La desconcertante gratuidad del Dios
de Jesús
DOMINGO VIGESIMOQUINTO – “A”
Eduardo de la Serna
Resumen: el duro exilio está finalizando. Yahvé anuncia el retorno, pero el pueblo debe buscar a su Dios, dejando de lado los dioses de los pueblos, y dejarse conmover por la palabra que el profeta le dirige.
El profeta había comenzado su texto invitando a los sedientos y a los que no tienen dinero a recibir sus dones (Is 55,1-3, ver 1ª lectura del domingo 18 A) sugiriendo que la sabiduría consiste en escuchar el mensaje del profeta y regresar a la reconstrucción de Jerusalén donde se cumplirá lo anunciado a David. Pero el único apoyo que tienen para creer radica en la confianza en la “palabra” de Dios, ya que las instituciones visibles de Israel (el rey, la tierra, el templo) han desaparecido. Esa palabra “cumple” aquello para lo que fue enviada (ver Is 55,10-11, 1ª lectura del domingo 15 A).
En
este caso, como es frecuente en varios profetas el acento está puesto en que
Yahvé está cerca (ver Am 5,4; Os 10,12; Is 9,12; 31,1; Jer 10,21; 29,13).
Siendo que el tema se encuentra también en Jeremías, Deuteronomio y Crónicas
(cf. 2 Cr 12,14; 14,3.6; 16,12; 19,3; 22,9; 26,5) parece tratarse de un tema
común ante el fin del exilio.
Dt 4:29
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Jer 29:13-14
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Is 55:6
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Desde allí buscarás a Yahveh, tu Dios; y le encontrarás
si le buscas con todo tu corazón y con toda tu alma.
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Me buscarán y me encontrarán cuando me soliciten de todo corazón me
dejaré encontrar de ustedes (– oráculo de Yahveh–; devolveré sus cautivos,
los recogeré de todas las naciones y lugares a donde los arrojé– oráculo de
Yahveh– y los haré tornar al sitio de donde los hice que fuesen desterrados).
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Busquen a Yahveh mientras se deja encontrar, llámenle
mientras está cercano
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Esa
búsqueda – cosa extraña en el Segundo Isaías – se manifiesta con connotaciones
morales y utiliza el verbo “perdonar”. Esto implica abandonar los otros dioses
(notar la fuerza de “nuestro Dios”, v.7). «Y,
en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo
está Yahveh nuestro Dios siempre que le invocamos?» (Dt 4:7).
Sin embargo, esta cercanía de Dios con su pueblo se
contrapone a la distancia impresionante entre los planes de Dios y los planes
de los oyentes. Esto queda diagramado de un modo concéntrico donde se resalta
la distancia:
A.- Mis pensamientos no son sus
pensamientos
B.- Ni sus caminos son mis caminos
C.- Porque cuanto más altos son los
cielos que la tierra, así son más altos
B’.- Mis caminos que sus caminos
A’.- Y mis pensamientos más que sus
pensamientos.
Pero
estas palabras y planes – como se ve en vv.10-11 – son de salvación, de vida y
de alegría.
Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Filipos 1, 20b-26
Resumen: Pablo se encuentra en prisión. Y quiere calmar la angustia de la comunidad filipense diciéndoles que no conoce su suerte, pero que si muriera Jesús sería glorificado, pero que es probable que continúe vivo para seguir predicándoles el Evangelio.
Pablo
se encuentra en prisión, y su situación parece desesperante a los ojos de los
filipenses. Pablo intenta, entonces, calmar su angustia. Ellos han enviado a
Epafrodito para acompañar a Pablo en sus necesidades. No interesa en este caso
el lugar de la prisión, pero no parece distante de Filipos vista la fluidez de
la comunicación que se percibe en la carta (probablemente se trate de una
prisión en Éfeso).
La
unidad comienza en v.12 (“quiero que sepan, hermanos…”) donde dará información
sobre su situación. Esta ha servido para que Cristo sea predicado ((vv.12-14),
sea cual fuera la motivación de los predicadores (vv.15-18a). Ocurra lo que
ocurriere, Cristo se manifestará (vv.18b-20).
Aquí
(v.20) Pablo no destaca su seguridad de que será absuelto en el juicio ante los
tribunales, sino que ocurra una u otra cosa, de todos modos “Cristo será
glorificado”.
