Encuentro en Saltillo. Crónicas
Eduardo
de la Serna
Estamos
en Saltillo, México, para acompañar a curas y comunidades en nuestra reflexión.
Es interesante
lo que está ocurriendo en muchos estados con los maestros. Hay, en muchas zonas
y regiones, bloqueos, piquetes y paros a raíz de las reformas que está
encarando el Estado. Con el argumento de la “educación de excelencia” se
pretende – nos dicen – una educación apta para el modelo neoliberal. Gente
preparada para el sistema (y mal remunerada, además). Es interesante, por
ejemplo, que en el norte están las empresas automovilísticas, que brindan ese
tal “empleo de calidad”, pero por lo que nos dicen, gana más un
lavacopas en los EEUU que un trabajador en estas empresas; esto, y la crisis de
los precios del petróleo, ha hecho que las remesas (el dinero que envían a sus
familiares los que residen, legal o ilegalmente en EEUU) se ha constituido en
la principal fuente de ingresos del país, algo que ya ocurre en Centroamérica.
Los maestros (en el principio empezaron en los estados del Sur, Guerrero,
Oaxaca, Chiapas…) resisten la reforma por tener una mirada crítica. Esto
implicó represión y violencia. Hace unos días murieron entre 8 y 15 maestros y
militantes a los que se suman varios desaparecidos, el ejército amedrentando la
población y prohibiendo que los hospitales atiendan heridos civiles…
Muchos
ven esto como una crisis (¿terminal?) del PRI, el partido de gobierno, algo que
empezó con la matanza de estudiantes en 1968 en Tlatelolco, y en el presente
tuvo su punto de partida en los 43 desaparecidos en Ayotzinapa. El gobierno les
ha dado un ultimátum, los maestros no lo han aceptado y el clima y la
resistencia no es algo que invite a pensar – al menos en lo inmediato – en una
solución pacífica. Claro que cuanto más demore ésta en llegar más parece
afectar al PRI favoreciendo por derecha al PAN y por izquierda a MORENA (López
Obrador). El tema está en plena ebullición.
Llegados
a Saltillo empezamos hoy la semana y ya nos encontramos con una serie de
desafíos y elementos que nos conmueven.
Como el
tema eje es la misericordia empezamos preguntando quienes son en concreto los
“míseros”, las víctimas concretas. Porque la realidad tiene elementos comunes,
pero también rostros concretos en las víctimas.
Y lo
primero que dijeron, antes casi de empezar es “hoy a la mañana aparecieron dos
asesinados en las puertas del seminario” (donde nos estamos reuniendo). Es
decir, dos ejecutados y dejados a la vista de todos como escarmiento. “Para
que aprendan”.
El tema
del “narco”, que ya ha diversificado sus fuentes de ingresos, es serio. Pero en
regiones como Saltillo no se ve la presencia de los carteles de la droga (de
Juárez, de Sinaloa, el Chapo Guzmán, etc) sino de bandas criminales (los Zetas)
que se constituyen en una suerte de estado paralelo, tan o mejor armado que la
policía hacen mucho dinero cobrando “peajes”. Es decir, si alguien abre un
negocio le cobran impuestos, pero a su vez le garantizan seguridad y cuidado. Si
alguien se reusara a pagar, por ejemplo, es probable que su cadáver o el de
algún familiar aparezca, por ejemplo, en la puerta del Seminario a modo de
escarmiento. Incluso es frecuente que ellos mismos, desde un lugar lejano y
desde un teléfono público hablen a la policía para que se sepa bien lo que
ocurre.
Saltillo,
además, es el lugar de llegada de los migrantes que han logrado atravesar el
territorio mexicano y desde acá dirigirse a los EEUU por distintos caminos
(California, Texas, etc…). Acá entran en escena los “coyotes”, es decir
personas que – previo y suculento pago – ayudan a cruzar la frontera (o eso
prometen, previo suculento pago). Las bandas criminales, en cambio, se dedican
al secuestro de estos para el trabajo esclavo. Ante la crisis del empleo, por
ejemplo, es normal que muchos jóvenes acepten trabajar en estas bandas
(sabiendo que su vida no sobrepasará los 3 años). Nos decían que un sicario
suele cobrar unos U$A 20 por un asesinato. Es en este contexto donde surge un
nuevo elemento, importante en el presente mexicano: los desaparecidos, que
oficialmente se habla de unos 33.000 desde el 2005 (en realidad es sabido que
el número es mucho mayor ya que estos son simplemente los denunciados y los que
el gobierno reconoce como tales).
