De derrotas, fracasos y frustraciones
Eduardo
de la Serna
Un país apasionado por el fútbol vive como derrota nacional perder un partido. Más allá de que, como se
ha señalado sabiamente, los “invictos argentinos” nunca perdimos; siempre son “otros
los responsables”: “¡Ellos!”
Obviamente quería que
Argentina ganara la Copa América, como quería que ganara la Copa del Mundo,
pero para que se entienda mi reflexión quisiera señalar algunos elementos
previos:
1.
Desde hace años (no
sé si alguna vez no fue así), la selección nacional no me atrapa. Nada me
apasiona en su estilo, en el equipo, y – por lo tanto – nada me invita a
apasionarme. En realidad debo decir que me han apasionado pocos jugadores
(Diego, en primer lugar), nunca equipos, y mucho menos técnicos. ¡Nunca!
2.
En esa misma línea,
algunos me han transmitido tan poco – por no decir nada – que una derrota no me
importaba, y hasta podía desearla a la espera de alguien que me enamorara.
Alguien que hasta ahora no ha llegado.
3.
Como creo que hablar
de “periodismo deportivo” es un oxímoron, y me molesta todo lo que diga y
opinen, no me interesan los jugadores y técnicos que ellos han criticado o
alabado… En este sentido (en lo deportivo, lo aclaro) detesto profundamente a Bielsa
y aborrezco a Messi. Y sé que para “el mundo” esto suena a herejía. Y no me
importa. Opino porque tengo derecho a hacerlo (y tendría más que decir).
4.
No me preocupa una
derrota, ¡me preocupa el cómo! No me preocupa que se haya errado un penal (he
amado a Palermo que erró 3 en un mismo partido).
5.
Debo reconocer que me
transmite mucha – pero muchísima – más pasión un partido de los Pumas que de la
selección de fútbol. Y por eso no me duele una derrota, me duele cómo vamos hacia ella.
6. Desde acá indico que,
en lo estrictamente personal celebro la renuncia de Messi a la Selección de fútbol, y espero que cumpla su amenaza, aunque creo que no la cumplirá. Obviamente
esperaría y deseo que lo sigan muchos otros. Prácticamente todos. Y que el
nuevo técnico (“nuevo”, dije) empiece de cero y sin compromisos, sin historias,
sin arreglos con empresas, o con Fifas… sé que es utópico. Hablo de sueños.
Pero no es la derrota lo que
me preocupa, las derrotas nos constituyen como personas. Una derrota bien
elaborada nos puede ayudar muchísimo. Claro que si los derrotados son siempre “otros”,
con lo que no pensamos cambiar nada, se hace imposible modificar lo necesario. Cuando
veo perder a los Pumas, en general, pero veo que pusieron toda la pasión por
ganar, que transmitieron a los espectadores vida, sangre y amor, pues perder no
se me hace ni problema ni angustia, y hasta me da orgullo el “cómo”. El
problema es cuando veo que se pierde como quien oye llover, como que no hacen
carne que hay un pueblo que “está ganando o perdiendo, gozando o sufriendo; que
está viviendo”… Y – debo decirlo – en millonarios jugadores de fútbol no lo veo
en prácticamente ninguno. Ni técnicos ni
jugadores desde hace años me transmiten nada. No me importa si ganan o pierden,
porque a ellos mismos pareciera no importarles. Y hasta en algunos casos,
celebro sus derrotas.
Pero en todo esto, de
deportes se trata. Y la derrota, el verdadero fracaso es algo mucho más importante. Desde
hace un poco de tiempo hemos sido derrotados. El pueblo ha sido vencido, y no
parece – mirando, al menos – sufrir, llorar la derrota. Se burlan de nosotros y
de todos, y no pareciera que haya una ola general de indignación o de ira
contenida. Y si miramos más, vamos a España y vemos la derrota como una suerte
de “sino”, de resignación que no tiene salida; un síndrome de Estocolmo que
funciona a la perfección. Y es como si fuéramos al partido sabiendo que seremos
derrotados antes de jugarlo. Hemos sido derrotados: hay un gobierno torturador
y genocida, un gobierno que se florea sádicamente de la derrota de los pobres,
de un pueblo que no logra recuperarse de su derrota. Y esa es la derrota que me
duele. Es esa la derrota que me frustra.
Perdimos la copa América y lo lamento (aunque no me hayan transmitido pasión ni técnico ni jugadores, por lo que no lo viví con preocupación alguna), pero perdemos en el día a día en la lucha contra el hambre y la pérdida de trabajo, contra la esperanza y el futuro. Y preferiría perder mil copas Américas antes que ver el rostro de la tristeza y la desesperanza en los hermanos y hermanas. Es esa la derrota que me duele. Es ese el fracaso que me hace levantarme en grito y militancia. Perderemos esa lucha, y – por ahora – la seguiremos perdiendo, pero sepan que esa copa no la resignamos. Sepan que los que creemos que la vida es más fuerte que la muerte no nos preocupa un partido de fútbol, nos preocupa la lucha por la vida. Y no estamos dispuestos a bajar los brazos en esa lucha, simplemente porque creemos que en nuestro equipo juega la mejor del mundo, la invencible…. ¡la esperanza!
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