A
partir de v.21 va a desarrollar lo que acaba de decir: tanto morir como vivir
es mirado desde una perspectiva positiva. Vivir implica seguir anunciando el
Evangelio de Cristo (“mi vida es [anunciar a] Cristo”, v.21), y eso es “más
necesario para ustedes” (v.24), es “trabajo fecundo” (v.22) y por otro lado, la
muerte es “ganancia”, encontrar a Cristo definitivamente.
Es
evidente que Pablo tiene una mirada “cristiana” de la muerte: para los judíos,
en un primer momento, la muerte era precisamente la ausencia de Dios: “los
vivos son quienes te alaban” (cf. Sal 6,6; 88,11-12; Is 38,11) aunque, más
lentamente al comienzo y más decididamente más tarde va surgiendo una cierta
confianza en un “más allá” (Sal 16,8-11; 48,15; 73,23-25) hasta que finalmente
–en varios grupos- surge la idea teológica de la “resurrección” (entendida, en
un primer momento, como un volver a esta vida actual de nacer, crecer,
reproducirse y morir…; cf. 2 Mac 7; Dn 12,2). Es la resurrección de Cristo la
que da a sus seguidores un paso más en la concepción, es un “paso” a un
encuentro con Dios y con Cristo. Es cierto que Pablo espera que eso ocurrirá pronto
(ver 4,5 y también 1,6.10; 2,16). Para ser precisos, es evidente que Pablo, que
en un primer momento esperaba estar vivo cuando Jesús llegara (ver 1 Tes
4,15.17; 1 Cor 15,51) a partir de su experiencia de cautiverio (cf. 2 Cor 1,8
que es probablemente la misma experiencia de prisión a la que alude en
Filipenses) cree posible estar muerto cuando Jesús venga. Es decir: no es que
se demore en venir, sino que Pablo probablemente ya no esté vivo. Pero, sea una
u otra cosa, lo cierto – y es el tema en la carta – Pablo sabe que Jesús “será
glorificado”, sea en la predicación sea en su muerte a causa del Evangelio.
Resumen: Mateo presenta una parábola que sólo se encuentra en su Evangelio. El relato es creíble y habitual – como suele ocurrir – hasta el desenlace sorpresivo. Como el propietario, Dios manifiesta un obrar gratuito, que no se guía por el pago, sino que lo sobrepasa manifestando su bondad que supera – sin anularla – la justicia.
La parábola que se lee hoy en la liturgia es exclusiva de Mateo, y la clave de interpretación la da la fórmula con la que el texto comienza y concluye sobre los últimos y los primeros. La narración, expresamente nos dirige hacia allí cuando intencionalmente el propietario dice al administrador (v.8) que empiece a pagar comenzando por los que llegaron últimos (es evidente que nada ocurriría narrativamente si hubieran cobrado primero aquellos que fueron los primeros en llegar ya que no se habrían enterado del pago a los últimos, y no se habría desencadenado el diálogo con el propietario, que es el objetivo del texto).
Para
comprender algunos detalles que ilustran la parábola es importante tener en
cuenta que es frecuente que los que ofrecen su trabajo se ubiquen en lugares
públicos con sus instrumentos de trabajo a fin de ser contratados (previa
discusión sobre el pago que suele ser extensa). El horario de trabajo suele ser
de 12 horas, desde las 6 de la mañana a las 6 de la tarde. El día se divide en
tercios (hora tercia, 9 de la mañana;
sexta, las 12 del mediodía; hora nona, las 3 de la tarde y sorprende la undécima, que es una hora antes de
concluir: las 5 de la tarde). El pago – jornal – es un denario que es lo que se
calcula que utiliza una “familia tipo” para vivir ajustadamente un día, y ha de
pagarse al terminar la jornada (Lev 19,13; Dt 24,15). «Te daré como sueldo una dracma [moneda
griega igual al denario romano] por día,
y en lo demás tendrás el mismo trato que mi hijo”. (Tob 5:15). Se calcula
que 12 litros de trigo costaban entre 3 y 4 denarios, lo mismo que un cordero;
mientras un buey costaba 100; evidentemente como salario no era abundante.
