La inclusión de los que la religión oficial excluye es voluntad de Jesús
DOMINGO SEXTO - TIEMPO DURANTE EL AÑO - "B"
Eduardo de la Serna
Resumen: la lepra en la Biblia es más que una “enfermedad”, se trata de una impureza ritual que excluye a quien la padece del contacto con el “Dios santo” y con el “pueblo santo”. La responsabilidad de los sacerdotes ante un leproso es garantizar la impureza o purificación de una persona a fin de que participe o se vea excluido de la asamblea.
Lo
que la Biblia llama “lepra” se encuentra muy detallado en los capítulos 13-14
del libro del Levítico [de las 36 veces que aparece el término hebreo tzarra’t lo encontramos x29 en estos
capítulos y x6 en el resto del AT: 2 Reyes 5 (x4) y x1 en Dt y 2 Cr.]. Por “lepra” se entiende
una mancha en la piel, con lo que probablemente haya que incluir también en el
caso otras enfermedades cutáneas. Sin embargo, el tema principal no radica en
la “enfermedad” sino en la “impureza”. Una persona con manchas en la piel es
impura y por tanto no puede acercarse al ambiente “sagrado”. Pero – además – es
importante señalar que la impureza se transmite (no se ha de confundir con el
“contagio” de una enfermedad; y hoy se sabe que la lepra no es contagiosa) sino
con que la impureza se transmite a los demás (o por el contacto con cosas
impuras).
Una
nota sobre la pureza e impureza. El tema es sumamente importante y se podría
profundizar extensamente. Señalemos, simplemente, que – por
motivos diversos, muchos de ellos desconocidos para nosotros – hay cosas,
alimentos, situaciones que hacen “impura” a la persona que entra en contacto
con ello. Por ejemplo, tocar sangre (seguramente porque es la fuente de la
vida, algo que pertenece al mundo divino) hace a alguien impuro, por lo que la
menstruación o un parto hacen impura a la mujer. Del mismo modo, hay alimentos
puros o impuros, o incluso actitudes que vuelven impuros a quienes las realizan (tocar un cadáver, por ejemplo). Hay baños
purificadores, y hay cosas que no transmiten impureza (la piedra, por ejemplo)…
Una persona impura no puede acercarse al “Dios santo”, y queda – a su vez –
separado (temporalmente, mientras dure la impureza) del “pueblo santo”. En el
caso concreto de la “lepra” el sacerdote es el que debe “atestiguarla” y
excluir de la asamblea al “leproso”; por eso, en caso de curación, es el mismo
sacerdote quien debe testimoniar la purificación.
El
texto litúrgico, luego de la exposición de la situación y la presentación al
sacerdote, presenta solamente dos versículos (vv.45-46) con el aparente
objetivo simplemente de ilustrar la vida de exclusión que vivía un leproso.
Este debía ser visible por todos ya desde su modo de vestir y no podrá vivir en
el “campamento” (más tarde se destacará la imposibilidad del leproso de
ingresar a la ciudad “santa” de Jerusalén; es posible que ciudades como Betania fueran – en tiempos de Jesús – lugar de recepción de leprosos [a cargo de
esenios] que, incapacitados de entrar en la ciudad, estando en los alrededores
pueden - por ejemplo - celebrar la pascua) y cuando ande por los caminos irá gritando su
impureza para que nadie se le aproxime y quede a su vez impuro.
Resumen: con el criterio de no buscar el propio interés sino el de los demás, Pablo busca que los destinatarios de su misión “se salven” e invita a los lectores a que hagan lo mismo en toda circunstancia como lo hizo Cristo dando su vida por el bien de los débiles.
Pablo
está terminando la unidad en la que responde a la pregunta formulada por los
corintios sobre la carne ofrecida a los ídolos. La unidad está marcada por la
idea de buscar el interés de “los demás” y no el propio (vv.24.33):
- “que nadie procure su propio interés sino el de los demás” (v.24)
- “lo mismo que yo, que me esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de todos para que se salven” (v.33).
