¡Un profeta caminó entre nosotros!
Eduardo de la Serna
El 12 de febrero de 1992 yo
estaba en Roma buscando material para mi doctorado. Por consejo de Orlando
Yorio fui a vivir a la casa que tiene allí el Episcopado Brasileño para sus
curas, pero que a su vez es abierta a curas de otras nacionalidades (Collegio
Pio Brasilero). Allí, además de hacer buenos amigos pude conocer a muchos
obispos brasileños que cuando iban a Roma por algún trámite, reunión (o lobby)
se alojaban en ese lugar.
Señalo el 12 de febrero
porque es mi cumpleaños y justo ese día estaba Paulo Evaristo Arns de visita y
pasó por mi habitación a saludarme. Fue la única vez en mi vida que vi a este
“monumento” de obispo.
Allí me contó que cuando
empezó con el grupo Clamor (por lo que sé la primera organización de Derechos
Humanos que recibía información y hacía denuncias por las violaciones a los
Derechos en Argentina) recibió una carta del cardenal Primatesta, entonces
presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. En la carta, el cardenal
argentino le decía que se abstuviera de entrometerse en asuntos de otra iglesia
particular. ¡Notable contraste entre dos cardenales! Un padre compasivo, firme
luchador y defensor de las víctimas, un profeta y por otro lado un cómplice de
los dolores y sufrimientos, amigo de dictadores, ¡voz callada ante la muerte y
los matadores! ¡Notable contraste! Otras cosas supe también del cardenal
argentino que no vienen al caso recordar aquí, de hecho no conozco quienes
lloren su partida (quizás algún cómplice de negocios, por ejemplo). Mirando la
historia desde las víctimas una grieta enorme se abre entre estos dos
personajes ya que cada uno “queda” (por su propia elección) de un lado. Vaya mi
memoria agradecida por aquel gran franciscano que ayer pasó a la Vida plena;
los otros, aunque gocen del silencio temeroso de sus “hermanos menores”,
pasarán a la historia de la vergüenza. Simplemente.
Muchos años después fui a un
congreso de teología en Brasil y quise expresamente entrar en la catedral de
Sao Paulo para homenajear a este gran hombre. Ya era emérito, con la salud perdida.
Si hasta su hermana había muerto en Haití peleando también ella por la vida de
los pobres y las víctimas. Pero quise entrar para ver la “cátedra” desde donde
resonaba la Palabra de Dios para nuestro tiempo sufrido. A la derecha del altar
mayor estaba la Virgen de Aparecida, el jesuita José de Anchieta, el santo
fundador de Sao Paulo, y al otro lado ¡Josemaría Escrivá de Balaguer!, el
fundador del Opus Dei. ¡Algo había cambiado! ¡Mucho! Celebré que la enfermedad
de Dom Paulo Evaristo no le permitiera ver eso, al mismo tiempo que me preocupé
cuando el Cardenal Arzobispo Odilio Pedro Scherer, de esta ciudad, “sonaba”
entre los papables. Eran los frutos palpables de “la Iglesia que Juan Pablo nos
legó”.
Dam Paulo: ¡gracias! Y
¡perdón! Sencillamente. Quedarás en la memoria de los Santos Padres de la
Iglesia Latinoamericana, seguirás siendo icono de la esperanza.
Foto tomada de http://www.arquisp.org.br/
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