El
despliegue de la salida del propietario en distintos momentos a buscar
trabajadores (horas tercia, sexta, nona y undécima) pretende crear el clímax
narrativo del contraste entre los primeros [primera hora] y los últimos [hora
undécima]; de hecho es de notar que los demás han desaparecido del relato y
sólo cuentan aquellos. También es interesante notar que el tema no plantea una
cuestión de “justicia” ya que el
término se repite dos veces: “les pagaré
lo que sea justo” (v.4) y “no te hago
injusticia” (v.13). El término “justo”
es frecuente en Mateo (x17, frente a x2 en Mc y x11 en Lc) y hace referencia a
la fidelidad a la ley; y se dice tanto de José (1,19) como de Jesús (27,19), de
Abel (23,35) o es paralelo de “profetas” (10,41; 13,17; 23,29) y es lo opuesto
a “malo” (13,49), “injusto” (5,45) o “pecador” (9,13). “Hacer injusticia” es un verbo que sólo aquí se encuentra en Mateo
(cf. Lc 10,19, adikeô), y el
sustantivo también se encuentra una vez en Mateo en contraposición a “justos” (5,45; es más frecuente en
Lucas, x9 y Hechos, x10. Ambos términos son frecuentes en Pablo). También es
interesante el término “acordar / ponerse de acuerdo” (en un denario) que se
repite al comienzo y al final (vv.2.13, symfonéô),
y también lo habíamos encontrado cuando dos “se ponen de acuerdo” en la tierra
y lo que pidan lo conseguirán del Padre del cielo (18,19). El propietario fue justo ya que pagó a los primeros según
lo convenido.
El
término traducido por “amigo” (etaîre) se encuentra solamente tres
veces en el Nuevo Testamento, todas en Mateo. Puede traducirse también por
“compañero” y siempre es dicho de un modo positivo (en Eclo 37,2.4.5; 40,23 se
encuentra en paralelo con otro término que indica amistad: filós). Sin embargo, en Mateo parece poner cierta distancia – no
pareciera conflictiva – entre quien la pronuncia y su destinatario (cf. 22,13;
26,50), quizás en el sentido de uno ligeramente superior.
La
conclusión del propietario alude al “ojo
malo” (ver 6,23) que en Sir 14,8 se dice de la envidia [latín: in-vidia]: afirma que “malo es el de ojo envidioso, que vuelve su
rostro y desprecia a los demás”. Nuevamente encontramos el contraste que
habíamos visto entre (ojo) malo y (propietario) bueno (cf. 5,45).
Como es habitual en las parábolas, estas expresan en lo
general algo que “todos” saben y reconocen, pero en la que ocurre algo que
suscita la pregunta o el desconcierto. Y como es también habitual, la escena no
concluye, de modo de poner a los oyentes ante la respuesta que cada uno ha de
dar.
Más
elementos que permiten profundizar el relato: Sin duda se trata de una hacienda
media y no una grande, en cuyo caso lo habitual es el propietario ausente en la
gran ciudad, y que queda a cargo del administrador. Es el mismo propietario el
que sale en búsqueda de los trabajadores jornaleros. Por otra parte, en el
mundo antiguo con frecuencia era preferible recurrir a jornaleros que a
esclavos, especialmente en determinados trabajos. Si estos enfermaran, o
incluso murieran el amo debía procurar lo necesario, cosa de la que se
desentendía en caso del jornalero. De allí que – especialmente para trabajos en
zonas difíciles como pantanos, o zonas anegadas, era habitual utilizar
jornaleros. Algo semejante en caso de trabajos ocasionales como la vendimia,
que solamente se realiza unas pocas semanas en el año.
Por
otra parte, es interesante que la economía campesina se vio sumamente
perjudicada en tiempos de Herodes Antipas. El campesinado se vio obligado a
abastecer con sus productos a la población y corte de la nueva ciudad de
Tiberíades (en homenaje a Tiberio). Si antes los pequeños campesinos – especialmente
gracias al trueque, que era el modo habitual de comercialización entre ellos –
se abastecían con sus productos intercambiando con los vecinos. La llegada de
la burocracia el pago en moneda, los impuestos, y un cierto uso de la fuerza.
Esto termina forzando a los campesinos a producir sólo aquello que será
comprado por la ciudad, con el consiguiente perjuicio económico (y más tarde,
la pérdida de la tierra). Todo esto genera una gran desocupación (y la
consiguiente abundancia de “jornaleros”).
No
se pretende – en la parábola – presentar algo totalmente comprensible (como que
se acercan las lluvias y ha de finalizar pronto la vendimia, por lo que se
precisan muchos jornaleros y eso provoca la gratitud del propietario) sino que
se busca provocar sorpresa en el auditorio. Tampoco pretende responder a la
pregunta sobre quiénes son los de la hora undécima, si perezosos que se
despertaron tarde o – ante la abundancia de jornaleros – a gente que realmente no
fue contratada. El relato se detiene en la hora undécima (rompiendo el esquema
de horas “tres – seis – nueve”) y en el diálogo con los parados. Lo que importa
es preparar el terreno para el desenlace sorprendente.