En
este caso, el interés de los demás es el cuidado de la “conciencia” de los
demás (tema importante en la unidad) a fin de que esta no se vea afectada
(vv.27-29).
A
modo de síntesis (y puesto que el tema es la comida, si se puede o no
participar en donde se come carne que fue ofrecida a los ídolos) señala que lo
que hagan (sea que coman, sea que beban)
sea “para gloria de Dios”. El
contraste parece estar entre dar gloria a Dios o escandalizar a los demás (a su conciencia), sean estos judíos, griegos o miembros de la Iglesia de Dios” (v.32).
La
gloria (doxa) siempre es dada a Dios, o es una manifestación de Dios en la
historia. Sin embargo, en los primeros escritos de Pablo (como 1 Tesalonicenses
y 1 Corintios) se parece al “honor de es debido a Dios” y también a los seres
humanos (1 Tes 2,6; 2,20; 1 Cor 2,7; 15,40…) es más referido al ambiente divino
en los escritos posteriores (cf. 2 Cor 3,7-11; 4,15.17; Fil 2,11; 3,21; Rom
5,2; 6,4…). Se trata de que Dios sea reconocido (y honrado) por los demás al
ver nuestro obrar. Lo contrario es hacerlos tropezar, escandalizar.
Puesto
que en su vida y ministerio Pablo (¡y lo acaba de decir hablando de sí mismo!)
busca no su “propio interés” sino el
de todos para que se salven,
(objetivo principal del ministerio paulino, que los destinatarios “conozcan a
Cristo”, es decir la fe) por tanto puede invitar a los lectores a que sean sus imitadores. Así como él imita a Cristo buscando la salvación de
todos. La misma idea se encuentra en 4,16 y se trata de una exhortación a
seguir el camino que Pablo enseña. El modelo de Cristo es el modelo de quién tanto
miró el interés de los demás por encima del propio que dio su vida por los
débiles (8,11) ya que “Cristo no buscó su propio agrado” (Rom 15,3).
Resumen: un leproso pide a Jesús ser purificado. Tocándolo Jesús logra la purificación de parte de Dios mostrando que el Reino que predica busca la inclusión de aquellos que el sistema religioso dejaba afuera.
Luego de presentar un “día en el
ministerio de Jesús”, Marcos comienza a mostrar una serie de hechos de Jesús en
los que entrará en conflicto con diversas estructuras religiosas de Israel. Todos
estos hechos se ven litúrgicamente interrumpidos por la cuaresma que comienza el próximo
domingo [en realidad, el miércoles de Ceniza]; el tiempo “durante el año”
continuará recién el 10 de junio (domingo 10º, con lo que los domingos 7º a 9º
quedan omitidos este año, es decir los capítulos 2,1-3,19 de Marcos).
El texto nos presenta un
“leproso” – una especie de ‘muerto en vida’ – que se “acerca” a Jesús y se pone de rodillas y le “suplica” (parakalôn). Lo
que el leproso (a distancia, como corresponde) dice a Jesús es que si quiere (thelô) puede “limpiarlo”
(katharizô) (v.40). Ya hemos señalado
(primera lectura) que en el caso de la lepra el tema no es tanto la enfermedad
cuanto la pureza (el verbo limpiar, katharizô
se encuentra x28 en Lev 13 y 14 y x4 en 2 Re 5, siempre en referencia a la
lepra). Lo que el leproso pide es la limpieza, por tanto algo ritual. Que este
es el tema central de la unidad viene manifestado en que el verbo se repite, a
continuación otras dos veces: “queda
limpio” (v.41; la voz pasiva puede indicar que Dios es quien lo limpia) – “quedó limpio” (v.42) y es enviado a
hacer la ofrenda por la “limpieza” (v.44) (fuera de esta unidad en Marcos sólo
se encuentra en 7,19 para referir a la pureza de los alimentos, también en sentido ritual).
