La paz y la vida son signo de que Dios está reinando
y debemos ser testigos
DOMINGO decimocuarto - "C"
Eduardo de la Serna
Lectura del libro del profeta Isaías 66, 10-14
Resumen: en un canto muy armado, el discípulo de Isaías manifiesta su alegría desbordante por la intervención maternal de Dios en su historia llenándolo de sus dones que se manifiestan como abundancia y como paz.
Como
corresponde a la poesía, no siempre es fácil encontrar una buena
traducción a los juegos de palabras, las asonancias, los sinónimos. Y el
texto de la liturgia de hoy es clara y bellamente poético. En 66,18 el
tono pasa claramente a prosa, por lo que la unidad finaliza allí (además
de la conclusiva “oráculo de Yahvé” de v.17), del mismo modo que la
prosa de v.5ab marca el comienzo. En v.10 cambia el enfoque y ya no
habla de Yahvé (5c-9) sino de Jerusalén. El v.14 concluye con la idea
del “gozo”, como veremos y anuncia la siguiente parte del verso que
refiere a los adversarios de Dios (vv.15-17). De todos modos, el texto
es uniforme: la idea de la “gloria” (kabod) (verbo, v.5;
sustantivo, vv.11.12.18.19); los enemigos (vv.6.15) y particularmente el
campo semántico de la maternidad: “dolores… dio a luz… parto” (v.7),
“dar a luz, nacimiento, dolores” (v.8), “abrir el seno... dar a luz”
(v.9), “mamar… saciarse... chupar… pechos” (v.11), “alimentados,
llevados en brazos, acariciados, en las rodillas” (v.12), “como una
madre” (v.13). Lo que se destaca es la gestación (anticipada) de un
pueblo (v.8), Jerusalén, entonces (vv.10-14) es destacada en cuanto
representación del pueblo mismo. La finalización con la referencia a los
enemigos alude a los que no siguen los caminos de Yahvé.
En
el texto de la liturgia, el centro está dado por los términos que
refieren a la “alegría”: tres términos se encuentran en el v.10,
“alégrense” [samah], “regocíjense” [gîl], “gocen [sisû] de gozo [masôs]”, y v.14 [sûs]. Y podemos incluir también el “consuelo”: v.11 [tanaûm], o la “compasión” v.13, (3 veces [naham]). Otro elemento recurrente es la abundancia: “todos” [kal] se repite (vv.10 x2, 16), “llenos” (v.10; literalmente “exultantes con exultación”), “hartos [saba’], deleite [‘anûg], abundancia [kabôd]” (v.11), “desbordante [sataf]… abundante [kabôd;
en estos casos parece que es conveniente traducirlos por “abundancia”
más que por “gloria”, que es otra acepción del término]” (v.12). Todas
estas imágenes, compuestas poéticamente destacan la alegría por la
abundancia de Jerusalén. Pero veamos algunos elementos:
La
escena es doméstica, en el seno de un hogar una madre da a luz antes de
lo esperado (v.7), el clima es de ternura (amamantar, acariciar,
rodillas…) y –especialmente- de alegría. La alegría es un tema
recurrente en el Tercer Isaías (56,7; 60,18; 61,3.7.10; 65,13-19); pero
este nacimiento es el de un pueblo (v.8), y la madre ¡es Yahvé! (v.13;
la imagen materna y femenina de Dios es recurrente en el discípulo de
Isaías: ver cf. 42,14; 45,10; 49,15). La alegría es a causa de la nueva
Jerusalén y su prosperidad, es el contraste entre la alegría y el duelo
que hacían por ella (v.10). Ante una ciudad que vuelve a comenzar
después del exilio; que había sido devastada, destruida, la imagen del
nacimiento no sólo refiere a que Israel (y su ciudad capital) es
re-creada, sino también que será poblada (ver el tema en 49,20-21;
54,1-4), estará “rebozante” de hijos y de abundancia.