Para
comprender la necesidad del jornal, lo que se espera del administrador y cómo
era la situación de los jornaleros es interesante tener presente este texto:
… “dado que estas tierras exigen un gran trabajo, se han acostumbrado a hacer partícipes a sus mujeres de los padecimientos que implican estos trabajos. Al trabajar por un salario, codo con codo, hombres y mujeres, ocurrió en nuestros días un hecho insólito y sorprendente, que afectó a una mujer en particular: Estaba encinta y trabajaba al lado de los hombres por un salario, y en el momento en que le sobrevinieron los dolores del parto, se dirigió en silencio hacia unos arbustos. Allí dio a luz, y envolviendo al niño con hojas, lo escondió; luego se reincorporó al trabajo emprendido y soportó su padecimiento, sin dejar que se trasluciera nada de lo que había pasado. Y cuando el recién nacido se puso a llorar y se hizo manifiesto el suceso, el capataz no pudo en modo alguno persuadirla a dejar el trabajo; no se liberó de su sufrimiento hasta que el que la había contratado se apiadó de ella y, tras darle la paga, la eximió de sus obligaciones” (Diadoro de Sicilia, s.Iº, libro IV, 20).
Es interesante a su vez, comparar la parábola con un
texto del Talmud de Babilonia: allí
se nos cuenta que Rabí Bun bar Hiyya murió joven. Como es frecuente en la
literatura bíblica, surge la pregunta del porqué de la muerte prematura del
justo. Así, Rabí Ze’era cuenta a sus discípulos una parábola:
«un rey contrató a muchos trabajadores, a las dos horas pasó a ver a los obreros, y viendo, tomó a uno de la mano y habló con él, paseándose, hasta el atardecer. Pero a la hora de recibir el jornal, éste recibió lo mismo que todos los demás. Esto provocó que los otros murmuraran “trabajó dos horas y le has pagado el jornal entero”. El rey respondió: “con esto no les hago ninguna injusticia: este trabajador ha realizado en dos horas más que ustedes en todo el día”... del mismo modo, R. bar Hiyya realizó en 28 años más que algunos doctores encanecidos en 100 años».
Como puede verse, la parábola de Jesús pretende
destacar la gratuidad del obrar de Dios (es un “evangelio en esencia”, se ha
dicho). No es el “pago” al obrar humano, sino la gracia la que cuenta. En
ciertos sectores la “gratuidad” causa alguna “molestia”, quizás porque no
logran quebrar el esquema de la “justicia” (que es el esquema en el que se
mueve la parábola del Talmud de Babilonia). Es interesante notar que en el
texto, la “gratuidad” no reemplaza la justicia (“no soy injusto…”) sino que la supera. Puede decirse que la
gratuidad “disuelve” la justicia porque la presupone, pero la lleva “más allá”.
Ser “bueno” (“tomas a mal que sea bueno…”)
no puede hacer olvidar la “justicia” (“habíamos
acordado en un denario…”) pero sí puede – gratuitamente – ir más allá,
hasta lo sorprendente. No es “derecho” del “bueno”
no pagar lo justo, lo “acordado”,
pero sí puede pagar de más a los que “nadie ha contratado” a fin de que puedan
recibir lo necesario para vivir.
Los
términos “viña”, “jornal”, “señor de la viña” (que reemplazará al “propietario” en v.8) hacen
–a los lectores – pensar en “algo más”. La viña recuerda a Israel, el “señor” a
Dios… Los oyentes / lectores saben que se trata del obrar de Dios.
¿Alude
a la crítica de los fariseos de que Jesús dispense “amistad” a los publicanos y
pecadores? (ver 9,11; cf. Lc 15,29-30; Jon 4,2) expresada en la inversión de
los valores entre los primeros y los últimos. En este caso, “los últimos” refiere a aquellos que se
sienten llamados (por Jesús) en un segundo momento, después de haber sido
frecuentemente rechazados por los “justos”. Pero también – al menos en la etapa
final de Mateo – puede aludir a los paganos que se incorporan a la comunidad
del reino, la “Iglesia”, el pueblo (“viña”)
a gozar de los beneficios de Dios después que durante tanto tiempo Israel haya
estado “aguantando el peso del día y el
calor”, y estos sólo “trabajan una
hora”. La gratuidad, como criterio del obrar de Dios, sigue resultando
desconcertante.
Dibujo tomado de hoaccadizyceuta.blogspot.com
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