Sicarios
Eduardo de la Serna
El término “sicario” es originalmente griego. Algunos, quizás
exagerando, suponen que está en la raíz de “Iscariote”, término que se atribuye
a Judas, sin que sea claro su significado. En la Biblia sólo se encuentra una
vez, en Hechos 21,38, y se refiere a 4.000 “sicarios” (las biblias castellanas
suelen traducir “terroristas”). El historiador judío Flavio Josefo lo utiliza
con cierta frecuencia, en un sentido semejante, referido a los “zelotes” que se
levantan contra Roma en la Guerra judía. Se refiere a personas capaces de
asesinar por un salario, por una ideología, por motivos políticos… Como la “sica”
era una daga, una suerte de espada corta, que bien podía disimularse bajo una
túnica, se los ha identificado: “el que lleva una sica”. Algo o alguien, por
una motivación externa, provoca a uno o a unos al crimen.
Esto ha provocado que el término adquiera – con las novedades del
caso – una cierta carta de ciudadanía. Es posible conseguir y motivar
(económica, ideológica o con una profunda sugestión con poder sobre mentes
débiles, por ejemplo) al crimen o la eliminación de personas o colectivos. El
término fue público en la crudelísima película colombiana: “la Virgen de los
sicarios”, o popularizado por Serrat: “tienen doble vida, son sicarios del mal”.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.
Pero recurriendo al origen del término, quizás podamos decir que no
siempre es necesario pagar para eliminar una vida, ya que también hay otras
eliminaciones vitales debidamente remuneradas: y la eliminación de la verdad es
una de ellas, por cierto.
Porque una cosa es que frente a un hecho o un dato haya diferentes
interpretaciones. Eso es algo propio de las personas. Pero cuando se ve que se
miente, o se distorsiona la información, para “matar la verdad”, para manipular
mentes, entramos en otro terreno. Y, especialmente, cuando se sabe que se está
mintiendo, pero un buen “sobre” da sentido al crimen. Y, lamentablemente, se ve
una “asociación ilícita” de la mentira, para asesinar la verdad, y con ella la
esperanza de toda una sociedad. Basta con mirar los títulos de los grandes
periódicos del poder, o los zócalos de sus canales, o la aglomeración de experiodistas
en radios, o canales “+”. Ciertamente cualquiera de ellos trabaja y espera
conseguir, por ello, un digno salario. Ese, por cierto, no es el problema (y
hay trabajadores y trabajadoras en esos medios “delincuenciales” que no son por
ello delincuentes. Pero, alguien miente al poner un título falso, o
distorsionado. Y eso ya no es un trabajo, es sicariato. Alguien hace
editoriales, o tiene programas de radio o TV, alguien da la cara para mentir,
calumniar, falsear información. Y los nombres de ellos y ellas son
suficientemente conocidos: gordos, pelados, hijos de… o nietas de…, bajitos o,
hasta algunos, con cara de serios, todos comprados, seducidos o tentados por
los dueños del capital, todos trabajando por vencer una batalla cultural. Así algunas
o algunos son señalados y hasta censurados por el poder, cuando se niegan o
siguen negando a ser comprados. Lo cierto es que algunos y algunas son sicarios
y sicarias, asesinos de la verdad y las esperanzas. Creo que afirmar que esto
es así es algo “hiper-recontra-chequeado”.
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