De
tal palo…
Eduardo
de la Serna
Si bien es cierto que nadie es
culpable de los delitos de su padre, y hay casos notables de hijxs en las
antípodas del pensamiento de sus familiares (los casos de Rozitchner por un
lado y de la ex hija de Etchecolatz por el otro son buenos ejemplos de esto) no
deja de ser lo más probable que los hijos hereden los patrones de conducta de
sus padres (o tíos). Pueden mencionarse los casos de Alsogaray o de Boggiano,
por ejemplo. Es verdad que hay hijos que viven de “las glorias” de sus padres,
queriendo incluso parecérsele sin llegar ni remotamente a remedarlo, como es el
caso de Ricardo Alfonsín; y hay personajes emblemáticos como es el caso de
Triaca. Pero me quiero detener en la familia Massot (la doble “S” parece
venirle como anillo al dedo). Las recientes declaraciones de Nicolás, jefe del
bloque de diputados del PRO en la cámara de diputados, muestra a las claras su
ideología, su proveniencia y sus planteos. En realidad ya se había manifestado en
intolerancia cuando el debate por la ley previsional, y como “están dulces”
ahora creen que pueden decir cualquier cosa. Y lo hacen.
Es evidente que este gobierno –
¡todo él! – ha dejado claro que parte de la pesada herencia que ha de combatir
es la política de Derechos Humanos del gobierno anterior. Se podrían mencionar
una importante lista de hechos y omisiones a los que ha de sumarse, obviamente,
las violaciones actuales a los Derechos Humanos como la existencia de presos políticos
lo manifiesta (por no hablar del maltrato de jóvenes pobres en las comisarías,
o de los mapuche en el sur que lo manifiestan claramente). La importancia
(supuesta) de la reconciliación sirvió al mediocre diputado para volver sobre
los juicios y condenas proponiendo el modelo sudafricano como solución para
alcanzar tan deseada meta.
Un pequeño paréntesis sobre el
lenguaje religioso. El uso del término reconciliación, del que también se valen
importantes miembros de la institución eclesiástica, es claramente polisémico,
como tantos otros términos. Me permito un ejemplo: la fe y la esperanza son
virtudes fundamentales para el cristiano, pero eso no significa que hemos de
tener “esperanza” en que este gobierno va a lograr la ansiada pobreza cero, o
que debamos “creer” que vamos a estar mejor. En lo personal, no tengo ni esa fe
ni esa esperanza. Las virtudes cristianas están puestas en Dios. En Dios sí
creo y espero (y en su proyecto), no en las cosas humanas, aunque sí creo
firmemente que hay instancias que me permiten tener más fe y esperanza que otras.
Como dije, en este gobierno no tengo ninguna. La reconciliación “en cristiano”
supone volver a conciliarse con Dios en su proyecto para lo cual hay que
desandar los caminos anteriores que nos separaron de Él. Diferente es la
reconciliación con personas. Yo puedo (y de hecho lo hago) no querer
reconciliarme con alguna persona que yo entiendo obró mal conmigo. Le deseo lo
mejor, que sea feliz, pero que esa felicidad no pretenda vivirla conmigo cerca.
Además – y esto es curioso en este caso – la supuesta o deseada reconciliación
debe surgir de la víctima, no del victimario que lo máximo que puede hacer es
pedir perdón y esperar que la otra parte lo conceda. Que Massot (o los obispos
sospechados de complicidad con la dictadura) digan que hemos de reconciliarnos
es una burla y una afrenta a las víctimas. Pero, lamentablemente, esa actitud
de afrentar y burlarse parece una marca en el orillo PRO.
Muchos países han tenido
situaciones conflictivas y han intentado, con aciertos y errores, encontrar
caminos para avanzar como país. Sudáfrica es un caso, El Salvador otro, España
otro, Colombia otro y podría seguirse. Sin duda cada uno parte de su realidad,
de sus dolores y sangres, de los horrores y crímenes e intenta ver cómo ir
hacia adelante a partir de esto; y con sus “propios” acertarán o no. Sin duda
la realidad argentina tiene sus elementos particulares y muchos en común con
otros: el horror, la muerte, la responsabilidad del Estado parecen habituales
en todos estos. Pero también hay muchos elementos que no se han dado en otros
lugares. Por ejemplo: el rol del empresariado (como la familia Massot, para que
se entienda) y de la Iglesia jerárquica, la importancia de los Medios de
(in)Comunicación, la clandestinidad del obrar represivo y genocida del Estado y
podría seguirse. Además, es evidente que para llegarse a los “actuales” (entre
comillas, porque hasta ayer lo eran, hoy no lo parecen) juicios y condenas por
los crímenes se atravesaron con aciertos y fracasos muchos pasos. Y no está de
más recordar que antes incluso del juicio a las juntas (que también podría
criticarse, como varios organismos de Derechos Humanos lo hicieron, a pesar de
tantos elementos favorables) Alfonsín pretendió que las Fuerzas Armadas juzgaran
a los responsables de crímenes y no hubo ni un solo juicio en esa etapa. La “teoría
de los dos demonios” (que parece subyacer en las palabras del diputado)
acompañó buena parte de estos intentos. En las antípodas del “pensamiento”
(sic) de Massot espero que la lucha por “hacer memoria, verdad y justicia” siga
siendo algo que caracterice a nuestra Patria y nos permita avanzar (en un sentido
opuesto al que nos lleva el actual gobierno) para que podamos lograr un país digno,
donde la mesa sea cada vez más amplia y “todos los que quieran habitar en suelo
argentino” sepan que serán recibidos como hermanas y hermanos porque la justicia
caracteriza nuestro modo de vida.
Mientras esto ocurre, en el
Museo del Bicentenario de exponen cosas de “presidentes” como el genocida Aramburu
y otros; se “remodela” la Plaza de Mayo, se siguen poniendo animales en los
billetes y flores en las monedas, se destruye todo proyecto educativo y la “historia”
pasa (que se me perdone el término, lo uso con dolor) a la categoría de “desaparecida”.
Pero, lamentablemente, todo esto era de esperar, al fin y al cabo “Mauricio, es
Macri”.
Dibujo tomado de https://hablemos1poco.wordpress.com/2016/07/05/a-rer-de-tal-palo-tal-astilla/
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