La palabra de Dios es eficaz en medio de los suyos
Domingo quinto - “C”
Eduardo de la Serna
Lectura del profeta Isaías 6,1-2a. 3-8
Resumen: la vocación de Isaías tiene dos grandes momentos, uno visual y otro oral en el que de parte de Dios recibe el encargo de hablar a su pueblo y para lo cual el profeta se ofrece.
El texto litúrgico es parte del relato vocacional del profeta Isaías. Es importante ubicarlo en su totalidad aunque haya partes omitidas en la liturgia. El texto abarca todo el cap.6 ya que tiene un comienzo cronológico: “el año de la muerte del rey Ozias” y en 7,1 tenemos una nueva etapa cronológica: “En tiempos de Ajaz…”.Ya sabíamos que el tiempo en el que Isaías ejerce su ministerio profético abarca al tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías (1,1).
La escena tiene dos grandes partes con un texto que es una suerte de gozne entre ambos, el primero centrado en una “visión” (vv.1-5) el segundo en una “audición” (vv.6-13). Veamos:
“ví al Señor” (v.1)
“al rey Yahvé han visto mis ojos” (v.5)
“me dijo” (v.7)
“voz del Señor” (v.8)
“dijo” (v.9)
“yo pregunté… dijo” (v.11)
La visión inaugural sirve de desencadenante del diálogo entre el profeta y el que habla de parte de Dios (un “serafín”). En el medio – habrá que detenerse en eso más adelante – un texto que sirve de relación entre ambas.
La visión es extraña, pero bíblicamente razonable. Se dice (v.1) que Isaías “ve al Señor” pero en lo visto no se hace referencia a Dios: un trono, el borde del manto, serafines, humo, un canto. Sin embargo el profeta reconoce en eso haber visto a Dios (v.5). Es interesante, también, el comienzo referido a un rey ausente (muerte del rey) y el reconocimiento de Dios rey: “al rey Yahve…”
Lo que se constatan son “unos serafines”. Tardíamente se los ha interpretado como ángeles, pero nada de eso afirma el texto. “Serafines” (saraf es referencia al fuego, literalmente serían unos “ardientes”, pero eso alude a brasas, a sacrificios, a quemar (para Dios) lo sobrante de la pascua o una ofrenda, como purificación (por lepra), las ciudades o ídolos, la comida o incluso la serpiente abrasadora (cf. Is 30,6). Es razonable que unos seres “abrasadores” estén entre el humo y la gloria del templo.
Se dice de estos seres que tienen tres pares de alas (omitido por el texto litúrgico: un par para taparse los ojos ya que no se puede “ver a Dios”, otro par para taparse “los pies” (eufemismo para decir sexo; no se puede estar desnudos ante Dios) y otro para volar.
Entre ellos se decían en voz alta el triple “santo” (el término es muy común en Isaías y fuera de él es escaso en los profetas). Es posible que sea parte de la liturgia del templo de Jerusalén (también es común en Ugarit, por ejemplo). El reconocimiento de la Santidad de Dios es algo que lo hace ver como totalmente lejano (“tremendo y fascinante” se ha llamado desde principios del s.XX [Rudolf Otto, 1917]). Es precisamente ante esta santidad que el profeta proclama su indignidad: “¡ay de mi!”
Esto da pie a un texto que sirve de nexo. Isaías se reconoce parte de un pueblo pecador y pecador también él, pero haciendo expresa referencia a los labios impuros. No ha de entenderse en sentido de blasfemia o pecados orales, se trata de una sinécdoque. Se habla de “labios” para aludir a toda la persona, pero precisamente porque los labios serán lo que se tendrá en cuenta a continuación ya que el profeta debe hablar de parte de Dios. El fuego – se ha dicho – purifica, con lo que purifica la impureza de los labios. Ahora el profeta estará en condiciones de hablar en nombre del santo.
Ahora Dios habla, porque luego lo hará el profeta: ¿a quién enviaré?; ¿quién irá de parte nuestra? (v.8). “Aquí estoy, ¡envíame!”
Señalemos algunos elementos: el profeta no puede hablar de parte de Dios sin haber sido enviado. Y Dios cuenta con la disposición de Isaías para hacerlo. El estilo es frecuente en Medio Oriente y se lo ha calificado de “encargo de misión difícil”. En el texto quedan indicios de este esquema en el uso del plural: la corte celestial duda ante la dificultad de la tarea, pero uno se ofrece, Isaías.
