Milagros y exorcismos de Jesús en tela de juicio
Eduardo de la Serna
Antes
de comenzar mi reflexión sobre los llamados milagros y exorcismos de Jesús
quiero decir algo sobre el título. Más de una vez me ha ocurrido de haber sido
criticado, o haber tenido que dar explicaciones, por algo escrito solamente a
raíz del título. Y – lo reconozco – con frecuencia, mi intención es que este
sea provocador, es decir provocar la lectura; una especie de “anzuelo”.
En
el lenguaje común, algo que está en “tela de juicio” es algo que está en duda,
que se discute y – casi, casi – que se niega su realidad desde el comienzo.
Pero, por lo que sé, el término proviene del ambiente judicial y se refiere a
la “trama” de un juicio que, finalmente, espera una sentencia justa. Y es en
este sentido que lo quiero pensar en estos párrafos que siguen.
Milagros
Lo que llamamos “milagros” en ocasiones
traduce el término hebreo pl’ (Gen 18,14: “¿hay algo difícil, imposible,
para Dios?”; algo “difícil” de evaluar, Dt 17,8; cf. Zac 8,6). El término, en
ocasiones, se traduce al griego por adynatéô (alfa privativa, del
verbo dynamai, poder: es decir: no poder, impotencia, imposible). En el
Nuevo Testamento, el término castellano milagro suele traducir el griego “dynamis”
que es de uso común: “lo que se puede / apto…”; la raíz remite a lo “ad-mirable”,
lo asombroso. Alude a la reacción frente a algo que se “mira”. En este sentido
hay una nota importante de diferencia: un signo de “poder” (en griego) remite a
la fuerza que un hecho o acontecimiento tiene, mientras que referirlo como “milagroso”
(en castellano) remite a la repercusión que tiene el hecho en el o los
testigos. Hay que señalar, además, que, con frecuencia, como es razonable, no
siempre el término “dynamis” se debe traducir por “milagro” (“poder”,
sea este humano o divino, es también dynamis). Es bueno notar que, en
ocasiones (pocas), se utiliza también el término thaumasía (muy
frecuente en los Salmos [x51], solo 2 veces en Mateo, una en Marcos y una en
Juan), lo admirable, maravilloso. Notemos, entonces, que mientras en castellano
el acento está puesto en lo que los testigos observan de un hecho, en griego, el
lenguaje de los Evangelios, el acento está puesto en el “poder”, sea de Dios,
de Jesús, del Reino…
Sin duda muchos de los
hechos-de-poder de Jesús causan asombro, pero – notablemente – muchos de estos no
son calificados, simplemente se dice “abrió los ojos al ciego”, o “hizo andar
al cojo”, pero no se lo califica de “milagro”; el término suele utilizarse en
sumarios, no en narraciones.
En este sentido, es de notar
una serie de elementos. [1] El así llamado “secreto mesiánico”, propio de
Marcos: es decir, Jesús que manda, infructuosamente, por cierto, callar frente
a un hecho-de-poder porque no quiere ser reconocido por los “milagros” sino en
la cruz, “verdaderamente” (15,39). [2] También la intencionalidad teológica de
los evangelistas al narrarlos, donde pretende “un plus” del hecho en sí: la
humanidad “levantada”, la humanidad que “camina”, la humanidad que puede “ver” … No es tanto, entonces, el hecho-de-poder lo
que cuenta, en el relato evangélico, sino la vida, el discipulado, la fe… [3] Es
sabido, también, que Juan no utiliza jamás el término dynamis (sí una
vez thaumasía, para señalar – el ex ciego de nacimiento – lo “extraño”
de que los “judíos” no sepan de donde es Jesús, 9,30); Juan utiliza el término
signo (sêmeia), también conocido por los sinópticos pero en el sentido
de aquellos que piden un “signo” a Jesús, o él que invita a reconocer los “signos
de los tiempos”… los “milagros”, entonces, en el cuarto Evangelio “esconden”
algo que debe ser descubierto, esconden la “gloria” de Jesús. [4] Finalmente
notemos que el uso del par “signos y prodigios” (sêmeia kaì terata)
tiene una connotación profética: es lo que se espera del profeta semejante a
Moisés (Dt 34,11; cf. 18,18). Los signos y prodigios, entonces, son como lo fue
la salida de Egipto (Dt 26,8) aunque también es algo que pueden llegar a hacer
los “falsos profetas” (cf. Mt 24,24). Los “signos y prodigios” son frecuentes (además
de en Deuteronomio [x6], donde son obras de Dios en las que Moisés interviene
como mediador profético) en Hechos de los Apóstoles (x9) señalando la vocación
profética de la comunidad cristiana; desde la venida del Espíritu Santo la
Iglesia debe ser profética.
Señalemos, entonces, que
Jesús, no pretende habitualmente, manifestar el poder del Reino, pero “no puede”
permanecer indiferente ante el dolor y el sufrimiento; se conmueven sus
entrañas y su compasión manifiesta visiblemente que Dios “no quiere” el
sufrimiento del ciego, del cojo, de la viuda que acaba de perder a su único
hijo… E incluso se “enoja” ante la fuerza de la enfermedad, como ante la persona
con lepra. Pero, y esto parece lo importante, todos estos acontecimientos deben
interpretarse como un signo de quién es Jesús, y de la presencia del Reino:
Vayan a informar a
Juan de lo que han visto y oído: los ciegos recobran la vista, los cojos
caminan, los que tienen lepra quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan, los pobres reciben el Evangelio. (Lc 7,22)
Y no
puede dejarse de lado que en esta lista de “signos”, de “milagros”, se incluye
la evangelización a los pobres. Ciertamente se trata de manifestar el
cumplimiento de textos de Isaías (26,19; 29,18-19; 35,5-6; 61,1), pero en la
lista de signos, que manifiestan la presencia del Reino, no puede omitirse el
anuncio del Evangelio a los pobres; precisamente los que no tienen “buenas
noticias” en su vida cotidiana (como no tienen vista los ciegos, ni pureza los
que tienen lepra…).
