Ma shlomeaj? (saludo hebreo, ¿estás con paz?)
Eduardo de la Serna
Es
bastante sabido que el saludo judío habitual es “shalom”. Y, como es habitual en el hebreo, el término no
puede traducirse fácilmente. Decir que “shalom” es “paz” es muy simplista,
hasta el punto que en 2 Samuel 11,7 David pregunta por el “shalom” de la guerra,
el “estado”, la plenitud, la felicidad (es decir, David pregunta “¿vamos ganando?”;
también Jueces 8:9). Se puede afirmar que shalom es un estado de plenitud, que
podría entenderse también como “felicidad” (no superficial, por cierto).
Ir en paz con los padres es una referencia a la
muerte, pero entendida como morir feliz (Génesis 15,15) y la pregunta sobre si
alguien “¿está bien?” es una pregunta por su shalom (Génesis 37:14; 43:18). El shalom
de un pueblo, entonces, es un estado de plenitud, sin violencia interna ni
externa, con cosechas, y felicidad de sus hijos (1 Reyes 5,5).
Sin dudas la experiencia
cotidiana dice que habitualmente no hay shalom; sea porque hay pueblos que
oprimen y hacen violencia, sea porque hay injusticia, o porque hay muerte (especialmente
la muerte del joven, que resulta desconcertante). Esto lleva a que cada vez más
el shalom sea visto como “el” gran don futuro esperado. Cuando Dios intervenga
en la historia (por ejemplo enviando un mesías) habrá shalom para todos (o para
todos los justos). Shalom y tzedaqá (justicia) van de la mano (Salmo 35:27; 72:3.7; 85:11; Is 39:8; 60:17; Bar 5:4): “el efecto de la justicia será la paz, el producto de la
justicia, calma y tranquilidad perpetuas” (Is
32:17). Para evitar
malentendidos es importante tener bien claro que ambos términos: paz y justicia, no deben entenderse como términos ‘civiles’ sino como
términos ‘religiosos’, aunque – por cierto y como no podría ser de otra manera –
con enormes connotaciones civiles. Por ejemplo, la justicia es vivir conforme a
la voluntad de Dios, ese tal es un justo, pero ese tal, por ser justo no oprime
a sus hermanos, se ocupa del pobre, del huérfano y la viuda, no presta su
dinero a usura ni ejerce soborno contra el inocente, etc… Y por ser justo está
en shalom.
Si entramos en el Nuevo Testamento (o la parte cristiana
de la Biblia) notaremos que el término eirênê
(que traduce el hebreo shalom) es algo frecuente, aunque no tanto en algunos
evangelios (sólo una vez en Marcos y sólo en dos versículos en Mateo), se
encuentra 14 veces en Lucas y 6 en Juan (3 como “saludo” del resucitado) y 7 veces
en Hechos. En cambio en los escritos paulinos lo encontramos 43 veces, 11 veces
en las cartas católicas, 4 en Hebreos y 2 en Apocalipsis. En las cartas
paulinas es el encabezado inicial de cada carta (las 13 cartas paulinas) como
saludo a los destinatarios (“gracia y paz”, járis
kaì eirênê). De estas 92 veces, 24 veces están en los saludos (sin contar
las 4 veces que el resucitado lo usa como saludo); también se usa como “ir” (a un lado o a morir) o “volver”
o “vete” en paz. De aquí podemos concluir que no son muchas las veces que el
término tiene un sentido importante teológicamente. Notemos algunas:
- Los ángeles en coro cantan a los pastores «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace». (Lc 2:14; parecido en 19:38)
- La paz les dejo, les doy mi paz, y no como la da el mundo. No se inquieten ni se acobarden. (Jn 14:27)
- ...las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz (Rm 8:6)
- ...el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. (Rm 14:17)
- ...en caso de conflicto por motivos religiosos Pablo recomienda separarse porque “El Señor nos ha llamado para vivir en paz”. (1Co 7:15)
- ...el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. (Gal 5:22-23)
- Porque Cristo es nuestra paz, el que de dos pueblos hizo uno solo, derribando con su cuerpo el muro divisorio, la hostilidad. (Ef 2:14)
- Frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz. (Sgo 3:18)
- ...hagan todo lo posible para que Dios los encuentre en paz, sin mancha ni culpa. (2Pe 3:14)
En
ocasiones Pablo o su discípulo hablan de la Paz de Dios o de Cristo (Fil 4,7;
Col 3,15) o de Dios como “Dios de la paz”
(Rom 15,33; 16,20; 1 Cor 14,33; 2 Cor 13,11; Fil 4,9 (ver 4,7) 1 Tes 5,23; ver
Heb 13,20).
