Mi opinión sobre Venezuela
Eduardo de la
Serna
Es evidente que
lo que ocurre en un país no es, ¡nunca lo es!, fruto de una causa, sino de
muchas. Y también es evidente, que hace tiempo debemos abandonar (también en
esto) una mirada binaria: ya pasó la época de las películas de vaqueros de
buenos buenísimos y malos malísimos. Pero no es menos cierto, que el esquema
binario es más cómodo y más fácil para la pereza habitual: es bueno, es malo ¡y
listo!
Señalo esto
para hablar expresamente de lo que ocurre en Venezuela (y lo que se dice y hace
con Venezuela). Es evidente que, salvo que tengamos alguna otra fuente (que
también sería parcial), toda información sobre la realidad de un país
extranjero nos llega “mediada” por los “medios”. Esos que nos dan la noticia
regurgitada acerca de tal o cual gobierno, política, situación. Pensando en voz
alta: si los medios hegemónicos (des) informan y mienten descaradamente al
hablar de nuestro propio país, algo que basta con abandonar la pereza para
saber la mentira de “ze dobadon todo” y demás tonterías, ¿por qué
debería creerles a esos mismos medios, con tan claras intenciones e ideologías,
cuando informan sobre otro país (o cuando no informan)? Si lo que yo puedo
saber sobre Venezuela es lo que los medios me informan debo confesar definitiva,
clara e inflexiblemente: ¡¡¡no les creo!!! Por tanto, mi opinión (que, además,
no es importante) sobre qué me parece mejor hacer o no, sería irresponsable o
manipulada. Cuando escucho a algunos operadores políticos que hacen de periodistas
diciendo “por ese camino vamos a ser Venezuela”, simplemente me resultan
detestables, ¡y listo! Y – debo confesarlo – cuando veo a sectores de la Iglesia,
el episcopado, por ejemplo, opinando sobre el gobierno, mi intuición es que
debo mirar exactamente desde otro lado. Tampoco los creo independientes.
Por lo tanto, y
con un criterio absolutamente razonable, según mi opinión, lo que ocurra, o lo
que deba ocurrir, deben decidirlo los mismos venezolanos, y nuestra injerencia
sería abominable, torpe, y en ocasiones (¡muchas!) dignas de idiotas útiles.
Se dirá, quizás
con razón, que ministros de relaciones exteriores y embajadorxs tienen
instrumental para tomar otras decisiones a partir de otras miradas. Pero no los
creo asépticos, y por tanto creo que mirarán y decidirán desde un lugar. Y, en
esto, mi mirada es jauretchiana: ¿qué dice, piensa, sugiere, propone “la
Embajada”? porque estoy en un todo convencido que lo mejor para el país y su
pueblo (y lo mejor, también, para Venezuela en este caso) es exactamente lo
contrario. Si, sumado a esto, veo la felicitación de “juntos por el cambio” (sic)
por continuar el camino empezado por ellos, no tengo dudas ningunas. Si veo la
alegría de la prensa hegemónica, menos todavía.
Y me formulo
esta pregunta: si es cierto que hay violaciones de los derechos humanos en un
país, me parece muy sensato que miremos todos atentamente para tratar de
aportar en favor de su vigencia. Pero si miramos Venezuela y no vemos Colombia,
que está bien cerquita, me parece no solamente parcial, sino, además,
tendencioso. Allí hay violaciones cotidianas de los derechos humanos, hay suma
del poder público, hay persecución de dirigentes sociales, atentados cotidianos
contra la paz, masacres diarias, y hasta un arzobispo ha hablado de genocidio.
¿La ONU? ¡Con tortícolis! Entonces, si nos creemos adalides de la defensa de
los Derechos Humanos de verdad (y no títeres del imperio) empecemos por Guantánamo,
las Guerras sistemáticas, la opresión de pueblos, la imposición de políticas y
economías a partir de sus instrumentos (FMI, BM, BID), venta de armas, entre
otras linduras. Y, después, miremos también los “amigos” del imperio (y no está
de más recordar aquello de “los amigos de mis enemigos…”)… y, para terminar,
cuidarnos también nosotros mismos (especialmente porque no somos sus amigos,
así que todo lo que pensemos o insinuemos será usado en nuestra contra); no sea
cosa que mañana propongan invadir Buenos Aires por desaguisados de “la
bonaerense” o que algún intendente, con cara de bueno, se autoproclame
presidente y varios países lo reconozcan y aplaudan. Ganas, a algunos, no creo
que le falten, por más renovadores que se presenten.
Imagen tomada
de https://informesinbandera.com/noticias/San_Martin_y_Bolivar_y_una_batalla_moral_33e619ed43b3c79a93277437e00af0cb
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