Señalemos,
entonces, que los llamados “milagros” de Jesús son inseparables de su
predicación del Reino, son constitutivos de esta y ni siquiera son lo más
importante.
Exorcismos
Los
llamados “exorcismos”, en cambio, remiten directamente al término griego (exorkistês)
y sólo se encuentra una vez en toda la Biblia (Hch 19,13) referido a unos “exorcistas
judíos ambulantes” que conjuran “en el nombre del Jesús que Pablo predica” …
Flavio Josefo, en cambio, hace referencia a algunos exorcismos, también judíos:
El método del tratamiento de curación
era del siguiente tenor: acercaba a la nariz del endemoniado el anillo, que
tenía debajo del sello, una raíz del árbol que Salomón había indicado, y luego,
al olerla el enfermo, le extraía por las fosas nasales el demonio, y nada más
caer al suelo el poseso, Eleazar hacía jurar al demonio que ya no volvería a
meterse en él, mencionando el nombre de Salomón y recitando los encantamientos
que aquel había compuesto. (Ant. VIII,46-48)
Los
exorcismos, entonces, se realizan por conjuros y rituales (y la notable
referencia a Salomón), cosa que Jesús nunca realiza; él simplemente “expulsa” a
los demonios luego de “conminarlos” (confrontarlos). [1] El término expulsar,
quitar (ekballô) no necesariamente alude a los demonios (quitar una
pelusa; o ser expulsado de un lugar) aunque es el término habitual; [2] conminar,
ordenar (epitimáô) también se utiliza en otras ocasiones (Pedro conmina,
reprende, a Jesús, el mendigo ciego Bartimeo es conminado a callar), se trata
de una palabra confrontativa o de autoridad, como Jesús que manda callar, o
conmina a la tempestad.
Lo
importante, en nuestro caso, es que Jesús jamás realiza conjuros ni rituales,
simplemente expulsa con su palabra, palabra que tiene autoridad. Y, nuevamente,
esa palabra es signo del Reino de Dios (“si expulso demonios con el dedo de
Dios es que el reino de Dios ha llegado a ustedes”, Lc 11,20). Se puede decir claramente,
que Jesús no hace exorcismos, pero sí que expulsa demonios con la autoridad de
su palabra; algo particularmente importante en Marcos y totalmente ausente en Juan. Es interesante (responde a la teología de Lucas, por cierto) que
Jesús “reprende” a la fiebre que tiene “presa” a la suegra de Simón con una
actitud que recuerda a Elías y Eliseo; es la palabra profética la que “expulsa”
a la fiebre personificada que se había apoderado de la mujer.
No
debe dejarse de lado, además, el sentido político que tienen – al menos en
ocasiones – las expulsiones de demonios: no es inocente que el demonio que ha
dominado a una persona en Gerasa, y que no puede ser dominado ni controlado,
reciba el nombre de Legión, y que sea desplazado a una piara de cerdos (el
jabalí era imagen de la IX legión, legio fretensis). Se ha afirmado, y
coincidimos con ello, que los estados alterados de conciencia (EAC) son vistos
como “demonios” en muchos ambientes pre-industriales, y que esto ocurre frecuentemente
en los sectores más vulnerables de la comunidad, quienes experimentan
críticamente la exclusión de la sociedad. El terapeuta le manifiesta con
autoridad que hay otra sociedad en la que es incluido, restaurando, así, su
psiquis dañada, alienada (se trata del reino, ciertamente, en el caso de
Jesús).
Conclusión
En
sociedades o comunidades con una fe débil, suele ser frecuente la necesidad de
recurrir o pretender milagros o exorcismos para fortalecer a los alienados o a
los necesitados; la proliferación de
estos suele ser, curiosamente, un alivio para muchos; un supuesto signo de la
presencia de Dios para otros (y, con frecuencia, un buen ingreso económico para
unos pocos). Pero, precisamente, mirando los evangelios, suele ser, claramente,
expresión de una fe limitada y no una búsqueda firme y profunda de aquello que
da hondura a nuestra vida (esa es la raíz hebrea del término fe, amén,
la raíz, los cimientos, la firmeza).
No
se trata de poner confianza en lo exterior, en lo extraordinario, precisamente,
sino aprender a hundir las raíces de la vida en el Reinado de Dios, en un Dios
que, como padre/madre nos invita a profundizar nuestra existencia en la palabra
de Jesús, palabra profética, palabra con autoridad, palabra que nos envía y nos
invita a salir de nosotros mismos hacia la cruz y los crucificados, los pobres para que tengan buenas
noticias y así se pueda mostrar al mundo las maravillas de Dios que en signos y
prodigios manifiesta que su p/maternidad se hace presente en la vida de las
hermanas y los hermanos, ¡y vida en plenitud!
Me hace mucho bien. Es muy completo. Me permite releer las lecturas varias veces, encontrando cada vez más sentido. Uchas gracias
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