Este
amamantamiento de los hijos es imagen de serenidad y de paz; la promesa
del consuelo /compasión cierra lo comenzado en 40,1 (libro de la
consolación). En esta ciudad renovada la paz (shalôm) será abundante
como un río, y también lo será la prosperidad (kabôd) de las naciones.
La paz alude al mismo nombre de la ciudad (Jerusalén termina con las
mismas consonantes de shalom; ver Sal 122, especialmente vv.6-8).
Pero
la otra cara es el juicio a los enemigos. Por un lado tenemos la
ternura y el consuelo de Dios, su “mano”, y en contraposición su ira a
los enemigos (notar la llama y la espada, vv.15-16; y amenaza a los que
practican ritos prohibidos v.17).
Lectura de la carta a los gálatas 6, 14-18
Resumen: Pablo concluye la carta a los Gálatas pero –extrañamente- retoma y sintetiza todo el tema que ha desarrollado. Unos adversarios han predicado la circuncisión, y Pablo les dice que eso no cuenta, que lo que cuenta es Cristo, y que quién se deje modelar por Cristo ese tal recibe paz, misericordia y gracia, ese tal es el Israel de Dios, que nace por la circuncisión del corazón.
El
fragmento que nos propone la liturgia es una pequeña parte –la final-
del último párrafo de la exhortación de la carta (6,1-18). En realidad,
esta parte parece comenzar en el v.11 con una suerte de “firma” de Pablo
(si la carta es escrita –como muchas- por intermedio de un secretario,
es habitual esta especia de “autógrafo”, ver 1 Cor 16,21; cf. Col 4,18; 2
Tes 3,17). Luego de esto, retoma el conflicto con los adversarios que
se encuentra en toda la carta, en este caso volviendo sobre el tema de
la circuncisión (el término lo encontramos repetido en vv.12.13 y 15).
Pero veamos qué señala aquí Pablo en este tema sobre los adversarios en
relación a la comunidad (vv.12-13):
a. Los fuerzan a circuncidarse
b. para evitar persecuciones por la cruz
c. pero no cumplen la ley
d. se glorían en la carne de ustedes
Esto
es lo que dice de los adversarios en relación a la comunidad, y a
continuación señalará la relación de él mismo con la comunidad en estos
términos, y el orden por momentos parece inverso (vv.14-18):
d’. me glorío en la cruz
c’. Pablo invita a “someterse a esta regla”
b’. llevo en mi cuerpo las señales de Jesús
a’. La gracia con su espíritu
Es
esta segunda parte, la relación entre Pablo y la comunidad la que la
liturgia presenta hoy. Sin embargo, notemos antes algunos elementos de
la primera parte que ayudan a una mejor comprensión de la segunda:
Señalar
que los “fuerzan” a circuncidarse es paradójico en esta carta ya que en
Pablo 2,3 afirma que Tito no fue “forzado” a circuncidarse por los
presentes (que parece referir a Santiago, Cefas y Juan, cf. 2,6.9), y en
el conflicto con Pedro (2,14) lo que Pablo le cuestiona es que “fuerza a
los paganos a judaizar”, es decir, actuar como judíos siendo que él
vive como no judío. El verbo, entonces (cf. 2 Cor 12,11) está en la
carta en contexto del debate por la circuncisión, precisamente. Estos
adversarios, entonces, hacen lo contrario de lo que los importantes de
Jerusalén decidieron. El único motivo de este “forzar” es evitar la
“persecución por la cruz”. Pablo insiste en orar por los perseguidores
(Rom 14,19; 1 Cor 4,12), pero a su vez recuerda que él mismo fue
“perseguidor” (1 Cor 15,9; Ga 1,13.23; Fil 3,6) y es perseguido en el
presente (2 Cor 4,9; Ga 5,11) y también lo son sus comunidades (Ga 4,29)
mientras él mismo persigue ahora a Cristo pero para alcanzarlo y
seguirlo (Fil 3,12.14). La circuncisión evitaría la persecución de parte
de los judíos (aunque no nos quede claro en qué podría consistir ésta
en territorio gálata, o qué gravedad podría tener).
