortura, la guerra, los femicidios, los tráficos humanos y modernas esclavitudes, etc.. Se trata de que la vida humana sea una suerte de “sacramento” de la vida divina que Jesús quiere procurar a todas y todos (Jn 10,10).

 

Foto tomada de https://www.elespectador.com/tags/derecho-a-una-vida-digna/

miércoles, 16 de febrero de 2022

«Nosotros los religiosos, los buenos, los puros»

 «Nosotros los religiosos, los buenos, los puros»

Eduardo de la Serna



Había una serie de cosas que el pueblo judío tenía claras, como cosas que lo constituían. Ellos eran el pueblo de Dios y Él era su Dios. Como pueblo de Dios ellos debían encontrarlo de un modo diferente a como los demás pueblos se encontraban con sus dioses y diosas. Vivir conforme a la voluntad de Dios era el modo; y si en un primer momento el planteo era de “obediencia”, más adelante se empieza a ver en clave “amor”, entonces, al Dios que antes se le debía “temer”, ahora estamos invitados a “amarlo”. En los últimos escritos, especialmente los sapienciales, todavía se da un paso más y la invitación que se insinúa es a “agradarle” a Dios, cosa que Pablo repite con insistencia. Ahora bien, esta actitud con respecto a Dios tenía la ventaja de que podía vivirla, y reconocerse entre ellos, porque estaban en la tierra de Dios (ver Ex 5,5), donde se vivía la “ley de Dios”, y gobernado por un rey que era visto como “hijo de Dios”. Pero en los años 597 y 587 a.C. los babilonios tomaron Jerusalén, depusieron sus autoridades y, finalmente destruyeron la ciudad y el templo llevando a la elite judía cautiva al destierro. En la tierra quedaron los pobres (2 Re 24,14), pero los que “cuentan” (los “importantes”) fueron llevados al exilio donde empezaron a vivir una crisis, ¿cómo encontrarnos con Dios “en tierra extraña”? Allí, por un lado, muchos empezaron a reelaborar contraculturalmente los relatos de la creación, del diluvio y otros textos remarcando que no era el dios Marduc sino Yahvé el creador, el que acompaña en el diluvio, etc., pero, por otra parte, ¿cómo vivirlo? ¿Cómo experimentar el encuentro? Es así que, especialmente los sectores sacerdotales, profundizan un modo más interior que el pasado para “sentirse judíos”, y acá, entonces, se refuerza la importancia de la circuncisión, se destaca la importancia del sábado y el descanso y se profundizan las leyes de “pureza” (con las que se entendía que había alimentos puros e impuros, y personas puras o no; por ejemplo, un judío sólo podía casarse con una judía y viceversa; jamás con “hijos de un dios extranjero”). Ahora bien – y acá lo que me interesa reflexionar – cuando los persas dominan Babilonia y permiten a los judíos que lo desean regresar a su tierra, los que lo hacen vuelven con estos esquemas mentales. Pero la “gente de la tierra”, los que habían quedado, no habían dado esos pasos. Entonces, los de la elite regresados, empezaron a considerar impuros a quienes, casados con no-judíos no rompieran su matrimonio (Mal 2,11). Así, el término “gente de la tierra” (en hebreo ‘am haaretz) que antes era positivo, empezó a ser despectivo.

En tiempos de Jesús, según narra Juan, pareciera que algunos de los sectores de la élite también tienen una mirada crítica a los seguidores de Jesús: «¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos». (Jn 7,48-49). Si bien es posible que esto sea algo más propio de los tiempos de Juan que de Jesús, no deja de tener significación.

En los escritos rabínicos y el Talmud, posteriores – al menos en la redacción – al tiempo de Jesús, se da un paso más aún: está recomendado evitar (o directamente prohibido) comer con ‘am haaretz; estos eran “ignorantes”, no eran “el verdadero Israel”.

