La
memoria y el olvido
Eduardo
de la Serna
El verbo hebreo zakhar (y sus derivados), como suele
ocurrir en esta lengua, y según sus tiempos tiene diferentes significados, pero
todos giran en torno a la memoria. Puede significar un modo de invocación (“te
recuerdo”, “te pienso” dice el salmista, Sal 63,6), puede tener una connotación
legal / judicial (“recuerdo tus faltas”, Ez 21,24), puede indicar “hacer
presente” (las oraciones, Is 63,7), alegrarse / entristecerse por lo hecho u
ocurrido (Cant 1,4; Lam 3,19) o vivir / obrar de un modo (“recordar el sábado”
es sencillamente descansar, Ex 20,8).
Como el judío al pasado lo
tiene delante (y no detrás como es en nuestra mentalidad occidental) “recordar”
es ver lo vivido para obrar en consecuencia. Por eso la institución judía “Memoria
Activa” traduce con justicia la idea del término hebreo. La memoria no es “una
cosa” que está ahí (y con frecuencia molesta) sino un impulso, un dinamismo. Recordar,
hacer memoria, no es simplemente “acordarse”, sino traerlo al presente,
vivirlo, “actuarlo”.
En el Nuevo Testamento (con
el verbo griego mimnêskomai y el
sustantivo anámnêsis) se mantiene la
misma idea (notar, sin embargo, que el griego tiene una diferencia importante
con el hebreo, obviamente; por eso no siempre las mismas palabras se traducen
siempre del mismo modo) aunque no se trata de un verbo o sustantivo muy
frecuente. De todos modos el sustantivo (tanto en la traducción griega del Antiguo
Testamento, como en el Nuevo) tiene connotación litúrgica, y concretamente
eucarística (de la tradición más griega – Pablo y Lucas – que semítica – Marcos
y Mateo – notablemente).
En suma, “recordar” / “hacer
memoria” se trata de una experiencia profunda y vitalmente religiosa para
Israel y la Iglesia. Ser “desmemoriado” – por lo tanto – atenta contra el paso
de Dios por la historia, desde Israel hasta la Pasión de Jesús.
Tener presente / hacer
memoria de la Dictadura, el “día de la memoria” sin duda alguna es mirar a
Dios, “recordar” nuestras miserias y pecados, y nuestros méritos o los “nombres”
de quienes supieron caminar.
En lo personal, ver que
algunas comunidades cristianas “aprovechan el feriado” del 24 de marzo para
hacer retiros, encuentros, jornadas me parece no sólo que desvirtúan y atentan
contra la memoria que nos ha marcado “a sangre”, además no contribuyen a “mantener
la memoria”, a “hacerla viva”, a despertarla en aquellos y aquellas que no la
tienen latente, y – además – pareciera que hay una pereza espiritual incapaz de
profundizar y descubrir el paso de Dios en el genocidio.
Como ya lo señalaba el
premio nobel de la paz (1986) Elie Wiesel en su libro “La Noche” en memoria de
los campos de concentración de Auschwitz y Buchenbald cuando le preguntan “dónde está tu Dios” ante tres judíos
colgados por los nazis. “Allí”
responde Elie señalando los cuerpos.
Ver el paso de Dios en la
dictadura – lamentablemente no el “paso de la Iglesia” – supone mirar las
víctimas (“Iglesia” también muchas de ellas), los desaparecidos (30.000, por
cierto), los y las torturados, las miles de mujeres violados, los y las niños
secuestrados y apropiados, entre otros “objetos” de la memoria. Sólo sabiendo
que Dios pasó por nuestro país, sólo haciendo memoria seremos fieles, “recordaremos”
al Dios de la vida.
Recordar es – entonces – un “acto”
profundamente espiritual y religioso; no se trata de un simple “objeto de
estudio”. Se trata de poner delante de nuestros ojos lo bueno y lo malo, los
nombres y la historia, los rostros para que nos ayuden a vivir según Dios. “Recuerda
que fuiste” esclavo, o migrante es un impulso a cómo debe Israel comportarse
ante los migrantes o esclavos
(incluso el texto refuerza la idea: “Recuerda
que fuiste esclavo en el país de Egipto. Por eso te mando hacer esto”, Dt
24,22).
El “olvido” en la Biblia
tiene una misma connotación: olvidar los mandamientos (Pr 2,17), Dios no se
olvida de los suyos, como una madre (Is 49,15), el pueblo “se olvidó” de Dios
(Dt 8,14) algo que ocurre en los momentos de bienestar (Os 13,6). Con
frecuencia es una amenaza de Dios: “no me acordaré de ustedes” que obviamente
ha de entenderse como “no me ocuparé de ustedes” (Os 4,6), o también de un modo
benéfico: “no me acordaré de sus pecados” en el sentido de “perdonar” (Is 43,25).
En el Nuevo Testamento, no olvidarse de la hospitalidad, o de hacer el bien (Heb
13,2.6) sin duda es una invitación a obrar de esa manera.
Pobre de una Iglesia, o de
los cristianos y cristianas que “olvidan”, que no “hacen memoria” de la
historia, el lugar en el que Dios elige manifestarse, actuar y revelarse… Hacer
memoria, el día de la memoria, sin duda se transforma para los cristianos en un
día religioso, de espiritualidad. Un encuentro con Dios. Nada menos.
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