Jesús permanece en
medio de su Iglesia misionera
LA ASCENSIÓN DEL
SEÑOR – “A”
1 de junio
1 de junio
Eduardo de la Serna
Lectura de los Hechos de los apóstoles
1, 1-11
Resumen:
Como el comienzo del Evangelio, el comienzo de Hechos muestra el despliegue de los
preparativos para el fiel cumplimiento de la misión. Los Apóstoles deben
continuar la obra de Jesús expandiendo por todas las regiones la Palabra de
Dios hasta que Él vuelva. Aunque antes, deben esperar la fortaleza que Dios
mismo le garantiza con el envío del Espíritu Santo.
Lo que llamamos “Ascensión” es una
creación literaria-teológica de Lucas. Con ella finaliza su Evangelio (como se
ve en el día de hoy) y con ella comienza su segundo volumen, Hechos de los
Apóstoles. Por un lado, se puede ver que hay un enlace entre el final de uno y
el comienzo de otro, y a su vez un paralelo entre ambos comienzos. Lucas quiere
mostrar claramente que hay una estrecha relación entre la predicación de Jesús
y la predicación de la comunidad cristiana. Veamos esquemáticamente ambos paralelos,
y algunos elementos del texto que la liturgia nos propone.
Paralelos
entre el final de Lc y el principio de Hch
Lucas
|
temas
|
Hechos
|
24,13-43
|
Pruebas de que vivía
|
1,3
|
24,4
|
dos hombres vestidos
|
1,10
|
24,10
|
mujeres con los apóstoles
|
1,14
|
24,47
|
predicar a todas las naciones comenzando por
Jerusalén
|
1,8
|
24,48
|
ser testigos
|
1,8
|
24,49
|
promesa del Padre
|
1,4
|
24,49
|
no se vayan de Jerusalén
|
1,4
|
24,51
|
elevado al cielo
|
1,9
|
Paralelos
entre el comienzo de Lucas y el comienzo de Hechos
Lucas
|
temas
|
Hechos
|
1,1-4
|
introducción a Teófilo
|
1,1-3
|
4,2
|
40 días antes de la misión
|
1,3
|
4,1.14.18
|
comienzo por medio del Espíritu Santo
|
1,2
|
4,43 (ver 1,33)
|
Reino de Dios
|
1,3
|
3,16
|
Juan bautizó con agua
|
1,5
|
3,3
|
proclama de arrepentimiento
|
2,38
|
1,21.22.39.41
|
Cumplimiento de las leyes
|
1,12
|
6,12-16
|
elección de los Doce
|
1,16-26
|
3,22
|
Llenos del Espíritu Santo
|
2,1-4
|
3,21
|
... del cielo
|
2,2
|
3,22
|
un ruido
|
2,6
|
4,18-21
|
después del envío del Espíritu se cumple la
Escritura
|
2,14
|
4,24 (25-30)
|
profeta (por el Espíritu)
|
2,17-18
|
4,36
|
milagro, asombrar
(thambô, sólo aquí [y Lc 5,9] en todo el
NT)
|
3,10
|
5,1-12; 27-28; 6,12-16
|
la comunidad crece
|
2,17-18
|
9,51
|
tomó la decisión de ir a Jerusalén
|
19,21
|
13,33
|
dispuesto a morir en Jerusalén
|
21,13
|
23,18
|
reclamo de muerte
|
21,36
|
23,1
|
tribuno romano
|
21,37
|
20,20; 21,12
|
procurador
|
23,24.26; 24,1
|
23,8-12
|
ante el “rey”
|
25,13
|
24,27.44
|
cumplimiento de la Ley y los Profetas
|
24,14; 28,23
|
24,48
|
testimonio de Jesús
|
28,23
|
De todos modos,
detengámonos en algunos elementos que hacen a una mejor comprensión del texto.