El tema
indígena no es un tema presente en el Norte, aunque la realidad migrante hace
que empiece a visibilizarse. Dos temas son la causa, aparentemente: las
comunidades indígenas del sur fueron mucho más organizadas y estructuradas
mientras que las del norte fueron nómadas, y además, las del norte se configuraron
en torno al trigo, mientras que las del sur y toda Mesoamérica lo hicieron en
torno al maíz.
Valga
esto como primera mirada.
Salvando
las noches, en que no nos dejaron solos y teníamos invitación a cenar cada día,
no salimos del Seminario. Por las mañanas el encuentro con curas (muy pocos,
incluso ninguno algún día) y seminaristas y con laicos (unos 80, aunque
variante) por las tardes.
Saltillo
es comienzo del desierto que va hacia el norte y penetra los EEUU
(peligrosísimo, por lo tanto, para los migrantes dejados a su suerte por coyotes
que parecen humanos). El seminario ahora tiene un paredón – reciente – pero nos
contaban que antes era muy frecuente ver por las noches serpientes de cascabel,
correcaminos y coyotes (propio como en los dibujitos animados). De hecho, en
una de las casas donde cenamos uno de los perros tenía un buen tajo en la cara
fruto de una cascabel.
Nuestro
encuentro lo dividimos en tres partes siguiendo el ver (lunes y martes), juzgar
(miércoles y jueves) y actuar (viernes). Tratamos de centrar todo en la
misericordia, como dije, así que el primer día lo centramos en los “míseros”
(las víctimas) hacia los que debe tender nuestro corazón (miseri-cordis) y el
segundo, la pregunta si la fe y/o las organizaciones populares juegan algún rol
en o ante estas víctimas. El tema de la religiosidad popular, por ejemplo lo
planteamos bastante (especialmente planteado como “verdadera fe del pueblo”).
Pero nos parece que no logramos entendernos. Sin duda México es un pueblo de
enorme religiosidad popular (basta con pensar en la virgen de Guadalupe), pero
nos parece que los laicos ilustrados y los curas no lo valoran debidamente.
Quizás es algo muy distinto a lo que vimos en el sur donde la valorización de
las culturas (indígenas) implica a su vez valorar sus manifestaciones
religiosas.
El
miércoles y el jueves fue un poco más teológico (centrado en Jesús el miércoles
y en la Iglesia el jueves) deteniéndonos en el Jesús histórico y lo subversivo
del sacerdocio de Jesús por un lado, y en la Iglesia supeditada al reino y con
responsabilidad “samaritana” por el otro.
El viernes
quisimos contarles nuestro accionar en el grupo de curas opp y la continuidad
con el Movimiento de sacerdotes para el Tercer mundo. Y a modo de ejemplo Jorge
se detuvo en el caso de Pancho Soares, el cura asesinado en Carupá (diócesis de
San Isidro) el 13 de febrero de 1976. Un cura y asesinato negado por el Poder Judicial
y por la Iglesia. Con esto quisimos animar a las organizaciones. Es notable que
– obviamente influidos por una jerarquía eclesiástica sumamente conservadora –
no hubo memoria, cuando preguntamos, de mártires contemporáneos. Se remitían a
la guerra cristera (1926 a 1929, es decir, matados por gobiernos “ateos”), y se negaron los matados por la
justicia, la verdad y la paz. Pudimos recuperar, al menos, los mártires de
Acteal (22 de diciembre de 1997). La idea era mostrar a los mártires como un
hacia dónde deberíamos dirigirnos, viendo a los mártires como una palabra de
Dios para nosotros en el aquí y ahora.
Por lo
que nos dijeron y las manifestaciones que pudimos recibir quedaron sumamente
contentos (incluso nos pidieron volver).
En lo
personal reconozco que con Jorge y Roberto pudimos formar un muy buen equipo en
el que cada uno aportó lo suyo en orden a un “producto” que me pareció acabado.
Yo decía, irónicamente, que con que a tres o cuatro personas se les movieran
las estructuras me daba por satisfecho. La sensación es que el objetivo quedó
cumplido. Afuera, coyotes y correcaminos hacían las suyas, y otros coyotes y
otras serpientes hacían de las suyas a la espera de que nadie recoja las
banderas de la justicia y la paz que, movidos por la fe y la guía guadalupana, ponga
fin a la violencia y la impunidad y dé alas de quetzal al sueño de Jesús de una
Patria Grande de hermanas, de hermanos, ¡de vida!
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