Pero lo único que le interesa a estos tales es jactarse (kaujáomai) “en la carne de ustedes”.
En
cambio Pablo (y aquí comienza el texto litúrgico) afirma que sólo se
jactará en la cruz de Cristo. El verbo kaujáomai es sumamente importante
en Pablo (lamentablemente no es fácil descubrirlo en las traducciones
que a veces prefieren “gloriarse” en lugar de jactarse. Lo encontramos
x37 en el NT y salvo x2 en Sgo y x1 en Ef, siempre en Pablo
(particularmente en 2 Corintios, x20). El tema central es que una
persona o colectivo pone su fuerza, su atención, “se gloría” en algo,
pero para Pablo depende qué es ese algo, para que esa actitud sea
sensata o necia. Para él sólo tiene sentido jactarse en Dios, en Cristo,
o allí donde Cristo aparece transparente ante los ojos de la humanidad.
Por eso, jactarse en cosas (aun buenas) es necio, “el que se jacte, que
se jacte en el Señor” (1 Cor 1,31; 2 Cor 10,17); jactarse de la
pertenencia al pueblo de la alianza, o de la circuncisión, es jactarse
“en la carne” y eso es absurdo a los ojos de Pablo (ver 2 Cor 11,18). En
cambio, jactarse en la propia debilidad (2 Cor 11,30; 12,5) manifiesta
ante todos la fortaleza de Cristo (12,9). Así Pablo se gloría en la
cruz, y en aparecer a los ojos del mundo como “crucificado”.
El
“crucificado para el mundo” no es conveniente entender el término
“mundo” en sentido joánico; en el Cuarto Evangelio el “mundo” es –en
general- el conjunto adversario de Jesús, por eso el diablo es el
“príncipe de este mundo” (12,31; 14,30; 16,11), por eso el mundo no
conoció a la palabra de Dios (1,10) y aborrece a Jesús (7,7; 15,18), a
su espíritu (14,17) y a los discípulos (15,19; 16,33; 17,14), que no es
–por tanto- de “este mundo” (8,23) ni lo son sus discípulos (17,16),
como su reino “no es de este mundo” (18,36) y él ha “vencido al mundo”
(16,33). En Pablo, en cambio, “mundo” es la generalidad (en el sentido
de “todo el mundo”), lo cual implica en ocasiones la maldad “del mundo”,
pero no es intrínsecamente perverso como parece serlo por momentos en
Juan. Es decir, Pablo aparece como crucificado a los ojos “de toda la
humanidad”. Si Pablo y el mundo están crucificados el uno para el otro,
entonces están muertos. Se debe leer esto en clave escatológica (cf.
2,20, “he muerto a la ley”; “crucificó la carne con sus pasiones y
deseos”, 5,24).
Estando
incorporado en la novedad que trae Cristo, para Pablo ya nada cuenta
(ni la circuncisión ni la incircuncisión), sólo cuenta la “nueva
creación”. Pero veamos brevemente: la circuncisión era el rito necesario
de incorporación a Israel. Los pequeños eran circuncidados a los 8 días
de su nacimiento (cf. Lc 1,59; 2,21), incluso cuando algún adulto se
convertía y quería incorporarse a Israel, luego de un “bautismo de
purificación”, debía circuncidarse (estos eran llamados prosélitos).
Pero ya el A.T. había hablado que no era sólo cuestión de circuncisión
“física” (“en la carne”) sino que era necesaria una circuncisión “del
corazón”. No que se anunciara una nueva circuncisión alternativa, sino
que se destacaba que ser miembro del pueblo de Dios no era cosa “ritual”
sino que debía manifestarse en las opciones de vida (“corazón”).