El texto litúrgico finaliza aquí dejando en nebulosa el “encargo difícil” que – leyéndolo – se lo ve como muy duro: el destinatario reconoce la dificultad ya que está “condenado al fracaso” (9b-13), Dios no quiere que los destinatarios (“ese pueblo”) se conviertan [hay que notar que el texto no está hablando del futuro, no quiere que “este pueblo” se convierta]. Quizás por esta dificultad es que la liturgia lo ha omitido. La traducción griega hace una ligera modificación: la cerrazón del pueblo no es lo que Dios quiere sino lo que de hecho ocurre. Así será utilizado por el N.T.
Lectura de la primera carta de san Pablo a los
Corintios 15,1-11
Resumen: ante algunos que niegan la resurrección
Pablo les recuerda lo que él y otros han predicado y que tiene su origen
tradicional en la muerte y resurrección de Jesús.
El capítulo 15 de la primera
carta a los Corintios marca un tema nuevo en el resto de la obra. Aparente por
información oral Pablo se ha enterado que hay algunos que niegan la
resurrección (15,12) y para ello escribe esta unidad. El acento está puesto en
la resurrección precisamente por esta negativa. Luego de la introducción (la
unidad litúrgica de hoy, vv.1-11) Pablo responde dos preguntas: ¿hay
resurrección de los muertos? (vv.12-34) y ¿con qué cuerpo resucitan los
muertos? (vv.35-57) con una breve exhortación conclusiva (v.58).
Veamos cómo está estructurado el
texto que nos ocupa
Lo que prediqué…
creyeron (vv.1-2)
Lo que predicamos… creyeron
(v.11)
En el centro Pablo repite un
esquema propio de la tradición: transmití… recibí
Esto está centrado en dos
elementos en los que se cumplen las escrituras: que Cristo murió, que resucitó.
A continuación de cada uno presenta un signo visible que atestigua el hecho: la
sepultura, las apariciones. Como el tema en cuestión es la negativa de la
resurrección Pablo se detiene en extenso en los nombres de los testigos de las
apariciones comenzando por el primero (Cefas) y terminando por el último (él
mismo) aunque hace un breve paréntesis sobre su ministerio (es su predicación
sobre la resurrección la que está cuestionada) en vv.9-10.
Esquematicemos:
A.- prediqué… creyeron (vv.1-2)
Predicación
tradicional (trasmití… recibí…) (v.3a)
Murió
(según las escrituras); signo
visible: sepultura (vv.3b-4a)
Resucitó
(según las escrituras); signos
visibles: apariciones (vv.4b-8)
Apariciones
a…. después… después… y por último (ésjatón)
Nota
sobre la gracia en la predicación de Pablo (vv.9-10)
A’. ellos… yo predicamos…
creyeron (v.11)
Veamos algunos elementos a tener
en cuenta:
Pablo remite a la predicación
tradicional centrada en la resurrección de Jesús. Es probable que los que
niegan la resurrección no negaran la resurrección de Cristo sino sólo la de los
muertos. Pero para Pablo la resurrección de Cristo y la resurrección de los
demás es todo parte de un mismo movimiento. La resurrección de Cristo es el
inicio del tiempo final de las resurrecciones: si no resucitamos no resucitó
Cristo. El acento en la resurrección de Cristo es sencillamente remarcar un
mismo hecho en sus diferentes momentos.
Pablo es parte de una tradición:
lo que él predica, a su vez lo ha recibido (el mismo juego de palabras lo
encontramos en 11,23: “yo recibí lo que les transmití”).
Pablo no cita las escrituras que
se cumplen, pero probablemente refiera a Is 52,13-53,12 y Os 6,2. Tratar de
entender a la luz de las Escrituras la muerte cruel y el rechazo de Jesús sin
duda fue un tema complejo para los primeros cristianos. La cita de Is 53 parece
haber sido muy importante para poder no solamente aludir al rechazo sino
también a dar un sentido a esa muerte. Una muerte “por” (no “a causa de” sino
“en beneficio de”). El texto de Oseas en griego afirma que en tres días nos
“hará resurgir”, levantar utilizando el griego “anistemi” que muy pocas
veces (cf. 1 Tes 4,14.16) Pablo utiliza para la resurrección. Se
afirma que Pablo no recurre a la muerte vicaria (como sí lo hace Isaías 53) y
casi no utiliza “anistemi” para la resurrección (si es común en Hechos y
en Juan), pero se ha de tener en cuenta que precisamente estamos ante un texto
que Pablo “recibe por tradición” (y como se ve por la utilización en 1
Tesalonicenses, es de uso antiguo; Pablo luego preferirá egeirô [ver
15,4]).