Es interesante, por un lado, notar la evolución que ha sufrido el término, de referir a los “judíos” a pasar a referir a los “malos judíos”. Pero es importante, también, notar cuál es la actitud de Jesús y el cristianismo de los orígenes frente a ellos. El contraste, especialmente viene dado con los “fariseos” que se entienden a sí mismos “separados” (de allí parece que viene el nombre, fariseos; aunque hay que señalar que no es fácil hablar con precisión de este grupo porque ha pasado por muy diversos momentos y las fuentes para conocerlos no son precisas). Es sabido que, como grupo muy religioso (y detallista) los fariseos pretenden ser cuidadosamente fieles a Dios, vivir la vida cotidiana como si la casa, el trabajo, las comidas fueran en el Templo. Pero no es menos cierto que los fariseos fueron un grupo no muy numeroso (aunque sí, al menos en momentos, muy respetado). El común de la gente, el “pueblo”, los ‘am haaretz no tenían esas actitudes, y – al menos en algunos momentos – fueron despreciados por aquellos. Jesús, como hemos señalado en otras ocasiones, no pone su acento en la pureza, relativiza el sábado y, si bien, él y sus primeros discípulos, estaban circuncidados, ya en las primeras comunidades, la apertura a los “incircuncisos” fue evidente (aunque conflictiva por momentos). Es decir, precisamente aquello que era sustancial para los que volvieron del exilio, era relativizado por Jesús y su grupo. Lo que para Jesús cuenta principalmente, entonces, no es la actitud religiosa de fidelidad (aunque no la critica cuando se vive honradamente) sino la actitud de vivir como verdaderos hermanos y hermanas, que es donde Dios reina. La actitud de desprecio a los “no piadosos” es, precisamente, una negación de esta fraternidad y sororidad que Jesús propone. Es desde y con los ‘am haaretz que Jesús empieza a mostrar este reinado; es desde y con los “débiles” que Pablo empieza a mostrar el cuidado y respeto al “cuerpo eclesial”, es en la atención de los desprotegidos, como “el huérfano y la viuda” donde se ve la verdadera religiosidad. No se trata de ser “piadosos y puros” (y creerse superiores), se trata de “ser hermanxs”. De eso se trata.


Foto tomada de https://www.religiondigital.org/vaticano/Francisco-ama-Dios-hermano-mentiroso-religion_0_2193980606.html

martes, 15 de febrero de 2022

Domingo 7C

 La actitud frente a la víctima nos asemeja a Dios mismo

Domingo 7 “durante el año” ciclo «C» 

Eduardo de la Serna





Lectura del 1er libro de Samuel             26:2, 7-9, 12-13, 22-23

Resumen: David, perseguido por Saúl con intenciones de matarlo, tiene la oportunidad de librarse de su enemigo, pero no lo hace mostrando así a la vista de todos que “Yahvé devolverá a cada uno según su justicia y fidelidad”.

En diferentes momentos del libro de Samuel encontramos la persecución que Saul provoca a David, e incluso la ocasión de David de liberarse de su enemigo sin ceder a la tentación de hacerlo (cf. 1 Sam 24). El texto litúrgico (bastante cortado) presenta el contexto (v.2) la oportunidad de David y Abisay de eliminar a Saúl (vv.7-9), la prueba de selecciona David para mostrar la ocasión que ha desechado (vv.12-13) y la demostración de David a su enemigo de que no hizo uso del momento de beneficio (vv.22-23).

Sin dudas el texto fue escogido para ilustrar el dicho de Jesús de “amar al enemigo”, del que hablaremos.

No es importante, en este caso, el hecho histórico. Los textos bíblicos son bastante “anti-Saúl” (y muy pro-davídicos) por lo que no es fácil reconocer el verdadero acontecimiento. El hecho de que se repitan invita a pensar en una serie de tradiciones que circulan mostrando la magnificencia de David ante la injusta persecución de la que es objeto. Teniendo la oportunidad evidente de eliminar a Saúl David no lo hace, pero se ocupa de mostrar, a la vista de todos, esa oportunidad desaprovechada (con lo cual, obviamente, queda claro, en un mismo momento, la perversión de uno y la grandeza de otro). Saúl reconoce su “pecado” (v.21) lo que, narrativamente, profundiza la idea de que “el tiempo de Saúl” ya ha terminado para dar comienzo al tiempo de David, el rey modelo para esta historia iluminada por la teología deuteronómica. Como persona religiosa que es, David se ha negado a poner mano, a derramar sangre “del ungido del Señor” (v.9.23; algo que él mismo será). De hecho, la unidad finaliza con David afirmando que, por lo que ha hecho, perdonando a su enemigo, “mi vida será de gran precio a los ojos de Yahvé” (v.24) y Saúl mismo reconocerá que “triunfarás en todas tus empresas” (v.25).