Es
posible que en el trasfondo de este texto paulino (como parece estarlo
en el citado 1 Cor 1,31; 2 Cor 10,17) haya alusión a Jer 9,23-26:
«Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su saber, no se gloríe el soldado de su valor, no se gloríe el rico de su riqueza; quien quiera gloriarse, que se gloríe de esto: de conocer y comprender que soy el Señor, que en la tierra establece la lealtad, el derecho y la justicia y se complace en ellos –oráculo del Señor–. Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que pediré cuentas a todo circunciso: a Egipto, Judá, Edom, Amón, Moab y a los beduinos de cabeza rapada. Porque todos, lo mismo que Israel, son incircuncisos de corazón».
Sobre
la circuncisión del corazón, cf. Jer 9,23-25 (la Biblia griega lee
“incircuncisos de carne”, de las naciones y “circuncisos de corazón” de
Israel). La unión de Jer 23,23-24 a vv.25-26 remarca dónde se pone la
jactancia de la que se ha hablado. [Entre paréntesis, notar que el texto
pone a Judá entra las naciones]. El contraste jactarse en la carne -
jactarse en el Señor se relaciona en la carta con circuncisión –
incircuncisión. La circuncisión que vale es la del corazón: Deut 10:16;
30:6; Jer 4:4; Rom 2:28-29; Col 2:11-13. La nueva creación es “en
Cristo” (2 Cor 5,17; cf. Rom 8,19-22); es que “en Cristo” ya no hay
judío, ni griego… (3,28); cf. Is 65,17-25; 66,22. No cuenta circuncisión
ni incircuncisión (v.15 = 5,6). Hay, de todos modos, un contraste entre
Is 66,23 y Ga 4,10 ya que la novedad de Isaías implica cierta
continuidad (litúrgica y ritual, por ejemplo) que Pablo no tiene en
cuenta. Un texto ilustrativo es el citado 2 Cor 5,17: “el que está en
Cristo es una nueva creación”; estar “en Cristo” es el ámbito, la
novedad; es estando “en Cristo” que no cuenta todo lo antiguo
(circuncisión - no circuncisión).
La “regla” (kanôn) es lo que revela al cristiano genuino. Es interesante que Flavio Josefo identifica “kanôn” y ley (nomos),
mientras que aquí Pablo parece moverse por andariveles distintos (¿será
que esta regla la “ley de Cristo” diferente de la Ley?, cf. 6,2; 1 Cor
9,21). El Israel de Dios son los que adhieren a esta nueva creación; no
se refiere al “Israel de la carne”, sino que lo dice en relación a
Cristo. Si empezaba toda la carta con un “anatema” (1,6-9) a los gálatas
por seguir otro evangelio que estos adversarios les han predicado;
ahora concluye con “paz y misericordia” a los que “se sometan a esta
regla” (v.16). La “paz a Israel” es algo habitual en las familias y
hogares y en su oración: (Sal 125:5; 128:6; Salmos de Salomón. 4:25;
6:6; 8:27-28; 9:8; 11:9; 13:12; 16:6; 17:45; 18:5; y en Qumrán, 11QPsa
23:11). Una clásica oración judía de este tiempo decía: “Que la paz… y la misericordia… esté con nosotros y con todo Israel tu pueblo” (Shemoneh Eshre). Cf. Is 54,10 (vv.11-12 “nueva creación”); Jer 16,5; Sal 85,10 (y Jubileos 22,8; y Qumrán, 1QH 13,5.
