Carta abierta a la ministra Patricia Bullrich
Señora
ministra
Desde que asumió el
impresentable gobierno del que usted forma parte, su cartera, y usted
particularmente, han adquirido un protagonismo que me atrevería de calificar de
detestable. Demasiada sangre tendría usted sobre su conciencia, si es que la
tuviera, desde la de Santiago Maldonado y de Rafita Nahuel a la de Pablo Kukok,
por ejemplo. Demasiada tontería ha dicho usted (y otros de su gobierno) sobre
la violencia visual, simbólica y efectiva que ejercen las fuerzas a su cargo.
Imagino que usted quiera
purgar sus “pecados de juventud” y
exorcizar un demonio inexistente, pero ¿sabe? Hay un país, hay un pueblo, hay “gente”, como les encanta a ustedes
decir. Y, claro, hay una Constitución Nacional, una ley y unos códigos (pero bueno,
esto es algo nimio que ustedes ya están habituados a bastardear, negar o
saltear).
Claro que, ¿sabe?, como tiene
una chequera abultada y – como tantos en su gobierno – están de los dos lados
del mostrador, han comprado armamento casi como para una guerra nuclear (claro
que, como es habitual en ustedes, guerra que es contra su propio pueblo) y
quizás quiera seguir jugando a matar y celebrar que “vamos ganando”.
Y casi no pretendería que
recuerde el preámbulo de la Constitución con eso de “todos los habitantes del
mundo que quieran habituar suelo argentino” porque es evidente que para ustedes
no es lo mismo un Lewis, un Benetton, un Rattazzi o un Macri – apellidos que
resultan detestables o abominables para algunos; quizás muchos – que bolivianos,
paraguayos, venezolanos o turcos. Y, peor todavía, si osaran u osasen andar por
la calle en sentido contrario a la gendarmería.
Tampoco pretendería que usted
entienda, amante como es de Netflix, que la ficción es una cosa diferente a la
realidad. Sólo en las películas (que son publicidad del American Way of Life,
por si no lo sabe) todos los musulmanes son malvados, perversos y terroristas. Quizás
– si lograra entender mi razonamiento – me diría que algunos lo son. Y se lo
concedería si usted me reconociera que son infinitamente menos los musulmanes
terroristas que los capitalistas genocidas. Y, para peor, con este perverso
poder judicial que ha olvidado lo que la justicia significa, ya me imagino a
algún juez y fiscal relacionando a cualquier hermano islámico con el atentado a
las torres gemelas. Sepa, señora ministra, que el islam es una religión de Paz,
como lo son prácticamente todas las religiones. ¿qué hay fundamentalistas? No
lo dude. Los argentinos tenemos y vivimos – en el presente, por ejemplo – la experiencia
traumática de padecer un fundamentalismo de Mercado que asesina y mata, al
decir del Papa Francisco (y perdone usted que cita a un personaje que tan malas
reminiscencias les provoca).
Pero parece que ahora en su
delirio tremendo quiere usted jugar el papel de policía. Y amenaza (en
realidad, ha amenazado protocolarmente a toda la ciudadanía desde que asumió)
recomendando, incluso, no estar en la ciudad cuando ocurra el G20. Señora
ministra ¿no tenemos derecho los que abominamos de muchos de los nefastos
personajes que pisotearán territorio argentino a manifestar nuestro desacuerdo
y rechazo? Junto con el feriado que el impresentable presidente ha declarado, ¿se
declara también suspendida la Constitución Nacional? ¿Seremos detenidos,
maltratados, torturados y agraviados quienes queramos manifestar nuestro
desacuerdo? ¿Nos acusarán de poner una bomba en la casa de un
desprestigiadísimo juez por circular por las calles con el Código Penal? ¿No
sería bueno que nos digan, en este paréntesis de humanidad, en el que el
sometimiento quedará ejemplificado y visualizado, cuáles son los escasos
derechos de los que podremos tener beneficios los argentinos en estos días
donde quede visibilizada la sumisión y el vasallaje?
Releyendo el excelente libro
de Michael Moore, Estúpidos hombres
blancos (2003), encuentro una carta abierta al presidente Bush. Allí, luego
de una serie de elementos muy interesantes, le formula tres preguntas: ¿George,
eres capaz de leer y escribir como un adulto? (pp.59-61), ¿Eres un alcohólico?
En caso afirmativo ¿cómo afecta esa condición a tus funciones como comandante
en jefe? (pp.61-64) Y ¿eres un delincuente? (pp.64-67). Me permito remitirla a
esas preguntas y las reflexiones que la acompañan. En mi caso personal,
tratando de ponerme en su lugar, le reconozco que me sería muy complicada la
vida: un pasado que quisiera negar, compañeras y compañeros que no están,
cercanía con traidores, complicidad con desfalco a jubilados y hasta cierta
responsabilidad, dicen, en el suicidio de un fiscal… Debe ser duro. Pero,
¿sabe? Tenemos un país, habemos unos ciudadanos, tenemos derechos, no solo
deberes, y – si necesitara usted ocuparse de sanar sus “cositas”, le sugeriría –
perdone la intromisión – una buena terapia. No es conveniente que descargue
usted los excrementos que la habitan contra una ciudadanía y un pueblo. Piénselo,
si sabe, si puede. El pueblo tiene paciencia, pero puede hacer tronar el
escarmiento.
Eduardo de la Serna
Foto tomada de http://www.treslineas.com.ar/multiples-fallas-ministerio-conducido-patricia-bullrich-n-1456462.html
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