Por el
contrario, Pablo cuestiona el sentido imperial del slogan “paz y seguridad” (1 Tes 5,3) porque no es la “pax romana” – la de vencedores y vencidos – la que Dios desea en
medio de su pueblo.
La paz
es, claramente un don de Dios, pero algo que debemos vivir, o como se dice
habitualmente: es “don y tarea”. Don
y tarea que tienen directa relación con la voluntad de Dios. Una paz que no
estuviera fundada en la realización de la voluntad de Dios no es ciertamente el
don de la paz que Dios anuncia a los que viven en la justicia. De allí la
relación que – particularmente Pablo – establece entre la paz y el espíritu.
Casualmente el espíritu es también “el
don” escatológico por excelencia. Así los tiempos finales (que para Pablo
se han inaugurado con la resurrección de Jesús) son tiempos de plenitud del
espíritu y plenitud de la paz (no es por otro motivo que el resucitado, en
Juan, otorga la paz y sopla dando el espíritu en Jn 20,21-22; han llegado los
tiempos finales y la comunidad recibe los dones de Dios).
La
comunidad cristiana, llamada a dejarse conducir por el Espíritu, a vivir
conforme a la voluntad de Dios está llamada a vivir según el reino (otro gran
don de Dios). Así Reino, espíritu, paz son la vida misma de los hijos de Dios,
son el signo visible del presente con ojos de futuro. Pero, para ir
redondeando, es importante señalar que estas categorías pueden ser
malentendidas…
El
espíritu, por ejemplo puede entenderse de un modo que nada tiene que ver con lo
bíblico como el espiritualismo zen, o una fe desencarnada, por ejemplo. Se
habla – en estos casos – de “espiritualidad” (y lo es, ya que es “espiritualidad
oriental”, pero no lo es en el sentido bíblico, por cierto); en cristiano, la
espiritualidad no es un ámbito interior o un elevarse, sino “vivir según el espíritu”. La “paz”,
también puede ser malinterpretada, como ocurre con la “pax romana”, o la “paz de los cementerios”, o la paz de la
no-agresión, y no es eso – como vimos – lo que es el don y tarea de vivir
conforme a la voluntad de Dios que la paz significa. Usando palabras del Papa
Francisco, la paz es tender puentes, no edificar muros.
Se trata,
entonces, de discernimiento. ¿Por dónde sopla el espíritu? ¿Por dónde
encontramos la paz siguiendo la voluntad de Dios? ¿Dónde es que Dios reina? Sin
duda hay momentos en que encontrar caminos es más claro que en otros. Pensar
una espiritualidad de la paz en Colombia, por ejemplo, resulta sensato mirando
la letra de los acuerdos de Paz, cargados de categorías de reino y de puentes
tendidos. En otros casos no es tan evidente, como es el terreno político donde
cosas positivas y negativas se mezclan en otra y otra “vereda” haciendo difícil
la elección, como es el caso, por ejemplo de la promesa macrista de “pobreza cero” (¿alguien podría estar en
desacuerdo con eso? ¿No es evidente que si esa pobreza cero se alcanzara, la
paz flamearía en el país? Pero es evidente que era ilusorio imaginar que las
políticas macristas irían en esa dirección. Los resultados están a la vista. Como
otro tema difícil es la famosa “grieta”,
en la que se atentaría contra la paz dividiendo lo que debería estar unido…
Pero ¿debería estar unido? Es sabido que la voluntad de Dios, su búsqueda y realización
provoca conflicto en muchas oportunidades, y la cruz de Jesús es un buen
ejemplo de ello. La paz, en este caso, está dada por estar del lado “correcto”,
del lado “de Dios”, de su “reino”, conducidos por el espíritu de la verdad. No
es paz cerrar la supuesta grieta, es precisamente todo lo contrario, o – para decirlo
con categorías del reino – paz y justicia es quedar del lado de los pobres, del
lado de las víctimas. Es complicado alcanzar la paz, es complicado dirigirse
hacia ella, buscar la paz y correr tras ella (Salmo 34:15). Pero se trata de caminar con el espíritu para dejar que
Dios reine y haga brotar “¡como un rio, la paz!” (Isaías 66:12).
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