Una mirada a la “política”
Eduardo
de la Serna
La política es la máxima
expresión del amor social, dijeron los Papas (los buenos, claro). Política es
compromiso. Y porque es amor es militancia.
Claro que el amor es un arte
como se sabe desde Ovidio hasta Eric Fromm. Para otros, el arte no es “de amar”
sino “de ganar”, como se llama el libro de Jaime Durán Barba. Los que creemos
que el amor es militancia, es compromiso, sabemos que eso implica poner la
mirada en “el otro”, no en uno mismo. Cuenta tanto ese “otro” que estoy
dispuesto hasta dar la vida por él/ella. Cuando ese amor es social se vuelve
político. Son las acciones concretas, sociales que buscan su bien. Y tiene
connotaciones claramente sociales, económicas, ambientales, internacionales… Es
la búsqueda del bien común, de la “cosa pública”.
Muy distinto es cuando ese tal
“amor” se entiende como una suerte de que yo esté bien y a lo sumo mi felicidad
se “derramará” (como en lo económico”) sobre los que me rodean primero, y el
derrame de estos luego sobre otros y así hasta alcanzar la república toda. Es
una especie de “amor de ombligo”, light. Donde el otro sólo se beneficia de lo
que deseamos (o lo que decimos que deseamos). Cuando el presidente Macri desea
que sean felices a los miles de desocupados que él ha provocado, además de un
cruel cinismo, manifiesta precisamente ese individualismo en el que se
desentiende militantemente del bien de esos “otros”.
Pero ese individualismo,
cinismo, ombliguismo y pseudo amor light se ve complementado por un patético –
y muy grave – rechazo y negación de lo político.
No sólo su pereza
(característica) y manifestación evidente de ausencia de análisis histórico como
manifestó en su discurso inaugural: “los argentinos descienden de los barcos”,
lo que ignora e invisibiliza los grupos indígenas y la comunidad afro – que sí
descendió de los barcos pero de un modo muy diferente de lo que él afirmó –
ignorando la Argentina mestiza, y latinoamericana.
También su manipulación de los
signos políticos, que son tan caros a los sentimientos argentinos, como
mancillar el balcón de la Casa Rosada con un desagradable movimiento espasmódico
de cuerpo, que él cree que es baile, y el canto patético de la vicepresidenta.
Entre esta manipulación de
signos ha de sumarse, simbólicamente otro (y pueden encontrarse muchos más, por
cierto) como sentar a su perro Balcarce en el Sillón presidencial, siendo el hazmerreír
incluso de la prensa extranjera, permitiendo incluso burlas como la de quienes
afirmaron que no había diferencia más que enla especie animal que lo ocupa.
Cambiar próceres, o al menos
personajes históricos (no le reconozco a Roca el título de prócer) por animales
(por más que sea yo un apasionado de la fauna) es simplemente una negación de
la historia. No una des-ideologización, siquiera. Un negar la historia,
sencillamente.
Y el patético paso por Davos
(y – añado – lo patético de haber ido, pero es una especie de “Coloquio de IDEA
internacional, lo que no es extraño) diciendo que la reunión con Cameron fue “muy
linda” y que Peña Nieto le preguntó por su “baile” (sic). Lo político “brilla”
por su ausencia, evidentemente. No es una terminología política, por cierto,
como no lo es cuando en nuestro país repite “estamos contentos”, “sean felices”
y otras categorías pseudo-budistas.
El ataque sistemático a los militantes,
a quienes un mercenario mediático califica de “militontos” creyendo que fue
brillante, la violación de su intimidad (revisión de los facebooks, por
ejemplo) y el rechazo a “las ideologías”.
Ciertamente todo esto es
político e ideológico. Pero – en lo personal – un apolítica e ideología que
desprecio. Pero que, además, es imposible de debatir (porque se puede debatir
historia con un mitrista, pero no con una ballena invertida). Simplemente
aprovecho para señalar que, además de las políticas públicas, internacionales,
económicas, sociales, ambientales deplorables que caracterizan este gobierno ya
desde el primer día, hay un sustrato detestable que lo caracteriza. Una
negación de la política a la que muchos consideramos una herramienta
indispensable para la transformación de las vidas de los demás, en especial de
los pobres; un acto de amor militante, concreto y comprometido. Es que, es
evidente que “la patria es el otro”.
Foto tomada de http://www.latepaternal.com.ar/info2/los-globos-amarillos-llegaron-a-la-rosada/
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