Los
adversarios de Pablo no han sacado todas las consecuencias de la cruz…
su centralismo les impide entender que las fronteras de Israel se han
expandido (ya no el Israel según la carne; 1 Cor 10,18). Israel es lo
que cuenta, pero hay un modo “nuevo” de ser Israel (no implica un “nuevo
Israel; cf. Fil 3,3; Ga 3,29). Hay que evitar algunos malentendidos en
esto: Pablo no parece estar pensando en un “nuevo Israel” como sería
propio de la teología de Mateo, y tampoco en el “cristianismo” como
alternativo, o superador de Israel (la palabra “cristianismo” no existe
hasta el s.II y el término “cristiano” Pablo jamás lo utiliza). Siendo
que algunos profetas habían señalado que las fronteras de Israel se
expandirían con las “naciones” que aceptaran a Dios (cf. Is 60,1-22),
para Pablo esto viene dado con los “tiempos nuevos” iniciados “en
Cristo”, con la donación de su “espíritu”. Todos aquellos que acepten
esta novedad serán incluidos en Israel. Pero aquellos que no lo acepten,
siguen siendo el “Israel según la carne” [recordar que Pablo establece
un contraste entre “carne” y “espíritu” que remarca la aceptación o no
de los nuevos tiempos inaugurados por la resurrección de Cristo]. Algo
semejante señala en Ga 4,21-31 en la alegoría con las dos mujeres de
Abraham, Agar y Sara y las dos alianzas que esto implica, la del Sinaí,
la Jerusalén actual, y la Jerusalén “de arriba”.
La
identificación con los sufrimientos de Cristo es la garantía del
apostolado: (Rom 8:17; 2 Cor 1:5; 4:8-10; Fil 3:10; Col 1:24); es un
tema clave en Pablo. Mientras algunos se “jactan” de su ser “judíos”, o
de la vinculación con los apóstoles, Pablo –coherente con lo que hemos
dicho- se jactará de su debilidad, de su asemejarse al Crucificado (2
Cor 6,4-10; 11,21-33); es en esto donde Pablo puede “mostrar” ser
verdadero apóstol, no en las cosas en las que habitualmente se jactan
los adversarios.
Las
señales (stigmata) que Pablo lleva parecen aludir a marcas son tatuajes
o marcas de esclavitud, al estilo de las “marcas de ganado” (¿está
aludiendo a que se siente esclavo de Cristo?); Pablo quiere ser
identificado con la única marca de la nueva creación, la cruz (es decir,
no la circuncisión). En realidad Pablo no alude a la circuncisión como
otra “marca” y mostrar así la cruz como alternativa, pero no parece
improbable que la circuncisión sea vista aquí también como marca. Lo
cierto es que la identificación con la cruz, de la que los adversarios
huyen, es lo que Pablo elige que lo marque, y de eso se jacta.
Finalmente
termina otorgando la gracia con el “espíritu”, lo que es razonable si
están en este nuevo tiempo. El espíritu (y la gracia) es todo lo
contrario a la circuncisión, característica de “la carne”, del Israel
que no ha sacado las consecuencias de su Ley y no la cumple. Los
destinatarios (como en 6,1) son calificados de “hermanos”, y se refiere a
los hermanos en la fe (6,10). “Amén” es una característica frase
conclusiva en doxologías (Rom 1,25; 9,5; 11,36; 15,33; 16,27; Ga 1,5;
Fil 4,20; 1 Tes 3,13).
Señalemos
una pequeña nota conclusiva: no es común en las cartas de Pablo después
de haber terminado un tema que lo retome en la conclusión de las
cartas; allí suele haber doxologías (Rom 16,25-27; Flm 25), o saludos
(Rom 16; 1 Cor 16; Fil 4,2-3.21-23; 1 Tes 5,23-28; Flm 23-24, cosa
ausente en esta carta (salvo el Amén, como se ha dicho). En ese sentido,
también es extraño que una carta de Pablo no tenga “acción de gracias”
en el comienzo (ver Rom 1,8; 1 Cor 1,4; Fil 1,3; 1 Tes 1,2; Flm 4). Esta
carta, entonces, es diferente en su conformación a las restantes de
Pablo lo cual revela la libertad con que se mueve en la composición.
Como se dice, es extraño que tenga una conclusión donde retoma el tema
central de la carta y por tanto parece que se la puede considerar
–entonces- como clave para entender toda la carta.