Llama la atención la ausencia de
mujeres en la lista de beneficiarios de apariciones del resucitado. Es posible
que también en esto estemos ante lo que Pablo ha recibido. De todos modos hay
grupos (“más de quinientos” y “todos los apóstoles”) que pueden incluir
mujeres, aunque no estén mencionadas por sus nombres. Santiago, “el hermano
del Señor”, ocupará muy pronto un lugar muy importante en la comunidad de Jerusalén.
Es interesante que a pesar de un primer momento de incomprensión de parte de la
familia de Jesús a su ministerio [ver Mc 3,20-21.33-35], en los últimos
momentos se ve que hubo un importante acercamiento (Juan pone a la madre junto
a la cruz [Jn 19,25], Lucas a la madre y sus hermanos en el grupo que espera el
espíritu [Hch 1,14] y Pablo, aquí, a Santiago como beneficiario de una
aparición). Más tarde quedará a cargo de la comunidad de Jerusalén y finalmente
– nos lo dice Flavio Josefo – morirá mártir en el año 62.
Pablo se pone a sí mismo como
el último (no hay que entender aquí “esjaton” en
sentido “escatológico”) como se ve enseguida. En el esquema del honor, el
último es el menos honorable. Pablo lo reconoce por haber sido perseguidor
(algo que Pablo repetirá en más de una ocasión, cf. Ga 1,13.23; Fil 3,6). Así
utilizará la imagen del “aborto” que es un término ciertamente fuerte
para designar lo que no ha alcanzado a ser (Qo 6,3; Job 3,16). Ser perseguidor
de la Iglesia marca el límite hasta el que Pablo había llegado, como un aborto
que no lo fue por la gracia de Dios que lo llevo a ser fecundo en su trabajo
apostólico.
Una breve nota sobre el “apóstol”.
Para Pablo, los “apóstoles” no se trata de “los Doce”, sino de aquellos a los
que se les ha hecho ver el resucitado. Por eso afirma ser indigno de serlo.
Todos aquellos y aquellas a los que Jesús se les apareció, para Pablo, son
apóstoles (por eso incluye mujeres en la lista, como se ve en Rom 16,7). Pero
esas apariciones no son para “conservarlas” sino para “trabajar” (kopiaô).
Este trabajo, para Pablo se trata del anuncio del Evangelio (1 Cor 16,16; Fil
2,16), la dedicación a la comunidad (Gal 4,11) algo que también dice a los que
presiden la comunidad (1 Tes 5,12), y se dice expresamente de cuatro mujeres de
la comunidad de Roma (Rom 16,6.12). La dedicación de Pablo “no ha sido
estéril”, no fue “vana” (kenós). Lo
que señala es que “trabajó” más que “todos ellos” (es decir, más que toda la
lista), pero “no yo, sino la gracia”. Es por esa gracia que Pablo es lo que es,
“el” apóstol por excelencia.
Una nota sobre el “kérigma”.
Se ha dicho que el texto de 1 Cor 15 constituye el “kérigma” de Pablo, es decir el resumen de toda su predicación. Pero
no parece preciso afirmarlo. Para comenzar hay que recordar que Pablo pone aquí
el acento en la muerte y resurrección porque es el tema que ha sido negado por
algunos en la comunidad. Por otra parte, en otras cartas Pablo también habla de
lo que ha predicado sin poner aquí su acento; por ejemplo, es razonable pensar
que si se dirige a paganos Pablo debería empezar hablando de “un solo Dios” y
el “abandono de los ídolos” (ver 1 Tes 1,9). Es más preciso señalar que aquí
encontramos “un resumen” de la predicación paulina, y no “el resumen”.
+ Lectura del evangelio según san Lucas 5,1-11
Resumen: el profeta Jesús predica
la palabra de Dios y esa palabra es eficaz en medio de los suyos y obrando
milagros.
Lucas, que sigue a Marcos en el
comienzo del ministerio de Jesús, introduce – sin embargo – una novedad en el
relato vocacional del principio. El principio y el fin le sirven para
introducir el relato de la pesca. Veamos brevemente:
Marcos 1:16-18
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Lucas 5:1-11
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Bordeando
el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las
redes en el mar, pues eran pescadores.
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Estaba
él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la
Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los
pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes.
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[Caminando
un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan;
estaban también en la barca arreglando las redes (v.19)]
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Subiendo
a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de
tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando
acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y
no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo
así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban
romperse.
Hicieron
señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda.
Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo
Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor,
que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de
cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado.
Y lo
mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
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Jesús
les dijo: «Vengan conmigo, y los haré llegar a ser pescadores de hombres».
