El innombrable
Eduardo de la Serna
Con mucha frecuencia, solemos
entrar en una lógica de competencia, y entonces, en lo cotidiano hacemos
referencia a que algo o alguien es “el mejor” o “lo peor” sin que tal
competencia hubiera ocurrido o sin que se indiquen los criterios para saber la
razón por la cual se evalúa de esa manera.
Para “peor”, es habitual que
ignoremos desde fuera lo que ocurre desde “dentro”; esto es, que para cada
quien, en momentos de dolores o de festejos, ese tal suele ser experimentado
como “lo mejor” o “lo peor”. Por ejemplo, una persona que ha tenido una
experiencia grande de dolor (del tipo que fuera) esa experiencia no es
mensurada, es simplemente “mía” y, por lo tanto, es lo peor.
Señalo esto, porque quisiera
hacer referencia a alguien que, en muchos imaginarios, es “el peor”, o – al menos
– estaría en el podio de esta imaginaria competencia; y lo señalo porque se
podrían nombrar a lo largo y ancho del país otros muchos que “competirían” con
él; no haremos, entonces, un “campeonato”, pero no podemos ignorar a uno
aberrante: el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz. No hace falta presentar su “curriculum”,
la justicia – que a veces funciona – lo condenó en más de una ocasión (y aún
condenado y detenido parece haber sido directamente responsable del nuevo
secuestro y desaparición de Jorge Julio López (en su mano tenía un papel que
decía “Julio López secuestrar”).
Lamentablemente, un poder
judicial lamentable demora, cajonea, obstaculiza los procesos de Memoria –
Verdad – Justicia, por lo que, decenas de casos aún están en proceso o todavía
no han comenzado. La “cronoterapia” de la que hablaba el vetusto juez supremo Carlos
Fayt, va haciendo lo suyo. Etchecolatz ya ha muerto, Ramon Camps también. El
cura Christian Von Wernich sigue en la prisión sin que nadie le haya retirado sus
“atributos ministeriales”. Pero con cierta frecuencia, la actual diputada y
candidata a vicepresidenta por la Libertad retrocede, Victoria Villarruel (DNI
15.583XXX) lo frecuentaba, e incluso él la tenía anotada como eventual referenta
para un juicio.
Un
buen ejemplo de la persona (sic) que era, este engendro, es que su hija Mariana
logró el cambio de apellido. Era y es una carga demasiado pesada que no quería
soportar. Ella no, la diputada sí.
Curiosamente,
el negacionismo (“gracias” a la complicidad judicial y mediática) sigue vigente
sin que exista prohibición alguna a quienes lo sostienen, como ocurre en otros
lugares serios, como Alemania. Vergonzosamente repiten que “no fueron 30.000” y
hasta – estúpidamente – el candidato presidencial que pretende que el país
retroceda, pidió la lista de los nombres de los 30.000. Lista que ellos mismos se
han negado a brindar: esa fue su política: capturar y desaparecer. Y ahora
ofenden la vida y la muerte de tantos y tantas compañeros y compañeras negando.
Y
reviven, o despiertan, la teoría de los dos demonios, con la clara finalidad de
dejar claro que – para ellos – solo hubo un demonio al cual heroicamente “la
patria” (= las Fuerzas Armadas y de Seguridad) debieron combatir, aunque quizás
– en alguna ocasión – no lo hayan hecho con pulcritud y pureza química,
despertando esos demonios, y, aprovechando que miles y miles de jóvenes no han escuchado
hablar de lo ocurrido, ni en sus casas, ni en la escuela, ni en los medios
(aquí menos todavía) hablan de libertad, hablan de república… y proponen el mismo
modelo económico, cultural, político, internacional, social que ayer por la
fuerza Etchecolatz impuso y hoy la ignorancia consigue.
Foto tomada de https://www.infobae.com/2014/10/26/1604311-antes-que-lo-condenaran-etchecolatz-escribio-jorge-julio-lopez-un-papel/
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