El texto está enmarcado en
dos repeticiones:
Llegó
(erjetai)... puedes (v.40)
Se fue
(exelthon)… no podía (v.45)
La purificación no es
narrada más que a partir del efecto (quedó
limpio) pero señala que Jesús “lo
tocó”, algo expresamente vedado ante un impuro ya que la impureza se
transmite por contacto (ver Lev 5,2; 22,5; Núm 19,22; Lam 4,15). De este modo
Jesús queda impuro, pero no es ese el centro del relato ni lo importante. Lo
que cuenta es la persona, Jesús no permanece indiferente ante su exclusión; no
es la “religión” sino la “inclusión” lo que manifiesta el reino de Dios y el
Dios del reino para Jesús. La frase “puedes (dynasai) limpiarme” es interesante
ya que el término suele usarse para señalar que Jesús “puede” hacer cosas que no
son posibles a los humanos (3,27; 5,3; 8,4.22-23.28-29) pero son posibles para
Dios (9,3; 10,26). El uso de la voz pasiva - como se dijo - nos remite a Dios como el que
provoca la purificación.
Un tema debatido es de crítica textual, ¿qué dice el texto?
¿Cómo reacciona Jesús ante el pedido del leproso? Algunos manuscritos dicen que
Jesús se “encolerizó” mientras otros
afirman que se “compadeció”. Si bien
los términos son muy diferentes en griego: orgistheis
y splagjnistheis respectivamente, no
son tan diferentes en un probable original arameo del relato (ethra‘em y ethraham
respectivamente). En el primero de los casos, el enojo de Jesús estaría dado
por el poder de la impureza que excluye de la vida al leproso, en el segundo de
los casos, la compasión provoca la actitud positiva de Jesús hacia el leproso.
Es preciso afirmar que ambas lecturas son probables, y los autores y estudiosos
dudan entre ambas, aunque la liturgia ha preferido “compasión”. De hecho es
frecuente que Jesús frente al dolor o sufrimiento se mueve por la “compasión” y
obra un milagro, un signo del reino. El verbo splagjnizomai – el que se ha aceptado – tiene su raíz en las splgjna, que son las “entrañas” (cf. Hch
1,18). Puesto que en la mentalidad bíblica la sede del amor son las entrañas (y
no el corazón), es razonable que con frecuencia las traducciones castellanas, allí
donde el griego dice splagjna – entrañas
se prefiere traducir por “corazón” (cf. 2 Cor 6,12; 7,15; Fil 1,8; Flm 7.12.20;
1 Jn 3,17), es interesante el uso de “entrañas de misericordia” (cf. Lc 1,78;
Col 3,12).
Como corresponde a la
purificación, el sacerdote debe atestiguarla para permitir la reinserción del
leproso, sin embargo aquí Jesús afirma para que “les sirva de testimonio”.
Aparentemente se refiere a que la purificación les “sirva” a los sacerdotes
como testimonio que Jesús es el agente del reino, que purifica al que había
sido leproso (mientras los sacerdotes sólo pueden atestiguar). Y a su vez de
que Jesús viene a presentar un modo diferente de relación con Dios que no se
nutre de una “religión” de exclusión sino de misericordia. El gesto de “tocar”
sin duda refuerza la centralidad en la persona que el reino que Jesús predica
quiere mostrar y “atestiguar”.
Un elemento característico
de Marcos y que aquí encontramos por vez primera es lo que se ha llamado el “secreto mesiánico”, es decir el mandato
de Jesús a los que se han visto beneficiados por un milagro de que no lo divulguen. El sentido parece
semejante a lo que hemos señalado ante los demonios que confiesan quién es
Jesús. Jesús no quiere ser reconocido como un mesías de milagros y poder sino
aceptado en la cruz. Que trasciendan sus
milagros sólo sirve para confundir; de hecho, si bien es cierto que la fama crece
y cada vez son más los que lo siguen, en el momento de la cruz todos – incluso
los más cercanos, con la excepción de unas pocas mujeres – todos lo abandonan y
dejan solo lo cual revela que no han entendido su mesianismo a pesar de un
primer momento multitudinario.
Dibujo tomado de emiliocarrillobenito.blogspot.com
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