De “paso” se trata
Eduardo
de la Serna
Se trata de “paso”. Paso de
una situación de muerte a una de vida. Paso, por el mar retirado, de la
esclavitud a la libertad. Paso, por la cruz, “de este mundo al Padre”. El mar o
la cruz son un “pasillo”, y no es un tema menor, pero no es el tema central. Lo
principal es la vida.
Más allá de lo histórico
ocurrido, en el caso de Israel, el pueblo celebra la vida. La vida en la
tierra, la vida en libertad, la vida en shalom.
Y ese paso/vida se vuelve a repetir cientos de veces en su historia. El paso
del exilio o cautiverio a la libertad de Babilonia, el paso de la muerte a la
vida en la persecución del imperio griego o romano. El paso siempre a la vida
que les era arrebatada, por paganos, por cristianos, por nazis o por quien
fuere. Y vida reconquistada por la resistencia del pueblo, con el
acompañamiento de algunos líderes o lideresas y la guía del “Dios de Israel”.
“En cristiano” también, “bajo
el poder de Poncio Pilato” Jesús pasó al Padre. El Dios de Jesús y Dios de
Israel le dio la vida que los poderosos le habían quitado, una vida nueva,
resucitada. Y también aquí a los seguidores de Jesús, a muchos de los cuales
les arrancan la vida, Dios se hace presente regalándoles más y nueva vida.
Jesús y los mártires van marcando huellas a seguir en el camino por andar. Son mojones
para la vida, dejando atrás la muerte.
La muerte no siempre es violenta,
aunque siempre sea dura. La hay “de muchos tipos”. Pero al hablar de este “paso”
nos referimos a una situación de muerte que es causada. Egipto y Babilonia son
opresores, violentos y asesinos. La vida, entonces, no se experimenta como algo
“que allí está”, sino como fiesta, como conquista, como meta. La cruz y el
martirio es asesino, violento y cruel. La vida se experimenta como regalo, como
celebración, como “llegar a casa” después del dolor.
Pero – como toda celebración –
se trata de una suerte de “sacramento”. Celebramos una especie de anticipo. Un
mirar la muerte y vislumbrar la más-vida. La muerte que se prepara en la
injusticia, la violencia, la mentira, la opresión, la neo-esclavitud, la
pobreza, la enfermedad; y la vida que se insinúa en la solidaridad, la memoria
y la verdad, el encuentro, la militancia y la esperanza, en la vida compartida.
Muerte que tiene rostros concretos, personales o simbólicos desde el Faraón y
Pilato a Hitler y Videla, desde “los trabajos forzados” y la “cruz” a los
buitres y la esvástica, los falcon verdes y la desocupación. Y vida que también
tiene rostros y signos, desde Moisés y Jesús a Luther King y Romero, desde los antiguos
mártires a las madres.
Y hoy se trata de “pasar”, de
las situaciones de inhumanidad a situaciones más humanas, del hambre a la
fiesta, de las situaciones macristas de muerte a la vida en esperanza. Y es
esperanza, y no opio, porque sabemos que “se puede”, sí, se puede (valga el
lamentable uso y abuso) porque lo hemos vivido. Hemos vivido la paz y la
comida, el descanso y el encuentro. Hemos vivido y nos han quitado esa vida.
Pero sabemos dónde queremos ir, qué queremos vivir, cuál es el modo. Los que
creemos en el camino marcado por Jesús y los suyos tenemos claro que ese
sendero no es este camino de muerte y dolor, de individualismo y “mérito”, sino
uno de caminar juntos, donde “el otro” cuente, por hermana o por hermano.
Ese “paso” sueño, ese paso “nos
deseo”.
Foto tomada de http://www.debrown.com.ar/tiempo-de-reflexion-reconciliacion-y-un-simbolo-del-paso-a-una-nueva-vida/
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