Lectura de la 1ª carta de san Pablo a los Corintios            15:45-49

Resumen: Pablo continúa mostrando que los muertos realmente resucitan, para lo que recurre a la Escritura y a Adán mostrando, luego, a Jesús en relación al primer hombre destacando la relación entre lo vital humano y lo espiritual.

Como se ha señalado, todo el capítulo 15 de 1 Corintios está dedicado a destacar el tema de la resurrección de los muertos.

El tema central – como se señaló la semana pasada – es la estrecha relación entre la resurrección de Cristo y la de los cristianos. El contraste – como también se señaló – está dado entre Adán y Cristo. En contraste con él, Jesús es llamado “último Adán” (v.45), el “segundo (hombre)” (v.47), “hombre celestial” (vv.48.49), y el contraste se acentúa con “cuerpo vital” (psíquico) y “cuerpo espiritual” (v.44), “psiquis que vive” y “espíritu que da vida”, “primero lo vital (psíquico) luego lo espiritual” (v.46) hombre terrestre, hombre celestial (vv.47-49).

Hacía poco tiempo, Filón de Alejandría (ca. 15 a.C. – ca. 45 d.C.) había destacado que el primer hombre era el espiritual (imagen de Dios) mientras que el segundo (haciendo referencia a los dos relatos de la creación humana), del barro, pecador, era “humano”; Pablo invierte el esquema del alejandrino, lo que no significa que lo haya leído, por supuesto, sino simplemente conocer la imagen. De todos modos, también, es una correlación entre el “cuerpo psíquico” y el “cuerpo espiritual” (v.44) a la luz del texto bíblico (v.45).

Lo cierto es que el dinamismo comenzado con Adán continúa, pero hay un dinamismo superador en Cristo. Es el dinamismo de la vida que “vitaliza” la muerte. Es la expresión evidente de que – aunque algunos en Corinto lo nieguen – hay resurrección de los muertos.


+ Lectura del Evangelio según san Lucas    6,27-38

Resumen: Lucas muestra con una serie de ejemplos cómo es el modo de vida en fidelidad al Reino que espera de los discípulos de Jesús, de sus “oyentes” siguiendo el mismo modo de ser misericordioso de Dios.

Sabemos que Lucas y Mateo comparten textos en común que no han recibido de Marcos; esa fuente común es conocida como “Q” (del alemán: Quelle = fuente). El Evangelio de hoy nos presenta una serie de textos que podemos fácilmente atribuir a Q y encontramos también en Mt en el “Sermón de la Montaña”. El orden es semejante y algunas intenciones también.

En realidad, la unidad es mucho más extensa y la liturgia ha seleccionado sólo una parte:

Para ver bien las semejanzas y diferencias pondremos en paralelo ambos textos

Mateo
Lucas
«Han oído que se dijo:
Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo les digo: Amen a sus enemigos y

rueguen por los que los persigan (5:43-44)
Pues yo le digo: no resistan al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra:
al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto;
y al que te obligue a andar una milla vete con él dos.
A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. (5:39-42)
«Por tanto, todo cuanto quieran que les hagan los hombres, háganselo también ustedes a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. (7:12)
Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa van a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?
Y si no saludan más que a sus hermanos, ¿qué hacen de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?




(= 5,44, más arriba)




Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial. (5:46-48)
«No juzguen, para que no sean juzgados.



Porque con el juicio con que juzguen serán juzgados, y con la medida con que midan se los medirá. (7:1-2)
27 «Pero yo les digo a los que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odien,
 28 bendigan a los que los maldigan, rueguen por los que los difamen.

 29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra;
y al que te quite el manto, no le niegues la túnica.


 30 A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.
 31 Y lo que quieran que les hagan los hombres, háganselo ustedes igualmente.

