domingo, 13 de agosto de 2023

«Más Bukeles y menos Zaffaronis”

«Más Bukeles y menos Zaffaronis”

Eduardo de la Serna



Con esa expresión, quizás la más infeliz que he escuchado en los últimos tiempos, lanzó (= vomitó) su propuesta de una autopercibida seguridad, Luis Petri. Basta ver a quién acompaña en la lista, o a quién acompaña en la vida para saber que no podía esperarse algo distinto de semejante “dinosaurio vivo”. Pero, puesto que la imagen de “mano dura” es vista como necesaria en más de un ambiente al que le han sembrado miedo sobre miedo, no está de más alguna pequeña nota. No precisamente sobre Zaffaroni, que no necesita ser presentado y que enaltece a nuestra patria con su sola presencia. Pero ¿qué se sabe sobre Bukele? Veamos: y no pretendo hacer referencia a su sinuosa historia, comenzando por un lado y terminando del opuesto del arco político; quiero referirme expresamente a lo que parece ser “el logro” de semejante espécimen en el tema “seguridad”.

Señalo esto porque, expresamente e intencionalmente, nada se sabe en nuestro país de lo que ocurre en otras partes, y menos aún en Centroamérica. Y, una de las cosas que expresamente se ignora es la gravedad de las llamas “Maras”. Presentar a las maras como meros “pandilleros” es “bajarles el precio”, para empezar. Las maras son un grupo que se identifican a sí mismos como una gigantesca familia a la que no cualquiera pertenece. Un muy estricto ritual de iniciación es imprescindible de superar, luego del que, y a continuación de un sangriento “bautismo”, se puede acceder, y los pertinentes tatuajes lo manifiestan ostensiblemente. Gigantescas pintadas en las paredes de los barrios dejan bien a las claras, al ingresar a determinada zona de la ciudad, cuál de las distintas maras es la dominante en el lugar. Y ellos garantizan la seguridad y tranquilidad del lugar, porque a uno de la familia no se lo toca ni se lo molesta (eso en nuestro lugar… no se puede garantizar que lo mismo ocurra “fuera”).

Estábamos en un barrio dominado por la “MS” (Mara Salvatrucha, de la que hablaremos) y se acerca a nosotros una joven muy hermosa para entregarnos las llaves de la capilla. Nosotros estábamos “protegidos” por los curas del lugar, con sus hábitos franciscanos bien visibles (ellos tienen “salvoconducto”) y los catequistas del lugar, también reconocidos en la zona. Le pregunté a uno de los curas si una chica tan hermosa no corría riesgos en un lugar tan poco “seguro”. “No… no la tocan porque es del barrio. Si fuera a otro barrio sería diferente”, me dijo. Entre paréntesis, en otro lugar totalmente diferente, con violencias diferentes (y quizás mayores) viví lo mismo al llegar a Tumaco (Colombia), en el que una avenida dividía los territorios de los Águilas Negras del de los Rastrojos (no se trata, en este caso de Maras sino de Paramilitares) y nadie podía cruzar al otro lado sin ser acusado de “sapo” y poner en serio riesgo su vida.

Curiosamente, las maras dominan con su presencia y su “autoridad” violenta, los barrios populares, no así los barrios de las clases dominantes. Eso ya nos invitó a la sospecha. Nos explicaban que tiene que ver con las migraciones. Es sabido que los principales grupos de migraciones clandestinas hacia los Estados Unidos, son originarios de Centroamérica. Eso pudimos verlo cuando tuvimos el honor de acompañar a Las Patronas en su maravilloso servicio a los migrantes que viajan montados en “La Bestia”, como llaman al tren que se dirige a la Ciudad de México al que suben ilegalmente (luego de sortear a la policía fronteriza de los EEUU (¿en la frontera entre México y Guatemala?); en más de una ocasión, los guardias del tren sencillamente arrojan a los “pasajeros”, como pudimos verlo en el caso de Walter, hondureño, al que arrojaron y las ruedas del tren le cortaron parte del pie derecho (tuvo suerte). Pero no solamente la policía fronteriza y los guardias ferroviarios son obstáculo a los migrantes centroamericanos, también las maras son una barrera que deben sortear (no en vano es evidente que los que logran llegar a los EEUU son un número ínfimo de los que han salido. Más al norte deben – además – superar a los “Coyotes”, falsos “ayudadores” para cruzar la frontera, en ocasiones traficantes de personas, vendedores de órganos, o simplemente asesinos a sueldo (que cobraron previamente una buena suma en dólares para “ayudar” a los incautos).

Es decir, las maras no afectan a los sectores económicamente poderosos de las ciudades sino a los marginales, precisamente a los que podrían querer migrar hacia el Norte. Y, si lo intentaran, las mismas maras intentan cortarles el paso. Y no hablamos de golpes, o simplemente “barreras” sino de asesinatos, violaciones y torturas. No es difícil suponer que las maras son eficaces medios del Norte para impedir la llegada de migrantes, siempre tan indeseados. Es sabido que migrantes salvadoreños en los EEUU, que se habían encontrado, luego formaron la “Mara Salvatrucha” (de El Salvador viene el nombre, evidentemente) y que fueron deportados a su país de origen. No es difícil ver en ellos una eficaz contribución a los EEUU en su política antimigratoria.

Pues bien, estas son las maras, las que, luego, descontroladamente fueron adueñándose de territorios enteros de El Salvador, Guatemala y Honduras especialmente. Llamar a estos grupos sencillamente “pandilla” es, como dije, falso de toda falsedad, al menos para lo que por “pandilla” se entiende (Don Gato y su pandilla, sic). Es a este descontrol al que Bukele enfrentó con una violación sistemática de los derechos humanos (lo que no les preocupa a los amantes de la mano dura que pretenden “menos Zaffaronis”).

Gustavo Petro mostró que logró, en la Bogotá humana, los mismos guarismos de baja de violencia que la mega-cárcel de Bukele con educación (con la ventaja que, unos son algo que siempre se ha de temer, especialmente en una eventual fuga, mientras que los otros son un aporte a la sociedad). No hay nada que se parezca, ni remotamente, a las Maras en Sudamérica (ni a los paramilitares en nuestra región). Pero si Luis Petri, del que con su habitual ironía “Patán” Ragendorfer afirmó que está “a la derecha de Atila”, pretende declarar la guerra al narcotráfico, las experiencias de Colombia, luego México y ahora Ecuador nos permiten saber y suponer lo que nos espera. Exactamente lo que no quiero para nuestro país.

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