No sólo son evidentes los paralelos que hemos destacado. Hay aspectos valiosos
a considerar. Por ejemplo: si bien el tema del “reino de Dios” es tema fundamental en la predicación de Jesús, no es tema
aparentemente importante en Hechos. Sin embargo, no podemos descuidar que el
tema se encuentra presente en los momentos clave de este libro, y también en el
comienzo y en el final (1,3.6; 8,12; 14,22; 19,8; 20,25; 28,23.31). Del mismo
modo que antes de comenzar su ministerio Jesús pasa 40 días en el desierto (Lc
4,2), la Iglesia se encuentra con Jesús 40 días, antes de empezar el suyo (algo
especialmente significativo si recordamos que en el Evangelio de Lucas, Jesús
asciende el mismo día de su resurrección; es evidente que Lucas quiere destacar
aquí el número 40; ver Hch 1,3). El encuentro con Jesús, como es frecuente en
el Evangelio se da en el marco de una comida, del mismo modo que se destaca la
centralidad de Jerusalén para la misión evangelizadora (v.4) y se prepara la
venida del Espíritu Santo para esta misión (del mismo modo que ocurrió con
Jesús. Se pone en paralelo
expresamente el bautismo de Juan con el que empieza el ministerio de Jesús con
la venida del Espíritu (v.5) y se continúa destacando la centralidad del tiempo
–tema característico de toda la obra de Lucas- (v.7). Hay consenso general
entre los estudiosos que el v.8 es clave en toda la obra de Hechos: así como
Lucas tiene una clara distribución geográfica e histórica, también esto se
puede ver en Hechos. Pero no es “meramente” una distribución en orden a lo
“narrativo” sino con explícita intencionalidad teológica. Así como Jesús en
todo su evangelio se dirige a Jerusalén “porque no debe un profeta morir fuera
de Jerusalén” (13,33), aquí se señala que el Evangelio y su testimonio se
entenderán “en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la
tierra” (v.8). Es por eso que cuando Pablo llega a Roma (el acceso a “los
confines de la tierra, porque “todos los caminos conducen” a ella) Lucas puede
terminar su obra sin contarnos que le sucedió a Pablo. Su lema –a lo largo de
la obra es que “la palabra (de Dios) crecía” (6,7; 12,24; 19,20) y crece tanto
que llega hasta la capital del imperio. Mirando la estructuración de Hechos
puede verse que toda la primera parte muestra cómo se predica en Jerusalén,
luego en Judea y Samaría, y la palabra crece hasta llegar a Antioquía, Asia
Menor, Europa, y finalmente hasta Roma. El “programa” del v.8 se despliega a lo
largo de todo el libro.
En este
marco, luego de haberle señalado a los apóstoles su misión, es que ocurre la ascensión.
Jesús ya puede irse, tiene quienes continúen su tarea. El modo de elevarse es
con características propias de las teofanías (manifestaciones de Dios), nube,
cielo, hombres vestidos de blanco, y finalmente la confirmación de la visión.
La palabra de los hombres marca también el sentido teológico de Hechos: Jesús
vendrá del mismo modo que se lo vio partir, ¿qué hacen mirando al cielo? Es
decir: “¡a trabajar!” Jesús va a volver y hasta que vuelva, a ustedes les toca
anunciar el Evangelio, hacer que la palabra de Dios crezca y se anuncie en todo
el mundo. Entendido en este sentido, Hechos no ha terminado, seguimos en el “tiempo
de la Iglesia” y debemos continuar la tarea de la Evangelización.
La Ascensión
es como un juego de postas: ahora les toca a los sucesores, los apóstoles (que
en Lucas son los Doce). Esto también se destaca en Hechos de un modo claro,
luego le tocará a otros (los Siete, Bernabé y Pablo) y más tarde a otros, “los
presbíteros”. El anuncio del reino debe continuar hasta que Jesús vuelva como
se lo vio partir. Pero para que este pueblo profético pueda desempeñar su
misión, debe estar acompañado por el Espíritu Santo, que es el gran responsable
de la tarea evangelizadora. Pero la venida del Espíritu, el próximo paso antes
de comenzar la misión, será en unos pocos días más.
