El amor para Jesús es militancia
Domingo
trigésimo primero - “B”
Eduardo
de la Serna
Lectura
del libro del Deuteronomio
6,2-6
Resumen: En una especie de “credo” el autor del
Deuteronomio le señala al pueblo que está a punto de (volver) llegar a la
tierra prometida, la garantía de la bendición de Dios en la medida en que rechace
la idolatría y se comprometa en el amor obediente a Dios.
La redacción del libro del Deuteronomio es tema de
debate entre los estudiosos. En este caso estamos en el marco de la fidelidad a
la alianza que se ha establecido y que dice relación a la tierra. Si bien hasta
ahora los judíos habían “escuchado” a Moisés (1,3; 4,12-13), ahora (desde 4,1)
se insiste con “Escucha, Israel” (šema’ Israel; 5,1; 6,3.4; 9,1; 20,4;
27,9). El marco es litúrgico. Es decir, el Israel al que se dirige el libro,
asamblea litúrgica, debe escuchar como lo hizo el pueblo en el desierto. Lo que
debe escuchar son los preceptos y mandamientos (ḥuqqîm wemišpatim; el par se encuentra 14 veces en
Deuteronomio, en 6,1 se añade “normas”, mēșāba, término típico de Deuteronomio,
x43). Estos deben ser cumplidos en la tierra que van a poseer por los que leen
y su descendencia para así “prolongar sus días”. La fórmula repite 4,40: ser
feliz (x19 en Dt) y multiplicarse (término habitual para
expresar la bendición de Dios, ver 7,13). Esto ocurrirá en la tierra “que mana
leche y miel”.
El tema es frecuente en la
literatura cananea: “los cielos llovieron
abundancia, los ríos manan miel” (ANET 140).
La fecundidad de la tierra fue
un tema siempre conflictivo, especialmente entre los profetas del reino Norte
(= Israel). El contraste con el desierto es evidente, pero una vez asentados
olvidaron a Yahvé “siguiendo a los baales”, dioses de la fecundidad. Por eso,
en Deuteronomio, hay una particular insistencia (varios autores notan una
relación ideológica entre Deuteronomio y el profeta Oseas) en la tierra por un
lado y en la unicidad de Dios por el otro (y la unicidad de santuario), cosa
que se reitera en el nuevo “escucha, Israel” de v.4.
La cercanía con Oseas se refuerza en la insistencia de
que Dios ha de ser “amado” (x13 en Dt; ya no “temido” como en los tratados
de vasallaje, algo que puede estar en el sustrato primitivo del Deuteronomio). La
relación está dada, como se repite en el libro, entre el amor a Dios que se
expresa en el cumplimiento de los preceptos y mandamientos (“los que lo aman y
cumplen sus mandamientos”, 7,9; ampliado en 11,1 a prescripciones, normas,
preceptos y mandamientos”). Este amor ha de ser con todo el corazón, el alma y
las fuerzas (típico de Dt: 4,29; 10,12; 11,13; 13,4; 26,16; 30,2.6.10; Jos
22,5; 23,14; del
maravilloso rey Josías dice:
“Ni antes ni después hubo un rey como él, que se convirtiera al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, conforme en todo con la ley de Moisés” (2 Re 23:25).
Estas palabras, que el autor “dicta” han de quedar
en el “corazón” (la sede de los pensamientos) para poder repetirla a los hijos
(volviendo así a lo expresado en el v.2).
La teología deuteronomista presenta entonces, en
estrecha relación la posesión de la tierra, la felicidad y multiplicación del
pueblo, con el cumplimiento frecuente de las normas dadas por el único Dios y
que han de repetirse de generación en generación. Cuando esto se escribe, nada
de eso se había cumplido, convirtiendo el texto, entonces, en una suerte de kerygma para el pueblo que retornará del
cautiverio en Babilonia y tiene ante sí la posibilidad de empezar de nuevo. El
autor le señala casi a modo de un “Credo” (¡escucha!) los criterios a cumplir
si quiere ser feliz.
Lectura
de la carta a los Hebreos 7,23-28
Resumen:
la carta a los Hebreos sigue señalando el contraste entre dos sacerdocios: el
antiguo sacerdocio levítico y el único y de una vez para siempre de Jesús.
La carta a los Hebreos sigue
profundizando el Sumo Sacerdocio de Cristo a semejanza de Melquisedec como es
expresado en el Salmo 110. En este caso el acento está puesto en la
perdurabilidad.
Es sabido que todo sumo
sacerdote debe ser reemplazado por otro a su muerte. Pero puesto que Jesús es
sumo sacerdote a partir de la resurrección ya no muere más y por lo tanto no
tiene necesidad alguna de ser reemplazado, de aquí que sea “sacerdote para
siempre” (ver 7,3.8.16).
Un tema frecuente en toda la “carta”
es el contraste entre el sacerdocio antiguo (el levítico, temporal, sacerdocio
producto de separaciones rituales) y el sacerdocio nuevo de Cristo. Este es
plenamente eficaz, puede interceder perfectamente por estar siempre vivo.