+ Evangelio según san Lucas 10, 1-12. 17-20
Resumen: Jesús envía un grupo más grande que los doce, envía Setenta y dos, que es el número de los pueblos al finalizar el diluvio. Lucas quiere mostrar que el Evangelio no sólo debe llegar a Israel (los Doce, como los hijos de Jacob) sino a todos los pueblos. Y los enviados deben ser testigos del reino, de la paz y del triunfo definitivo de Dios sobre el mal en la historia.
Habiendo
comenzado el largo viaje de Jesús a Jerusalén, Jesús decide enviar
mensajeros delante de él. Ya lo había hecho en 9,1-6 pero en este caso
los enviados eran los Doce y aquí se alude a un grupo mayor. En general
se piensa que el primero remite a Marcos como fuente, pero Lucas elige
ampliar la idea con un nuevo envío más importante, este tomado del
documento Q. Hay elementos en común entre ambos relatos, y también
novedades. Veamos simplemente a modo ilustrativo:
Lc 9,1-6
|
Lc 10,1-12
|
Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los
demonios, y para curar enfermedades;
y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.
|
Después de esto, designó el Señor a otros Setenta (y dos),
y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a
donde él había de ir.
|
Y les dijo:
«No tomen nada para el camino, ni
bastón, ni alforja, ni pan, ni
plata; ni tengan dos túnicas cada uno.
|
Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rueguen, pues, al
Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Vayan; miren que los envío como
corderos en medio de lobos.
No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saluden a nadie en el camino. |
Cuando entren en una casa,
quédense en ella hasta que se
marchen de allí.
|
En la casa en que entren, digan primero: «Paz a esta casa.» Y si hubiere
allí un hijo de paz, la paz reposará sobre él; si no, se volverá a ustedes. Permanezcan
en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece
su salario. No vayan de casa en casa.
|
En la ciudad en que entren y los reciban, coman lo que les pongan; curen
los enfermos que haya en ella, y díganles: «El Reino de Dios está cerca de
ustedes.»
|
|
En cuanto a los que no los
reciban,
saliendo de aquella ciudad,
sacudan el polvo de sus pies en
testimonio contra ellos».
|
En la ciudad en que entren y no los reciban, salgan a sus plazas y digan:
«Hasta el polvo de su ciudad que se nos ha pegado a los pies, lo sacudimos.
Pero sepan, con todo, que el Reino de Dios está cerca.» Les digo que en aquel
Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.
|
Saliendo, pues, recorrían los
pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.
|
Como
se ve, aunque el esquema es semejante y la idea también, hay algunas
notas interesantes para destacar: si bien empieza señalando la llegada
del misionero a una casa, enseguida el acento está puesto en la ciudad
(que recibe o no), el envío es “de dos en dos” (quizás para que el
testimonio que darán sea valedero, ver Dt 17,6; 19,15, ya que no deben
predicarse a sí mismos sino ser “testigos”, ver 24,48), el pedido al
dueño de la mies y como corderos en medio de lobos remarca una nota de
conflicto evidente (aunque en la era de la paz [Is 11,6 el lobo y el
cordero serán vecinos; ver 65,25]). La indicación de lo que no deben
llevar es diferente, incluyendo que no deben saludar a nadie por el
camino, lo que deben hacer en la casa a la que lleguen es donar la paz,
aunque en las ciudades que los reciban o no repetirán la proximidad del
Reino de Dios.
La
novedad principal de este texto, sin embargo, viene dado por el número
importante de enviados. Algunos manuscritos hablan de 70 y otros de 72.
No es fácil decidirse. Si se tratara de 70, parecería aludir a los 70
ancianos que son delegados para ayudar a Moisés en su ministerio (Núm
11,16-25), aunque dos quedaron en el campamento (11,26-30) ¿suman 72? ¿O
por 72 refiere a las tribus paganas surgidas a partir del diluvio? (Gen
10,2-31 que son 70 pueblos en la Biblia hebrea y 72 en la griega). Lo
cierto es que sea lo que fuere es evidente que este número grande alude a
la misión más amplia de las fronteras de Israel, es decir –y es tema
propio de Lucas, como se sabe- la misión a los paganos. Así como la
misión a Israel hace referencia a los Doce, aquí se nos prepara el
camino para la misión a los no judíos.