Lectura de la carta a los cristianos de Efeso 1, 17-23
Resumen: La estrecha unión entre Cristo y su Iglesia marca un camino. Allí donde ya está el Señor se dirige su “Cuerpo”. Utilizando los Salmos el autor muestra que Jesús ya está junto a Dios habiendo vencido a las fuerzas del mal y la muerte y hacia donde nos dirigimos.
Después de un interesante Himno eclesial (1,3-14) el autor, un discípulo de Pablo, se dirige a los destinatarios (¿una comunidad? ¿una “carta abierta”?), haciendo expresa referencia a la misión de la Iglesia en medio del mundo (pagano). El autor señala que esto que destacará es lo que él pide a Dios en sus oraciones, por lo que el texto es claramente una “oración”. Si se ve atentamente, estamos ante una oración larguísima, sin punto desde el v.15 hasta el v.21. Los vv.22 y 23 constituyen finalmente la conclusión, o la motivación, que es la estrecha relación entre Cristo y su Iglesia, tan estrecha como la de un cuerpo con la cabeza.
En la oración, fundamentalmente lo que el autor pide para la
Iglesia es que “conozca”. Sabemos que “conocer”, en el mundo bíblico es una
experiencia profunda del objeto, no se trata de algo expresamente “racional”, o
intelectual. Pide que Dios, “el Padre de la gloria”, el “Dios de nuestro Señor
Jesucristo” les conceda “espíritu de
sabiduría y revelación” precisamente para “conocerlo perfectamente”. De ese
modo, podrán profundizar 3 elementos importantes: la esperanza en la llamada,
la riqueza de la gloria y la grandeza del poder desplegado en la Pascua. Es
decir, conocer a Dios implica conocer su intervención activa en la historia de
la salvación, llegada a su plenitud en el “acontecimiento Cristo”. Pero esto es
imposible sin el espíritu (no pensemos aquí que se refiera explícitamente al
Espíritu Santo) de sabiduría, esto es la capacidad de comprender, el reconocer
el paso de Dios en la vida, y de revelación, es decir la explícita
manifestación de Dios que aclara, interpreta la historia. Sin dudas esto es necesario
e imprescindible para reconocer el obrar de Dios que a continuación explicitará
como llamada, gloria y poder. Pero todo esto es “en relación” a la comunidad,
la esperanza es “a la que fuimos llamados”, la gloria es “en herencia a los
santos” y el poder manifestado en la resurrección y ascensión es “poder para
con nosotros”. La relación de la Iglesia con Cristo es inseparable. Es
interesante notar (aunque aquí sólo es insinuado y desarrollará más adelante,
esta unión de los creyentes con Cristo es tan plena que así como Cristo está
resucitado y sentado junto a Dios, del mismo modo, estando plenamente unidos a
Cristo, los creyentes ya están resucitados y sentados conjuntamente a él (2,6)
a fin de “mostrar la sobreabundante riqueza de su gracia“.
Esta estrecha interrelación se expresa en la conclusión con la
metáfora del cuerpo y la cabeza. No es unánime entre los estudiosos la
afirmación de que la imagen esté tomada del ambiente estoico, o quizás también
(pre) gnóstico, Lo cierto es que la imagen alude a –por un lado- una estrecha
interpenetración, y también a un sentido de superioridad. La cabeza es,
aparentemente, la conducción en este caso. No parece que deba entenderse en
sentido de precedencia, sino de gobierno. El tema “cabeza de su cuerpo, la
Iglesia” es tema recurrente en Colosenses y Efesios (Col 1,18.24; 2,10.17.19;
3,15; Ef 1,22-23; 2,16; 3,6; 4,4.12.15; 5,23.30; ver Ef 1,10). Esta comunión
entre cuerpo y cabeza permite la esperanza ya que “precedernos como Cabeza nuestra, para que nosotros,
miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza”
(Prefacio).