El sacerdote ideal [“nos convenía: santo, inocente,
incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos,
(v.26)”]
podemos contemplarlo ahora en Cristo. Por eso introduce un nuevo elemento de
superioridad de este sacerdocio con respecto al antiguo: las ofrendas. Los
viejos sacerdotes debían ofrecen un sacrificio por los pecados del pueblo (se
refiere, como en toda la obra, a la fiesta judía del Yom Kippur), pero para que
esa ofrenda sea eficaz, debe ofrecer antes una víctima por sus propios pecados,
ya que de otro modo sería infructuosa. Nada de eso es necesario con Cristo. Su “don
de sí” también es “para siempre” y es plenamente eficaz (no necesita repetirse
año a año, revelando de ese modo su ineficacia).
El texto culmina con una nueva
insistencia en el contraste entre ambos sacerdocios: la debilidad de los
sacerdotes contrasta con la “perfección” de aquel que es Hijo.
Una nota sobre la “perfección”.
El verbo “perfeccionar” es especialmente sacerdotal (el texto griego de Lev 4,5; 8,33;16,32
hace referencia a la “perfección de las manos” de los sacerdotes). El uso del
verbo (teleióô) en Hebreos es muy
frecuente (2,10; 5,9; 7,19.28; 9,9; 10,1.14; 11,40; 12,23) y ha de entenderse
en este sentido.
+
Evangelio según san Marcos 12,28b-34
Resumen:
un escriba pregunta a Jesús por la jerarquía de mandamientos. Jesús remite al
mandamiento del amor, cosa que el escriba felicita por estar por encima del
criterio sacerdotal de los sacrificios. Por ese camino se entra al reino de
Dios.
Como es frecuente en Marcos nos encontramos con
unidades de a tres. Luego del diálogo con fariseos y herodianos primero y luego
con saduceos, el Evangelio nos presenta hoy un diálogo con un escriba.
Es curioso el texto ya que en general el segundo
evangelio presenta una imagen negativa de los “escribas”, mientras que de este
Jesús afirma que “no está lejos del reino de Dios”. Aunque a continuación nos
mostrará que en este caso parece tratarse de “la excepción que justifica la
regla” ya que los escribas suelen enseñar cosas incorrectas (v.35) y “devorar”
la hacienda de las viudas (v.40).
En este texto, a diferencia de los dos anteriores, no
se dice que sea una pregunta para “atraparlo” (v.13) o partiendo de un error
(vv.24.27), cosa que sí dice el paralelo de Mateo (22,25) y Lucas (10,25). La
pregunta por el “primer” mandamiento es una pregunta muy importante. Los judíos
reconocían 613 mandamientos. ¿cuál es el primero (no se refiere al orden sino a
la importancia)? Aquel que de ninguna manera puedo dejar de cumplir si hubiera “conflicto
de intereses”. En los diferentes grupos judíos no había unanimidad en qué era
lo principal y tenían diferentes criterios. Al escriba le interesa saber qué
tiene Jesús para decir ya que ha respondido bien a los saduceos.
Es interesante que la respuesta de Jesús destaca dos
mandamientos y ninguno de ellos está en los llamados “Diez Mandamientos”.
Comienza citando literalmente Deuteronomio 6,4-5, el šema‘, sólo que añadiendo “con toda tu mente” al trío corazón, alma y fuerzas (reemplaza dynameôs de LXX por isjyos). Pero agrega un segundo mandamiento: el “amor al prójimo”
(Lev 19,18); ambos se integran por la repetición del verbo “amarás”. El amor no
se trata de un sentimiento sino algo que se ha de tenerlo presente en la sede de
las decisiones (corazón), en lo cotidiano (la vida, “alma”, psyjê), con todas las capacidades
(fuerzas); sin duda, la intención es destacar la totalidad con diferentes
enfoques o acentos.
Para los judíos, el “prójimo” es siempre otro judío. El
texto no lo aclara (de hecho en Marcos el término “prójimo” solo se encuentra
en esta unidad, y el verbo “amar” también, además de 10,21). Podemos pensar que
en un primer momento Jesús – que se dirige a judíos – lo ha entendido de este
modo, pero las fronteras comienzan a abrirse tempranamente: “amar al enemigo”
(Mt 5,43-44) y como un “samaritano” (Lc 10,29), aunque el Jesús de Marcos reconoce a los “que no
están con nosotros” (9,40) ya que Jesús da la vida por una multitud (10,45;
14,24).
El escriba reconoce que Jesús tiene razón y
sintetiza la respuesta que le dio omitiendo ‘alma’ y ‘mente’ reemplazándolas
por ‘inteligencia’, comprensión (synesis) destacando – aunque Jesús no lo
había dicho – precisamente el conflicto de intereses: es más importante el amor
que los sacrificios y holocaustos (recordar que esto está dicho en el Templo,
donde – además – se recita frecuentemente el šema‘). Si Jesús había respondido bien al escriba, ahora es este el
que interpreta correctamente a Jesús, de allí que ‘el le reconozca que “no
estás lejos del reino de Dios”. Jesús no se ubica en la corriente sacerdotal
que pone el Templo, el culto y los sacrificios por encima de todo, sino en
coherencia con los profetas que ponen su centro en el “amor” expresado en el cumplimiento
del “derecho y la justicia” (Am 5,21; Sal 40,7-9; 1Sam 15,22; Is 1,11; Os 6,6).
El reino de Dios que Jesús predica desde el comienzo es inseparable de los
hermanos y hermanas, hijos del Dios abbá.
Foto de Martin Luther King, Jr.
siendo detenido en Montgomery (Alabama) por «vagancia» en septiembre de 1958
tomada de Wikipedia
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