Poner a los pobres en el centro… y enfrentar las causas
(pensar la Jornada de los pobres)
Eduardo
de la Serna
Dejando de lado los aspectos
comerciales de tantos “días de…”, podemos
– con sus límites o con sus valoraciones – reconocerles – no en todos los casos
– cierto valor.
Un ejemplo podríamos verlo en
el “día de la/s madre/s”. Obviamente
si un hijo se desentiende de ella todo el año, si es indiferente a su
situación, si la ignora, recordarla “un
día” es una ironía, o una burla cínica; o un simple “lavado de conciencia”.
Algo semejante puede decirse
de la actual “jornada de los pobres”.
Tener presentes a los pobres es algo fundamental para garantizar la fidelidad
al Evangelio, pero – del mismo modo que suele decirse “el día de la madre debe ser todos los días” – hemos de señalar que,
si la dedicación a los pobres no es de cada día, celebrar la jornada se asemeja
a una burla y no a un hecho cristiano.
No está de más comentar
algunos aspectos al pensar en esta jornada. Porque, y lo hemos señalado en más
de una ocasión, la pobreza es un pecado.
La pobreza es hambre, es no tener acceso a la salud, a un salario digno, a un
trabajo justamente remunerado, la pobreza es muerte. ¿Podemos “celebrar” eso? ¡Ciertamente
no! Lo que se pretende es visibilizar lo invisible (porque la mejor forma de
suavizar y calmar la conciencia ante la horrorosa dimensión de la pobreza, es invisibilizarla.
No se la ve, no existe. O – si no queda más remedio que verla – se distorsiona
la realidad: son migrantes, son perezosos, son sucios-vagos-ignorantes…). Los
pobres no tienen nombre, sólo genéricos: son “negros”, o son “paraguayos/peruanos/bolivianos”,
son “mapuche”… a diferencia de los que son “como uno” que son Mauri, Mirta, Marce…
o Nicole.
Otro elemento invisibilizado
es el análisis de las causas. ¿Por qué hay pobres? Suele ser frecuente en
varios sujetos que hablan de los pobres la negativa sistemática a preguntarse
por las causas de la pobreza. La injusticia, la opresión, la violencia, la
esclavitud (cada vez menos solapada), la dependencia… la riqueza, en suma, no
aparecen en los análisis o comentarios. Una buena mirada contrastante es
comparar los textos de los profetas o de los Santos Padres de la Iglesia y muchos
documentos episcopales. El reciente texto de la Conferencia episcopal Argentina
convocando a la jornada de los pobres resulta un patético ejemplo de una
referencia a los pobres donde nada se dice de combatir las causas.
Otro elemento, y lo confieso
con indignación, es la actitud – de nuevo pienso en el texto episcopal – que parece
casi como si les pidiera perdón a los ricos por dedicarle un día a los pobres.
La distorsión del Magníficat (y no es la primera vez, ya que en Líneas Pastorales para la Nueva
Evangelización 29 ya lo habían hecho) deforman un texto bíblico para no
quedar mal. Para ser claros comparo los 4 textos: el Magnificat, la Exhortación
de Pablo VI sobre la Virgen María (citada en LPNE), y los dos textos
episcopales argentinos:
Evangelio
de Lucas 1,51-53
|
“Marialis Cultus”, Pablo VI, 37
|
Lineas
Pastorales para la Nueva Evangelización, 29
|
Invitación
a la Jornada de los pobres
|
Despliega la fuerza de su brazo, dispersa a los soberbios en sus planes,
derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes, colma de bienes a
los hambrientos y despide vacíos a los ricos.
|
…comprobará
con gozosa sorpresa que María de Nazaret, aún habiéndose abandonado a la
voluntad del Señor, fue algo del todo distinto de una mujer pasivamente
remisiva o de religiosidad alienante, antes bien fue mujer que no dudó en
proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos y derriba
sus tronos a los poderosos del mundo (cf. Lc 1, 51-53)"
|
... No dudó
en proclamar que
Dios es garante
y vindicador de
la dignidad de los
humildes y oprimidos
y que, si es
el caso, derriba
de sus tronos
a los poderosos
del mundo.
|
... Como
María de Nazareth es necesario proclamar que Dios y su acción operante en los
creyentes es capaz de cambiar
sistemas de desigualdad e inequidad (cf. Lc 1,51-53).
|
En lo personal, celebro que
exista una Jornada de los pobres. Pero lo celebro en la medida que permite visibilizar
una realidad negada. Pero tengo claro que la Iglesia de los pobres (Juan XXIII,
Juan Pablo II) debe “anunciar el Evangelio a los pobres”. Y esto no significa
algo “en el aire”. El Espíritu unge a Jesús para ser mesías de los pobres (“me ha ungido para anunciar buenas noticias a
los pobres”). Pero esas “buenas noticias” no son que “se irán al cielo”,
sino que su situación va a cambiar:
- El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor. (Lc 4:18-19)
- Vayan a informar a Juan de lo que han visto y oído: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia. (Lc 7:22)
Lo que los testigos pueden
observar es un cambio de situación: los ciegos ven, los sordos oyen, los
cautivos son liberados y la buena noticia a los pobres es la noticia de que su
situación va a cambiar, como cambia también la situación de los ricos y los
poderosos (tema frecuente en Lucas: 6,24; 16,25). Eso es lo que canta la Virgen María,
precisamente. Por eso, en Lucas, la bienaventuranza no es “de la pobreza” como equívocamente dicen los obispos, sino “de los pobres”, y lo que se celebra es
que su situación cambiará. Solo Mateo 5,3 propone la pobreza (qué él califica “de espíritu”) como modo de vida, como
hace con las restantes bienaventuranzas cambiando el texto que él recibió de su
fuente. Pero resulta extraño que en la jornada de los pobres, donde se nos
invita a poner a los pobres en el centro, se escoja para la reflexión el texto
de Mt 5 y no el de Lc 6 donde se canta la alegría de que la situación cambiará,
y por eso es una “buena noticia”.
En suma, celebro la jornada “de
los pobres” sabiendo que es un compromiso militante de los cristianos seguidores
del Mesías de los pobres y miembros de la Iglesia de los pobres. Y celebro que
la presencia de nuestros hermanos nos movilice en el compromiso de anunciarles
buenas noticias, que no deben ni pueden ser “opio del pueblo” sino la firme decisión de caminar con ellos y
ellas para buscar liberación. En estos tiempos de neoliberalismo, el gran
causante de los pobres, tiempos en los que la pregunta de “¿por qué hay pobres?”
no puede sino mirar a las políticas de gobierno y a los sectores de poder
económico, y alentar la responsabilidad samaritana de aproximarnos al caído,
sanar sus heridas y ponerles nombres y apellidos a los salteadores y bandidos
que han dejado a nuestro pueblo medio muerto al costado del camino, en estos
tiempos celebrar una “jornada de los pobres” debería movilizarnos y
convertirnos a su causa, porque “la Iglesia debe estar presente en la causa de
los pobres” (Juan Pablo II).
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