Es interesante señalar que esta “elevación” es “por encima” de
todo “principado [arjê], poder [exousía], virtud [dynamis] y señorío [kyriótês]”.
Estos extraños personajes (ver 3,10; 6,12; Col 1,16; 2,10.15) parece que deben
entender como por poderes “de este mundo”, como personajes diabólicos, fuerzas
del mal que son vencidas por Cristo aunque parezcan “todopoderosas”. Todo
(panta) está puesto “bajo sus pies” constituido “cabeza del cuerpo” (v.22-23). Y
así es “la plenitud del que todo en todo es plenificado” (así parece
conveniente leer literalmente el versículo conclusivo). La fórmula “todo bajo
sus pies” está tomada del Sal 8,7 y se refiere al “todo” de la creación
sometido al señoría del ser humano que es “apenas inferior a un Dios” (v.6).
Sin embargo, otro salmo está en el trasfondo de la idea de la ascensión al
destacar al resucitado como “sentado a la diestra (de Dios) en los cielos” (Sal
110,1). Aquí volvemos a encontrar la idea de “los pies”, aunque en este caso se
refiere explícitamente a los vencidos (cf. Jos 10,24). El rey se sienta a la
derecha de Dios que lo guiará para triunfar sobre los enemigos, “quebrará a los
reyes” (enemigos, v.5). Este Salmo fue muy utilizado por el primer cristianismo
(ver Hch 2,33.35; Mc 12,35-37) para aludir a la resurrección (y el autor de Hebreos
encuentra en el v.4 elementos para profundizar el sentido sacerdotal del
Mesías). La ausencia de Jesús, el haber sido resucitado por Dios supone que
Dios lo ha “llevado” junto a sí, y “sentado a su derecha”. El Salmo, que está
en el trasfondo de este y otros textos es claramente usado por el cristianismo
primitivo para mostrar que las Escrituras ya aludían a la resurrección de
Jesús.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 28, 16-20
Resumen: Jesús resucitado se encuentra con los Once en Galilea. Allí pronuncia el último discurso del Evangelio enviándolos de un modo misionero. Pero les garantiza que él estará siempre en medio de los suyos acompañándolos.
El texto evangélico es el final del evangelio de
Mateo (que se lee en este tiempo litúrgico). Propiamente hablando no hace
referencia a la Ascensión ya que esta es propiamente hablando una creación
literaria de Lucas. Toda la larga unidad anterior estaba constituida por tres
escenas en torno al sepulcro:
1. Las mujeres (María Magdalena y la otra María; cf. 27,61, seguramente la
madre de Santiago y José, cf. 27,56) van al sepulcro [28,1-8]. El ángel les
dice: “Y ahora vayan enseguida a decir a sus discípulos: «Ha
resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allí le
verán.» Ya se los he dicho” (28,7);
2. Las mujeres se encuentran con Jesús que les dice: «No teman. Vayan, avisen a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me
verán». (28,10)
3. Los sumos sacerdotes sobornan a los soldados (28,11-15)
La
escena con la que concluye en Evangelio es precisamente el encuentro de los
discípulos (a los que Jesús llama “hermanos”)
en Galilea (cf. 26,32). Mateo acota que el encuentro ocurre en un “monte”, que “Jesús les había indicado”.
La importancia de los montes en Mateo es fácilmente notable: en un monte ocurre
una tentación (4,8), en un monte Jesús comienza sus enseñanzas (5,1), Jesús ora
en un monte (14,23), sigue enseñando y sanando desde un monte (15,29), en otro
se transfigura (17,1) y finalmente en uno se encuentra resucitado con los
“hermanos” (28,16).