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Jesús
dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres».
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Al
instante, dejando las redes, le siguieron.
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Llevaron
a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
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Como puede verse, el comienzo y
el final están tomados de Marcos, mientras la circunstancia de la pesca es
propia de Lucas (aunque hay una escena semejante en Jn 21). Que Jesús enseñe
desde la barca también es tomado de Marcos (cf. 3,9; 4,1-2).
En un sentido (que podríamos
llamar “psicológico”) el cambio de Lucas es más razonable. No parece fácil de
entender que a un predicador, del que no se ha escuchado ni visto nada,
pescadores de profesión dejen todo simplemente por su palabra. En Lucas, en
cambio, Jesús predica, expulsa un demonio, cura la suegra de Pedro, realiza
otras curaciones y realiza una pesca milagrosa. Dejar todo para seguirlo, ahora
parece más razonable, en este caso. De todos modos no hay que poner en esto el
centro del relato.
La multitud (ojlos)
se agolpa para escuchar “la palabra (logos) de Dios”, expresamente Lucas
señala que eso es lo que Jesús predica (cf. 8,11.21; 11,28; 24,19 [en Mateo y
Marcos “la palabra de Dios” se refiere a las escrituras; cf. Mc 7,13]).
Sentado (cf. 4,20; Hch
13,16), enseñaba (es un tema habitual del ministerio de Jesús
en Lucas, x17). El acento en el relato estará puesto en Simón,
aunque por momentos se alterna el singular (vv.4.5.8.10) y el plural
(vv.4.5.6.7.9.10.11) dando a entender que en él se incluye a todo su grupo.
Simón (Lucas con frecuencia elige llamarlo así, aunque también utiliza Pedro
[ver 5,8; 6,14]) es testigo – con los que lo acompañan – de la predicación.
La pesca en el lago es de noche (v.5)
pero ésta será “por tu palabra” (rhêma; la palabra del profeta
Jesús tiene otra “densidad”, no se trata sólo de un predicador, este es uno que
dice “palabra de Dios”) y la cantidad de peces es inmensa y
las redes se rompían (Juan señala que “no se rompían”, 21,11).
Pedro lo ha llamado “epístatês” (el que ‘está sobre’, a veces traducido
“maestro”, término que sólo Lucas utiliza 7x en el NT). Los compañeros, socios (en
v.7 utiliza metójois y en v.10 koinônoi) de Pedro
(los hijos de Zebedeo, v.10) suelen ser los que ponen en común el
fruto de la pesca a fin de aliviar el cobro excesivo de impuestos (parece que
rondaba el 40% a lo que se ha de sumar el costo por los intermediarios, lo que
se trataba de evitar por las asociaciones a las que hicimos referencia).
Ciertamente lo que cuenta en el
texto es el hecho milagroso (no interesa en esto el hecho histórico) que motiva
la actitud de Simón cayendo de rodillas (es actitud de
oración: ver 22,41; Hch 7,60; 9,40; 20,36; 21,5). El término “varón pecador”
vuelve a encontrarse en el NT sólo en Lc 19,7 referido a Zaqueo (es frecuente
en el Sirácida 6x); el tema recuerda lo dicho por Isaías en el relato
vocacional (6,5). Simón reconoce en aquel que habla palabras de parte de
Dios al “Señor” (kyrie) y reconoce la distancia: él se sabe
pecador. Pero los lectores de Lucas sabemos la cercanía que Jesús entabla con
los pecadores: 5,30.32; 7,34.39; 15,1-2.7.10; 18,13; 19,7.
Aquí el texto retoma el relato de
Marcos uniendo las dos escenas (Pedro y Andrés, Santiago y Juan). El “asombro”
(thambós) es un término infrecuente, pero que también se utiliza en
Hechos al comenzar el ministerio de la Iglesia (Lc 4,36; Hch 3,10), es la
actitud frente a lo sagrado.
El término “no temas” es
usado ante una intervención de Dios (cf. 1,13.30), lo usa Jesús ante Jairo
preparando la revivificación de su hija (8,50 Q) y dirigiéndose al “pequeño
rebaño” al que el Padre le da el reino (12,32).
El vocablo usado por Lucas por “pescador”
es atrapar, capturar pero mantener con vida (zôgréô, cf. 2 Tim 2,26), en
v.2 Lucas había señalado que eran “pescadores” (alieys), término
que utilizan Marcos y Mateo. Lucas prefiere poner el acento en el mantenimiento
de la vida.
Foto tomada de danyguerra.wordpress.com
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