 32 Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Pues también los pecadores aman a los que les aman.
 33 Si hacen bien a los que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? ¡También los pecadores hacen otro tanto!
 34 Si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.
 35 Más bien, amen a sus enemigos; hagan el bien, y presten sin esperar nada a cambio; y su recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.
 36 «Sean compasivos, como su Padre es compasivo.
 37 No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
 38 Den y se les dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el borde de sus vestidos. Porque con la medida con que midan se los medirá».

Dejemos – aquí – de lado a Mateo. Como se ve, “amar” y “hacer el bien” están en paralelo. Son sinónimos, y Lucas pone el acento en que no se trata solamente de amar a los amigos, sino a todos. Incluso a aquellos a quienes era de esperar que se buscara su castigo. El modelo a imitar es Dios mismo, como se insistirá en v.36. Esto no se dirige solamente a los suyos, sino a los que “me escuchan” (cosa que queda reforzada por los verbos en plural: “ustedes”, salvo en vv.29-30 quizás para reforzar la decisión personal ante la exigencia).

Es interesante notar la antítesis constante entre una parte y lo que se espera (amar / odiar, bendecir / maldecir…). El marco y contexto es ciertamente dramático para el “auditorio” e invita a ubicarnos en el contexto de la vida de los cristianos en el imperio romano, de opresión y empobrecimiento. Es allí donde Lucas invita a vivir el modelo de Jesús a los suyos. Pero sea en el ambiente social y político como en el seno de la comunidad (y sus conflictos) el esquema con el que se debe vivir es la llamada “regla de oro”: “traten a los hombres como quieren que ellos los traten”.

A continuación, presenta tres escenas hipotéticas (“si…” aman/hacen bien/prestan) y un modo de comparación: también “los pecadores” hacen eso (vv.32.33.34), entonces ¿qué mérito tienen? El criterio debe ser la gratuidad. Los “pecadores” (quizás los que no son miembros de la comunidad) también hacen lo mismo, pero los motivos son otros. La gratuidad es la de la relación padre/hijo.

v.36 es la conclusión de lo que viene diciendo hasta aquí y la preparación a lo que viene (un texto bisagra), y vv.37-38 algunas conclusiones de esto en la vida.
Veamos estas dos partes detalladamente:

