Otro
elogio… esta vez del bondi
Eduardo
de la Serna
Hace ya casi dos años, ante
el infaltable – e interminable – comentario de que los manifestantes (los “malos”,
obvio) “van (a la plaza, a la marcha) por el choripán”, escribí un “elogio del
choripán” [http://blogeduopp1.blogspot.com.ar/2015/12/elogio-del-choripan.html].
Pero ahora el tema vuelve a repetirse, no sólo en la boca del cada vez más
impresentable Javier González Fraga, que ya había dicho que un “empleado medio”
no tenía derecho a tener un celular, una moto o viajar… ahora, quizás para
superarse, insistió en que la gente fue en colectivos, por el choripán, una
coca y $ 500.
Dejo de lado el absurdo
matemático que tan irónicamente mostró Adrián Stoppelman en la radio (hoy 4 de
abril) y me quiero detener en la otra parte de la “perversión”: el colectivo.
Es evidente que a
determinadas marchas los grupos “selectos”, blancos, lindos y puros pueden ir
en su propio auto. Pero no me parece que la cosa vaya por ahí; me quiero
detener en algunas experiencias cotidianas… Periódicamente muchas parroquias
suelen hacer una peregrinación a Luján (en Quilmes lo hacemos el segundo
domingo de septiembre) y – como es fácil de entender – las parroquias
¡¡¡alquilan colectivos!!! Cientos de peregrinos vamos en cientos de colectivos
a visitar a la Virgen. Domingo a domingo las canchas de futbol reciben
hinchadas, y es habitual ver decenas de gente que van y llenan los alrededores
del estadio ¡¡¡de colectivos!!! (basta ver un domingo que juega River las
avenidas laterales, o las autopistas laterales), las peñas o los grupos se
juntan en sus lugares y las barras van ¡¡¡en colectivos!!! Dentro de unas
semanas un joven de mi parroquia se ordenará de diácono, y ya se ha empezado a
hablar de que se podría alquilar ¡¡¡un colectivo!!! (o más) para llevar a la
gente. ¿Hay algún problema con esto? ¿Es perverso o se deslegitima la peregrinación,
el partido o acompañar al amigo por ir en un colectivo? Sinceramente solo el
hecho de plantearlo me parece o bien absurdo y desconocedor de la realidad del
conurbano, o malintencionado.
Pero que esto lo rescate un
mediocre funcionario, o un ex periodista es algo a lo que estamos ya
acostumbrados. Pero ahora, además, lo repite el presidente de la Nación. Lo
pobre de su discurso, lo banal, mediocre, pueril o caricaturesco – debo confesarlo
– no me extrañan en lo más mínimo, pero no deja de ser indignante que se
aliente el desprecio de clase. Los pobres – se dice, aunque no se explicite –
son una manga de seres inferiores que se mueven al arbitrio de un grupo de
perversos como corderos arrastrados. Rebaño puro llevado irracionalmente detrás
del olor del “chori”. Con el mismo criterio, pero desde otra mirada, me gusta
pensar que otro grupo son una manga de perezosos mentales que se niegan al
mínimo análisis y eligen creer (= posverdad) lo que 2 o 3 slogans les repiten y
– como corderos, ¡rebaño! – son llevados a seguir y aplaudir modelos de
perversión, exclusión, discriminación del pobre, del pueblo, de los “inferiores”.
Como seguidor de Jesús, el
mesías de los pobres, no puedo y no quiero mirar “asépticamente” la realidad;
quiero mirarla “desde” los pobres. Aunque esto me lleve – sin duda – a pararme “en
la vereda de enfrente” de otras marchas. No es el olor del choripán el que me
impulsa sino el “hedor popular” (Rodolfo Kusch), no son los colectivos, sino el
Evangelio. ¿Podrán entenderlo? Sinceramente lo dudo.
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