Otro relato de la Creación
Eduardo
de la Serna
Sabemos que en la Biblia encontramos un relato en el
que – como alfarero – Dios crea al ser humano del barro soplándole “aliento”
para darle vida. Pero, es sencillo ver, una página antes, en la primera de toda
la Biblia, encontramos otro relato de la Creación. Menos “popular”, más “litúrgico”.
El texto nos va diciendo que Dios “creó” (verbo que no había usado en el texto
anterior, donde dice “hizo”), y estos pasos divinos se estructuran en días (día
primero… día segundo…).
Si miramos con atención notaremos que en los
primeros días se va armando el escenario el que luego se poblará con vida. Al
comienzo se dice que Dios “separó” ya que todo estaba mezclado en “caos y
confusión” (vv.4.7.9). Luego, cuando está todo listo, se “pueblan” los
espacios: donde se separó la luz de las tinieblas Dios pone los astros del día
y de la noche (el sol y la luna, que no son llamados por su nombre – los llama “lámparas”
– porque en el medio ambiente oriental podían ser tomados como divinidades,
cosa que el autor quiere rechazar, vv.14-19); donde hay aire y agua, Dios pone
aves y peces (vv.20-23); donde había suelo pone los animales y el ser humano
(vv.24-27); donde se destacan las plantas, Dios da a los seres vivos las plantas
como alimento (vv.29-30; todavía no habla de comer carne, porque quiere mostrar
que la violencia no está en el plan de Dios… sobre eso hablará más adelante,
ver 9,1-7).
Un elemento interesante es que si prestamos atención
a las “obras” notaremos que estas son ocho, por lo que junta dos en los días 3
y 6, de esa manera logra que le quede “libre” el séptimo día, lo que
expresamente pretende destacar.
Destaquemos algunos elementos para una mejor comprensión:
Los libros de la Biblia hebrea llevan por título la
primera palabra hebrea de cada uno; por tanto, el que nosotros llamamos “Génesis”
en hebreo se llama “bereshit” (be es "en", y reshit es "comienzo", "principio"; 1,1). Se refiere, como es evidente, al comienzo de la
historia (cosa que repetirá al final con otra palabra importante: “esta es la
historia de los cielos y la tierra cuando fueron creados”, ver 2,4); la
historia de la salvación comienza con Dios interviniendo, creando...
El término que traducimos por “crear” (en hebreo “bará”),
parece que en un primer momento cronológico se usó para destacar que Dios “creo”
un pueblo (Israel; ver Is 43,1.15); de entre todos los pueblos, Dios formó uno
para sí, un pueblo al que acompaña, que protege, alimenta, guía… Pero
cuando Israel ve que en otros pueblos – concretamente en Babilonia – hay relatos
donde se destaca que sus dioses crean el mundo, quiere reforzar que el Dios
verdaderamente creador es el suyo, Yahvé… y, entonces, genera su propio relato.
Es interesante que este verbo bará no es como “hacer”, ya que, para
hacer una vasija, el alfarero precisa barro, el carpintero, madera… pero para
crear no se supone ningún material, sencillamente “crea”, y, además, sólo de Dios, de nadie más, se dice en la Biblia que “crea”, y – lo importante – es que lo hace con la palabra: “Dios
dijo… y ocurrió”, “hubo luz” … y “así fue” …
Es evidente que al decir que Dios creó “los cielos (siempre en plural) y la tierra” quiere decir “todo”; obviamente también se incluye el mal, por ejemplo. Este modo de referir a la totalidad señalando dos aspectos (como decir “arriba y abajo”, o “izquierda y derecha”, “ancianos y niños”) es muy típico de la literatura bíblica y se lo llama “merismo”.
Una característica, propia de la liturgia, es que
todo debe ser precisado, señalado, separado, por lo que se distinguen los
distintos tipos de astros, distintos tipos de plantas, de animales y también
del ser humano (“macho y hembra”, v.v.27). Como es evidente, además, el ser
humano “corona” la obra creadora, por eso, si al terminar cada obra dice “Dios
vio que estaba bien” (vv.10.12.21.25), al crear a los humanos dice “Dios vio
que estaba muy bien” (v.31), y les encarga el cuidado de la creación.
Finalmente, como señalamos, el
texto está armado de modo de dejar liberado el séptimo día en el que – se afirma
claramente – que Dios descansó. Y así finaliza la “creación” (con el descanso
incluido, porque – así se señala claramente – el descanso también es creador). Por
eso, más adelante se afirmará claramente que se debe respetar el sábado
(también para esclavos y animales de carga) “porque Dios descansó” (Ex
20,10-11).
Como se ve, un sacerdote da un
sentido litúrgico a la creación de Dios porque, para él, la liturgia también es
un encuentro creador en el que Dios sigue actuando, ya que el Dios de la
historia no se desentiende de su pueblo.
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