Militancia de la vida cristiana
Eduardo de la Serna
El diccionario de la Real Academia Española – luego
de la evidente referencia bélica – indica que “militar” es:
4.
intr.
Haber o concurrir en una cosa alguna razón o circunstancia particular que favorece
o apoya cierta pretensión o determinado proyecto.
En la lengua castellana, la
acción de militar, se califica de “militancia”. Tradicionalmente, por ejemplo,
se ha hablado de una “iglesia militante” en contraste con la “iglesia
triunfante”.
«La Iglesia triunfante comprende
la corte nobilísima y feliz de los espíritus bienaventurados que vencieron al
mundo, demonio y carne, y, libres ya de las miserias y luchas de esta vida,
gozan de la eterna bienaventuranza.
La militante está integrada por todos
los fieles que aún viven en el mundo. Llámase así porque sus miembros deben aún
sostener una dura y continua lucha contra los terribles enemigos espirituales:
mundo, demonio y carne». [Catecismo del Concilio de Trento IX, 1090].
San Pablo señala que la vida es una “milicia” (2 Cor 10,4); estando en
prisión refiere a dos conocidos como “con-militones” (compañero de armas) y un
discípulo suyo invita a Timoteo: “combate el buen combate” (1 Tim 1,18). Pablo afirma tener “las armas de la
justicia” refiriéndose a las características del apostolado (2 Cor 6,7); son
armas que pretenden deshacer las fuerzas adversas, palabras que se oponen al
conocimiento de Dios, buscando la obediencia de Cristo (2 Cor 10,4-6). La vida toda
debe ser “arma de justicia al servicio de Cristo” (Rom 6,13), debemos
“revestirnos de las armas de la luz” (Rom 13,12). En otras ocasiones la
comparación parece tratarse de una metáfora deportiva:
- Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. (2 Cor 4,8-9)
- Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado. (1 Cor 9,26-27; Fil 3,13-14)
Para
Pablo, su vida (que, a su vez pretende que sea imitada por los suyos; ver 1 Cor
4,16; 11,1; 1 Tes 1,6; Fil 3,17) es ciertamente una militancia en favor del
Evangelio.
Es
interesante, en los Evangelios, notar, para comenzar, estadísticamente el uso
de los términos que hacen referencia al amor. El verbo agapaô se encuentra 8x en Mateo, 5x en Marcos, 13x en
Lucas y 37x en Juan; el
sustantivo agape: 1/0/1/7; el verbo fileô:
5/1/2/13…
En el
Evangelio de Juan, que como se ve en los datos recién aportados, es un tema
particularmente importante, el modelo del amor es el del mismo Jesús (“como yo”,
13,34; 15,12) que, a su vez,
nada menos, ama “como el Padre me amó” (15,9). Pero este amor es “hasta el
extremo” (13,1; el término griego “télos” es “hasta el final”). La
imagen que Jesús presenta es la de “ponerse” delante del peligro que amenaza a quienes
se ama, como el pastor delante de las ovejas, o el amigo (10,11; 15,13; muchas Biblias suelen traducir “dar la vida”).
El amor de Dios es sin medida: “tanto amó…”, 3,16). El contraste está dado en
que es tanto el amor del Padre por el hijo que pone “todo en sus manos” (3,35),
en cambio “el mundo” (los adversarios del proyecto de Dios) “amaron las
tinieblas” (3,19) o la “gloria humana” (12,43). El amor de Dios a Jesús es “porque”
Jesús arriesga su vida en favor de los suyos (10,17). Como una rama de la vid
da frutos, los que aman a Jesús darán fruto, “cumplirán mis mandamientos” (=
amar; 14,15) y serán, a su vez, amados por el Padre (14,21; 17,23) y hospedarán
a Jesús y su Padre (14,23). Para Jesús, sencillamente, amar es hacer lo que
Dios quiere (14,31). El “discípulo amado” es, precisamente, el que tiene una
gran intimidad con Jesús (13,23), el que está junto a él en la cruz y recibe
como suya a su madre (19,26), el que reconoce los signos de la resurrección,
aunque sean casi insignificantes (20,8), el que lo reconoce en el prójimo (21,7),
el que permanece hasta que vuelva (21,20) y por eso da testimonio de él (19,35).
Es evidente que el amor, para el Nuevo Testamento, es “militancia”.
Ya en el Preámbulo del imprescindible libro de Erich
Fromm, El arte de amar, él señala:
La lectura de este libro será una experiencia decepcionante
para quien esperase una fácil instrucción sobre el arte de amar. Este libro, por
el contrario, quiere mostrar que el amor no es un sentimiento en el que cualquiera
se pueda complacer, sin tener en cuenta el nivel de madurez que alcanzó. Desea convencer
al lector de que todas sus tentativas de amar están condenadas al fracaso si no
intenta, con el máximo de actividad, desarrollar su personalidad total, de modo
de conseguir una orientación productiva; convencerlo de que la satisfacción en
el amor individual no puede ser conseguida sin la capacidad de amar al próximo,
sin verdadera humildad, coraje, fe y disciplina. En una cultura en la que tales
cualidades son raras, el alcance de la capacidad de amar permanecerá como una
conquista rara. O ... cualquiera puede preguntarse a cuantas personas ha conocido
que verdaderamente aman.
Carlos Mugica, al hablar sobre “el Sacerdote hoy” lo
decía así:
Uno de los grandes
daños que nos hace esta sociedad llamada de consumo, pero de consumo para unos
pocos y de hambre para muchos, es el de hacernos creer que el amor es una cosa
dulce, más o menos afectuosa. No. Por amor, muchas veces me veo obligado a hacer
sufrir mucho a los seres que amo. Amar, amar verdaderamente, ¿qué es? Es buscar
el verdadero crecimiento del otro; buscar que el otro desarrolle su capacidad
de crear; suscitar realmente todas las potencialidades de creación, de
fecundidad que hay en el otro. Y eso a veces es muy doloroso. (…)
Lo que decide la
amistad con Cristo es el compromiso con los hombres. De modo que hoy, un
sacerdote realiza su rol sacerdotal en la medida en que se compromete hasta los
tuétanos con los hombres. Hoy el compromiso de amor con los hombres es un
compromiso político, en el sentido amplio de la palabra. (…)
“La medida del amor –
decía santa Teresa – es amar sin medida”.
Es evidente que, en nuestra sociedad, el término “amor
– amar” (que es “polisémico”) se puede usar de modos muy diferentes; ¡y así se
usa! Lo que nos toca a los cristianos, en este caso, es ver en qué sentido lo
usa Jesús, en qué sentido lo usaron quienes fueron fieles militantes de su proyecto,
el Reino de Dios. Y viéndolo, sencillamente “militarlo”.
Imagen tomada de https://www.bubok.com.ar/libros/199011/poesia-para-la-militancia
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