Des - cubriendo a Thérèse, filme de A. Cavalier (1986)
El texto que sigue no es un
análisis cinematográfico; pretende servir de ayuda para una "lectura
teresiana" de la excelente obra cinematográfica de Alain Cavalier, que por
haber penetrado en el espíritu de Teresita merece una explicación para que,
además de descubrir una extraordinaria película, podamos descubrir a una
extraordinaria santa. El texto originalmente fue publicado en la revista
Criterio 2022 (1989) 7-11; presentamos aquí una versión corregida.
La misma se puede ver en https://gloria.tv/post/7Etmq6p6VYof16fwBsGEZ2Dh7#320
«Filmar lo invisible es imposible, pero lo ensayo", decía Alain Cavalier. Y ciertamente es difícil mostrar en cine la vida de una contemplativa ¿Cómo mostrar cinematográficamente a una «niña de 24 años, que pasó 9 de su vida en un convento, que no hizo milagros... que no creó cosas ni salió a fundar? Más difícil aún si se trata de una santa tan rodeada de una falsa cáscara de aniñamiento, tan «rosa».
Era
común entonces que al morir una carmelita se enviara a todos los Carmelos una
breve reseña de su vida. «¿Qué diremos de sor Teresa?», se preguntaba más de
una monja, «nada tiene de extraordinario» (algo que encarna sor Aimée en la
película en su diálogo final con Teresita). Si nada vieron muchas de sus
contemporáneas, ¿Cómo mostrarlo a nuestros contemporáneos en el difícil
lenguaje del cine?
No pretendemos hacer aquí un análisis cinematográfico de la cuestión: los 20 minutos de aplausos del festival de Cannes sirven de conclusión sobre su calidad; pero la intensidad con que el autor del filme pudo penetrar en el espíritu de Teresita merece una explicación para que, además de descubrir una extraordinaria película, podamos descubrir una extraordinaria santa.
La Historia de la película
Son, probablemente, pocos los
santos cuya vida pueda resumirse en tan poco espacio como lo es la vida de Teresa. Ese fue el desafío que
enfrentó Cavalier: penetrar el interior de una mística. Una cara conocida de la
pantalla no le servía: «Quiero un rostro virgen... hace falta que encuentre un
rostro nuevo que tenga una cierta luz interior y, puede ser que tenga una vida
espiritual avanzada; que yo no me vea obligado a explicarle todos los detalles.
Ahora, yo la busco, no sé cuándo la encontraré, pero que existe, ella
existe...», decía el director en un reportaje del 6 de enero de 1983. La
historia que quería mostrar era una historia interior, la historia de un alma.
Durante 5 años preparó esta obra, y en innumerables detalles se descubre lo mucho que buscó lograr una buena ambientación. Sin embargo. también, buscó eliminar lodos los detalles que pudieran distraer de su único objetivo: Teresita. La simplificación es notable: las escenas son brochazos, pequeñas pinceladas casi teatrales; la música ausente por completo, al igual que la escenografía; los personajes, casi todos secundarios y casi salidos de una fotografía antigua...
La Historia de Cavalier
Para los conocedores de la vida
de Teresita, lo primero que llama la atención es la intención de Cavalier de
evitar una «historia». Se ve, en los más mínimos detalles que la conoce a
fondo: el padre es relojero; el formato del cuaderno en que ella escribe; el
uso de los relojes de arena; el detalle minucioso de los pies, la espada y
bandera que usa en la foto de Juana de Arco; Teresita fue atendida por un
médico reemplazante hacia el final de su vida... Los detalles, como decimos,
han sido cuidados al extremo, y sin embargo, para evitar toda «lectura
histórica» muchos se han cambiado ex profeso: se eliminó la barba del padre de
Teresita; la figura exterior de las hermanas y de la madre superiora (María de
Gonzaga) es notablemente diferente. Incluso, como diremos más adelante, en
algunas actitudes sintetiza en un personaje lo que en la vida real son varios.
Quien quiera ver en la película una historia de la Santa, se verá pronto desilusionado: falta toda referencia a la conversión de Navidad y a la infancia; Leonia, la única hermana no carmelita desaparece por completo; ninguna referencia a Teresita maestra de novicias, a los "hermanos espirituales", al Acto de Ofrenda, a circunstancias internas en la vida del Carmelo, a las últimas conversaciones... Pero esto fue expresamente evitado por Cavalier. Para mostrar lo invisible, debe ocultarse mucho lo visible.