La
resurrección ha provocado un encuentro, y lo cual los que lo ven lo “adoran” (prosekynêsan). En la tentación Satanás le pide ser adorado a cambio
de los reinos del mundo y su gloria (4,9) y Jesús les dice que a Dios se ha de
“adorar y sólo a él se dará culto”
(4,10). Sin embargo, en el Evangelio son varios los que se postran ante Jesús:
un leproso (8,2), un magistrado (9,18), los discípulos en la barca (14,33), una
mujer cananea (15,25), la madre de los hijos de Zebedeo (20,20) e incluso las
mujeres ante el resucitado (28,9). Sin embargo, algunos “dudan” (distázô). Este
verbo se encuentra sólo una vez más en el NT, Pedro duda al caminar sobre las
aguas manifestando así su “poca fe”
(Mt 14,31). Algunos manifiestan su poca fe ante el resucitado. Esto motiva una
última intervención de Jesús en el Evangelio:
Jesús
reconoce que “me ha sido dado” (la
voz pasiva indica que Dios se lo ha dado; el aoristo indica un momento preciso:
¿la resurrección?) “todo poder” (exousía) en el “cielo y en la tierra” (es decir, en todo el mundo). Ese poder se
manifiesta en la enseñanza de Jesús (7,29), en su capacidad de perdonar pecados
(9,6), en la expulsión de los vendedores en el Templo (21,23). Con la autoridad
de su palabra los envía a “hacer
discípulos” (el verbo, mathêteúô
se encuentra una vez en Hechos -14,21- y luego solamente en Mateo: 13,52;
27,57; 28,19) a “todas las naciones”
(ethnê), en el Evangelio se refiere a
los paganos (4,15; 6,32; 10,5.18; 12,18.21; 20,19.25; 21,43; 24,7.9.14). Aunque
la invitación a “todas las naciones”
parece incluir también a los provenientes del judaísmo. La Iglesia –tema
importante en Mateo- es una nueva nación (ethnê)
que debe dar frutos (21,43), que debe reconocer con fe a Jesús en los que
tienen hambre, sed, frio… (25,32).
Este
“hacer discípulos” se concretizará en
el bautismo. Parece provenir de la comunidad de Mateo la novedad de bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo” ya que el cristianismo de los orígenes parece que bautizaba
en el nombre de Jesús (cf. Hch 2,38; 8,12.16; 10,48; 19,5; cf. 1 Cor 1,13.15;
lo que no quita que la fórmula trinitaria tenga elementos paulinos, cf. 1 Cor
12,4-6; 2 Cor 13,13). La importancia que este Evangelio tuvo en los comienzos
(probablemente por la importancia a la identidad propia de los cristianos, que
da el Evangelio de Mateo) influyó en que esta fórmula característica del
bautismo se impusiera luego en la Iglesia universal.
Al
hacer discípulos deben “enseñar” (didáskontes)
a guardar (ver 19,17; 23,3) lo que ha “mandado” (entéllô, de donde viene entolê,
mandamiento; aunque es sólo una cosa la que Jesús “ordena” y es no contar la
transfiguración hasta la resurrección, 17,9; sin embargo, el uso es bíblico: Ex
7,2; 29,35; Dt 1,41; 4,2…). Este mandato misionero es la clave de toda esta
unidad, la Iglesia no es un grupo cerrado en sí misma sino una comunidad que
debe salir de sí hacia los otros. “Enseñar”
y “bautizar” se encuentran ambos en
participio presente, quizás bautizar y enseñar a hacer lo mandado por Jesús
constituye el modo en que los discípulos “harán discípulos” a todos los
pueblos.
El
Evangelio culmina con una imagen clave de todo el libro. Desde el comienzo
sabemos que Jesús es “Dios con nosotros”
(1,23). Jesús dirá que “está” en
medio de dos o tres que se reúnen en su nombre (18,20), que está en los pobres,
hambrientos, sedientos, enfermos, presos… (25,40.45), en los discípulos
(10,40), ahora afirma que estará “hasta
el fin del mundo” en medio de los suyos (28,20). El Jesús de Mateo no se va
(en ese sentido, no “asciende”) sino que está siempre en medio de los suyos.
Dibujo tomado de www.doloresmendieta.com.ar
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