Prescripciones dolorosas
Eduardo de la Serna
Como
no soy abogado no conozco bien el tema de las “prescripciones”. Obvio que es “legal”,
aunque no siempre lo “legal” sea lo “justo”. Además, mirando películas uno ve
que determinadas cosas en determinados lugares no tienen las mismas leyes de
prescripción lo que me hace pensar, por lo menos, que “puede ser” distinto.
Es
obvio que con las prescripciones hay beneficiados y perjudicados, y – por supuesto
– el primer problema es cuando se beneficia al culpable y se perjudica a la
víctima. Un segundo tema es la creatividad de muchos abogados para que “hecha
la ley (hagan) la trampa”. Un tercer tema es que algunas cosas no pueden ser
una “espada de Damócles” perpetua sobre el cuello de una mayoría y ciertas
prescripciones son sensatas. Aunque, y valga como cuarto tema, sospecho que en
muchos casos (¿la mayoría?) las “prescripciones” le vienen de perlas a un poder
judicial que no quiere trabajar (es decir, no se preocupa por administrar
justicia). Otro tema (que debería tener que ver, pero la experiencia con
frecuencia indica lo contrario) es el poder legislativo y las leyes justas…
pero es sabido que el poder judicial (éste, al menos, el nuestro) es capaz de
anular las leyes que no le gustan, no le convienen o no lo favorecen con el
argumento de la “constitucionalidad” con lo que se transforma en ejecutivo y
legislativo a la vez… Suma del poder público lo llaman. Pero es otro tema… (y
obvio, no me refiero a “todos los jueces” ni a “todas las leyes”).
Pero
quisiera hacer referencia a un par de casos que me tocan de cerca (con el “sueño”
de que sirvan, y hasta – “soñando” – alguien pueda hacer algo).
1. - Cuando
prescribe un caso de abuso la sensación de impotencia es enorme. Y las aristas
son varias: un abusador, como dicen “nunca es a uno/a… nunca es una vez”, anda
suelto. Y no se trata de “algo que pasó” porque es “algo que sigue pasando”.
Algo (y no cualquier “algo”) se rompió en el / la abusado / a. Y se rompió para
siempre, y si la víctima no tuvo las oportunidades de sanar, reparar lo posible
y encontrarse, no son pocos los casos donde lo “definitivo” es irremontable. Pero
– por prescripción – el abusador sigue ahí.
Dejo
de lado el caso de la prescripción porque el poder judicial no administró
justicia; me refiero a la “ley” que afirma que algo ha prescrito, ¿por qué?,
¿cuál es el criterio? Porque si vamos a partir de la justicia a la (posible)
víctima, es sabido en exceso que una cosa es la prescripción desde ocurrido el
(supuesto) hecho, y muy otra la prescripción desde que la (supuesta) víctima es
capaz de verbalizarlo, de comprenderlo, de saber que no es “sucia”, que no es “su
culpa”, que no es “normal” o que no corre la “amenaza” de peleas, violencia o
dolor infinito… Porque una prescripción en estos casos es evidente que favorece
en todo al victimario y en nada a la víctima (y dejo de lado cuando además,
algún funcionario judicial, inhumano, inexperto – o cómplice – relativiza, minimiza
o ignora el dolor de la víctima aunque solo sea “tanto lio porque te tocó una
teta”). Vaya en esta “prescripción” el dolor uno.
2.- Pasando
al “dolor dos” el “poder” (todopoderoso) judicial declaró la prescripción de la
“causa ECOS”. Un grupo de chicos muertos, una docenta muerta, un conductor
ebrio y su acompañante muertos, una conmoción nacional que provocó hasta leyes
oportunas, un conductor irresponsable, ¡y culpable!, sigue impune. ¡Irresponsablemente
impune! Resulta que un juez “se olvidó” de indagar al acusado y la causa “prescribió”.
En realidad, lo que prescribió es la “justicia”, la “verdad”… la “sensatez”.
Todo entre interminables cajones judiciales (de los que tan habituados nos
tiene el poder judicial cuando de investigar a propios o poderosos se trata).
No importa la verdad, no importan las leyes, no importan los muertos, importa
la no-justicia (y uno puede preguntarse, además: si un caso tan resonado y
publicitado como el de ECOS pudo “prescribir” a pesar de la militancia de
padres y familiares, ¿cuántas causas de pobres y desconocidos pasarán a la eterna
nada de la verdad y la justicia?).
Sean
estos párrafos una suerte de elegía, un clamor o unas “letras desesperadas”.
Habrá algunos conformes con las prescripciones, habrá dolidos por ambas, y
hasta quizás haya quienes celebraron unas y lloran las segundas. Sólo espero
que el “dolor no nos sea indiferente” y que alguna vez la justicia (que no es
el poder judicial) empiece mirando desde las víctimas.
Foto tomada de www.continental.com.ar
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