La Historia de la priora
Mucho se ha escrito sobre la
madre María de Gonzaga. Mucho de injusto, mucho de real. Cavalier la presenta
como probablemente haya sido: hoy contenta, mañana rígida. Hoy diciendo una
cosa y mañana la contraria. Por un lado quiere retener a Teresita cuando ésta
le pide ir a un Carmelo de Misión (concretamente Hanoi): «- Ud. será aún más
humilde y quiero verlo»; y por otro, le niega una buena atención médica. Por un
lado autoriza a Teresita a hablar con sor Lucía, y por otro se lo prohíbe. Por
un lado dice que buscará hacerla grande y por otro se lamenta «de haberme
ocupado de usted». Así era la madre Gonzaga: una mujer enferma, que no
persiguió a Teresa, como se afirmó en su momento sino que hizo difícil la vida
a toda la comunidad con su temperamento dominante (paradoja hermosamente
mostrada en la escena en que la priora ordena a Paulina que la flagele:
humildad y arrogancia conjuntamente). El gato de la priora -al cual se le ha
dado más importancia de la necesaria desde M. van der Meersch- aparece como un
detalle circunstancial de esta situación comiendo del pescado que Lucía y la
Santa limpian, y en el diálogo con el médico cuando revisa a Teresa ya enferma
detrás de la reja.
Otro detalle, que nos pone en escena a Lucía (una de las víctimas de la priora en la película), es el momento en que estando en la lavandería, deben limpiar las sábanas que la familia de la priora ensuciaba. Es un hecho conocido que ésta llevaba familiares a dormir en la hospedería y las hermanas debían atenderlas: una vez más, su carácter está mostrado por Cavalier. Es a esta madre a la que Teresita continuamente dice «madre mía» y a la que confiesa su camino, su deseo de ser santa a escondidas... es a ésta de quien sueña que le dejará de regalo su corazón. La obediencia y fidelidad de Thérèse aparecen detrás de la amplia sonrisa de Catherine Mouchet.
La Historia de un padre
Más allá del cambio físico al
que hicimos referencia, Cavalier sabe de los gustos del Sr. Martin por la pesca
y por las peregrinaciones. Al pedirle su hija menor ingresar al Carmelo, su
padre exclama: «Señor, tu amor es feroz». Expresa así el dolor que significa
desprenderse de otra más de sus hijas. Con Teresa ya son tres, como son tres
los frascos de mermelada que debe llevar el padre personalmente al Carmelo
porque no entran en la valija de Teresita, y son tres los pescados que, ya
paralítico por la esclerosis entrega envueltos en un pañuelo.
La larga y dolorosa enfermedad del padre fue lo que motivó a la menor de las Martin a solicitar y obtener el agregado de «la Santa Faz» a su nombre de «Teresa del Niño Jesús». Así, vemos a la Santa rezando frente a la Santa Faz con motivo de la enfermedad del padre, y llevándole como bálsamo el óleo que alumbraba este cuadro. El dolor por la enfermedad del Sr. Martin llevó a Teresita a reflexionar el texto de Isaías 53, donde el Siervo Sufriente tiene «el rostro oculto tanto que no parecía un hombre». Esta lectura de Teresa se expresa admirablemente en el gesto del padre de ocultarse el rostro con el pañuelo en que llevaba los pescados: «Pensé que era vergüenza, pero es otra cosa... es su secreto», dice Celina; es el pañuelo de la Verónica.
La Historia de una esposa
Como un ritmo, varias de las
monjas que forman la comunidad, repiten partes del texto del Cantar de los
Cantares, uno de los textos preferidos por Teresita (y que según declaraciones
de María de la Trinidad en anotaciones al proceso de canonización afirmaba: «Me
hubiera gustado comentar: he descubierto en él cosas tan profundas sobre la
unión del alma con el Amado»). Es muy importante prestar atención a estos
textos ya que son casi como títulos de capítulos de la obra de Cavalier.
Podemos decir que las citas del Cantar son la clave de interpretación de las
escenas que se están desarrollando: su entrada, los frutos, los dolores, las
dudas de fe... Esto ha llevado a uno de los expertos en Teresita a exclamar que
la película de Cavalier "es la historia de la Esposa del Cantar"
(Descouvemont).
