El problema de los sínodos…
Eduardo de la Serna
Al Sínodo
Rionegrino, los curas lo transformaron en un librito verde para la biblioteca.
El Sínodo Rionegrino fue resistido fundamentalmente por los curas. Por una cuestión
de poder. No querían dar verdadera participación a los laicos [Juvenal
Currulef]
En lo personal creo que una
Iglesia que no es sinodal está siendo infiel al sueño de Jesús; una Iglesia piramidal
no se parece en nada a la comunidad primitiva.
No es
casualidad, por último, que cada profundización en el misterio de la Iglesia
vaya acompañada de un retorno a los orígenes. No por un mero deseo de
restauración, sino por una búsqueda de autenticidad. La Iglesia despierta y se
renueva cuando vuelve a preguntarse sobre lo que la hizo nacer, sobre lo que la
define en profundidad (León XIV, Carta apostólica sobre la importancia de la
arqueología cristiana, 11 de diciembre 2025).
Ahora bien… ya hemos tenido la
experiencia de sínodos de ficción (donde estaba todo “cocinado”, cosa evidente
en tiempos de Juan Pablo II, algo razonable en el Invierno Eclesial;
curiosamente, además, pareciera que solamente los obispos caminaban juntos,
porque el laicado, el presbiterio o la vida consagrada estaban ausentes ¡siempre!);
de Sínodos en los que se escuchó al pueblo de Dios, pero luego fueron “boicoteados”
desde el poder (el clericalismo en primer lugar) o de sínodos de buena voluntad
pero que parecía que se hacían porque “había que hacerlos”, pero no porque
naciera de una decisión convencida del pueblo de Dios de la importancia de ser
escuchados.
En lo personal (repito, lo “personal”,
es decir, es mi opinión, por lo que no pretendo más que eso) creo que – como dije
– la actitud verdaderamente sinodal es necesaria y fundamental, pero, creo que,
lamentablemente, la gente no está habituada (a veces por autoritarismo
clerical, otra por cómoda sumisión) a ser escuchada. Y, entonces, con
frecuencia dice “lo que se supone que debe decir” … Por ahí, creo , se debe
comenzar… que el pueblo de Dios esté convencido (y que sea verdad, por cierto)
que su opinión es tenida en cuenta, que es escuchada… ¡Y necesaria!
En otra ocasión he señalado que,
para mí, el gran origen de la situación – de la lamentable situación – actual (no
sólo en lo social o político, sino también eclesial) es triple: el
espiritualismo (ciertamente no la “espiritualidad”, que es otra cosa), el individualismo
y la pereza. Sólo fracturando estas caries creo que un sínodo será fructífero y
constructivo; caso contrario, será un amontonamiento de espiritualidades,
individualidades y perezosas respuestas.
Pero, entonces, sólo cuando se
trate de una intensa y profunda, ardua y concienzuda escucha un sínodo será eso…
O, mejor, empezará a ser eso... porque hay una contradicción en los términos:
estamos hablando de la escucha, no del “caminar” que es lo que, por definición,
debiera constituir un sínodo (syn hodos). Pensar que un sínodo es la
etapa de la escucha y no del “seguir andando” resulta, cuanto menos, extraño;
aunque, por cierto, es insensato caminar juntos sin antes mirar, pensar,
conocer los caminos…
En este sentido veo algunas cosas
con preocupación… En lo personal (repito, lo “personal”) me parece que la llamada
“conversación en el espíritu” es insustancial, pobre e insuficiente, y, además,
con un curioso tufillo a espiritualismo e individualismo… Creo que las
metodologías (necesarias, pero que deben relativizarse) son, en ocasiones, más
un obstáculo que una ayuda en el camino, y, finalmente, creo que –
lamentablemente entiendo que es lo que oficialmente “está establecido” –
señalar la centralidad del obispo (o de los obispos, o del obispo de Roma) – es
extraño. Tiene “olor” a hablen, digan lo que les parezca, pero yo voy a hacer
lo que me convenza… Y, si así fuera, la escucha del Espíritu Santo, que al fin
y al cabo es el sentido de una escucha sinodal, quedaría en la nada… y, si así
fuera, al menos para no defraudar, para no despertar falsas ilusiones, quizás sea
mejor sencillamente no escuchar; no convocar.
Repito… creo que la Iglesia
(mundial, nacional, diocesana y parroquial) DEBE ser sinodal si pretende ser fiel
a Jesús; pero debe comenzar desde sus cabezas (no solamente – aunque también –
el / los obispo /s sino también el clero) un proceso de sincera y evangélica
conversión, una firme decisión humilde de escucha y docilidad al Espíritu Santo
y un oído puesto en el pueblo y otro en el Evangelio. ¡Así sí!
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