Sean misericordiosos”: el término oiktirmôn es exclusivo de este párrafo en los evangelios (sólo se repite en Sgo 5,11). Como se ha visto, Mateo prefiere “sean perfectos” haciendo referencia a la “justicia mayor” que la de los escribas y fariseos. Lo interesante es que el esquema de la frase es semejante al texto de Lev 19,2: “sean santos como Yahvé es santo”, pero aquí y en Mateo modificado. En el AT se afirma con frecuencia que Dios es “misericordioso” (señalamos solamente los textos de la Biblia griega de LXX que utiliza oiktimôn: 2 Sam 24,14; 1 Cr 21,13; Sal 24,6; 39,12; 50,3; 68,17; 76,10; 78,8; 102,4; 118,77.156; 144,8.9; Is 63,15; Dan 9,18; Os 2,21; Zac 1,16; Sir 5,6; Bar 2,27; es interesante que el griego de Zac 12,10, allí donde el texto hebreo dice “espíritu de gracia y oración” prefiere “de gracia y misericordia”). Por lo tanto, vemos que el texto no contradice en nada la tradición bíblica. Frecuentemente oiktimôn traduce el hebreo raham que es ternura (preferentemente materna, de su seno), o también hnn que es gracia, piedad, aunque ambas palabras hebreas también se traducen con frecuencia por éleeô. En síntesis, de Dios también se predica su ternura y misericordia, no solamente su santidad. Sin embargo, en tiempos de Jesús, la santidad tenía una lectura más negativa: puesto que el santo es el separado (Dios se separó para sí un pueblo, dentro de ese pueblo se separó una tribu, dentro de la tribu un clan y dentro del clan una persona), la fe se va viviendo como un sistema de exclusiones donde cuanto más “separado” se es, más cercano a Dios se está. Así, son cada vez más los grupos que van siendo excluidos de la cercanía de Dios: los paganos, los impuros (por ejemplo, los leprosos), las mujeres, los niños, la “gente de la tierra”. Es conocida la tradicional acción de gracias rabínica: “te doy gracias, Señor, por haberme hecho judío y no pagano, libre y no esclavo, varón y no mujer” (que no pretendía tanto manifestar la exclusión de los otros sectores sino manifestar que estando con los beneficiados [judío, libre, varón] se podía estar más cerca de Dios). El sistema de “santidad” termina siendo un sistema de exclusiones; al poner el acento en la ternura, la misericordia, en cambio, el acento se pone en las inclusiones. El término éleeô/os lo encontramos más frecuentemente en Lucas: de entrada, se afirma que la misericordia de Dios alcanza a todos los que le temen (1,50), porque “Dios se acordó de la misericordia” (1,54). Recordando su alianza “hizo misericordia” (1,72) manifestando “entrañas de misericordia” (1,78), Lázaro le pide a Abraham misericordia por su sed (16,24) y los leprosos le piden a Jesús que tenga misericordia de su exclusión (17,13), cosa que también pide el ciego (18,38.39); esto debe ser imitado reconociendo como prójimo a todo caído y sufriente (10,37). También es cercano a este término lo “entrañable” (splagjnízomai; recordar 1,78; además 7,13; 10,33; 15,20). La misericordia es lo que mueve a Dios a actuar en la historia, y lo que mueve a Jesús hacia el que sufre, y es también lo que debe mover a sus seguidores. Es muy probable que Jesús haya cuestionado el sistema de exclusiones judías como lo demuestra su constante cercanía a los excluidos del régimen de la pureza, y seguramente en otra característica de Dios, la misericordia, ha encontrado un rostro divino más coherente con su abbá. Podemos afirmar, entonces, que la misericordia aparece como un predicado de Dios con el que Jesús enfrenta a cierto judaísmo de su tiempo. No es cosa de imitar a Dios alejándonos de los demás, sino aproximándonos a ellos.

A continuación, siguen dos ejemplos, dos negativos y dos positivos donde se muestra cómo Dios mira nuestras actitudes. A nuestras acciones -positivas o negativas- le siguen sendas acciones divinas expresadas en voz pasiva (“serán juzgados”, “serán absueltos”, que suponen a Dios como sujeto). La idea de “juzgar” supone especialmente “condenar”, guiarse sin misericordia con respecto a los demás. Absolver es liberar, dejar ir, o incluso perdonar. Dios parece guiarse con un criterio “mercantil” con quien no tiene misericordia con su hermano: usará el mismo criterio. En cambio, su generosidad será desbordante con quien se guíe con criterios de misericordia (ver también 8,18; 19,25-26). Y esto incluye nuestra actitud con respecto a los bienes terrenos, como queda claro en el cuarto de los ejemplos, el de dar y la medida. La disponibilidad a la misericordia, al perdón, a la generosidad (¿limosna?) deben marcar la vida cotidiana del seguidor de Jesús.

Una nota sobre el “como Dios”: El amor no es un producto más de mercancía, de compra-venta, sujeto a la oferta y la demanda, no es "doy para que me des". Al menos el amor que quiere ser como el de Dios, a quien estamos llamados a imitar. El amor es generoso, es entrega de sí, es vida y produce vida; el amor no se tiene en cuenta a sí mismo sino al ser amado (aún a costa de sí mismo; aún hasta dar la vida). El amor no es algo palpable y científicamente analizable; tampoco es algo que se puede reducir a un "sentimiento" que hoy está y mañana puede desaparecer... El amor es siembra de vida, entrega de comunión, es imitación del mismísimo Dios. Las actitudes del amor son: misericordia, perdón, generosidad, no condenar... son actitudes como las que tiene el mismo Dios y deben tener sus hijos. Dios derrama su amor sin esperar nada a cambio, eso es la misericordia, eso es la fidelidad de Dios a su mismo ser y su compromiso con los amados; a eso nos llama: a dar sin esperar respuesta, e incluso dispuestos a recibir a cambio desprecio, incomprensión y violencia.


Foto tomada de http://nuevotiempo.org/radio/la-misericordia-de-dios/