En la escena de la fiesta de Navidad, donde el Carmelo recibe de regalo un niño Jesús (junto con la Santa Faz, las dos imágenes de Jesús preferidas por Teresita), la priora lo presenta como «nuestro esposo-niño». Es el momento en que la alegría de Teresita y Celina las lleva a bailar, y donde vemos a Teresita vendada como ese niño de madera (en su caso, por los sabañones, producto del frío). Es interesante recordar que para Oriente las vendas del Niño Dios en los íconos de Navidad recuerdan las vendas del crucificado muerto; el Niño y el Sufriente, una vez más, están juntos. El Niño Jesús y la Santa Faz son un «esposo de sangre», el Esposo del Cantar, el Esposo del Carmelo.
La Historia de Lucía
Quizá, para entender bien a la
Teresita de Cavalier, no sólo sea conveniente prestar atención a las citas del
Cantar de los Cantares, sino también a la figura de la hermana Lucía, la
religiosa que termina por dejar el Convento. Sin ninguna duda, podemos afirmar
que Lucia es un auténtico «negativo» de Teresita. Esta hermana es un invento de
Cavalier, y representa todo lo que la Santa no es. Es la única hermana citada
además de la priora, las hermanas de Teresita y sor Aimée, de quien diremos
algo más adelante.
Teresita es autorizada a hablar con la hermana Marta de Jesús en el oficio; ello le sirve a Cavalier para un interesante diálogo, en el filme, con Lucía tanto en la limpieza de los pescados como en la primera hemoptisis. Viendo que la Santa no puede soportarla (nueva oración ante la Santa Faz), podemos reconocer en esto a quien ella llama "sor X" en sus manuscritos autobiográficos, alguien a quien Teresa no le tenía simpatía. En la ropería, Lucia afirma a Teresita que será su sombra: en esto nos recuerda a María de la Trinidad, una hermana que quería muchísimo a la Santa, que fue la primera novicia de ésta cuando fue ayudante de maestras y por quien mostró evidente predilección. En síntesis, Cavalier resume en Lucia una serie de monjas reales y concretas, pero nos presenta en ella expresamente lo que Teresita no quiere ser...
Era muy común entonces un excesivo amor al sufrimiento. Antes de entrar, Paulina le dice a Teresita: El sufrimiento abre todas las puertas." a lo que genialmente la Santa responde: «¿No es el amor?». Cilicios, clavos eran comunes, y sor Lucía los usa todos. •- ¿Ud. cree que eso le agrada?" pregunta Teresita. Cuando antes de morir sor Aimée pide a la enferma Teresita un recuerdo, ella no tiene nada: «-Ud. no se queda con nada, lo da todo», por lo que debe conformarse con una uña. En contraposición, Lucia tiene un rincón propio: «-Váyase, ésta es mi casa», le dice a la Santa cuando la va a ver a la ropería. Y cuando decide dejar el Carmelo descubrimos que en un cajón guardaba todo: el traje de su entrada, el ramo con el que entró Teresita y ella se quedó, las sandalias de la frustrada foto de Juana de Arco, y ¡hasta dinero! Incluso resulta interesante verla en plena fiesta de Navidad, mientras todas bailan, con cara triste, y aferrada a la botella de champagne que les han regalado. La que tenía una linda familia (Teresita) vive en el Carmelo diciéndoles a sus hermanas: "-ya no estamos en casa»; «Ud. es una más», como debe reconocer su hermana María. En cambio, quien no tenía familia (Lucía) no supo encontrarla en el convento.
Las dudas de fe de Lucía no son como las de Teresita ("un muro que sube hasta las estrellas" dirá dos veces la Santa), son similares al agnosticismo de su tiempo: «estamos detrás de un tipo que murió hace dos mil años, si es que existió». Silencio y sonrisa, y un «si» es toda la respuesta, es la respuesta confiada de la fe.
la Historia de una enfermedad
Llevada por sor Aimée (en la
película y en la vida real) Teresita pasa sus últimos días en la
enfermería del Carmelo. Allí vemos a la
Santa en los momentos finales, y a los pies de su lecho de enferma, encontramos
a sus hermanas: Paulina trabajando, María buscando distraerla con una ranita,
Celina durmiendo en la cama contigua... Allí la tenemos sufriendo por dentro y
por fuera.
