lunes, 11 de noviembre de 2019

Otra vez lo del árbol y el bosque


Otra vez lo del árbol y el bosque


Eduardo de la Serna



No solamente es verdad que “las cosas se reciben al modo del recipiente”, sino que también es cierto que uno mira, percibe las cosas, según el lugar en el que esté, según la información que reciba… A ver (y quiero poner ejemplos nuestros, argentinos, antes de ir más allá): es sabido que los argentinos, en general, teníamos la sensación de que estábamos ganando la guerra de Malvinas (hasta tapas de revistas lo decían), y de golpe todo se desmoronó (hasta escuché a uno decir que nosotros ganábamos, pero vino Juan Pablo II a decir que debíamos perder y el gobierno accedió… sic); yo escuchaba radios extranjeras y no me sorprendió la derrota. Si hasta recuerdo que estaba en un negocio y uno comentó cómo estábamos triunfando; cuando yo dije que en radios de afuera decían otra cosa, me contestó: “- prefiero que me mientan los míos” (sic). También es evidente como, durante todo el kirchnerismo, los medios hegemónicos no informaban – salvo catástrofes – de nada de otros países de América Latina (había que ver Telesur para saberlo); así se fue imponiendo la mirada de que ‘la seguridad’, ‘la corrupción’, que “afuera se ríen de nosotros”…  Y lo mismo durante el gobierno (sic) de Macri, las miradas se ponían en retroexcavadoras, titulares sobre cualquier cosa perversa que pudiera tener la letra “K”, mientras por atrás se consumaba la debacle. En suma, lo que quiero decir, para empezar, es que, con frecuencia, “estar cerca no es muy bueno”. Se vuelve imprescindible la necesaria distancia para ver el panorama. Pero “uno” suele creer, por verlo de cerca, que “así es”, lo que en realidad es sólo un fragmento.

Una de las cosas que me duele en ambientes eclesiásticos latinoamericanos es escuchar (incluso a gente cercana en el pensamiento) críticas – a veces feroces – contra Lugo, Evo, Correa, López Obrador, Chávez/Maduro, Lula/Dilma, Néstor/Cristina y no ver algo semejante contra Piñera, Kuczynski/Fujimori, Uribe/Duque, Peña Nieto, Lenin Moreno, Temer/Bolsonaro, Cartes/Abdo, Macri… Para ser claro:

Creo que cada uno de ellos ha cometido errores, cosas cuestionables o criticables, más o menos serias. Y, creo que, criticar lo criticable es justo y necesario. Y considerar opositor, o hasta enemigo, al que critica lo criticable no me parece sensato. Pero, especialmente, si a su vez este alaba lo alabable. Porque si no, se parece bastante a la parcialidad… o a la oposición. Y oponerse a la oposición es sensato en el oficialismo (que fuere).

Ahora bien, por otro lado (y en esto ayuda la mirada panorámica) es lógico mirar el todo para así ver lo posible. Porque, con frecuencia, estamos tentados, o caemos en la tentación, de decir o cuestionar que se haya hecho o dejado de hacer esto o aquello. Cosas que, a veces, no eran posibles (o no lo eran en ese momento). Y la posibilidad o no, se puede medir cuando se tienen todas, o casi todas, las alternativas. No se trata de deseo, sino de “la realidad”. Por ejemplo: ¿qué gobernante no querría acabar con el hambre de la población? ¡No!, perdón, lo formulo mejor (porque conocemos – aunque se están yendo en nuestro caso – gobernantes indiferentes totalmente al dolor de los demás), ¿qué gobernante humano no querría acabar con el hambre de su población? Ahora bien, ¿es posible alcanzarlo a mediano plazo? Seguramente no, pero podemos esperar que se vayan tomando medidas para ir avanzando en ese sentido (la mentira macrista afirmaba pusieron los cimientos, o un crecimiento invisible, para lograrlo, cuando en la realidad fue destruyendo los lazos de solidaridad y alentando el individualismo meritócrata). Seguramente, en todo gobierno, habrá una y decenas de cosas cuestionables. En lo personal, mi pregunta principal es desde el lugar del pobre: ¿Cómo estaban ayer y cómo están hoy los pobres? Y, además, es sensato saber que si mi crítica a lo criticable tapa lo más importante, creo que debería revisar o bien mi mirada o si no, mi estrategia. Y voy a señalar brevemente. Ayer, en la provincia de Salta, el diputado Olmedo sacó el 15% de los votos, ¡salió tercero! Ayer mismo, en España, VOX también salió tercero. Y aunque Lula esté libre, Bolsonaro sigue siendo presidente del Brasil, Macri (vamos tachando en las paredes, ya falta menos de un mes) en Argentina, Piñera sigue sonriente en Chile, Abdo en Paraguay, Duque en Colombia, en Uruguay hay preocupantes elecciones de segunda vuelta, en Ecuador sigue Lenin Moreno y en Bolivia… ¿en Bolivia? Una Biblia sobre la bandera boliviana (y desgarrada la wiphala) consuma lo que todos en el exterior reconocen como un “Golpe de Estado” (salvando los antes mencionados, por cierto… y Guaidó, claro… guaidó [con minúscula] a quién ayer Verbitsky, con su característica ironía, llamó “presidente ante sí mismo”).

Estamos en tiempos raros… mirando una parte, debemos preocuparnos; mirando otra, nos sonreímos. Miraremos la torpeza o miopía de unos de no ver lo más integralmente posible la realidad para dar entonces los pasos necesarios. Y miramos la crueldad, en ocasiones sanguinaria, de otros, que pretenden que esos pasos no sean dados. Con la Biblia en la mano. San Pablo se atreve a decir esto: Ciertamente no somos nosotros como muchos que negocian con la palabra de Dios. Antes bien, con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios, hablamos en Cristo” (2 Cor 2:17) “antes bien renunciamos a callar por vergüenza. No procedemos con astucia, falsificando la Palabra de Dios, sino que, declarando la verdad, nos encomendamos delante de Dios a la conciencia de quien sea” (2 Cor 4:2). En suma, así como en otra ocasión dije que soy ateo del Dios de Videla, quiero repetir que mi Biblia no es la de Bolsonaro o la de Camacho. Del Dios de la vida y su palabra se trata, y de la vida de los pobres. Simplemente.


Foto tomada de http://chemamoliner.blogspot.com/2013/01/cuando-el-arbol-no-te-deja-ver-el-bosque.html

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