Algunos
elementos son característicos de este texto: como en el texto de Lc 9,
la misión es pobre, y los misioneros deben serlo. Pero destacan aquí
tres elementos nuevos:
1. No saludar a nadie en el camino, ya que la misión es perentoria, y
no pueden perder tiempo en los interminables saludos orientales.
2. La idea de la “mies” también es indicio de la inminencia del
anuncio. El tema ya se encontraba en los profetas (Is 33,11; 41,15-16;
Jr 13,24; 51,2.33; Am 9,9; Jl 4,13) y fue retomado por el Bautista
(3,16-17).
3. La referencia al lobo y el cordero es imagen del pecador y el
piadoso que no deben juntarse (Eclo 13,17), lo que contrasta claramente
con la paz, como se ha dicho.
Dos breves notas:
a.
La mies y el pedido al “dueño de la mies” se ha utilizado como texto
“vocacional”, es decir “pedir a Dios vocaciones para determinado
ministerio o comunidad”; sin embargo es importante notar que se está
hablando de “obreros” de la predicación del reino; es decir, lo que se
está pidiendo es que el grupo de discípulos de Jesús crezca para que el
reino sea anunciado y ya no sean “setenta y dos” sino multitudes las que
anuncien al mundo la paz y el reino.
b.
La “paz” (en hebreo shalôm, en griego eirênê; que se encuentra en las 3
lecturas del día) no es simplemente ausencia de conflicto. Por eso
contrasta con la “paz” de “este mundo”, es decir la pax romana que es la
imposición imperial de guardar el orden. Para el mundo semita, el
Shalom es un estado de plenitud (y en ese sentido debe entenderse
también en el N.T. que es semita). La paz es el deseo (o la concreción)
de que los destinatarios “estén bien, vivan bien, sean felices”. En ese
sentido, “Shalom/eirênê se parece más a plena felicidad que a lo que
entre nosotros se entiende habitualmente por paz.
A
este envío, le sigue una lamentación por las ciudades que no han
escuchado el paso de Dios por sus vidas, que finaliza con el dicho: “el
que a ustedes escucha, a mí me escucha; el que a ustedes rechaza, a mí
me rechaza” [vv.13-16; dicho que se puede encontrar en otros evangelios
de modo positivo (Mt 10,40; 18,5; Jn 13,20) o negativo (Jn 5,23)], y que
está omitido por la liturgia que retoma con el regreso de los setenta
(y dos) y una conclusión.
El
mismo poder de Jesús sobre los demonios se ha manifestado en los
misioneros que vuelven. Jesús afirma haber “visto a Satanás caer”
(v.18). El enfrentamiento de dos reinos, el de Dios y el de Satanás es
frecuente en Lucas, particularmente en los textos que sólo son de este
Evangelio y hacen referencia al diablo / Satanás (cf. 4,6; 10,18; 13,16;
22,3.31), el Reino que Jesús predica e inaugura está en conflicto con
aquel que simboliza la búsqueda sistemática de hacer el mal, de oponerse
a la voluntad de Dios. Por eso Pedro sintetiza el ministerio de Jesús
en Hechos como que “pasó haciendo el bien y curando a todos los
oprimidos por el diablo” (10, 38). Ese “hacer el mal” está expresado en
las “serpientes y escorpiones” (v.19; ver Dt 8,15) que los discípulos
pisarán sin daño. El dominio del mal está llegando a su fin con la
venida del reino. En el libro de Dios están escritos los que son fieles a
él (ver Ex 32,32-33), eso es lo único que cuenta.
Dibujo tomado de http://cebiclar.cl/termino/lectura-comunitaria/page/2/
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