Por dentro en la crisis de fe que la llevará a decir dos veces que hay «como un muro que se eleva hasta las estrellas». Está imposibilitada de ver el cielo; y esto remarcado con la cita del Cantar de los Cantares: «Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido. El alma se me salió a su huida. Lo busqué y no lo hallé, le llamé y no me respondió. Me encontraron los centinelas, los que hacen la ronda en la ciudad. Me golpearon, me hirieron...» (5,6-7). El Amado ha desaparecido, ya no le dice nada. Es un diálogo de amor en silencio. Teresa le cuenta a Celina que reza, y a la pregunta «-¿Qué le dices?», «-nada», responde la enferma; «- ¿y Él?», vuelve a insistir Celina, «-nada» vuelve a responder. Sin embargo, todo el amor queda expresado en pequeños gestos y actitudes, son gestos y actitudes muy de nuestra Santa.
Enfermedad por fuera: la tuberculosis avanza, y el sufrimiento es intolerable; «sufro», exclama en una escena que en seguida comentaremos. Y en medio de tanto dolor, el extraño momento de una caricia a Paulina con el pie, un hecho real que muestra cómo buscó continuamente que su dolor fuera disimulado frente a los demás, cómo buscó ser fuente de alegría y paz... Este hecho, conservado en la tradición oral del Carmelo está insinuado en las Últimas Conversaciones del 16 de julio/5 (nota de la edición crítica). Del mismo modo, son también absolutamente reales la referencia al agua de Lourdes, su pedido de un bocadito de chocolate, la imposibilidad de comulgar por el ahogo, y el hecho de que jamás se le aplicó morfina por prohibición de la M. Priora... Y en medio del sufrimiento, el juego.
la Historia de un juego
Un partido de damas con Celina
es la primera escena que destaca Cavalier, y en ese partido de damas tenemos la
escena de Pranzini, el asesino arrepentido. A Teresita le gustaba mucho jugar
¡y ganar! (lo que se ve en la burla de Celina en el partido que comentamos). Es
interesante, entonces, que al lograr la conversión de Pranzini, ella exclame «¡lo gané!» (lamentablemente no bien
traducido por la transcripción al pie). Nuevamente con Celina, hacia el final,
el sufrimiento es atroz (la tuberculosis está tomando el intestino) y ella
inventa un juego: «-cuando diga 'sufro'
responderás 'tanto mejor'», algo que también encontramos en las Últimas
Conversaciones con sor Genoveva (Celina). Es el último juego de Teresita y
también gana. Su vida es presentada así, ¡un juego! y quiere ganar, ganar para
Él.
la Historia de Juana de Arco
Juana de Arco no estaba aún
beatificada, pero Teresita sintió siempre cerca su presencia. Compuso acerca de
ella una obrita teatral en enero de 1894 y otra al año siguiente, conocidas
como recreaciones piadosas: la primera lleva el título de «La misión de Juana
de Arco, o la pastora de Donremy escuchando sus voces», la segunda, «Juana de
Arco cumpliendo su misión». Con motivo de esta última, y ya con Celina en el
Carmelo, es que son tomadas las fotos de la representación (probablemente en
febrero). Conservamos 5 tomas y se ve que hasta en los detalles de los zapatos
Cavalier respetó la fotografía. Pero la enfermedad se declara más tarde y
recién en junio de 1897 es llevada (por sor Aimée) a la enfermería. Teresita,
muy amiga de Juana de Arco, comparó y deseó una muerte como la suya: «(quisiera) con Juana de Arco, mi hermana
querida, pronunciar tu nombre en medio de la hoguera ¡oh, Jesús!» (MsB 3r).
Frente a su martirio, Juana exclama, en la citada recreación piadosa: «¡Él es
mío... qué dulzura! ¡Todo el cielo es para mí!» (RP 3,27). Incluso, Teresita
enferma la cita al hacer referencia a la publicación de su manuscrito (CJ
27.7.6). «Virgen y mártir -exclaman las voces de Juana-, un instante de
sufrimiento te conducirá al reposo eterno...».
Al hacer el cambio histórico, y mostrarnos en estrecha relación la enfermedad de Teresa y el martirio de Juana de Arco, descubrimos la relación que hace Cavalier y volvemos la mente a la enferma en una enfermedad leída en «clave-martirio» (recordar el amor al martirio que marcó a la Santa y que la película expresa en la carta de Celina que Teresita lee en voz alta: «un humo blanco se elevó al cielo... ¡Teresa es mártir!»). Pasión de Juana, pasión de Teresa, Sangre de Cristo.
la Historia de una misión
Al contemplar una estampa del
Crucificado, Teresita descubre su vocación de «salvar almas». «Resolví -dice en sus manuscritos- mantenerme constantemente en espíritu al
pie de la cruz para recibir el divino rocío que caía, comprendiendo que luego
me sería necesario para derramarlo sobre las almas. El grito de Jesús en la
cruz: '¡tengo sed!' resonaba continuamente en mi corazón» (MsA 45v). La
Carmelita se siente devorada de sed de almas (recordar también su sed en la
cama, ya enferma). Es interesante cómo juega Cavalier con la cuestión puesto
que, al terminar de leer en el diario la conversión de Pranzini, hace exclamar
a Teresita: «¡tengo sed!». Su sed de
salvar almas enmarca toda la película, desde el comienzo hasta el final.
A pesar de sus inmensos dolores, Teresita camina y ofrece el sacrificio por un misionero: «camino por un misionero» (DE/MSC 5), exclamará. En la obra la tenemos también caminando, en este caso por Lucía. Ese caminar marcado por la cruz (recordar la escena en la que pisando con su pie la cruz que está al borde de su cama, marca su caminar, "tome la cruz..."; a diferencia de Lucía, que oculta la cruz con su velo) lo hace, lo ofrece por ella. Su vida está enmarcada, al principio y al final por una intensa oración por los demás. Esa es su vida de carmelita, su sed de salvar, de amar a Cristo y hacerlo amar.
la Historia de amor
En verdad, la vida de Teresa es
una vida de amor. Cavalier lo muestra. Toda su crisis de fe parece que la lleva
a distanciarse de Jesús... «Él está
enamorado de usted», le dirá la Santa a sor Lucía... «haga como yo... gáneselo con caricias». Es en la vida cotidiana, en
los acontecimientos de cada momento donde Teresita nos invita a amar a Dios. Es
significativa -y a la vez real- la escena donde la enferma abanica la cruz que cuelga de su almohada. Las Últimas
Conversaciones (30.7.11) la muestran abanicando la imagen de la Virgen y los
santos que tiene prendidos en su cama. Aquí es la cruz. Evidentemente la idea
es la misma. Es lo último que hace Teresita en la película. Es ganárselo con
caricias. Paulina le pregunta si se reconcilió con Él (nueva referencia a su
crisis de fe), a lo que ella responde: «¡está
tan solo!». Son las últimas palabras de Teresita en la película. Así, en lo
simple y sencillo de lo cotidiano, es como la Santa conquistó el corazón de
Jesús. Con caricias, con abanicos, con ternura, con su sonrisa (también
importante en la película y la vida de Teresa). Es la misma escena en que
acaricia a su hermana con el pie: amor a Dios y a los hermanos en las cosas
simples y sencillas: esa es su receta de santidad, es su camino .
la Historia de Teresita
Como sor Aimée, muchos de los
espectadores no entenderemos la santidad de Teresa: «-Usted no tiene luchas».
Como siempre, ella contesta con pocas palabras y una sonrisa: «-¿Usted cree?» Ella. en realidad, nos
representa a muchos de nosotros, que viendo la obra de Cavalier nos
preguntaremos ¿por qué fue santa? ¿qué hizo?
Escenas de su vida aparecen a modo de brochazos en el filme: su servicio delicado a la hermana enferma (sor San Pedro), su atención a la hermana moribunda (la última lágrima de madre Genoveva), la referencia al lavado de pañuelos, la monja que al pasar las cuentas del rosario le impide concentrarse en la oración, quedarse dormida en la oración, la escritura de su biografía (terminada a lápiz por no tener fuerzas para sostener la pluma) ... Muchas aparecen, como dijimos, leve, y otras no tan levemente retocadas: Paulina fue de hecho priora: los cuadernos autobiográficos son dos (el primero a pedido de Paulina priora, el segundo a pedido de la madre María de Gonzaga, ya enferma la Santa: este segundo cuadernos es, en su formato, idéntico al que la priora entrega a Teresa en la película); las fotos -como señalamos- son varias; Teresita escribe poesías (algo insinuado al mostrarla escribiendo)...
«Las carmelitas -afirma Cavalier- están enamoradas de un hombre que no cesa de repetir 'soy la vida', 'soy la vida'. Este hombre cubre, para ellas todos los roles: esposo, padre, hijo... Para conseguir expresar eso, yo he querido salirme del exceso de imágenes y sonidos que me asaltaban en el curso de mis días. Estoy seducido por el placer de darle valor a los rostros, de hacer perceptibles los más íntimos movimientos del alma...».
Lucía, una vez más, creía poder santificarse con flagelaciones («mi vida es una masacre» llega a decir), con sacrificio personal (recordar la imaginación de su escena del leproso) y por contagio (quiere ser la sombra de Teresita, y llega a beber de su saliva como una manera de comulgar en los sufrimientos) pero olvida algo: el amor. Teresita busca en cambio el amor en los mínimos detalles: una de las escenas más cautivantes, a nuestro juicio, es aquella en la que después de una nueva hemoptisis, se cachetea el rostro, buscando darle color y vida para que nada deje traslucir al exterior su enfermedad, su pasión. Es lo que sor Aimée y muchos de los espectadores no podrán descubrir, y lo que la hace 'meritoria': «Quiero ser una santa a escondidas. Conocida sólo de Jesús». Quiere ir a Dios con las manos vacías, es el «grano de arena» que no hace sombra...
Quien haya buscado una historia, seguramente se retirará defraudado. Quien haya buscado a Teresita probablemente la encuentre. Siempre sonriente, disponible («la hermanita amén», la llaman, según Lucía), hasta cómica (recordar la escena en que imita al gordo médico reemplazante -en la vida real, el Dr. La Neele, marido de Juana Guérin, la prima de Teresita-; es sabido, además, que Teresa era buena imitadora). Cavalier ha consultado -y él mismo lo afirma- una masa de documentos: no hay detalle puesto al azar o «porque sí», lo que hace imposible comentarlos todos. Sin embargo, quienes vayan con espíritu abierto, descubrirán a «la santa más grande de los tiempos modernos» (Pio X), excelentemente presentada por Catherine Mouchet. Presentada a brochazos, de modo que lo exterior no oculte lo interior, lo contemplativo. Palabras como «Totó» (nombre con que de niña llaman a Teresita en la casa, y que es referido a principios y final de la película) o como «Thérèsita» (inexistente en francés -debería ser petite Thérèse- pero fue el primer nombre propuesto para ella antes de entrar al Carmelo en recuerdo de una sobrina de Teresa de Ávila; y que Cavalier lo pone en boca de la priora al comunicarle que no podrá ingresar), nos ubican en un contexto enteramente familiar. Una familia por muchos desconocida (el Carmelo) y a la que Cavalier nos invita a entrar. Sor Lucía, aunque dentro, nunca entró, vivió para ella y no fue feliz; sor Aimée miró desde afuera, y no supo descubrir la impresionante grandeza de la santidad de la nada pequeña Teresita. Nosotros, como espectadores, estamos frente al desafío de reconocer o no el paso de Dios en nuestra vida y la de quienes nos rodean. Estamos invitados a una confianza y un amor extremos en Dios, a un abandonarnos ciegamente en sus manos, y a buscarlo y entregarle nuestro amor en las pequeñas cosas cotidianas.
Mucho se ha escrito sobre santa Teresita. Mucho nada bueno. Se la ha presentado como una santa rosa, infantil y aniñada. Se la ha presentado como una santa "de estampita": se la ha mirado con la mirada de sor Aimée. Pero mucho se ha escrito también viéndola como una gran santa, «la santa más grande de los tiempos modernos». En este grupo puede ubicarse la obra de Cavalier; y quienes busquen en ella una figura, una santa, quedarán con la sensación de haber compartido 90 minutos de su tiempo con Teresita de Lisieux.
Foto de la película tomada de
Extraordinaria interpretación de la película, Eduardo. Yo la vi por usted, por su amor por Teresa, y la vi con todos (subrayo, todos) los prejuicios que usted señala (esperaba ver una historia, ver el mundo visible no exento de profundidad interior ( claro, tratándose de una santa), en suma, esperaba ver el relato de la vida de una santa, no de esta santa sino de una santa, de cualquier santa) y, por supuesto, me defraudó. Ahora volví a ver la película a través de su interpretación, de su excelente interpretación, y estoy maravillado con el film. Me tengo por buen lector y no me pasa seguido que una crítica me haga cambia totalmente de idea. Lo felicito por el texto y le agradezco que me haya hecho cambiar de opinión y recuperar mucho de lo bello, profundo y sencillo de este film (y no sólo de este film). Cordialmente. H
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